Los argonautas errabundos del Atlántico han sido prácticamente desterrados de la actualidad informativa. Apenas se cuelan en los noticieros de la tele, y cuando lo hacen los telespectadores soplan aburridos, con cierta expresión de cansancio: vaya lata, otro cayuco. Los inmigrantes ilegales en sus pateras ya no generan, como antaño, corriente alguna de solidaridad.
Ya no les dedicarán capítulo en el próximo documental titulado No hay motivo II, entre otras cosas porque los cineastas de la Plataforma por Zapatero no tienen la menor intención de rodarlo, salvo que los socialistas regresen algún día a la oposición.
Los cantautores se han olvidado de ellos. Los Pedro Guerra y otros de parecido pelaje buscan la inspiración para componer sus letras en asuntos distintos, más intimistas -ya es casualidad- coincidiendo con la ruinosa gestión del gobierno ZP, siendo ahora conveniente refugiarse en el lirismo más introspectivo. Pura táctica melódica.
Las autoridades están dispuestas a pagarles el pasaje de regreso a sus países de origen. Ya no veremos al señor Clos… -que fuera alcalde de Barcelona, ministro y en esta hora embajador de España en Turquía, aunque las malas lenguas aseguran que, propenso a despistes y confusiones, se presentó en Ankara como embajador de Cataluña ante el sultán de Marruecos-… identificándose con aquellos inmigrantes que reclamaban papeles años ha encerrados en la basílica del Pino. Soy uno de ellos, manifestó entonces imbuido de un loable talante filantrópico. Cierto que en cuanto cambió el color del gobierno, el aún Excelentísimo Señor Alcalde, don Joan Clos, mandó una dotación de la Guardia Urbana, porras en mano, a desalojar otro grupo de inmigrantes encerrados en la Catedral… ante la absoluta indiferencia de la opinión pública, tan sensibilizada unas semanas atrás con la desesperada situación de los extranjeros.
Llegó el episodio de la siringa, sonante y cortante, de la valla de Melilla. Así llamó a las cuchillas la vicepresidenta y miembra del gobierno, señora De la Vega… -antes de retratarse junto a un afortunado polígamo africano, exportador de fibra de chufa y muy respetado en su comunidad-… donde algún infeliz acabó enredado, herido, medio despellejado.
Y con el tiempo se ha ido abriendo hueco entre los promotores de la política llamada en su día de los papeles para todos, es decir el actual gobierno, la política contraria del a todos una patada en el culo.
¿Tendrán razón (¿se la dará el tiempo?) los malpensados que en su día dijeron, y por ello fueron tachados de cosas irrepetibles, que la regulación extraordinaria alentada por ZP-Caldera pretendía asegurarse en el futuro una bolsa cautiva de medio millón de electores legislando a favor de la concesión a los inmigrantes del derecho a voto?... ¿Será por eso, obedeciendo a ese plan minuciosamente diseñado, que nuestros ministros y agentes diplomáticos realizan desde hace meses una gira interminable por diversos países, que ni las estrellas del pop-rock, para establecer las bases de los oportunos convenios de reciprocidad sin los que no es posible desarrollar dicha normativa? ¿Estaría presente en el cálculo de algunos asesores del gobierno… -700 para un ZP que en dos tardes aprende toda la ciencia económica mundial-… la posibilidad de generar un efecto llamada descomunal gracias al proceso extraordinario de regulación que ocasionaría empero, fatal e inevitablemente, varios miles de muertos, víctimas colaterales, en las aguas del Atlántico? ¿Compensa esa espeluznante mortandad, toneladas de carne humana sumergidas en las profundidades oceánicas para pitanza de varias especies marinas, la apropiación, el usufructo por gratitud de esos cientos de miles de futuribles votos?
Tolerancio reitera aquí su desatendida petición de dedicar un homenaje, una calle, una plaza, acaso un conjunto escultórico, a esos argonautas a su pesar, a esos polizontes clandestinos a la deriva en cáscaras de nuez que traen al hombro un hatillo cargado de esperanzas en una vida mejor. Claro que el nombre de una calle no da de comer ni te rescata del frío abrazo de las aguas marinas o de las fauces de un escualo voraz… de los desgarros de la siringa metálica made in De la Vega, de la desconfianza de la gente, de los controles policiales, del paro, del trabajo abusivo no declarado, de los sueldos miserables, del extrañamiento y la lejanía y de otras mil penurias.
Anuncia el ministro Corbacho que de prolongarse la crisis, la misma que pasaría de largo rozando el larguero, se restringirán los contratos en origen. Que es una manera de decir ahora que sobran, que son una molestia, que se queden en sus chozas de adobe moliendo mijo blanco.
Ni documentales, ni canciones, ni manifestaciones solidarias, ni calles dedicadas, ni contratos de trabajo en origen, ni nada de nada. Ahora valen menos que una plasta de chucho reseca en medio de la calle.
No es mucho lo que Tolerancio puede ofrecer a esos infelices, salvo un respetuoso minuto de silencio y unos versos… esos versos que no les dedican los poetas de verdad, los cantautores, que ahora les vuelven la cara con asco y expresión de fastidio. Ahí van:
En el mar ahogaron sus penas,
Sus risas y sus promesas,
En la fosa común de las olas.
Nada: la noche en silencio
Alumbra su rumbo
Hacia la tumba
Profunda de la tierra.
Ni sextantes, ni faros, ni estrellas.
No hay delfines ni sirenas
Escoltando la derrota
De la flota a la deriva…
… rota.
Ni la luna en el mar riela
Para no ver la zozobra
De tan lánguidos polizontes…
… fantasmas sobre el negro espejo de la noche
Que se estremecen
Con temblores de hipotermia.
Nada, nadie les llora.
Su sacrificio… ya…
… ya no importa una mierda.
2 comentarios:
Enhorabuena, Tolerancio.
Artículos como este son necesarios y, remover la conciencia también es necesario.
Se agracede.
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