Redactamos esta bitácora pensando en esos no nacionalistas que consideran (y ya cansan) que el problema fundamental de Cataluña y de España es el nacionalismo. Que la desigualdad de derechos entre ciudadanos españoles, al margen de consideraciones relativas a extracción social y capacidad económica, reside en las políticas excluyentes promovidas por partidos expresamente localistas o nacionalistas que explotan al máximo el artificio de la diferencia y que afloran por doquier al amparo de la descentralización y de la debilidad y atrofia en fase metastásica de un Estado que ha desertado de representar a España, una de las naciones más antiguas de Europa, y, por ende, del mundo.
Nadie niega que el nacionalismo identitario o esencialista es un problema de aúpa, no sólo político... interesa también a una suerte de trastorno colectivo de la personalidad... pero no es el problema fundamental. Esa es la cuestión.
Días atrás el diario El Mundo publicó un sondeo por capítulos, región por región, reflejando intención de voto y otros asuntos de interés sometidos al criterio de los encuestados. Uno de los apartados, que da para un detallado análisis, trataba del grado de aceptación entre el paisanaje de esa mamarrachada superlativa que es la inmersión lingüística obligatoria en las aulas (1).
El balance es desolador: el 70% de los encuestados residentes en Cataluña, unos 1.400 individuos, creemos recordar, según la muestra demoscópica, avala esa castaña pilonga consistente en la conversión de la lengua catalana en única lengua de referencia culta y académica del alumnado, rango que se hurta a la lengua española, también oficial, pero relegada al nivel de las lenguas extranjeras en el deplorable sistema educativo aborigen, a la cabeza por cierto del fracaso escolar en España, siendo España a su vez la primera en esa clasificación a escala continental.
Es decir, la lengua catalana, una lengua respetabilísima sin duda, aún a pesar de las numerosas barrabasadas que en su nombre cometen muchos de sus liberticidas defensores, cejijuntos paletos con barretina calada, pero de una muy relativa importancia y recorrido en estos tiempos que corren de globalización mundial de la gansada y de la mediocridad... antepuesta por blindaje legal a una lengua, la española, además de oficial, insistimos, que cuenta con estatus de lingua franca internacional hablada y estudiada por millones de personas en el ancho mundo.
Eso es, un 70% de los catalanes están encantados de hipotecar la educación de sus hijos por conformismo o por un rapto clamoroso de aldeano ensimismamiento inducido, incoado por décadas de machacón adoctrinamiento en escuelas, asociaciones, parroquias, centros cívicos y medios locales de comunicación. Porcentaje del que excluimos al sonderkommando nacionalista José Montilla y a su laboriosa esposa que, con acertado criterio y gracias a su saneado presupuesto familiar, escolarizan a sus hijos en el elitista Colegio Alemásn pensando, padres previsores, en el futuro profesional de su prole, donde reciben una hora de lengua catalana a la semana... ¡¡¡Una!!!
Cierto que un 24% de catalanes, según la encuesta, reprueba esa política a medio plazo suicida, entre quienes se cuenta Tolerancio... -que, por cierto, rara vez se había sentido tan acompañado-... pero habría celebrado una porción del quesito aún mayor. El dato estadístico evidencia que el sentido común no lo es tanto y que el aborregamiento del paisanaje ha alcanzado cotas difícilmente superables y es probablemente irreversible.
A lo que vamos. Los encuestados, agrupados por recuerdo de voto, responden a la pregunta concerniente a las bondades de la inmersión lingüística. Y resulta que entre sus partidarios el primer puesto no lo ocupan, sorprendentmente, los votantes de ERC, que se pronuncian afirmativamente en un 91%, siendo los segundos de ese lamentable ranking de la imbecilidad... sino los votantes de ICV (Iniciativa per Catalunya), es decir, la Izquierda Unida catalana, con casi un 94%... una formación que declina definirse con la etiqueta nacionalista.
