Iniciamos con esta bitácora un curso acelerado sobre vexilología que es el arte o la ciencia que estudia las banderas, como la filatelia los sellos o la numismática las monedas.
Port de la Selva, provincia de Gerona. Agosto 2008.
Port de la Selva es un pueblo precioso, bonito, una monada de pueblo. Tolerancio lo ha visitado unos días en vacaciones y lo recomienda encarecidamente a los amantes de la naturaleza, de la tranquilidad y, por qué no decirlo, del buen gusto. Nada de feos bloques de apartamentos, de chiringuitos ruidosos y de legiones de guiris tatuados cociéndose en las terrazas a tanques de cerveza.
Port de la Selva goza de un sinnúmero de atractivos. Está en el mismísimo Parque Natural del Cabo de Creus, lo que habilita unas excursiones pedestres de gran interés. No nos confundamos, algunas de esas rutas precisan calzado apropiado, de montaña. También nos ofrece la posibilidad de recorrer un buen tramo del camino de ronda que bordea la costa para llegar hasta Llançà dándonos el chapuzón de rigor en cada cala.
Hay en su término municipal calas magníficas como Tamariua, donde conviven armónicamente nudistas y textiles, que así llaman los nudistas radicales, con sorna, a quienes usamos bañador. O la cala, no por azar, llamada Musclera donde uno percibe el olor de esos moluscos -mejillones- que en los restaurantes del lugar sirven preparados al vapor y que están para chuparse los dedos. O más salvaje aún, asilvestrada, la cala Tavallera, en dirección a Cadaqués, a dos horas de camino a pata, siguiendo el GR-11, donde solo llegan unos pocos osados caminantes expuestos al rigor de la solana, entre ellos Tolerancio. La mayoría de los bañistas lo hacen a bordo de yates, lanchas y barquichuelas de vela latina recuperadas por amor a las tradiciones y que proliferan en los puertos deportivos de la comarca.
Hemos de advertir que son todas ellas calas de aguas cristalinas, de una calidad soberbia… -donde Tolerancio se ha zambullido a sus anchas como un torpe tritón, pues nada no mucho mejor que los peces de plomo-… pero de grandes guijarros, de ahí que recomienda la adquisición de unas zapatillas especiales para esos menesteres que, desconociendo su nombre comercial, ha dado en llamar patopiés y que impiden que uno se clave los pedruscos, se lastime o haga el ganso -toda suerte de ridículos aspavientos, siempre a punto de perder el equilibrio- al adentrarse en el agua.
Port de la Selva dispone de todos los servicios: cafeterías, restaurantes, tiendas de souvenirs, supermercados, prensa, estanco, administración de lotería (fundamental en tiempos de crisis) e incluso una discoteca en las afueras. No falta una Oficina de Información Turística que atiende una señorita muy amable y que disfruta de su trabajo aportando cuantos datos le solicitan y, cómo no, el edificio consistorial donde, no podía ser de otra manera, o sí, si se cumpliera la ley, ondea en solitario la bandera regional.
Otros alicientes son pasear tan ricamente por el Paseo Marítimo y contemplar por la noche, a lo lejos, las luces del margen opuesto de la bahía, el destello intermitente del faro de Samella o la mole iluminada del monasterio de Sant Pere de Rodes, como suspendido de la nada, de la oscuridad, con apariencia de centinela en nictálope alerta.
Se aprecia, se respira una calidad de vida elevada entre residentes y veraneantes. Es una localidad calmosa, un pelín elitista, donde Tolerancio pule sus zafios modales para no incomodar a sus refinados anfitriones. Port de la Selva pertenece a la comarca del Alto Ampurdán, que goza de un nivel de renta privilegiado, envidiable.
Es un pueblo de ensueño, blanco, encalado con mimo, donde no falta de nada salvo, claro es, la bandera de España en la balconada del ayuntamiento. Paseando o tomando un refresco nos encontramos con gente de posibles como Miquel Roca Junyent, a quien se acerca una señora para hacerse una foto. El emérito abogado, ponente constitucional, accede a sus deseos amablemente.
