El Ayuntamiento de Barcelona se negó a instalar una pantalla gigante para que los barceloneses siguieran en directo y en un espacio abierto la final de la Eurocopa de Naciones que disputaron España y Alemania. De ello hace un año. El señor Hereu, alcalde por el PSC-PSOE, partido de Montilla y ZP, estimó que la selección española de fútbol era para su ciudad lo que la yemení o la ecuatoriana (ni siquiera esta última por cuanto la colonia de ecuatorianos en Barcelona es muy numerosa). Se dijo, fue la excusa oficial, que esos eventos desatan las más bajas pasiones y provocan altercados. Sobre el papel se trataba de evitar episodios de vandalismo. La verdadera causa no fue otra que la fobia a España cultivada con empecinamiento desde las instituciones locales y regionales.
Lo que son las cosas, episodios de vandalismo, pero elevados a la enésima potencia, los hemos vivido precisamente en estas últimas fechas. Todos los triunfos del Barça: Copa del Rey… -que es esa copa donde se pita el himno español con silbatos costeados a cargo del erario público, distribuidos entre los asistentes por Ómnium o la Plataforma Pro-Selecciones Catalanas-… Liga y Champions League… (no ésa de la economía mundial que lideraba España, ZP dixit, sino la de clubes de fútbol)… han acabado en bullicio, toletole, jarana, quema de contenedores de basura y de bicicletas del servicio público de Bicing, pedradas a comercios, algunos multados con anterioridad a causa de su criminal rotulación, cargas policiales y un balance de cientos de miles de euros en desperfectos… es decir, una verbena pirotécnica de aúpa, anticipo de la que viviremos en unos días con motivo de la festividad de San Juan. Y, por supuesto, con todas las pantallas gigantes que se quiera repartidas a lo largo y ancho de Barcelona.
Con unos días de retraso, pero como brotes verdes en la economía, afloran en la prensa incidentes de bulto en las celebraciones de la hinchada culé y ya son tres las personas que han perdido un ojo por los pelotazos de goma de los antidisturbios del señor Saura. Y nos dicen, cómo no, que todo está correcto. Que aquí no ha pasado nada. Que esto es una balsa de aceite.
Uno de los artífices de esa sensacional tripleta de victorias ha sido, quién lo duda, el astro argentino Leo Messi. El chico es un tirillas pero con el balón en los pies hace diabluras. No hay quien se lo quite, ni siquiera jugadores más altos y corpulentos que él. Y no sólo ejecuta virguerías con los pies: el chico marca goles con la cabeza, como ese magnífico remate que sentenció al Manchester United en la reciente final de Roma, o con la mano, hace un par de años, en un partido contra el Español que acabó con empate a 2 en el Camp Nou y que supuso el adiós culé a la edición de aquella liga que ganó el Real Madrid en el último suspiro.
La alusión a Messi hace al caso. Y mucho. Unas semanas atrás el medio digital Lavozlibre que dirige Manuel Romero publicó la chocante historia de los Messi. La mamá y una hermanita del jugador tuvieron que hacer las maletas y regresar a Argentina porque no encontraron en Barcelona un solo colegio que escolarizara a la niña en español. La niña Messi lloraba a moco tendido, la pobre, porque los profes le hablaban en catalán y ella no entendía nada. Messi se quedó en Barcelona con su padre. Es decir, la ley de inmersión lingüística separó una familia… una familia, que por las hazañas del futbolista, es una de las más idolatradas por miles de catalanes aficionados del Barça. ¡La madre que te parió!... jalean los culés a su ídolo, desgañitándose, cuando sobre el césped interpreta una jugada virtuosa, meritoria. Pues en Argentina la encontrarán.
El alejamiento familiar no impide que Messi rinda como nadie. Que bese el escudo del Barça cada vez que dribla a la defensa rival y mete gol. Su hermanita no está en el palco, junto a Laporta, como en justicia le correspondería, pero no importa… los partidos del Barça se retransmiten por satélite y las imágenes llegan nítidas a los receptores de TV en Buenos Aires, la Patagonia o las Quimbambas y la niña celebra sus goles dando saltitos y comiendo palomitas. Y alardea, con sano y comprensible orgullo, de las gestas de su tete en el patio del cole… donde la niña Messi ya no llora.
Todo esto lo confesó el futbolista de motu proprio a la revista que Aerolíneas Argentinas distribuye gratuitamente entre el pasaje, sin intuir en qué ratonera podría meterse con semejante rapto de sinceridad… en un lío peor aún que un férreo marcaje, si la máquina del tiempo lo permitiera, de Secundino Ayfuch u Ortiz Aquino, defensas de los 70 que no repartían ni besos ni flores entre los adversarios.
