viernes, 5 de marzo de 2010

El Corte Inglés/El Tall Anglès


El sonderkommando nacionalista José Montilla, natural de Córdoba la Sultana, nos deslumbró días atrás con exquisitos argumentos durante un debate en el parlamento regional. Preguntado por las multas que impone a los comerciantes que rotulan sus establecimientos en español, respondió que no había tal. Que en todo caso se multa a los comerciantes por no rotular en catalán. Que no hay inquina institucional contra la lengua española. Y que la prueba palmaria, fehaciente, agárrate fuerte, es que unos famosos almacenes llevan por nombre El Corte Inglés sin que los inspectores de su bofia lingüística hayan incoado expediente por esa causa. Tampoco se ha obligado al propietario a llamarlos en adelante El Tall Anglès. Magistral pieza oratoria.

No estuvimos presentes en la cámara regional en ese instante de gloria, de brillante discernimiento e ingenio chispeante, agudo como el pináculo de una catedral gótica. Montilla, de natural inexpresivo, se transformó de repente en un rétor de la Antigüedad, en un desmelenado tribuno de la plebe, cáustico, mordaz, largando por la boca, como chasquidos de latigazos, penetrantísimas sentencias.
Nos imaginamos su redonda cara de charnego agradecido, de zampabollos que rebaña el puchero de garbanzos con repizcos de pan… -cara de lacayo, de palanganero de prostíbulo que confundimos a menudo con la paradigmática expresión de fámulo de otro charnego ilustre, Josep Maria Álvarez, líder de la UGT catalana y garçon de pis de la oligarquía local-… nos imaginamos, decimos, su cara de tontín, colindante con el cretinismo clínico, dirigiendo una mirada triunfante al hemiciclo buscando complicidades… ¿Habéis visto lo listo y ocurrente que soy?... ¡El Tall Anglès!... ¡Gñññ!... ¡Lo he bordao!... y sin poder evitar, acaso, la inadvertida fuga de una blanda flatulencia, contrapunto de un agotador esfuerzo intelectual.

Tan brillante argumento fue repetido días después por José Zaragoza, gerifalte del PSC, otro charnego agradecido, aunque más homologado a los usos locales que el ex vareador de olivos elevado a la presidencia regional. Hecho que demuestra de manera irrebatible, el tall anglès, que la estupidez, a pesar de lo que dicen, sí es contagiosa. Y que en esta época de idiotez, de ramplonería hegemónica, no se replican las grandes y nobles conductas sino la huevonería.
Que, en definitiva y por decirlo de otro modo y recurriendo a otro personaje de nuestra variada fauna local, el problema no sería que un cafre, un aspirante a reyezuelo zulú como Laporta esté preparado para ser presidente de Cataluña, según afirma el interfecto, sino que Cataluña, eso es lo triste, está sobradamente preparada para investir a Laporta como presidente, teniendo ya un diamante en bruto como Montilla.

Montilla y Zaragoza, para su provecho, sobre todo el primero, deberían repasar los episodios de Barrio Sésamo donde Coco el Pupas, Triqui, el monstruo de las galletas, y otros simpatiquísimos personajes, explicaban diferencias elementales entre conceptos básicos y antagónicos: cerca/lejos o alto/bajo.
En su día Montilla no aprovechó las lecciones, es evidente. Tanta erudición no estaba a su alcance. Para el joven Montilla las densas lecciones de Barrio Sésamo eran lo que la trigonometría o la física quántica para otros chicos de su edad. Posiblemente ahora tampoco las entendería, pero debería intentarlo.
La primera habría de consistir en diferenciar rótulo de marca comercial, pues son cosas distintas como todo el mundo sabe, excepto, claro es, el zote de Montilla. Sin duda Zaragoza sí los diferencia, pero en su maldad, en su perfidia política… -perfidia que le aúpa a la cúpula de una organización, PSC, dedicada con ahínco y denuedo a la traición sistemática al principio de igualdad de todos los ciudadanos españoles ante la ley-… finge ignorancia. Ambos son malos, pero uno es tonto de baba, un tonto pero del carajo de la vela de tonto, y el otro no.

El párrafo que sigue lo hará llegar Tolerancio, en un formato apropiado, al sonderkommando Montilla para que lo estudie aplicadamente, hincando los codos, a la luz de un quinqué. El procedimiento empleado será el registro del documento en la plaza de San Jaime, como hicimos meses atrás con nuestro cívico ofrecimiento para redactar informes sobre cualquier materia a un módico precio… ofrecimiento que, lamentablemente, no fue tomado en consideración a pesar del ahorro considerable que habría supuesto a las arcas públicas en tiempos de acusada crisis económica.

