Desde Salt, provincia de Gerona.
Hace unos días anduvo Tolerancio a un tris de reconciliarse con la policía autonómica, la nostra… nuestra porque sus agentes acreditan, sino gran pericia profesional, sí el deseable nivel C de dominio lingüístico. Ahora nos pueden leer nuestros derechos, los que nos queden, en catalán. También nos pueden arrear una paliza de aúpa con sus porras extensibles y kubotanes, aplicarnos electrodos en la lengua o en las pelotas o apagarnos cigarrillos… pero en un catalán impecable que, como todo el mundo sabe, duele menos y deja menos señales en los lacerados cuerpos de los detenidos de la checa de Las Corts. Todo ello supervisado a través de una mirilla por Saura, siempre que haya recogido previamente las caquitas del gato, no sea que la dulce Imma agarre un cabreo del quince.
Y anduvo Tolerancio a un tris de reconciliarse porque la prensa difundió una magnífica noticia que tenía a nuestros heroicos agentes como estelares protagonistas. Han impedido en lo que va de año la friolera de 40 ablaciones clitorianas.
Parece que los responsables del cuerpo han creado una unidad especial para combatir esa lacra. Y los resultados son óptimos: 40 niñas salvadas de esa espeluznante mutilación. La primera reacción es de satisfacción, de alegría, pero… una vez transcurrido un segundo desde el anuncio del titular afloran las dudas y se ensombrece el panorama, como se ensombrecen los campos de trigo bajo los negros nubarrones de la tormenta. Lo primero es darse un pellizco, despertar del embeleso y preguntarse: Pero a ver, pedazo de atún… ¿Quién es el máximo responsable político de los mossos?... Pues Saura, el ecotorturador…
Sentado ese precedente… ¿Qué sentido tiene conferir la menor credibilidad a la rimbombante noticia? ¿Es Saura capaz de gestionar algo más allá de limpiarse el trasero solito o de recoger las caquitas del gato, como confesó en su día muy gráficamente la pija de su señora, doña Imma Mayol de Saura?
La noticia desglosada es así, pizca más o menos: los mossos d’esquadra asignados al operativo patrullan las calles, hacen sus pesquisas, se infiltran en los vecindarios más conflictivos, dicho de otro modo, en aquellos donde se presume, por densidad demográfica de residentes de origen inmigrante de una determinada procedencia, que hay un mayor riesgo de incurrir en semejante práctica de valor intercultural muy relativo, discutido y discutible, pero menos, por ejemplo, que la nación española.
Cuando los agentes detectan un caso posible, futurible, de ablación, por ejemplo el de la pequeña Fátima Babayaro, oriunda de Mali, que se efectuaría en su país de origen con la excusa de las vacaciones, lo impiden poniendo sus presunciones en conocimiento de un juzgado. Basándose en esas presunciones el juez, preventivamente, deniega el viaje a la familia y ya hemos evitado una ablación.
Nos lo cuentan así y nos lo creemos. Quizá porque no tenemos tiempo suficiente para meditar sobre este asunto que, o nos importa un pito, que no es el caso de Tolerancio, o porque incurrimos en una angélica y enternecedora credulidad o, simplemente, porque llevamos tan sobrecargada nuestra agenda de preocupaciones que no podemos hacer sitio a una más… pero la construcción argumental es disparatada y no se sostiene por ningún lado.
Tolerancio carece de un conocimiento exacto del aberrante proceso llamado ablación clitoriana, pero algo se figura de su mecánica, logística y ejecución. Y las preguntas se suceden en cascada:
-¿Por qué las ablaciones deben practicarse obligatoriamente en determinados países? ¿Es que requieren un instrumental específico del que solo dispone la tecnología autóctona de dichos lugares? ¿Es que alguna ley establece que esa manipulación se ha de efectuar necesariamente en unas muy concretas coordenadas terrestres?... Esas preguntas ya han sido respondidas en otras ocasiones y… ¡ha colado!... Nos dicen que aquí no se practica porque es delito. ¡Claro, es por eso!... Ahora bien, también es delito matar, robar, falsificar expedientes académicos a lo De Juana Chaos… y se hace.
Es decir, en España también se delinque, aunque no lo crean. Podemos encontrar en la crónica negra de nuestro país a tipos que acuchillan a sus víctimas 200 veces, que las despiezan a hachazos y se comen los sesos salteados con habitas baby regadas con un tinto excelente de la Rioja alavesa, pero de ablaciones, ni hablar… porque es delito. Es verdad… ¿Cómo no se nos había ocurrido antes?
-Consecuencia de lo anterior es… ¿Para practicar una ablación hay que desplazarse por narices hasta Mali, Nigeria, Sudán o Senegal? ¿Es que regalan los billetes aéreos o los descuentos por volar en familia abaratan el importe considerablemente? Uno comprende que para determinadas intervenciones quirúrgicas, personas de gran solvencia económica viajen hasta Nueva York, Tokio o Vancouver porque en esos lugares trabajan unos médicos que son la bomba en su especialidad.
La ablación, siendo repugnante, tanto que ni siquiera Tolerancio es capaz de reconstruir mentalmente en su integridad el proceso ni para redactar esta bitácora, y cuando lo intenta desecha esa idea, incluso cierra y aprieta los ojos como para no ver la imagen que intuye porque lo intuido le remueve las tripas, no requiere de un quirófano impoluto ni de un instrumental muy sofisticado. Tampoco quienes la ejecutan han estudiado Medicina con el doctor Vilches, el de Hospital Central, acaso sí con Morín, el de las clínicas Ginemedex o Enfermería con De Juana Chaos.