Cuando uno va a un restaurante a cenar, recomendamos Ca la Paquita, sus albóndigas con sepia, o a una terracita a tomar una copa, le atienden servicialmente los empleados del negocio. Al tomar la palabra la señora de Tolerancio y dirigirse a aquellos en catalán, su lengua materna, para transmitirles la comanda, comprueba al punto que la inmensa mayoría le responde en español… -algunos se encogen de hombros-… en una variada gama de acentos: andaluz, gallego, argentino, brasileño, rumano e incluso francés y ruso. Los hay para todos los gustos y paladares. También hay comercios regentados por lugareños donde uno puede deleitarse los oídos con el dulcísimo son de la lengua catalana.
Como es sabido, salvo por ese importante segmento de votantes del PSC e ICV abducidos, absolutamente idiotizados que lo votaron favorablemente, el nuevo estatuto de autonomía establece que la atención al público en locales comerciales de toda índole deberá efectuarse en catalán a requerimiento del cliente, debiendo manejarse con solvencia los trabajadores interpelados en la citada lengua.
Aunque no nos cabe la menor duda de que en Port de la Selva el respaldo a los partidos políticos que sustentaron la aprobación del nuevo estatuto de autonomía es mayoritario, y que incluso un partido que se declaró contrario, ERC, goza entre sus vecinos de una influencia considerable… en definitiva, donde las distintas expresiones políticas del catalanismo disfrutan de gran aceptación y predicamento, observamos que en los establecimientos comerciales abiertos al público, más concretamente en el sector de la hostelería, determinados asientos del articulado estatutario, pendientes aún de la interpretación caprichosa del TC, se incumplen tranquilamente. Tranquila y afortunadamente.
Cierto sentido práctico de las cosas que atañe a la facturación de los negocios en épocas muy específicas como son las vacaciones estivales se impone en las localidades turísticas, aún en aquellas donde el localismo nacionalista es hegemónico.
Algunos de esos vecinos que pasean tan ricamente al atardecer con las manos a la espalda, cuando el sol declina en el horizonte y sus rayos se reflejan trémulos sobre el espejo del mar y las apacibles olas mecen las tradicionales barquichuelas de vela latina fondeadas en el puerto… que hacen carantoñas a los peques que circulan en patinete por el Paseo Marítimo… que son los dueños de las cafeterías y restaurantes que le servirán a usted la cena… personas de fuertes convicciones catalanistas, som i serem, les importa, en definitiva, un jodido pito que los camareros que tienen en plantilla chamullen o no cuatro palabras de catalán… porque están dispuestos a realizar un trabajo duro y agotador por un sueldo que desconocemos pero que no parece muy atractivo para los lugareños y que dejará en la caja registradora un suculento margen al beneficio empresarial.
Probablemente no sepan que sus empleados, por mandato estatutario, del estatuto redactado por ponentes de los partidos a los que votan, esos partidos cuya gestión defienden acaloradamente en las tertulias vespertinas que acompañan las timbas de remigio o de dominó en el casino del pueblo, están obligados a hablar catalán a requerimiento de la clientela… mejor así. Mejor que no lo sepan, que lo saben. Lo que importa es que la gente pueda trabajar y ganarse la vida dignamente sin temor a incumplir una quisquillosa normativa lingüística que no debería existir.
Por muy catalanistas que sean, que vale aquí casi tanto como decir por muy hipócritas que sean, no pocos habitantes de Port de la Selva saben muy bien que para tener esa casita que es una ricura, la barquita de vela latina y a los niños a pensión completa en un colegio de pago, los empleados deben servir las paellas y los cafelitos con diligencia, atentos, sonrientes y serviciales, hablen entre ellos en uzbeco o tayiko y con los clientes, si es preciso, por señas.
Eso sí, en la balconada del ayuntamiento, solo una bandera porque sale gratis, pues la Fiscalía ha estado últimamente muy atareada reuniendo pruebas contra ANV y PCTV, los mismos que hace unos meses no podían ser víctimas, pobrecitos, de una suerte de insoportable Guantánamo electoral…¿recuerdan?
Fotos:
1.- Ayuntamiento de Port de la Selva, donde se incumple, qué raro, la Ley de Banderas.
2.- Severo, el lobito… -en realidad es un hasky, aunque aún no lo sabe, esa es la gran tragedia de la identidad en Cataluña que incluso afecta a las mascotas de peluche-… y Casimito, un perrito labrador, aguardan impacientes su almuerzo favorito: puré frío de castañas, en un idílico rincón de cala Tavallera.
PS.- Esta bitácora fue redactada en septiembre, solo que algunas dificultades técnicas impidieron su publicación entonces. De ahí la alusión, algo anacrónica, a los innumerables quehaceres de la Fiscalía.
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