jueves, 28 de febrero de 2008

El beso de Oñate

Maitane es una puta vasca. Como tal se anuncia en El Diario Vasco. Hemos sabido de ella a través del eco que se hizo de la chusca noticia el Periodista Digital con fecha 10/02/08. Maitane tiene 19 primaveras y, eso dice, un cuerpazo de la tierra y aparece en el anuncio promocional tocada con una boina o chapela en un posado erótico-indígena para desatar las pasiones de los amantes nativos que confunden solaz con solar patrio.

Pero no es una puta cualquiera, una de esas chicas que alivian con mimos y caricias a la clientela necesitada de un desahogo… no, nada de eso, no es una más entre los millones de rameras que han ejercido y ejercen el más antiguo oficio de la estirpe humana. Maitane es una puta abertzale. En efecto, Maitane traza en dos palabras un ajustado perfil de sus encantos y habilidades para que nadie se llame a engaño, cierto que lo hace en el idioma del opresor y no en vascuence, la lengua ancestral tubalita conectada a los latidos sistodiastólicos del corazón profundo de la Madre Tierra. Bien entendido que para las meretrices no se requiere otro idioma que el de los arrumacos. Dice así:

Maitane, 19 años, abertzale. Cuerpazo de la tierra. Te hago el beso de Oñate y la postura del arrantzale. En el orgasmo te suelto el irrintzi. Abstenerse constitucionalistas. Salidas o recibo en caserío. Acepto Visa.

La verdad es que a uno le entran ganas de hacerse pasar por abertzale, aunque sea por unos minutos, para gozar de esa yegua indómita, de esa potranca de trapío, como medio cimarrona y asilvestrada.
No sabemos cómo se las apaña Maitane para descubrir las obediencias, los alineamientos patrios de su clientela: ¿Las somete al tercer grado en un zulo o cueva del sado, antes de consumar la remunerada coyunda, mientras recaba del fornicador contrastados informes al comando o talde informativo de ETA de su entera confianza?
¿Bastará, nos preguntamos, con entonar puño en alto los versos del Eusko Gudariak, el himno del soldado vasco, para convencerla de nuestra intachable trayectoria antes de meternos en harina y contender en el palenque de la concupiscencia presentando armas?... lo del soldado, ya saben, vale aquí por el otro soldadito, que no vasco, pues así llaman algunos muy atinadamente al chisme que puso la naturaleza en los varones para perpetuar su apellido -¿Será por la capacidad de mudanza del mentado apéndice para pasar de la posición de descansen a la de firmes, por ese casco balanoide de infante de la Wehrmacht o por acudir como sable desenvainado, ¡caaarguen!, a la trabada lid en el tálamo nupcial?-.

Lo dicho. No sabría uno cómo pasar por abertzale ante la escrutadora mirada de Maitane para averiguar qué diantre sea eso del beso de Oñate, que suena a versión autóctona, pastoril -con fondo musical de chistu o chirula- del Kamasutra y ver si es plato que el paladar demande. Por no hablar de la exótica -como tal suena- postura del arrantzale, que, por el nombre, insta a una suerte de contorsionismo giróvago y acordeonado para el que ya no está uno preparado. Claro que Maitane es joven, está en la flor de la vida y gasta pinta de ser dúctil y maleable, juncal y flexible como una trapecista con mallas y liguero.

Intrigados aún por el misterioso beso de Oñate, si es o no cosa turbia, ósculo more ferarum, o contra las sanas costumbres, por así decir, hemos de amonestar no obstante a Maitane, a pesar del cariño que le hemos cogido, por causa de esa exclusión prostibularia dictada contra los constitucionalistas, vedando el tabernáculo de su peculiarísimo desempeño laboral a los usuarios de un servicio, sino público, sí de mujer pública.
Hasta la fecha no teníamos noticia de prostitutas que ejercieran el reservado derecho de admisión como esos locales donde no dejan entrar a quienes visten pantalones tejanos o calzan zapatillas deportivas. De hecho si algo distingue a la prostitución, hasta la aparición en escena de Maitane, es la democratización del alivio, abierto a todos, siempre que se pueda costear la tarifa estipulada, sea el cliente alto y guapo o recortado y feo, melenudo, calvo, madurito o joven, un pipiolo a estrenar, casado, soltero, de izquierdas, derechas, católico, agnóstico o ateo, africano o esquimal.
La puta universal, esa puta que a todos abraza, que a todos acoge en su regazo, que a todos mide por el mismo rasero, que a todos iguala, como iguala la muerte, al rico, al pobre, al abertzale y al que no lo es, jamás había puesto peros a las ideologías y las obediencias nacionales… esa puta ecuménica, cosmopolita, se trunca con la puta de Maitane. Su coño, hablando en plata, es un coño excluyente y que promueve, qué tragedia y desdoro para sus colegas, una fatídica discriminación, reservando el derecho de admisión a los espermatozoides vasquistas que al microscopio se distinguen por la capucha y el rabito de la boina.

El día que la prostitución se regule habrá que pedir al órgano administrativo que la gestione que amoneste o retire la licencia a nuestra Maitane, pues es deber de toda meretriz atender sin excepciones a cuantos buscan entre sus brazos el contento fugaz del carnal acoplamiento. Allá Maitane si prefiere las ardientes embestidas de los gudaris que precisan relajarse en cama amiga, previa o posteriormente a la comisión de un atentado, pero no es de recibo que solicite a la clientela a modo de criba, además de la preceptiva analítica médica que garantice la inexistencia de virus de transmisión sanguínea, como el VIH o SIDA, informes que den fe del índice de RH negativo del interesado, como si el jesuítico Arzallus fuera su proxeneta. Si atender constitucionalistas es para Maitane trago amargo, debería buscarse un fulano de posibles que la retire de la calle, del oficio y le ponga un pisito… franco.

Nos preguntamos si Maitane, cuando recibe a sus parroquianos, les sirve, para ir creando ambiente, un chacolí mejor que una copa de champán francés y si intuye que el fulano no es abertzale, en una suerte de venganza venérea, le pasa la gonorrea, que es palabra que suena a vascuence y parece el apellido de un jugador de la Real Sociedad: Aitor Gonorrea, zaguero contundente, natural de Oyarzun, pongamos por caso.