Pero hay datos aún más llamativos y estremecedores. El tercer puesto no lo ocupan los votantes de CiU... ¿¿¿Cómo???... sorprendiendo incluso que no figuren los parroquianos de Pujol en primer lugar... sino los del PSC, incluidos esos miles y miles de votos que el partido federado con ZP captura en su caladero del área metropolitana de Barcelona... votantes que se identifican, por su origen inmigrante y su obediencia nacional española, o eso nos han contado siempre, con el PSOE en su más rancia versión a lo puertohurraco que no con la cúpula burguesa y catalanista del PSC, descontado el converso de Montilla que, por más que mueva el rabo nunca será bien recibido en los palcos del Liceo.
Entre los votantes del PSC los parabienes para la inmersión lingüística cosechan más del 80%, muy por encima de la ya de por sí elevadísima y descorazonadora media, en tanto que el 67% entre los votantes de CiU, algo por debajo... increíble, pero cierto... salvo que se haya deslizado un error tipográfico en la noticia. La estupidez entre los votantes del PP ha contagiado a un nada desdeñable 38% de sus votantes, muy lejos, eso sí, del fatídico 70%.
En definitiva, los votantes de ICV y del PSC son más pro-inmersión lingüística que los de ERC y CiU, confrontados dos a dos, ICV/ERC y PSC/CiU, a ambos lados de un eje de simetrías, declarándose no nacionalistas los primeros de cada par de opruestos. De locos.
El pasmoso busilis de la encuesta no es el respaldo que la inmersión de marras, piedra angular del proyecto nacionalista y separatista, obtiene entre los votantes de partidos nacionalistas, CiU y ERC, que va de suyo, pero inferior incluso al que Tolerancio habría vaticinado antes de conocer los datos de la encuesta para el caso de CiU... -qué menos que un 97% o una magnitud muy similar-... sino entre los votantes de partidos que se definen como catalanistas (vaporosa categoría) pero no nacionalistas: 93'7% ICV, 80'8% PSC, sin perder de vista el casi 38% del PP. Es decir, una amplia mayoría de votantes de partidos supuestamente no nacionalistas dan por buena la joya de la corona del nacionalismo excluyente y promotor de derechos desiguales: la inmersión monolingüe en la escuela pública.
Con el nacionalismo ya contamos. Siempre habrá nacionalismo... como siempre divisaremos al entrañable caganer (cagón) tocado con barretina entre las figuritas de los belenes nativos, golondrinas en verano y golondrinos bajo los sobacos. No habría de importar demasiado si en un cabal acto de civismo aparcáramos el nacionalismo en el gabinete de estudio del folclorista junto a las fiestas de la primera gavilla de mayo o con los inofensivos aplecs de puntaires (reuniones de encajeras).
El problema de Cataluña y de España, pues, no son los nacionalismos... cuando menos no son un problema más grave que la deserción acomplejada de toda idea o proyecto nacionales de la propia izquierda española, PSOE e IU, en su versión federal o en su versión local indistintamente, incluyendo, no sólo a sus dirigentes, sino a la aplastante mayoría de sus abducidos votantes.
(1) Recientemente ha fallecido el cerbro gris de la inmersión lingüística obligatoria, Miquel Siguan, emérito sociolingüista que a estas horas tañe su arpa en el gosipino regazo de una nube, chivándose, insidioso y meticón, de los angelitos que no hablan en catalán.
Su defunción demuestra que la mala baba no es un antídoto para nuestra perecedera condición... luego no es cierto aquello que dicen: que mala hierba nunca muere. Cierto que su obra la continúan otros, legiones enteras de discriminadores, de maltratadores lingüísticos, delatores como Santiago Espot, comisarios y agentes sancionadores que pagan sus facturas mensuales y sus vacaciones jodiendo al personal, la mar de risueños... pero también ellos morirán. Sus víctimas también lo haremos, de modo que cada quisque llore a sus muertos.
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