lunes, 18 de enero de 2010

Referéndum en Vich (Vic)



Si alguien leyó, días atrás, la crónica del diario El Mundo sobre los referéndums separatistas, 13/12/09, organizados por el nacionalismo a través de sus asociaciones interpuestas, con permiso de gobiernos municipales, del gobierno regional y, por cobardícola inacción, del gobierno de la nación… -de naciones-… habrá caído en la cuenta de ciertas contradicciones.
Chocante como poco es una estampa gráfica de la votación ante una de las mesas ilegales instaladas en Vich (Vic) o comarca, pues a pie de foto no dieron razón precisa del colegio electoral de pega. A saber: una familia de africanos… -deducción basada en el nivel de melanina en la epidermis-… padre, madre e hijo, todos votando, suponemos, a favor de la independencia.

Es una instantánea conmovedora. La familia M’ndongo, la bautizaremos así, por fin puede votar. Algún cenizo dirá al punto que estamos ante una mayúscula tomadura de pelo, que la suprema suerte electoral, piedra angular de la democracia, se les niega en realidad pues ese esperpento de plebiscito no es vinculante sino torpe sucedáneo, y que por ese motivo el engaño es más cruel. Que esa versión de la democracia que disfrutan los M’ndongo circunstancialmente es a la verdadera democracia lo que un vino de mesa en envase de cartón a un exclusivo caldo bordelés Gran Reserva.
Los promotores del referéndum replicarán que cuanto más cerca estén los M’ndongo de una urna más lejos estarán, pongamos por caso, de los uxoricidios por honor, honor muy sui generis, o de las aberrantes ablaciones clitorianas (que, eso se barrunta Tolerancio, se practican ya de tapadillo, por ejemplo, en algunas localidades como Salt, junto a Gerona, o en Manlleu, pero ésa es otra historia).

Suponemos que los M’ndongo votaron sí a la independencia porque el porcentaje de votos afirmativos alcanzó el 95%. Luego es una cuestión de probabilidades, mera estadística, y porque siendo electores por graciosa concesión de los organizadores del referéndum de marras, cuesta creer que participando entusiasmados en la verbena, diseñada para votar que sí, llevaran la contraria los muy desagradecidos y cimarrones.

Leyendo la crónica periodística descubre uno que la segunda fuerza política en Vich, en las elecciones municipales, es el partido llamado PXC, Plataforma Por Cataluña, un partido comúnmente tachado de xenófobo, y que cuenta, ahí es nada, con 4 concejales en el consistorio de la llamada capital de la Cataluña catalana.
Cierto que CiU y ERC tienen una enorme presencia en esa comarca de fuerte implantación nacionalista. Son dos partidos que refuerzan, más si cabe, su flanco localista, identitario, en esas latitudes como partidos indigenistas, partidos, para entendernos, de la gente del lugar frente a los forasteros. Comarca con una notable importancia del sector agrario y ganadero, que cultiva el gusto tradicional por el terruño.

Hete aquí la frase, acaso inexacta pero descriptiva e intencionadamente provocadora, que acuña Tolerancio para ilustrar la idílica instantánea de los M’ndongo que antes hemos comentado:

Se da la paradoja de que en Vich los catalanes, en número nada escaso, votan a PxC, partido xenófobo de extrema derecha, mientras los africanos, por no decir negros… -que no quedaría bien, uuuyyy-… votan a favor de la independencia.

¿Qué papeles o trabajos habrán prometido a los M’ndongo para persuadirlos y llevarles al huerto de las urnas ilegales, muy probablemente las únicas que verán de cerca salvo que obtengan la ciudadanía española contra la que, oh risible contrasentido, depositan la papeleta inflamados de ardor soberanista como los más patriotas de entre los catalanistas aborígenes?

Unas semanas antes de la patraña de los reférendums, Tolerancio recorrió senderos de montaña por la comarca, no reconocida administrativamente, del Lluçanès. Visitó algunas localidades y tras una agradabilísima marcha pedestre llegó al santuario de Santa Llùcia de Sobremunt.
Entre esas localidades está Perafita, muy cerca de Prats de Lluçanès, el municipio más poblado del entorno. En un jardín de Perafita, donde los abueletes echan de comer migas a las palomitas, recibe a los visitantes una inmensa bandera de Cataluña con su recio mástil de obra anclado al suelo, con afán de permanencia… pero no se trata de la bandera oficial de la región, sino de la bandera cuatribarrada con la estrella solitaria del separatismo, es decir, una bandera que, por inconstitucional y por su exposición en lugar público, debería retirar al punto una dotación de los mozos de escuadra acuartelados en Vich. Obviamente Tolerancio no perdió la oportunidad de retratarse ante la misma para dejar constancia gráfica de tamaño desafuero.