Maitane, que niega a un segmento de puteros el derecho a decidir con quien se corren una juerguecita, de practicar el bondage, ya saben esa disciplina consistente en poner las nalgas coloradas de unos azotitos, no sería partidaria de la vara de avellano, a la manera inglesa, sino de la de roble, en arborícola homenaje al sagrado tronco de Guernica. La muy pilinguis, no obstante, a pesar de esas maneras abruptas, un pelín agropecuarias, aldeanas, como hechas a medida de gudaris, dantzaris, pelotaris, segalaris, aizkolaris y otras especies rupestres de Vasconia, acepta VISA a cambio de sus acrobacias amatorias. Habría de aceptar, en aras de una más íntima comunión con el terruño -la mística del pedrusco a la que es tan propenso el mito y el folclore vascongado-, el trueque pre-mercantil y pre-moderno como pago a sus servicios: una cesta de mimbre repleta de setas, un haz de leña, un ganso, unas berzas o un tronco de bacalao para guisarlo al pil-pil o a la vizcaína, o hacerlo gratis, qué caramba, desinteresadamente, por amor a la patria, pues no hay amor a la patria más sincero que el generosamente dispensado a quienes la componen. O qué menos que aplicar a los revolcones un jugoso descuento el día del Aberri Eguna.

Para Maitane no habría peor castigo con el tiempo, ni el de Sísifo, que suspirar de amores por un seductor constitucionalista que al acoplarse a ella y llegar al clímax de los transportes amorosos, mirando nuestra Maitane a Arrigorriaga, solapara al grito, a la onomatopeya del irrintzi, los versos del himno español, en cuanto le pongan una letra que no dé risa, y que al beso de Oñate respondiera su amante -para restañar las heridas del odio que a esa chica le infligieron de pequeñita en la ikastola- con el abrazo de Vergara.




lunes, 25 de febrero de 2008

Churras con merinas: Artur Mas como Erdogan


Hay entre Artur Mas y Erdogan, por cuenta de unas declaraciones recientes de ambos elementos, ciertas similitudes que subrayaremos en esta bitácora. Erdogan es el sultancillo actual de la Sublime Puerta, de lo que fuera otrora el imperio otomano. Mas, que pretendía el gobierno regional de Cataluña, viajó a Madrid para fumarse un puro con Zapatero en La Moncloa. Se especuló con que el puro fuera habano, de los que echan humo, un Lancero de Cohibas o un Partagás, que maridan a las mil maravillas con una copichuela de ron añejo, pero fue en realidad uno de esos puros de pega que estallan en los morros del fumador para embromarle. Fue Artur Mas como visir para salvar un estatuto que descarrilaba y regresar convertido en califa, pero se llevó un chasco morrocotudo traicionado por el taimado ZP, el de las cejas circunflejas, como acentos.

Recientemente ha dicho Artur Mas, parafraseando a Pascual Maragall, cuyo gobierno ya no es de este mundo por razón de ciertos achuchones seniles, que España se prepare si no sale el estatuto de autonomía del Constitucional tal y como entró. Muy parecidamente, solo que en el ámbito de su jurisdicción, se ha pronunciado Erdogan respecto de la entrada de Turquía en la UE: Si no se produce tal circunstancia no podrá garantizar la paz en tan convulsa región, mientras sus tropas se adentran en el Kurdistán iraquí para hostigar al PKK y, aliviar en efecto, la tensión en aquella zona, que es algo así como un avispero balcánico desplazado a Oriente Medio. Recordemos en este punto la no muy lejana sintonía entre el PKK y el PNV, con invitación institucional de Ibarreche a los primeros para tomar la palabra en el parlamento de Vitoria… afinidad o alianza que ha caído en el olvido y ha sido sustituida por la euforia desatada entre nuestros nacionalistas a causa del envidiable ejemplo albano-kosovar.

En ambos casos, Mas & Erdogan, el chantaje es el busilis de su acción política. No sabemos si Artur Mas ha acudido al notario para dejar constancia escrita de su apreciación o si ha jurado cumplir sus propósitos reclinado ante el sepulcro de Godofredo el Peludo en el monasterio de Ripoll, una de sus visitas predilectas, a un tris de levitar transido de emoción patriótica ante los venerables despojos del conde visigodo.

Erdogan, un islamista convencido y dispuesto a acabar con el legado laico y europeísta de Kemal Atatürk, pretende ganar Turquía, sin prisa, pero sin pausa, para la sharia, y tender sobre la nación un inmenso velo islámico. Pues el islam, además de su dimensión religiosa o trascendente -si la tuviere más allá de la degollina de infieles- cuenta con un componte regulador que incide en todos y cada uno de los aspectos de la vida cotidiana de los creyentes. Tiene opinión para todo: sobre si es lícito o no agarrar un alimento con esta o la otra mano, siempre que no te la hayan amputado previamente por robar una sandía, cuál es la apropiada extensión de la barba, bajo el mentón, que deben lucir los varones o si es o no admisible, y no es broma, acariciar un chucho callejero, animal impuro por naturaleza.
El nacionalismo, por su dimensión grupal, tribal o comunitaria, también tiene un consejo para todo y no hay rincón o registro de nuestra vida que sus dicterios y edictos no alcancen. Nos dice qué artículos a la venta, en razón no del precio, sino de la procedencia y de su etiquetaje idiomático, conviene adquirir en un establecimiento comercial y en qué idioma han de estar rotulados éstos. Qué emisoras radiofónicas hemos de sintonizar. Qué diarios leer. Qué canales de televisión han de ser el instrumento de nuestra imbecilización acelerada. Qué equipo de fútbol hemos de vitorear y a qué selección deportiva aplaudir. E incluso, y entre otras muchas cosas, a qué prostitutas hemos de recurrir para procurarnos alivio, tal y como demostraremos en una próxima bitácora dedicada a Maitane, la puta abertzale.

El velo ha vuelto a las universidades turcas, donde, por cierto, no cursa sus estudios superiores una de las hijas de Erdogan, becada en los Estados Unidos, como, salvando las distancias, los niños del sonderkommando Montilla que, en lugar de aplicarse en la escuela pública defendida con entusiasmo por los voceros de la izquierda -para confraternizar con alumnos procedentes de otras latitudes, con otros usos y costumbres y otras referencias culturales- acuden al Colegio Alemán de Barcelona. Ese velo que cubre el cabello de las muchachas turcas para remarcar la sumisión femenina en estricta obediencia a los mandatos del islam, trae a nuestras mientes ese otro velo, el de Maya, no la abeja de los dibujos, sino la diosa brahmánica de la apariencia y de la confusión, que tienden los nacionalistas, y su sonderkommandía auxiliar, para escamotear la Cataluña real a la ciudadanía a través de las imágenes urdidas por los medios de comunicación de titularidad pública con ese costrón nacionalista que supura alienación y estupidez a chorretones.