1.- Un rótulo comercial da fe del tipo de establecimiento, del servicio que presta a la clientela y de los artículos que pone a la venta. Por ejemplo, en una zapatería compraremos calzado, pero no melones.
Es decir, si el presidente Montilla precisa de un par de zapatos hará bien en dirigirse a una zapatería mejor que a una lampistería. De lo contrario el recado se saldará con un estrepitoso fracaso.
1.1.- Pero también el rótulo comercial tiene la importante misión de singularizar el establecimiento ante otros que realizan la misma actividad. De tal suerte que zapatería, nombre genérico, requiere algo más para su identificación y diferenciación, por ejemplo, Lola. La Zapatería Lola, es una y otra muy distinta es la Zapatería Inuit, especializada en calzado de piel de reno, a la moda esquimal.

En virtud de la ley coactiva sobre usos lingüísticos en el comercio, ambos establecimientos habrán de rotularse del siguiente modo para evitar un multazo del quince, tras la (im)pertinente denuncia de ese chivato vocacional de Santiago Espot, dirigente de Catalunya Acció, que cuenta en su haber con la nadería de… ¡Tres mil denuncias!

Sabateria Lola/ Sabateria Inuit

2.- Una marca comercial es cosa muy distinta a un rótulo. Tienen en común el espacio físico, pues la marca está contenida a menudo en el rótulo mismo, llegando incluso a sustituirlo.
Podemos pasar junto a un local distinguido de los demás por una palabra que no hace mención de los artículos que expone, pero que en virtud de su nombradía nos advierte qué artículos son. De tal suerte que si leemos en el frontal del establecimiento la palabra Zara, que es una marca, sabemos que se trata de una tienda de ropa sin que figure en el rótulo esa información. Zara no es multable, aunque fuera voz traducible al catalán.
Lo mismo vale para los almacenes que proveyeron de asubnormaladas razones a Montilla para pronunciar su famosa réplica parlamentaria, una réplica impropia incluso de un disminuido psíquico profundo: El Corte Inglés… que daría en catalán El Tall Anglès. Otra cosa sería que en el rótulo de esos almacenes constara precisamente esa información, almacenes. Entonces tendríamos:

Almacenes El Corte Inglés.

Esa fórmula sí entraría de lleno en la materia regulada por la inicua e insidiosa normativa Montilla, así la llamaremos porque, aunque no la aprobó su gobierno tripartito, ha sido el primero, y esperemos que último, en aplicarla mediante sanciones.
Para no provocar la ira de la Agència Catalana de Consum, organismo que promueve las delaciones y ejecuta las sanciones, los gerentes del establecimiento habrían de rotular: Magatzems El Corte Inglés. No es preciso traducir la marca comercial, El Corte Inglés, pues se entiende que es un nombre propio, como un nombre de pila, y se llaman del mismo modo en y para todo el mundo… -como Carod Rovira, Josep Lluis, aquí y en la China, no así SM el Rey, que se llama Juan Carlos en todas partes, menos en Cataluña, donde inaugura placas conmemorativas como Joan Carles-… salvo que el propietario de la marca, por su interés y expansión mercantil, decidiera adaptarla a la fonética de distintos países, como sucede con el refresco de cola Coke, que en España se comercializa como Coca-Cola. De igual manera que Volkswagen es Volkswagen lo mismo en Berlín que en Pernambuco. Y no es necesario traducir el nombre, algo así como Coche del Pueblo (Cotxe del Poble) para vender sus modelos en Molins de Rei o en Olot. Eso sí, el concesionario donde se vendan los autos por fuerza habrá de ser concessionari o al dueño de la franquicia le caerá la del pulpo.

PS.- No, no lo entenderá. Demasiado especioso para la obtusa mente de Montilla.





1 comentario:

Reinhard dijo...

Hay que buscar fórmulas de desobediencia civil frente a este desaguisado: propongo que la rotulación y otro asimilados se hagan con faltas de ortografía, pues dice la normativa, y así lo avalan pusilánimes ropones, que se debe rotular al menos en catalán, pero no que se haga de forma inmaculada, pues si no tiene el nivel C Pepito bachiller, no se lo vamos a exigir al Sr. Josep Maria del bar de la esquina. Así, en la carta de un bar, poner "txoriso", "mandunguillas", "buquerons"....