Tolerancio dobla la rodilla. No rinde su sable al nacionalismo tribal, ni a sus fámulos como el sonderkommando Montilla. De un modo íntimo, jamás Tolerancio arriará sus banderas. Le han derrotado la técnica y su torpeza, su impericia absoluta para manejar con soltura las más elementales herramientas del blog.
Ni siquiera el propio Tolerancio se atrevería a leer sus últimas bitácoras, no por su contenido, unas más acertadas y ocurrentes que otras, sino por su formato. Éstas se presentan al hipotético lector en cascada, como una sábana ilegible, interminable, sin separación siquiera entre párrafos; aspecto formal que dificulta su lectura extraordinariamente.
No obstante, Tolerancio ha dicho muchas cosas y, previsible, casi transparente, cualquiera que haya huroneado en su cuaderno se habrá formado una idea muy aproximada de su pensamiento acerca del nacionalismo, de sus colaboradores necesarios o palanganeros, como ZP, de la traición de los partidos mal llamados nacionales y de la imbecilidad sin enmienda de un amplísimo segmento de la ciudadanía española.
Con todo, aún le gustaría hablar, le quedan cosas en el tintero... unas 100 ideas debidamente archivadas para otras tantas bitácoras... decir esta boca es mía o a otro perro con ese hueso hasta que llegue la hora del silencio forzado... del silenciamiento... pero es seguro que se las ingeniará para, de un modo u otro, bajo nuevos disfraces y con otros registros, cumplir ese imperativo ético de resistente emboscado que le mantiene vivo y que no es otro que chinchar sin descanso disparando con tirachinas contra mastodontes empalmados.
Un saludo jacobino y cordial a quienes han tenido la paciencia de zambullirse esporádicamente en sus gansadas y, generosos, han retribuido al autor con una sonrisa cómplice o condescendiente, según el caso.