Como Erdogan a los turcos, que se deslizan de la condición de ciudadanos a la de súbditos o vasallos, los nacionalistas, y sus criados de amontillada librea, pretenden poner a quienes no lo somos mirando a Constantinopla.

viernes, 22 de febrero de 2008

La jequesa


Lo único que merece la pena pasar a los anales de la Historia de la pomposa cumbre de la Alianza de las Civilizaciones recientemente celebrada en Madrid, cenit y nadir, epicentro e hipocentro, eje, nudo gordiano del nuevo orden mundial auspiciado por el gobierno ZP, al margen del altercado habido, pistolas en ristre, entre los aguerridos escoltas de Erdogan, sultancillo de la Sublime Puerta, y la organización del evento, ha sido la presencia de la flamígera y deslumbrante jequesa de Qatar: un bellezón oriental de rompe y rasga. Vimos en la prensa, no mucha por cierto, pues la verbena pasó sin pena ni gloria, como ZP se miraba a la jequesa con glotonería, olvidándose por completo, el muy pillín, de los encantos de Sonsoles, la primera y lírica dama.

No sabe Tolerancio qué de bueno tiene aliarse civilizatoriamente con el jequerato, o como diantre se llame, emirato o reino, anfictionía o sanjacato, o lo que sea que representa esa mujer esbelta y con aires de pin-up, de vampiresa, de dominatrix del Oriente Próximo a la romántica luz de la media luna… una suerte de Dita von Teese pero a la arábiga. No sabemos si en su jequerato ahorcan a los homosexuales, como en Irán -uno de los patrocinadores de esa conferencia de un calado histórico equiparable a la de Viena, 1815, o Berlín, 1888-, si amputan extremidades a los ladronzuelos o si arrojan a los delincuentes comunes por un precipicio metidos en sacos de patatas, a la manera persa también, donde la administración de una justicia venial, correctiva, pero rehabilitadora, resplandece como en parte alguna, causando admiración y sana envidia en el concierto de las naciones.

Pero nada de eso nos ocupa ahora. Sino la buena moza de la jequesa, que no por otra cosa se llama Mozah, eso es, Mozah b. Nasser y por ello le dedicamos en esta bitácora unos versos laudatorios, en todo caso castos y que no ofenden al decoro más elemental… versos que bien podrían ser aquellos que cantara tiempo ha Canalejas de Puerto Real, el rey de la bulería:


Como quien guarda un tesoro,
Te está guardando tu mare…
Y no sabe la inocente
Que aquel castillito moro
Dejó de ser plaza fuerte.

O la imperecedera, la inmortal rumba taleguera Atalaya de un sueño moro del dúo Sombra y Luz, palmas y sintetizador, dedicada a la bella Rumaykiyya, la favorita del rey al-Mutamid (1068-1091) de la taifa sevillana, a la que sedujo el monarca-poeta entre los olivos del Aljarafe, y que los melómanos más exquisitos y exigentes podrán degustar previa adquisición del CD o musícasete -¿Aún se editan?- al corriente de pago con la SGAE, entre las numerosas joyas discográficas a disposición de la clientela itinerante en los bien surtidos expositores de las gasolineras. Aquí va, pues, en un garrido desplante, con sonrisilla picarona y brillo en los ojos -cejas arqueadas a lo ZP- un poemilla que canta las excelencias de la deslumbrante hembra qatarí:


Volaré a Qatar…
a catar a la jequesa
En alfombra voladora
De color azul turquesa.
Mora de la morería,
Como Abenamar,
El del romance,
Que al ver sus ojos
Entró ZP en trance…
Y en trance permanece
Pues larga chorradas sin cuento
Del alba hasta que anochece.

Te llevaré a la grupa
de un corcel pìafante
por las dunas, la arenisca,
en requiebro galante,
y a la luz de la luna,
lunera o no, sople o no la ventisca
le daremos al trisca-trisca
bella odalisca, sin descanso,
emitiendo el graznido de un ganso.

Entre mirtos y arrayanes,
En la espesa flora del vergel
Libaremos néctares,
Sorbetes de fresa,
Fragantes copas de hidromiel…
Hurí de dulces labios,
Corales rojos como el rubí,
En una verbena amorosa
Que no cesa…

Quién te echara el guante,
bella jequesa, traviesa…
Que a los eunucos del harén
Les pones la cimitarra tiesa*.


*
Este ultimo verso está inspirado en aquel tan delicado y sutil que dice: Cojones, dijo la condesa/ apoyando sus grandes tetas sobre la mesa.
De próxima aparición en esta bitácora: un romance bufo, versificado, que relata un encuentro bélico-erótico entre la Guardia Suiza del Romano Pontífice y las 30 vírgenes armadas -cinturón negro de karate y de castidad, presuntamente- de Gadafi. Advertencia a plagiadores: el argumento ya está a salvo en el Registro de la Propiedad Intelectual y le hemos hecho llegar una sinopsis a Conrad Son, el pornocineasta de ERC, para que la ruede, eso sí, íntegramente en catalán, con los ahhhh y ohhhh en inconfundible acento ceretano.

martes, 19 de febrero de 2008

Saura: el halcón


El ecotorturador Saura, responsable político de los mossos d’esquadra que abofetean a diestro y siniestro en la comisaría de Les Corts por tan graves delitos como robar melones, pero, eso sí, sacudiendo al personal en un catalán impecable, con arreglo a la sintaxis y gramática pompeyanas -de Pompeu-, es hombre de quien dependen nuestras vidas y haciendas.

Sentado ese argumento la tranquilidad de la ciudadanía es absoluta: no podemos estar en mejores manos. Ni en el Mossad, ni a la vera de un Sarkozy, hay un elemento igual que haga sombra a Saura, ese tipo duro de talante rocoso, berroqueño, que enciende las cerillas rascando la cápsula de fósforo en la mejilla, ese implacable martillo de criminales, ese coloso de hierro colado en la reñida batalla contra el terrorismo y cuya sola mención estremece de pavor a la plana mayor de las FARC, de Hamas, Hizbulá, ETA, de la UCK, de los señores de la guerra del Cáucaso o Afganistán y que le suelta las tripas a todo un Bin Laden en su montuosa guarida.
Ese titán del Estado de Derecho frente a sus conjurados enemigos que, tras ponderar sesudamente los detallados informes que le planta en la mesa de su despacho, de noble madera de nogal, el director de la tupida red de agentes secretos de la policía autonómica, infiltrados incluso en las alcantarillas del Pentágono, se toma un respiro -Kagemusha, el reposo del guerrero- limpiando las caquitas del gato, según manifestara en su día la señora Mayol de Saura, Imma, para humanizar la figura de su cónyuge, insobornable azote de la criminalidad en todas sus modalidades.

