lunes, 25 de enero de 2010

Montilla/ Maciá: corazón de melón


¿Quién le iba a decir al sonderkommando Montilla que pasaría en unos años de doblar el espinazo para recoger aceitunas en Córdoba a proclamarse heredero político y espiritual del locuelo Maciá, l’avi (el abuelete) Maciá… que estaba el pobre, venerabilísima figura histórica del catalanismo, como una puta cabra?

Montilla nació en Iznájar y Francisco Maciá, (1859-1933), que fue Teniente Coronel del ejército español, en Villanueva y Geltrú (Vilanova i la Geltrú), aunque su familia procedía de la localidad ilerdense de Borjas Blancas (Borges Blanques).
Hay un par de similitudes entre ambas localidades, Iznájar y Borjas Blancas: la nobleza de sus gentes, qué duda cabe… y sus aceitunas. Ambas, en efecto, con sus olivos y almazaras, producen ese fruto y ese néctar, aceite, oro líquido, tan típicamente mediterráneos. Ya saben… y es que yooooo, nací en el Mediterráááneo… como dice la letra favorita de Montilla, esa soberbia canción de… Lluis Llach, por supuesto.

Maciá involucionó hacia el catalanismo radical tras la negativa del Congreso, 1.915, a adoptar su propuesta de modernizar la Armada Española adquiriendo más submarinos y torpederos. Maciá formuló la militarista propuesta -en Europa se ventilaba entretanto la Primera Gran Guerra- como diputado de Solidaritat Catalana. Maciá no encajó el desplante y airadamente renunció al acta de diputado de un parlamento que, según recogen las memorias de Cambó, no se preocupaba suficientemente de la defensa y de la fortaleza militar de España. Ese incidente fue el detonante del voltafaccio, o giro abrupto del Teniente Coronel del Ejército Español don Francisco Maciá y Llusá hacia el separatismo. Una rabieta, vamos.

Para transitar nuevas sendas Maciá hubo de renunciar a buena parte de su bagaje, de su pasado, de sus lealtades, banderas juradas y obediencias, dejar en el camino ropajes viejos, guerreras y galones. También lo ha hecho el sonderkommando Montilla más recientemente. Nada sabemos de su paso por la milicia, si lo hubo, y si lo hubo, glorioso, pues el valor se le supone. Montilla, en efecto, para seguir en la distancia la imperecedera estela del espadón catalán, ha tenido que aligerar el peso de su impedimenta. La trayectoria de Maciá ha encontrado en Montilla, pues, un eco en la posteridad: así es, para ejercer con solemne apostura sus funciones como presidente de la Generalidad, a Montilla no le han quedado más bemoles que renegar de su afición taurina.

Aunque Tolerancio, hace unos años, reconoció al sonderkommando Montilla, siendo por entonces flamante ministro de Industria en el primer gobierno ZP, departiendo en un corrillo de aficionados en los aledaños de la Monumental, Feria de La Merced, dedujo más tarde que tan egregio personaje estaba allí como mero acompañante, por lealtad y devoción conyugales, pues la genuina, la verdadera taurina de la familia Montilla-Hernández es… ¿Lo adivinan?... Su señora… o eso nos dijeron. No sabe uno cómo se las ingenia para hacer un hueco en su apretada agenda para acudir, con minifalda o sin ella, a los festejos a extinguir por mandato de la cámara regional, habida cuenta de la docena de cargos que acapara la primerísima dama, remunerados o no, en diferentes organismos de la administración. Tan atareada anda la laboriosa Ana Hdez de Montilla solventado dudas, problemas, diseñando nuevas estrategias, desfaziendo entuertos, que su marido, en la intimidad, le dice en ese catalán suyo, tan peculiar: Anita, reina, que te pilla el toro.

A Maciá se le fue la pinza, como se dice ahora, e inspiró un intento de asonada separatista, de sublevación armada contra la dictadura de Primo de Rivera. La cosa quedó en charlotada inocua, abortada por la Gendarmería francesa antes de que los amotinados, gentes de Estat Català fascinadas por una mezcla de senderismo scout de fin de semana y de romanticismo chifleta y nacionalista, cruzaran la frontera desde Prats de Molló para arrastrar a las enardecidas masas hambrientas de soberanismo.
También Montilla echa su cuarto a espadas y le da la réplica en un nuevo paralelismo desde la estratosfera, aunque menos belígero y encampanado. Prueba de ello son sus continuas advertencias de inevitable desafección del pueblo de Cataluña, dicho así, de manera rimbombante, si desde Madrid, razón social de la caverna mediática españolista, feroz y catalanófoba, se empecinan en aguar el nuevo estatuto de autonomía.
Tras el editorial conjunto de la servil prensa catalana para acogotar al Tribunal Constitucional, Montilla, reencarnación de Maciá, a guisa de flautista de Hamelín, envía una carta a más de 200 entidades… (sindicatos, patronales, cámaras de comercio, colegios profesionales, medios de comunicación, asociaciones vecinales, jugadores federados de mus y petanca, etc)… para que le sigan a golpe de pito, como un solo hombre, en compacta formación, si finalmente el demorado fallo recorta el texto estatutario.

En todo caso, pase lo que pase, lo dice su consejero de Economía, señor Castells, habrá que replantearse la relación entre Cataluña y España. Que es la reedición de las ya conocidas amenazas del senil Maragall cuando, siendo presidente de la Generalidad… -muchos años después de cursar estudios universitarios en Estados Unidos becado por el régimen franquista, en calidad de consejero áulico y delfín del alcalde Porcioles-… insinuó que si no prosperaban OPA de Gas Natural y estatuto, poco menos que se produciría una tragedia, un baño de sangre.

Leemos en Diez horas de Estat Catalá, crónica de Enrique de Angulo, que tras el golpe de estado fallido de Companys contra el gobierno de la II República en octubre de 1934, en connivencia con Azaña y con el PSOE y la UGT en la cuenca minera de Asturias, algunos gerifaltes de ERC, depositarios genuinos de los afectos patrios, huyeron raudos de la plaza de San Jaime, llamada entonces de La Constitución, por el alcantarillado, escoltados por ratas de atusados bigotes, lorquianas ninfas del cólera, para salvar el pellejo… (innecesaria cautela pues las condenas posteriores a los amotinados fueron cosa de risa)… con una valiosísima reliquia a cuestas, además de unos buenos fajos de billetes en la faldriquera: el corazón embalsamado e incorrupto de Maciá, el abuelo Cebolleta del catalanismo.

Ya sabemos dónde acabó el corazón amojamado de Maciá en una suerte de metafórico trasplante a la vuelta de unas décadas, sin cirugía y sin anestesia, pero con medio país anestesiado por la desmemoria y la estupidez. Montilla, el sonderkommando Montilla… reivindica para sí la figura, la herencia de Maciá. Y si afina el oído, escucha sus latidos… plom, plom, plom… plom, plom, plom… al compás de una sardana.

Qué mejor destino que la caja torácica del converso Montilla para el corazón de un turuleta.



1 comentario:

Reinhard dijo...

Están bien traídos los paralelismos entre ambos personajes, aunque creo que Maciá supera con mucho a Montilla, porque al menos dominaba una disciplina, la suya, la militar; por contra, el de Iznájar nunca ha estado adscrito a ninguna disciplina, ciencia, arte o labor, lo que evidentemente hace que todo esto sea casi tan triste como grotesco.