lunes, 1 de septiembre de 2008

"Los del Río", artistas comprometidos


La figura del artista comprometido es un invento del agente estalinista Willi Munzenberg allá por los años 30 del pasado siglo. Su proyecto consistió en tejer redes de intelectuales y artistas bienintencionados que con sus declaraciones crearan en Occidente corriente de opinión favorable a los postulados de la política soviética. Las premisas eran abogar a todas horas por la paz mundial, criticar despiadadamente las injusticias y contradicciones de las democracias europeas y de la decadente sociedad burguesa y construir los llamados frentes populares en diversas naciones que paulatina y hábilmente habrían de ser intervenidos por las diferentes organizaciones comunistas coordinadas desde Moscú por la Komintern. Este proyecto, una obra de ingeniería política no superada hasta la fecha, aparece minuciosamente descrito en el ensayo de Stephen Koch titulado El fin de la inocencia.

Desde entonces los hay que no dejan de dar la brasa con el compromiso de intelectuales y artistas. Por alguna razón el compromiso de dicho colectivo goza de un estatuto especial de bondad suprema, de ejemplaridad, que el resto de mortales debe seguir a pies juntilla salvo que quieran exponerse a ser execrados con ignominiosos adjetivos. En conclusión, el compromiso de un artista con la paz o la conservación del ecosistema es más comprometido que el de un taxista o un fontanero con la manutención de su familia.

¿Con qué debe comprometerse un artista para ganarse el respeto y la admiración de la prensa y de la pastoreada opinión pública? Aunque esta pregunta no tenga una respuesta del todo clara e indiscutible, disponemos de algunas pistas. Debe comprometerse en primer lugar con la crítica sistemática a la política exterior norteamericana. Precepto de obligado cumplimiento.
Cierto que algunas actuaciones de la primera potencia mundial son censurables, pero también lo son otras muchas que rara vez cosechan desaprobación alguna. Que los americanos cometen desafueros es cierto, pero Europa o la ONU, por inacción en muchas ocasiones, tampoco son un espejo donde uno habría de mirarse salvo que quiera obtener una imagen deformada, por fea y grotesca.
No es preciso remontarse muchos años atrás para recordar el bochorno, que en absoluto incomodó a los artistas comprometidos, causado por la UE durante la crisis y guerra de los Balcanes o la reciente inhibición de la ONU respecto a las atrocidades consentidas -o cometidas directamente- por la dictadura sudanesa en Darfur con matanzas espeluznantes que han costado la vida a decenas de miles de civiles desarmados. Una escabechina horrenda.

A todas horas cantantes, actores, artistas en general, entonan loas a la paz. Su ejemplo es verdaderamente conmovedor. Nos sorprende y admira la capacidad volumétrica de sus amplísimos corazones para abrigar tantos y tan buenos y sinceros deseos en beneficio de la humanal estirpe. Su filantropía enternecedora nos anima a continuar la senda marcada y a mejorar como personas día a día.
Allí estaban, como unos bravos, en primera línea de fuego, a la cabecera de la manifestación por la guerra de Irak, protestando por los vertidos tóxicos del Prestige, jaleando luego al gobierno ZP por la llamada negociación con la banda terrorista ETA, compadeciéndose por la huelga de hambre de De Juana Chaos, que estaba en los huesos el pobre por la falta de alimento y por los tórridos revolcones que le daba su esbelta novia, o tapizando con una alfombra de pétalos de rosas blancas el suelo por donde pisaban Otegui y la siniestra abogadesa Goiricelaya, de mirada oblicua y atravesada.

Nuestros comprometidos artistas han tenido más ocasiones para salir a la calle y tirar del carro de esa ciudadanía a veces un pelín adormilada, que remolonea a la hora tomar las calles y lanzar al mundo hermosas consignas, una ciudadanía demasiado embelesada en sus propios asuntos, burdamente materiales, propensa a la vida muelle y comodona. Pero no lo han hecho.
Se les ha pasado una ocasión inmejorable para reivindicar la paz en el mundo con motivo de la guerra relámpago en Georgia. Cierto que el desenlace del conflicto ha sido tan rápido que no ha dado tiempo ni a coordinar los comités que organizan las manifas, ni siquiera a pintar las pancartas ni a izar las coloristas banderas del arco iris o la tan socorrida del misil inscrito en un círculo de prohibición.
Y es que el oso ruso se ha comportado como un auténtico rodillo de fuego aéreo y artillero que no ha dado pie a decir ni mu, distraídos como andábamos con los edificantes trucos del régimen chino explayándose a sus anchas ante el mundo con motivo de las Olimpiadas de Pekín, bendecidas, entre babas, por el senil marqués de Samaranch.