En Cataluña no pasa nada, no se atisba el menor indicio de riesgo en la convivencia, salvo, claro es, la depravada petición de escolarización bilingüe, solicitud que demuestra la ruindad y perversión de sus promotores y que generaría un tsunami incontenible, una fractura social irreparable. Pero al margen de ese crimen abyecto, nada… esto es una balsa de aceite. Ni comisiones al 3 o al 20% a trincar alegremente por licitación de obra pública, ni chanchullos inmobiliarios en Salou o en BCN por cuenta del Fórum, ni devaluación de la calidad de la Sanidad pública, ni financiación de entidades supuestamente culturales conectadas a partidos políticos, ni descacharre de las infraestructuras, ni problemas en el abastecimiento de energía eléctrica o de agua potable… ni nada de nada. Y mucho menos, terrorismo de inspiración islamista. Fíjense si Cataluña es territorio cool y está à la page que incluso nos honrará con su presencia Woody Allen para tocar el clarinete.

Desde 2004 han sido detenidos en Cataluña, contando a los integrantes del comando Dixán, 94 presuntos terroristas islámicos, exactamente los mismos que en Las Batuecas o La Rioja. Ante dicho balance el consejero Saura concluyó que Cataluña no era tierra de acogida para los integristas. De ello deducimos que nuestras autoridades no los reciben en el aeropuerto con una pancarta que dice Welcome/ Benvinguts y una alfombra de terciopelo rojo como esas que desenrollan para agasajar a las celebridades del celuloide que acuden a la gala de los Oscar de Hollywood.

Sin duda que el avispado consejero maneja información fiable y de primera mano para realizar tan contundente afirmación. Esa información contrastada que ha permitido decir a una hora que eran tres los terroristas, a otra que seis, que estaban en prácticas y no se habían sacado aún el carnet de suicidador, por cuenta ajena, de terceras personas, o que el atentado era cosa inminente. Que eran suicidas aunque disponían de temporizadores para detonar la bomba y con un cronómetro conectado a su aparato digestivo para no suicidarse con la tripita llena, que causa muy mal efecto. O que los temporizadores estaban destinados en realidad a avisarles de cuando debían recoger la colada porque sus señoras, bajo velo o burka, tienen muy mal genio y en casa les zurran la badana de lo lindo aunque los tíos van de mil hombres por el barrio, el Raval, de tetería en tetería, vacilando de cómo las dominan a su antojo, y que esos chismes en definitiva no guardaban ninguna relación con un hipotético atentado. Que obraba en su poder una cantidad de explosivos que oscilaba entre unos 30 gramos de un producto similar al ácido bórico, para airear pinrreles o matar cucarachas, y varias cabezas nucleares suministradas por islamistas de ex-repúblicas soviéticas o por el régimen iraní. Y que uno tenía un gato siamés llamado Sultán, pero que está el pobre en el veterinario de la calle Hospital porque se atraganta con esas bolitas de pelusilla que sueltan los felinos domésticos.

En un ejercicio de responsabilidad periodística sin precedentes el diario gratuito Metro titulaba así al día siguiente: Seis suicidas dispuestos a inmolarse en el Metro en lugar de Seis presuntos terroristas dispuestos a provocar una masacre en el Metro. Solo les faltó añadir… para reunirse en el paraíso con 30 huríes por barba, retozar alegremente entre palmeras datileras y beber cacillos a espuertas de leche de cabra y miel.

Saura, para reconciliarse con la opinión pública, compareció junto a Rubalcaba en rueda de prensa, en una suerte de mini-cumbre de laboriosos ministros de Interior, de iguales, conjurados en una lucha sin cuartel contra esa obediencia terrorista que hasta hace unos meses llamaban genéricamente internacional, como si el busilis de las organizaciones criminales fuera la procedencia o nacionalidad de sus integrantes -un argelino, dos egipcios y un sirio, por ejemplo- en lugar de sus motivaciones religiosas o políticas (con lo que podríamos sustituir la expresión terrorismo etarra por terrorismo goyerritano, por ejemplo, si es que el gentilicio vale para referirnos a la comarca guipuzcoana del Goyerri y siempre que los miembros del comando fueran todos vecinos de la misma).

Nada mejor para trasladar calma y sosiego a la población que comparecer junto a Rubalcaba, ese hombre de probada transparencia y buenas intenciones, ese dechado de virtudes con un impecable historial a sus espaldas. Lo dicho… que no hay por qué alarmarse. Que no pasa nada. Que aquí el único riesgo que puede acabar con la convivencia pacífica de la ciudadanía es esa bomba de relojería de la enseñanza escolar en castellano. Todo lo demás son bagatelas.


viernes, 15 de febrero de 2008

Cataluña es como... ¿Escocia? ¿Kosovo? ¿Quimbambistán?


Cuando nos pasamos la vida siendo como algo o como alguien sucede a menudo que en realidad abrigamos serias dudas sobre nuestra verdadera identidad… (siempre que las identidades sean verdaderas, profundas, hondas o por el contrario artificios, instrumentos sujetos a mudanza, máscaras)… Sobre quiénes somos realmente. En efecto, si somos como ése o aquél, no tenemos en el fondo muy claro qué o quiénes somos, sumidos en una dinámica, en una vorágine de identificaciones sucesivas que, más o menos, se suman, a veces se afirman y otras se niegan por la disparidad, repelencia o distancia entre las magnitudes tomadas como referencia de la comparación.
Cierto que la diferenciación del resto del mundo es un proceso ineludible que el niño debe acometer y la comparación es un procedimiento que hace al caso, pero corremos el riesgo de establecer unas afinidades que el objeto de nuestra proyección no tiene por qué compartir. Podemos ser como A si nos place enunciarlo, más tarde como B, y luego como C y puede ser, en efecto, que entre A y B exista un vínculo relacional que no estorbe la proyección anterior, que se dé una cierta similitud, pero también que C se parezca a A y B como un huevo a una castaña.
Y al final uno se hace un lío mayúsculo y acaba no sabiendo ni quién es ni como quién es ni como quién quiere ser, instalado en una duda permanente, como ese adolescente que culebrea y se estrella reiteradamente por causa de un afanoso experimento de afirmación de la propia personalidad que no pocas veces acarrea chascos, disgustos, un auténtico rosario de pruebas fallidas.