Esa Cataluña interior, profunda, que pretende convertirse en un parque temático del particularismo ilusoriamente inmaculado, del tribalismo residual en Occidente, sin mancha ni baldón, no sometido a mezcolanza, goza de un nivel de vida envidiable que quisieran para sí las reservas amerindias que hemos visto en las películas del Salvaje Oeste, o en esos western contemporáneos donde el Séptimo de Caballería de Michigan es sustituido por un agente mestizo del FBI infiltrado entre los apache chirikawa para resolver un asesinato cometido en el seno de la comunidad segregada, donde aún manejan el cotarro el Consejo de Ancianos y chamanes atiborrados de setas alucinógenas.

Si uno se pasea por esas comarcas de montaña y media montaña, por la Cerdaña, por el Ampurdán, Alto o Bajo, verá pueblos preciosos, como de postal, pueblos de casitas de piedra con tejados de pizarra a dos vertientes, pueblos como hechos a propósito para turistas y paseantes que retratan con sus cámaras digitales rincones pintorescos, macetas con azaleas y geranios, gatitos echados al sol en el alféizar de una ventana. Turistas que adquieren exquisitos artículos gastronómicos elaborados según las artes tradicionales y que luego se dan un opíparo festín en un restaurante coqueto, instalado en una preciosa masía con su fachada señorial barbada de verdinales tiras de hiedra, con enormes tiestos de cerámica a la entrada y un espacioso aparcamiento bajo un emparrado.


En todos esos lugares bucólicos, como Palau-Sator, Madremanya, Pals, Peratallada, Bellver de Cerdaña u otros, el visitante verá a la entrada del pueblo, en la pared de una caseta del tendido eléctrico o en el cobertizo de un huerto cercano, pintadas enormes de la bandera separatista y soflamas del tipo: Prou explotació! (¡Basta de explotación!)/ Castellà, idioma imposat (Castellano, idioma impuesto)/ Ni França ni Espanya, Països Catalans! (¡Ni Francia ni España, Países Catalanes!)/ Fora les forces d’ocupació! (¡Fuera las fuerzas de ocupación!)…
… mensajes solidarios unos de otros que infunden al visitante el temor, al transitar sus calles, de toparse con una legión de aborígenes colonizados, sometidos, explotados, desarrapados, tísicos, enfermos, como esos proletarios de tenebrosos y sucios talleres descritos por Dickens, con mineros de mirada triste, rebozados en hollín, condenados a una muerte prematura por silicosis, y un tropel de criaturas famélicas, desnutridas, con la boca llena de moscas y la panza abultada por la avitaminosis.

Nada de eso. Están forrados. No hay asomo de explotación ni casa que no disponga de un potente todoterreno y de dos o tres coches más, uno por cada miembro de la familia. No hay región en España, acaso unas pocas, que puedan competir en calidad de vida con esas comarcas. Pero la denuncia de la explotación rinde, a lo que se ve, buenos dividendos.
Si proyectamos esa Cataluña fronteriza sobre Francia, en un ejercicio de simetría geográfica, a partir del pliegue, del costurón de Los Pireneos, sobre el departamento del país vecino que contiene lo que nuestros nacionalistas llaman Catalunya Nord (Cataluña Norte o Cataluña francesa: Conflent, Vallespir, etc), comprobaremos que también allí, y sin prohibir las corridas de toros, el componente identitario ejerce una fuerte atracción sobre los lugareños. Sólo que por aquellos predios los catalanes votan, en la primera vuelta de las elecciones generales, y en un porcentaje elevadísimo, al ultranacionalista Front National. A un lado CiU y ERC y al otro… Le Pen.

Siempre se ha dicho que las fronteras son muy porosas.

PS.- Leemos en la prensa que el ayuntamiento de Vich, 13/01/10, adopta en pleno municipal la restricción del empadronamiento a inmigrantes ilegales. Sólo han tardado un mes en apuñalar a los M’ndongo por la espalda.

Foto.- Tolerancio, con indumentaria excursionista, 01/11/2009, ante la bandera separatista, anticonstitucional, que ondea impunemente en un jardín público de la localidad de Perafita, provincia de Barcelona. Lamenta Tolerancio la pésima calidad de la fotografía obtenida con una cámara desechable, pero suficiente para advertir el diseño de la bandera en cuestión.





1 comentario:

Reinhard dijo...

Vic, o la esquizofrenia, amigo Toelerancio, o los M´ndongo, o el sueño-¡he tenido un sueño, que cantaba aquél!- catalán. Lo que usted dice, la puñalada, o el burro que cocea.