Nos dicen que las familias abonadas a esa tradición, o lo que quiera que sea tamaña salvajada, por razones de procedencia y por sus desempeños profesionales aquí, son gente de ingresos escasos. En conclusión, si los ablacionistas, por así decir, se ven forzados a viajar a sus países de origen para cumplir el sangriento y mutilador ritual será porque les sobra la pasta y, francamente, no lo creemos. La contradicción es evidente: o son pobres y no les llega para alquilar una bici o les sobra la pasta para adquirir media docena de billetes aéreos, ida y vuelta… pero no ambas cosas a la vez.
-Por otro lado… ¿Cómo están tan seguros que van a perpetrar efectivamente una ablación o 40... ni 39 ni 41… 40, una vez aterrizados en Tombuctú o en Tambacunda? ¿Es que pasan el chivatazo a la unidad de mossos desde una casita de adobe de un poblado batusi? ¿Tienen confidentes en las aldehuelas selváticas del río Zambeze? ¿O han infiltrado agentes entre camelleros, aguadores o recoge-boñigas de la tribu que transmiten informes periódicamente vía satélite a Joan Saura… -que también recoge boñigas, pero de gato, estableciéndose pues entre Saura y los recoge-boñigas cierta conexión profesional-… advirtiendo de los lugares exactos donde se ejecutará la carnicería? ¿Es que los agentes de incógnito han asistido a los siniestros preparativos y han descubierto entre las herramientas del matarife una cuchilla con una etiqueta que dice: para la ablación de Fátima Babayaro que vive en Bañolas, provincia de Gerona, con sus papás, sus hermanitos y su gatito Sultán?
-¿Cómo saben que se iban a cometer 40 ablaciones? ¿Lo han confesado los padres? ¿Han sido detenidos y tras admitirlo les han retirado la patria potestad de las niñas?... No han detenido a nadie. Es casi como decir que gracias al hecho de patrullar la calle, los mossos, con su mera presencia física, han impedido 5.000 atracos a sucursales bancarias y 380 apuñalamientos.
Así lo justificaría un portavoz policial en una rueda de prensa:
Portavoz.- Hemos impedido 5.000 atracos.
Periodista de prensa no intervenida.- ¿Por qué esa cifra tan redonda?
Portavoz.- Porque se han producido 114 y no 5.114.
Periodista de prensa n.i.- ¿Qué le hace pensar que se fueran a producir en realidad 5.114 y que la presencia física de los mossos en la calle ha sido el factor disuasorio?
Portavoz.- ¿Y qué le hace pensar que NO se fueran a producir? Tampoco hay pruebas de ello. ¿Cómo sabe usted que ese anciano que da de comer a las palomas miguitas de pan sentado en un banco frente a una agencia bancaria no estaba pensando en atracarla… solo que la presencia de una patrulla a pie de los mossos le ha disuadido de sus criminales proyectos?
Periodista de prensa n.i.- Pero por esa misma razón en lugar de evitar 5.000 podría decir usted, a beneficio de inventario, que han impedido 14.700 atracos.
Portavoz (pensativo).- Tiene usted razón… en mi próxima comparecencia diré que hemos evitado no 40 sino 850 ablaciones clitorianas.
Nos dirán que los islamistas radicales, camellos al menudeo de hachís, grifotas, puteros y confidentes de la policía, son capaces de diseñar y perpetrar el atentado más complejo y más mortífero cometido jamás en España, en Europa, casi 200 muertos y más de 1.500 heridos, pero no de agarrar entre cuatro adultos, incluidos sus padres, a una niña indefensa, aunque se defienda pataleando, meterla en un coche, adormecerla con un sedante, llevarla a un piso, a un garaje y rebanarle el clítoris con una Gillette… por ejemplo en Salt, provincia de Gerona. No más de 20 minutos y asunto zanjado. Con no llevarla nunca a un ginecólogo que descubra el estropicio…
¿Pero qué nos están contando?
Nadie duda del gran empeño profesional de los mossos, que rivalizan con el Mossad israelí por ocupar el primer puesto en el ranking internacional de eficacias policiales, pero sí de sus responsables políticos. Y no lo decimos por el transparente affaire Vilaró, que salpica lo mismo al Ayuntamiento que a la Generalidad, ni por la incesante e infructuosa búsqueda del gourmet suizo por los alrededores del Bulli, el restaurante de Ferran Adrià que deconstruye lo mismo una tortilla de patatas que un monosílabo y que se apunta a la construcción gastronómica nacional de Cataluña porque se le ha pasado el hervor de la sesera, cuando llevaba el andoba una semana en su casa tan ricamente localizado por la INTERPOL.
Pero eso de las ablaciones no es ninguna broma. Y Tolerancio no se traga ese guiso indigesto. El día que reconozcan que también se practican aquí muchos se llevarán las manos a la cabeza… ¿Cómo es posible… si éste es un país civilizado?... Para no causar desvelos ni traumas a la Cataluña bienpensante, echaremos mano de la banderita que por igual aparece en las tartas de las pastelerías como, en solitario, en las balconadas de los ayuntamientos para tapar lo mismo las comisiones al 3 o al 20% por licitación de obra pública que esa repulsiva mutilación que es la ablación clitoriana.
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