Esto, más o menos, hablando llanamente, sucede con los sumos sacerdotes del nacionalismo, y por extensión y obediencia, con sus atribulados feligreses abocados a un necesario blindaje de sus caudales emocionales colectivos, de su personalidad tribal artificialmente uniformizada como nación -que siempre es, mira tú por dónde, una nación elegida pero incomprendida, perseguida, martirizada, a un tris de la extinción (como los velociraptores) y que por ello encarna a la perfección la capacidad para el sufrimiento de la estirpe humana y que el día de la parusía nacional será recompensada por la redentora y catártica apoteosis soberanista, trasunto étnico de las escatologías milenaristas-.
De este modo, los nacionalistas proceden a una suerte de degustación de etéreas identidades que se esfuman en el aire como volutas de humo. Y con tanto símil desbarajustado acaban por configurar un complejo cuadro como de personalidad tribal múltiple o de trastorno multipolar colectivo que habría de requerir el esfuerzo urgente, conjunto y continuado de un nutrido y competente grupo de especialistas.

La búsqueda de conductas, de modelos a imitar, a replicar, a mimetizar, nos instala en la confusión, en el delirio. Ahora hemos descubierto que Cataluña es como Escocia, Carod Rovira dixit durante la última etapa de su World Tour, al tiempo que España no es Gran Bretaña -en realidad no recordamos si dijo Gran Bretaña o Inglaterra, que no es lo mismo e ignoramos si nuestro discreto y elegante vicepresidente lo sabe-.

No consta que Carod haya vestido el kilt, la tradicional falda escocesa, ni si ha comparado la ratafia o los Aromas de Montserrat, esa bebida digestiva que nada más catarla vertió usted, sabiamente, por el desagüe, con el whisky de malta de las Highlands o de la isla de Jura. O si estableció algún paralelismo entre alguna de las criaturas de nuestro bestiario tradicional y el célebre monstruo del lago Ness. O entre los consejeros de la Generalidad que en octubre del 34 hicieron mutis por el foro y al primer cañonazo obediente a la República abandonaron el palacio presidencial por el alcantarillado y William Wallace o Rob Roy.
Lo que es seguro a fecha de hoy es que los hinchas del Celtic de Glasgow, equipo emparejado con el Barça en una eliminatoria de la Champions League, esa competición que trasladada al ámbito de la economía lidera España, en opinión de ZP, devolverán en breve la gentil visita de Carod Rovira y, como hicieran los aficionados de su equipo rival, el Glasgow Rangers, podrán aliviar sus vejigas por la calle tan ricamente ante la pasividad de los agentes municipales y adornar con sus bufandas el busto del monumento a Macià -esa maravilla escultórica que, a pesar de postularla Tolerancio en una bitácora anterior como candidata a las 7 Maravillas del mundo, no pasó la criba, incomprensiblemente-.

Cuando Carod Rovira explicó a Salmond -el nacionalista del SNP que preside el gobierno regional de Escocia- el programa de inmersión lingüística vigente en Cataluña, éste no dio crédito a semejante melonada. La sorpresa del mandatario británico -separatista, pero británico aún, y que no piensa sustituir el inglés por el gaélico, o por un lenguaje tonal interpretado a gaitazos, más o menos a la guisa del silbo gomero- corrobora que, incluso en esa cargante lotería de los irredentismos étnicos, a los catalanes nos ha tocado sino el gordo, sí una jugosa aproximación, con una nutrida representación de los más idiotas.

Cataluña fue, es o será, cualquiera sabe, primero como el Québec, luego como Lituania, como Croacia, como Irlanda… Montenegro o los surma del continente africano* que, benditos ellos, no conocen la depresión. Ahora toca como Escocia y muy pronto como Kosovo -ese espejo donde uno suspira por mirarse- en cuanto la región balcánica proclame su independencia. Curiosamente no ha sido, es o será como Santacruz, región boliviana donde dominan los afanes autonomistas y la oposición a Evo Morales, alumno aventajado en el altiplano andino de ese tiranuelo de Hugo Chávez.
Casualmente nuestros nacionalistas, prontos a reverenciar cuantas experiencias secesionistas afloran por los más apartados rincones del ancho mundo, nunca han dicho ni mu respecto a las ansias separatistas de esa región, acaso porque es la más rica del país, con mayoría de blancos y criollos y la más refractaria al indigenismo de corte bolivariano… acaso porque, si jugamos a las correspondencias, por disparatadas que parezcan, y salvando las distancias, si Bolivia fuera España, la insolidaria Santacruz sería lo más parecido a Cataluña.

Sucede que cuando uno es como esto, como lo otro o como lo de más allá, cuando uno es como muchas cosas simultánea o sucesivamente… pasa que al final es como nada. Y esto lo sabe bien el zote de Tolerancio que cuando niño quería ser como el detective gordito de Los Tres Investigadores, que era un lince resolviendo los casos más intrincados, como el reportero Tintín, que recorrió medio mundo poniendo en un brete a villanos y malhechores de diverso pelaje o como el mago Juan Tamariz, que hacía por la tele unos trucos que eran la monda… y ha quedado en lo que ven, en ese patán gafotas, calvorotas y bigotudo que afea con su foto la cabecera de esta bitácora.

* Ver, si le place, la bitácora titulada Los surma/Prohibida la tristeza I


lunes, 11 de febrero de 2008

La pesadilla de Montilla


Un licenciado adscrito al Colegio de Psicólogos de Cataluña, traicionando el sagrado principio de la estricta confidencialidad de las consultas de sus pacientes, nos ha remitido por correo la trascripción literal de una de esas sesiones. En una anotación al margen parece leerse lo que sigue: J. Montilla, natural de Iznájar, provincia de Córdoba, afincado en BCN, pero tratándose de una fotocopia, los caracteres están algo borrosos y tanto identidad como procedencia geográfica son una suposición que no hemos podido verificar con absoluta certeza. Por supuesto, hemos destruido ese material inmediatamente para preservar el inalienable derecho a la intimidad.

Lunes, 28 de enero de 2008. 09h AM.

Pepe, así le llamo, me saluda en un ininteligible chapurreo lejanamente emparentado con el catalán, pero es una mera hipótesis, pues mis conocimientos filológicos son limitados. Se tiende en el diván. Afuera esperan sus guardaespaldas echando una partidita a los chinos. Se que miran con glotonería a Puri, mi secretaria. Se la quieren tirar, lo sé, como en su día también quise yo. Nada que hacer: es lesbiana. Pepe parece ausente y se afloja el nudo de la corbata. Preparo el magnetófono. Carraspea e inicia el relato de su sueño.