Hete aquí que un infatigable activista de la Tolerancia leyó las declaraciones de Messi cómodamente repantigado en la butaca del avión y al punto supo que aquella noticia era un filón para el no nacionalismo y la guardó como oro en paño. Y desde entonces se sucedieron las gestiones para darle publicidad, pues el titular Los Messi deciden repartirse entre España y Argentina por culpa de la inmersión lingüística escolar practicada en Cataluña no había tenido la menor repercusión.
Sólo que no hubo tal. Es decir, las gestiones se sucedieron, pero la noticia no emergía… acaso por un terror pánico a meter al Barça en este baile, el club que presta sus instalaciones y sus siglas y su historia, bajo el mandato Laporta, a las más rancias reivindicaciones del catalanismo lingüístico y político.
En efecto, el diario El Mundo incluso desplazó reporteros a Argentina para entrevistar a la familia del jugador… pero nones. No hubo redaños. El mismo diario que protagonizó las peliagudas investigaciones sobre las tramas de corrupción de los gobiernos de Felipe González, actitud que le costó a su director los ataques más despiadados que recordamos, el mismo medio que ha desvelado importantes contradicciones y turbios manejos en la gestión policial y judicial del atentado del 11-M… no ha tenido valor, entereza, para dar cobertura a una noticia ya publicada por Aerolíneas Argentinas, es decir, sin exponerse a nada… una noticia que, por tratarse de Messi, del Barça, por el eco mediático de ambos, podría situar el bochornoso atropello de la escolarización obligatoria y monolingüe vigente en Cataluña en un primer plano del debate político nacional.
Quienes entonces se enfrentaron a cara descubierta a Mister X, sus medios y sicarios, y ahora a ZP, se lo han pensado y mucho por temor a dañar al Barça, siquiera colateralmente. Desde luego, guste o no, que no gusta, es más que un club. El Barça encarna, a nivel institucional, o eso nos repiten a menudo y acaba convirtiéndose en una realidad, o como tal percibida, las esencias patrias, con sus sombras, que son muchas. Y hay de aquel que diga del Barça lo que no debe o mencione su nombre en vano… Sólo queda, para reflotar la noticia, la remota esperanza de que Messi interese al nuevo Madrid de Florentino Pérez y los asesores del magnate blanco quieran esgrimir la tentadora baza de la reunificación familiar para sembrar dudas en el jugador y propiciar un cambio de aires y zamarra.
Messi, cuando besa ese escudo y hace pública profesión de fe barcelonista, nos recuerda a Gunga Din, el aguador que quiso ser soldado del ejército en la India de Su Graciosa Majestad, o a uno de esos gurkas nepalíes disciplinados a bastonazos y condecorados por la reina Isabel II, pero a quienes los británicos temen, desprecian, y para quienes rebaten, a pesar de los servicios prestados, la concesión de la ciudadanía. Pues bien está, mira tú, que pasen a cuchillo a los enemigos de Gran Bretaña en el campo de batalla, pero que tomen el té con ellos o cortejen a sus hijas es otra cosa muy distinta.
No sabemos si Messi, un día, optará por congraciarse con el establishment local largando declaraciones al estilo Thierry Hénry, jugador francés del Barça, otro crack, conocedor en profundidad de nuestra historia y avatares políticos, para quien Cataluña no es España, o si protagonizará anuncios de la Generalidad, aprovechando el tirón del jugador, para promocionar la difusión del catalán entre los inmigrantes.
Lo que Messi, acaso, ha querido demostrar marcando goles a porrillo es que puede ser vitoreado por aquellos que ignoran la separación familiar que le han impuesto. Una suerte de dulce y secreta venganza.
Cierto que los goles, los ladrillos en el andamio o la grifería que se ajusta en el baño no necesitan de un idioma en particular, pese a la última normativa aprobada por el gobierno Montilla que pretende regular e integrar a los inmigrantes de base, candidatos a operarios de baja calificación o a desempleados sin subsidio, en función de su contrastado dominio lingüístico del catalán y de otros delirantes baremos identitarios. Aunque alguien podría preguntarse por qué le exigen el catalán al magrebí Omar, recolector de frutales, o a Elvis Bermúdez, peruano, y lampista de profesión, pero no a Messi, a Iniesta o Montilla.
¿Que la hermanita de Messi, qué?... Chitón… con el Barça hemos topado. Destruya este mensaje y no lo conserve en su PC, que se la juega. Chissssssst…
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