Ese compromiso de quita y pon con la paz, según qué ejército o régimen dispare los misiles cebados con bombas de racimo, da que pensar a los más desconfiados que el verdadero compromiso de los Bardem, Trueba, Alberto Sanjuán, Luis Tosar, Willy Toledo y otros no es con la paz, en sentido estricto, sino con La Paz, Bolivia, como metonimia que vale, para entendernos, por la América indigenista, por Venezuela, Cuba… la América antinorteamericana de los Chávez, Morales, Ortega, heredera del socialismo real por oposición a las democracias formales temporalmente vencedoras de la Guerra Fría tras la demolición a mazazos del muro de Berlín… muro que tantos añoran, sobre todo en Occidente. Vale aquí, pues, La Paz como valdría Caracas, La Habana, la cueva donde se esconde Bin Laden o Teherán, aunque cuelguen de una grúa a los homosexuales como si fueran oscilantes sacos de patatas.

¡Y es que tantos intelectuales y artistas españoles lo pasaron tan mal durante los años de plomo del despiadado régimen aznarista… que nos inspiran lástima por sus penurias y desvalimiento!... Recordemos a Bosé que dijo no ha mucho tiempo que fue implacablemente perseguido por el anterior gobierno del PP aún a pesar de dirigir un programa musical en TVE 1 llamado El Séptimo de Caballería y por el que se embolsó una pasta. O Ana Belén, que ingresó la nadería de cien millones de pesetas por protagonizar un anuncio de promoción turística de la comunidad de Madrid en manos de la derechona que según Federico Luppi, el veterano y concienciado actor hispanoargentino, requiere un cordón sanitario para librar a los mortales de sus contaminantes efluvios. O a Almodóvar, metido con su hermano en pingües negocios inmobiliarios durante el boom del ladrillazo, que denunció a calzón quitado, en TV, las intentonas golpistas del PP.

Ejemplos que demuestran que por mucho que la derecha bobalicona, es decir, la derecha en su conjunto, quiera congraciarse con la intelectualidad progre, aún a golpe de talonario, y con los fondos de todos, claro, y aún subvencionando a los cineastas que le escupen a la cara, jamás ganará esas voluntades tan pero que tan comprometidas con las más nobles causas que uno pueda imaginar.

Tolerancio no pudo evitar sonreírse a desgana ante unas declaraciones del actor Alberto Sanjuán, uno de los corifeos más destacados de la comprometida claca de actores que, en respuesta a una pregunta del lector de un periódico, ¿Por qué no te manifiestas por la guerra de Afganistán?... con un contingente de tropas españolas nada desdeñable… confesaba, con una caradura a prueba de bombas, que también él se lo preguntaba.
Se le acumula el trabajo al pobre, tanto como cuando memoriza un guión, porque mientras da con la respuesta adecuada para el conflicto en Afganistán nos sobresalta a todos, mira tú por dónde, la guerra de Georgia.
Obviamente al mentado actor, tan atareado en dar con la respuesta a la anterior pregunta, no se le ha visto estos días encabezando manifestación alguna o concentrado ante embajada o consulado para protestar por dicha contienda, ocupado en nuevos rodajes o en una feroz contienda, pero gastronómica, con las cascarujas de camarones y centollos y atizándose una cervecita helada en un chiringuito a pie de playa.

Qué buen tándem formaría este cómico concienciado y comprometido con un Oliver Lameculos Stone, cámara al hombro, buscando, al servicio de Hugo Chávez, a Ingrid Betancurt por la selva colombiana.

El suyo, eso queda claro, es un compromiso revisable y no siempre argumentado. Le asaltan demasiadas dudas y preguntas: Aún no sé por qué no me he manifestado por tal o cual guerra y eso que lo consulto con mi almohada todas las noches. Por eso dicho actor, como otros de parecido pelaje, no puede encarnar con suficientes garantías el genuino modelo de artista comprometido.

Ese honor, esa categoría artística, la comprometida, corresponde al popular dúo Los del Río. Que no ponen ni peros ni pegas y se apuntan a un bombardeo. Lo decimos, aprovechando que acaban de reeditar su éxito más celebrado, La Macarena, porque en su día hicieron campaña a favor del Tratado Europeo que fue sometido en España a referendo, durante la anterior legislatura ZP, antes que en ningún otro país miembro de la Unión, con argumentos de tanto peso como éste: Eso debe de ser una cosa buena, mi “arma”, si lo dicen Chaves y los señores “menistros” que saben más de esas cosas. Arsa que toma y olé, que viva el salero de mi Andalusía, ehhhh, Macarena, a-ááá. La Macarena, que, a mayor abundamiento, fue el himno de la Convención Demócrata estadounidense que también bailó Obama, entonces con menor protagonismo.

Sin hacer preguntas. Sin cuestionarse nada. Que toca Tratado Europeo… pues decimos que sí y de leerla, nanay, que no somos ni unos aguafiestas ni unos estreñidos. Los del Río… ellos sí son el verdadero modelo de artista español comprometido.


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