-Me veo en una estación de tren… es como la de Córdoba, de donde salí para Barcelona hace muchos años con la maletilla de madera en la mano, pero también parece la estación de Sants, patas arriba, por culpa de las obras del AVE… Hay una loca por ahí gritando que va a inaugurar un busto en su honor por la excelencia y calidad del servicio de Cercanías de RENFE… pero una dotación de Mossos a las órdenes de Saura la ametralla sin piedad. La chiflada expira diciendo a voz en grito”Antes partía que doblá”.
Luzco un espléndido uniforme: casaca negra, pantalones bombacho, botas de caña alta. En las solapas, los rayos de las SS y en la gorra de visera la calavera de nuestra temible unidad de asalto, la SEG -Sonderkommandía Enceratübben Grüppen-… y al cinto mi querida Lugger, ideal para reventar cráneos a corta distancia…

Advierto una mudanza volumétrica en la entrepierna de mi paciente. Mientras describe las galas de su uniforme nazi tiene una sólida y rutilante erección. Continúa:

-Superviso la operación con rostro serio, frío, implacable, esculpido a martillazos en mis facciones aristadas, mentón erguido, mirada puesta en el horizonte… facciones que sirvieron de modelo a las esculturas de Arno Brecker que adornan las dependencias del Reichstag. Soy un dios encarnado. No mido más de metro sesenta, pero con las calzas ortopédicas llego al metro ochenta fácil. Dispongo de un par de horas antes de tomar mi lección diaria de catalán. Se me resisten los “pronoms febles” y algunos fonemas: soy incapaz de pronunciar “Pallejà”. He de liquidar el asunto del tren en un plisplás.
Mis judíos suben a los vagones del convoy disciplinadamente. Algunos me miran y sonríen, creen que soy uno de los suyos y que todo es una broma, que nos vamos de excursión a Valls a comer calçots. Todos mis judíos son castellanohablantes. Hemos separado a los niños de los adultos. A los peques les inocularemos dosis masivas de Zyklon-C para obtener el llamado “extrañamiento familiar” que consiste en la superación de su obediencia idiomática materna mediante sesiones intensivas en los campos escolares de reeducación lingüística. Los separaremos culturalmente de sus padres y promoveremos la vergüenza respecto de sus referentes domésticos. Los niños serán de la nación y no de sus progenitores A y B. Hemos de sacarlos, aunque sea con fórceps, del ambiente contaminado, pútrido y maloliente donde han nacido antes de que la infección sea irreversible.


Hace un alto y prosigue:

-He comprendido que no basta con sacrificar toda esa mugre subhumana en los altares de la patria. Entiendo a la perfección en qué consiste mi cometido, qué se espera de mí. He de ser yo personalmente quien les dé el pasaporte. De ese modo se certificará para siempre la distancia que, terrible paradoja, me une a esos desgraciados. Ha de entregarlos uno de los suyos para que no recaiga la responsabilidad histórica de la degollina sobre la causa, que ha de permanecer impoluta: cargaré esa pesada losa sobre mi espalda. Ya lo dijo un antropólogo en cierta ocasión, un tipo muy prometedor años atrás llamado Manuel Delgado, autor de un magnífico libro titulado “De la muerte de un dios” y que más tarde hizo llamarse Manel, no sé si Prim:“Odiamos todo aquello que nos recuerda a nosotros mismos”.
A ese pobre diablo, como a mí, le tocó lametonear un considerable número de nardos para ser aceptado en el club. Por entonces se pitorreaba del nacionalismo identitario, pero últimamente le sacaban por la tele para quitarle hierro a la violencia terrorista inspirada en claves étnicas, coincidiendo casualmente con las negociaciones del gobierno con ETA. Pero esa disposición lacayuna a la felación intelectual no le ha servido de gran cosa, pues le he visto subir a uno de los vagones entre las compactas filas de deportados, con su hatillo al hombro. Pero, pero… eso no es todo…

Mi paciente se agita nerviosamente en el diván, parpadea, patalea, babea, gimotea, pero no cede un ápice su sólida erección.

-… También veo a una anciana que me recuerda a mi madre… Dios, la obligan a subir a empujones a uno de esos pestilentes vagones de ganado… un mosso de Saura le clava un culatazo de su tercerola Mauser en el costado. La pobre se dobla, aúlla de dolor. Gira la cabeza y me ve, me reconoce… me fulmina con su mirada… no abre la boca, no grita, pero advierto un severo reproche en su expresión y aunque telepáticamente me dice… “Te perdono”… también me pregunta desolada: “¿Por qué te avergüenzas de tu gente?”

Mi paciente llora a lágrima viva, babea copiosamente y cambia de idioma pasando al catalán:

-No sóc fill seu!... No sóc espanyol, no sóc un andalús llardós i fastigós… no sóc un espanyol fill de la gran puta!... Sóc català, collons, un català de soca-rel!... I puc anar al Liceu com ara un d’ells... i als guardons literaris també... i esmorzar amb el president de La Caixa, d’ Òmnium Cultural i del Cercle d’Economia… no m’avergonyiu més... deixeu-me, si us plau...

Las facciones de mi paciente se contraen en un rictus grotesco, en la fea mueca del orgasmo. En efecto, se ha manchado los pantalones. Cae en un estado de sopor, de pesada somnolencia, como zombizado. Al cabo de unos segundos se normaliza su ritmo respiratorio. Apago el magnetófono. Es su pesadilla recurrente.

jueves, 7 de febrero de 2008

Tsunami


No será el cambio climático la tragedia que acabará con Cataluña. Será el bilingüismo escolar. Eso es exactamente lo que dicen los portavoces del PSC, el partido del sonderkommando Montilla. Un partido que recibe votos de castellanohablantes a carretadas en los municipios del área metropolitana de Barcelona.

Cataluña se romperá en mil pedazos, vaticinan los muy agoreros. El bilingüismo escolar propiciará una fractura social irreparable. Acabará con la cohesión… -esa cohesión que consiste, por supuesto, en tragar quina a cambio de no decir ni mu, no sea que se enojen los nacionalistas-… creará guetos, será el fin de la pacífica convivencia, el rompan filas, el despelote, la gran hecatombe, el holocausto caníbal… qué miedo, uuuuuyyyyyy…
En efecto, el castellano en las aulas será algo así como un arma de destrucción social masiva. Un artilugio explosivo con más peligro que el calentamiento global, el efecto invernadero, el despachurre de la capa de ozono o el programa de enriquecimiento nuclear de los ayatolás iraníes. Así es, nos dicen los nacionalistas confesos y su tropa de choque, los periodistas de los medios de comunicación de titularidad pública y, en la calle, los castellanohablantes amontillados adscritos al PSC: hay más peligro para la supervivencia de Cataluña en que el niño de Pepe y de Juani aprenda en el aula, en castellano, el aparato reproductor de las ranas que en una cabeza nuclear de tropecientos megatones, que en la subida del nivel del mar a causa del deshielo del casquete polar o que en las trapisondas terroristas de los integristas islámicos empadronados en el Raval -o Raval-pindi-, completamente inofensivos, según el consejero de hierro Saura… ese hombre que estremece de terror a todo un Vladimir Putin y a los más experimentados agentes del Mossad.

