Días atrás un amigo envió un e-mail a Tolerancio para firmar un manifiesto. Lo leyó y le gustó. La música le recordó una iniciativa suya, una de tantas y todas frustradas, que llamó Por un manifiesto jacobino. Y firmó, por supuesto.
El busilis del manifiesto se resume en la cabal propuesta de una reforma del modelo autonómico... dependiendo, claro es, del sentido y alcance de la reforma promovida... aunque Tolerancio defiende directamente, nada de medias tintas, no la reforma sino la supresión de las autonomías y acaso la confiscación parcial de bienes y haciendas de aquellos diputados... -autonómicos y nacionales-... cargos públicos y otros, a determinar, e independientemente de su obediencia política, que hayan votado favorablemente, aprobado y aplicado leyes y normas contrarias a la igualdad de derechos de los ciudadanos españoles.
Últimamente se alzan voces que proponen la necesaria revisión de algunos presupuestos del sistema autonómico. Esto era impensable hace unos años. El detonante ha sido la crisis, ésa que pasaría de largo ante nuestras narices y que no impediría que en apenas unos años superásemos a Francia en renta per cápita, para disgusto de Sarkozy.
Es una lástima pero casi nadie cuestionaba el adefesio autonómico en época de bonanza y hemos tenido que asistir al desbarajuste económico, en buena parte propiciado por ZP y su incapaz camarilla, para que afloren dicterios contra el descacharrado e insostenible despilfarro que son las autonomías entre el adormecido paisanaje.
Hasta ayer mismo, cuando la gente, en charlas de cafetería, voceaba sus extraordinarias e infalibles recetas para subsanar los perniciosos efectos de la crisis, se ha referido siempre al gobierno central... como si el único ámbito posible para reducir el descontrolado gasto público fuera, vía tijeretazo, el reservado competencialmente al estado, pasando de largo ante las autonomías con sus ministrines, parlamentos, ambajadillas de pacotilla en las Quimbambas, subvenciones y empresas públicas... como si no fueran corresponsables de tamaño desaguisado o gozaran de impunidad para cometer toda suerte de desmanes.
Es hora de cambiar ese discurso, esa actitud miope que jamás centra el foco crítico en las autonomías. Debemos, pues, darles un empujoncito para que salgan, a su pesar, al escenario, approvechando el enojo compartido de muchos ciudadanos que sólo trinan, así es el rebaño, cuando les tocan el bolsillo con recortes, congelaciones salariales o mediante un previsible e inminente aumento de la fiscalidad a través de más retenciones e impuestos especiales.
Quienes aborrecemos esta infecta y ruinosa chapuza de modelo autonómico debemos esforzarnos ahora en que cunda la percepción del mismo como una parte nuclear del problema. No tendremos oportunidad mejor.
Antes de reproducir el texto de esta iniciativa también llamada muy atinadamente Estosololoarreglamossinautonomias.org, parafraseando muy al caso la patética campaña publicitaria encargada por ZP a sus amigos de Mediapro... -La Sexta, Público, es decir, Buenafuente y Roures, ya saben, fútbol por un tubo y películas de Van Damme y de Steven Seagal para anestesiar al personal-... quiero contar una muy esclarecedora anécdota. Alguien a quien remití la iniciativa quiso prevenirme... y me dijo, pizca más o menos:
-La idea está bien... pero noto un no sé qué un pelín carcunda. Creo que sus promotores son algo retrógrados... ya sabes, el qué dirán...
Comprendido. Tolerancio se pregunta... ¿Quién dirá ese qué dirán?... Valiente impedimento. Si eso fuera cierto... ¿Y qué?... Si adoptar una actitud militante, no sólo contra el despilfarro autonómico, sino contra el sistema en su conjunto es retrógrado, Tolerancio se proclama campeón de la retrogradancia, por así decir, y a mucha honra. Será que los contrarios se andan con escrúpulos, disimulos y cautelas a la hora de lanzar sus mensajes o de aplicar sus políticas excluyentes. Incluso publican editoriales y artículos conjuntos. Total, salvo las honrosísimas excepciones de Rosa díez, Antonio Robles y de algunos elementos de C's, aún se espera que gente con antigua o actual militancia izquierdista diga esta boca es mía con relación a esa chapuza localista y feudalizante instaurada por la gansada mayúscula que es el Título VIII de nuestra Constitución.
Desde una idea cohesionada de España se espera a una izquierda española equiparable en su pálpito nacional a la francesa o italiana, pero nunca llega. A veces se recibe un mensaje como procedente del espacio exterior, pero al sintonizar el receptor, la señal se desvanece, se pierde. Como si algunos izquierdistas echaran a caminar por la senda apropiada, pero al dar dos pasos se arrepienten, les pierden los viejos vicios y acaban por detenerse para lamer el trasero a los nacionalistas. La cabra tira al monte. Recuerden a Ibarra, hará cosa de unos años, tres o cuatro, en un programa de la tele confesando a esa pastelera de Julia Otero que prefería la compañía de Carod Rovira... -presente en el plató y sonriendo la ocurrencia de su desmañado criado extremeño-... a la del PP.
El manifiesto, un pelín resumido, dice así:
Queremos una reforma constitucional que redefina el actual modelo de descentralización política y administrativa, modifique la ley electoral, blinde la unidad de España y asegure la igualdad entre todos los españoles.
Ha llegado la hora de afirmar sin titubeos que el estado de las Autonomías es el inmenso error que nos está conduciendo a la ruina, a la división entre los españoles y a la desintegración de la unidad patria. El estado de las Autonomías, en su conceopción actual, impide la recuperación y el desarrollo económico de nuestra nación y contribuye de forma probablemente irreversible a la destrucción de la igualdad, la cohesión y la solidaridad que son fundamentales para el sostenimiento de la integridad de la nación española.
El Estado de las Autonomías y su elevadísimo e injustificado coste es el problema nuclear de la actual crisis. La atomización de leyes dispares, la existencia de políticas económicas, sociales, sanitarias, fiscales y sobre todo en materia de educación diferentes, resta fuerza al Estado y por lo tanto lastra nuestras posibilidades de salir rápidamente de la actual crisis, a diferencia de otros Estados europeos. El Estado autonómico, justificado tanto por los partidos nacionales (PSOE, PP) como por los nacionalistas, constituye el gasto más importante, con diferencia, de nuestro presupuesto y la razón fundamental de nuestro déficit público; es por tanto la partida que precisa de un ajuste inmediato, cuando no de su eliminación.
(...) El Estado de las Autonomías, por su propia naturaleza, aspira a incrementar constantemente sus techos competenciales en una espiral perversa y sin fin que nos lleva, desde hace décadas, a la ruptura de la unidad de mercado y lo que es peor, a la ruptura del modelo de Estado basado en la indisoluble unidad de España, tal y como se recoge en el artículo 2 de la Constitución española (...)
Como para no firmarlo... con la salvedad de que nada dice el acertado texto de la imbecilidad y cobardía de un amplísimo segmento de la sociedad española a reclutar en masa y no necesariamente entre los nacionalistas.
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