El Cataluña se rompe por culpa del bilingüismo en las aulas recuerda al España se rompe, que algunos repitieron hasta el hartazgo -y coló- como latiguillo para escarnecer los recursos presentados ante el Tribunal Constitucional con motivo de la reforma del estatuto de autonomía de Cataluña. Al día siguiente de su aprobación en referéndum, con una participación que fue la envidia de medio mundo, equiparable a la cosechada en Andalucía, la envidia del otro medio y también realidad nacional -ésta con el innecesario y aborregado respaldo del PP-, ya decían algunos en tono de mofa y befa que España no se había roto y que la caverna ultramontana atizaba sin descanso un alarmismo injustificado.
Por la misma regla de tres habría que ver si la supuesta fractura social desatada por el bilingüismo escolar borraría Cataluña del mapa luego que los escolares aprendieran la tabla del tres en español o vocearan en el patio de la escuela, Luisín, pásame la pelota, en lugar del pasa’m la pilota obligatorio so pena de requisa de balón por el profe o monitor destacado al recreo en calidad de agente lingüístico de paisano conforme a las consignas impartidas desde la consejería regional de Educación.
De todos modos, el potencial del armamento utilizado en ambos casos es de muy distinto alcance balístico. Será opinable, pero la seriedad, la gravedad de una ley de rango superior, una ley orgánica, como es un estatuto de autonomía, puede suponer un mayor riesgo de quiebra o fractura, sobre todo si el afán que ha motivado su redacción no es la lealtad al Estado precisamente, que no una minucia pueril como el idioma en que un alumno anota los apuntes de una asignatura en su cuaderno por muy desafortunados que sean los garabatos, los dibujos de marcianos, superhéroes y dinosaurios que pinta en los márgenes.

No sabe uno a santo de qué tanto miedo, tanta aversión y desprecio a un idioma hasta el punto de connotarlo, no ya como un instrumento especialmente diseñado para la comisión de pecados o delitos -delitos o faltas… como la rotulación de un establecimiento comercial- sino como generador de catástrofes naturales de una magnitud comparable a la destrucción del planeta por culpa de un meteorito errabundo y descomunal o por el hundimiento de un continente entero bajo las aguas oceánicas tras la impetuosa acometida de un espeluznante maremoto.

Que Cataluña pueda saltar hecha pedazos por causa del bilingüismo escolar es una bobada insostenible, un espantajo birrioso que agitan los nacionalistas y sus lacayos de librea, la sonderkommandía amontillada y afines, pues nuestra región ha demostrado templanza y coraje para soportar duros embates, difíciles pruebas -no se vino abajo ni cuando Guruceta Muro pitó aquel famoso penalti fuera del área a favor del Real Madrid- y aún, que sepamos, no han podido acabar con ella tres décadas de ruinosa gestión nacionalista.

Parafraseando a aquellos que afeaban a quienes se oponían meses atrás a la legalización de los llamados matrimonios homosexuales diciendo que, en el fondo, a sus detractores les irritaba la felicidad del citado colectivo de personas, habría que copiarles la fórmula, tomarles la palabra y concluir que aquellos que niegan a los padres la libre elección de lengua vehicular en la educación de sus hijos -con arreglo a la oficialidad del idioma español en todo el territorio nacional, rango que aún le adorna-, se oponen a su vez a la felicidad de dichos padres. Que no quieren que estos últimos sean felices. ¿Por qué la felicidad de Menganito puede depender del sexo de la persona con la que contrae nupcias y no la de Zutanito del idioma oficial en que desea escolarizar a su hijo?
¿Por qué ese miedo? ¿Dónde reside el riesgo para los demás? ¿Por qué deducen los agentes de la política lingüística que el ejercicio de un derecho ha de causar daño alguno a otro idioma? ¿Por qué Juanito o Luisito no pueden recibir en el aula una materia lectiva en su idioma, ese idioma que usan a diario en casa para procurar alegría o disgustos a sus padres, a sus abuelos? ¿Qué hay de corrosivo, de dañino, de maligno, en ese idioma aún oficial? ¿Es tan contaminante y sucio que, si no proceden sus hablantes a una sustitución idiomática más o menos voluntaria, o inducida -obtención de titulaciones, acceso preferente al mercado de trabajo- decidirán un día arrancarles la lengua con tenazas?

¿Por qué Montilla se opone a la felicidad de esas personas que consideran que su idioma es digno de estar en las aulas de sus hijos? ¿Qué ofensa terrible explica ese vesánico y furioso afán de revancha del sonderkommando cordobés y su alegre cohorte de palanganeros?


lunes, 4 de febrero de 2008

¡¡¡Agua!!!


Muchos recibieron aquel lema con los brazos abiertos, como agua de mayo, como se recibe la lluvia luego de un período de pertinaz sequía. Otra cultura del agua es posible, dijeron. Se acabó el derroche, el consumo descontrolado de los menguantes recursos hídricos para surtir complejos inmobiliarios faraónicos, desmesuradas instalaciones turísticas, como esa monstruosa y delirante réplica de los casinos de Las Vegas trasplantada, como un esqueje, al secarral de Los Monegros.

Agua para todos pero gestionada racionalmente. Nada de trasvases y menos para los apartamentos estivales de La Manga del Mar Menor. ¿Qué se habrán creído? ¿Y qué decir de los campos de golf? Nada de toda esa mandanga. Soluciones imaginativas compatibles con el medio ambiente, con un desarrollo sostenible ¿Infraestructuras? ¿Más hormigón? Ni hablar del peluquín… y total para que las nuevas canalizaciones las colonice y obture en unos días el prolífico mejillón-cebra.

El as bajo la manga que guardaba el gobierno regional es, dicen, el abastecimiento de agua potable por medio de buques cisterna procedentes de… ¡¡¡Murcia y Almería!!!... es decir, del extranjero, de esas coordenadas geográficas respecto de las que aumenta, a pasos agigantados, con arreglo a la terminología del sonderkommando Montilla, la desafección emocional, que no hídrica, a lo que se ve.

Con relación a los enclaves citados del sudeste peninsular, aportamos aquí una definición regionalizada del concepto campo de golf al gusto catalán, como los pepinillos agridulces y las virutas de remolacha lo son al gusto alemán. En efecto, para la mayoría de los catalanes un campo de golf es una instalación recreativa de alta gama, que participa de lo lúdico y vacacional, que está la mar de bien en el Ampurdán, en la Cerdaña o cerca de Sitges, que habilita una promoción turística de calidad para gente de postín, educada, pudiente, elegante, que disfruta de un paisaje armonioso, casi como la Provenza o la Toscana, con sus colinas y lomas redondeadas, sus tonos pastel; actividad idónea para ejercitarse al aire libre, viendo volar bandadas de pajarillos en un cielo límpido y azul (de cuyas especies y hábitos migratorios informa a los jugadores a través de un pinganillo y en varios idiomas -excepto el español- el asesor ornitológico agregado), hacer una pizca de apetito y tomar un aperitivo en la terraza de sus soberbias instalaciones, a todo lujo, antes de degustar una selección de platos del afamado recetario de la, cada día más en boga, cocina volcánica de La Garrocha o una caldereta de langosta, para luego, satisfechos paladar y panza, asistir a un concierto sinfónico en el incomparable marco de los jardines del castillo de Perelada, por ejemplo.

La versión a la catalana de campo de golf podría extenderse unas líneas más, pero lo dicho hasta aquí es suficiente. En resumidas cuentas, para los catalanes, un campo de golf, responsable máximo del despilfarro de agua, es una maravilla que aporta glamour a nuestras glamourosas tierras, un plus de calidad, de charme, de encanto, de señorío, tan bien diseñaditos con su césped, sus arbolillos y sus estanques con patitos, cua-cuá -por eso contamos con docenas de esas instalaciones- pero que en Murcia o Almería son un insulto, un despropósito, una cacicada, una provocación al sentido común… ¡¡¡Con la escasez de agua que padece la humanidad en su sediento conjunto!!! ¡Murcianos! ¡Almerienses!... ¿Qué se habrán creído esos rascapieles de sobacos sudorosos, acento grosero, modales poco refinados, que cecean al hablar, que crían cabras en páramos de una aridez desértica y que ni siquiera saben limpiarse el culo? ¿En qué estarían pensando esos recoge-boñigas?

Pero en el fondo, aunque consideremos que estamos moralmente autorizados a disponer a nuestro albedrío de ese trasvase náutico por miles de hectolitros, para así restañar en parte las seculares heridas del expolio fiscal al que hemos sido vilmente sometidos -políticas arancelarias y proteccionistas al margen inspiradas a los gobiernos españoles por los industriales catalanes durante el siglo XIX y posteriores conchabanzas de la burguesía catalana con el régimen de Franco- y que, en justicia, nos la deben, no deja de ser una humillación insoportable para los acérrimos feligreses del credo nacionalista, partidarios de la autarquía, recurrir a semejante apaño y manifestar gratitud a esas gentes por causa del hídrico auxilio… ¿No sería preferible remolcar desde el Ártico un iceberg, aunque se perdiera el 15% de la masa del bloque de hielo durante la travesía, como han hecho ya, luego es técnicamente posible, algunos países de la península arábiga, quizá por cuenta de la bellísima jequesa qatarí, la misma que encandiló a ZP, para llenar su colosal frigorífico de helados y combatir a lametones los rigores del tórrido verano?
Cualquier cosa antes que deber nada, ni los buenos días, a esos patanes del sudeste peninsular. Mejor pagar a los esquimales -aún contrayendo una deuda descomunal- que no a esos españolazos de mierda.

Que el consumo de agua es una burrada incontenible, y, aunque el agua se evapora en los pantanos, por así decirlo, andamos con el agua al cuello. Que la gente no está suficientemente concienciada y las autoridades no pueden ahorrar por nosotros, pero si pudieran -como conducir- lo harían. Todo eso nos dicen y es posible que sea cosa cierta. Como que en Lloret y Salou, por ejemplo, se despilfarra agua por metros cúbicos para atender las necesidades de cientos de miles de visitantes estivales con arreglo a un modelo turístico caduco, pero que de ninguna de las maneras tiene esa gentuza derecho a copiar en Murcia y Almería. Por eso se quedaron sin trasvase del Ebro, porque el agua es nuestra -nos remitimos al nuevo estatuto de autonomía- nazca el río en Reinosa o en las Quimbambas. Además, los muy pillos, no pensaban destinarla a la horticultura, a regar tomates y pimientos, no, nada de eso, sino a desmesuradas promociones urbanísticas para birlarnos turistas que ya están en su salsa en la Costa Dorada tomando el sol hasta ponerse colorados como crustáceos y pimplando sangría a discreción ¿O se pensaron que nos chupamos el dedo?

Esta es la nueva cultura del agua cacareada hasta el hartazgo, desde hace unos años, por alegres voceros participados por igual de progresía y nacionalismo en verbenera mezcolanza: el abastecimiento naval. Sólo falta pulir algunos flecos para redondear el ambicioso plan. Y no es que Tolerancio quiera dar ideas, pero no entiende como no han prohibido ya el sacramento bautismal, paradigma del derroche de acuáticos recursos. O multado a los quinquis por decir a voz en grito -cuando pretenden alertar a sus camaradas de la indeseada presencia policial- aquello de ¡Agua, la pasma! por no mentarla siquiera o perseguido de manera implacable el juego de los barcos en cuartillas de papel por las veces que se marra el figurado torpedo y acaba sumergido en la preciada masa ecuórea.

Esta es la nueva cultura del agua que nos prometieron a pancartazos y ademán de sesudos pensadores: la bodega de un carguero herrumbroso que zarpa del puerto de Carboneras, de Garrucha o de Cartagena, para el caso es lo mismo, acaso con polizones a bordo, abriéndose paso entre cayucos de inmigrantes ilegales que alcanzan la costa a remo. España es, desde ahora, unidad de destino en lo naval.
Pero eso no es todo. Los navíos habrán de armarse a conciencia y el cuerpo de ingenieros deberá revisar sus condiciones de flotabilidad para evitar que un imprevisto tsunami originado por la sangrante amenaza de la escolarización bilingüe en Cataluña, PSC dixit, pueda volcarlos y causar una tragedia marítima sin precedentes, un naufragio masivo con la consiguiente pérdida del preciado cargamento. Ahora bien, si la misión es culminada por el éxito y la flota arriba a puerto sin novedades, será preciso inmortalizar para los restos tan alta ocasión. Al mando del documental, de las cámaras que tomarán las imperecederas imágenes de los buques atracando en la dársena del puerto, nadie mejor que un cineasta comprometido y del prestigio, pongamos por caso, de todo un Oliver Lameculos Stone, si no se lo impide su apretada agenda y el contrato recientemente firmado con Hugo Chávez. O en su defecto alguno de esos genios del septeno arte patrio que participaron en aquella edificante película titulada Hay motivo, ¿la recuerdan?, y que, contrariamente a lo que muchos piensan, no andan liados rodando la segunda parte de la cinta sino brindando con champán por la reciente aprobación de la ley del canon digital y acicalándose para acudir a la gala de los Goya que se celebra esta noche, domingo 4 de febrero.