martes, 6 de abril de 2010

El emético ministro Gabilondo


Lunes 22 de marzo de 2010. Tolerancio desayuna su bollito de pan de leche con Nocilla y sorbe su preceptivo carajillo de menta. Enciende un pitillo, abre el diario El Mundo y se topa con la fea cara del ministro de Educación Ángel Gabilondo. Esa fea cara de mayordomo traidorzuelo de película de terror. Destacado en negrita un extracto de la entrevista:

Espero que en España no se persiga a nadie por rotular en una lengua oficial.

Sin solución de continuidad Tolerancio se levanta de la silla, propulsado por un resorte, y corre al baño para doblarse sobre el retrete entre violentas arcadas. El ministro Gabilondo es un fármaco, un emético infalible para desatascar, para desembarazar las tripas. Hay ministros malos, perversos, idiotas, tenemos donde elegir, pero éste, como Caamaño, es directamente vomitivo.

Mira tú. Gabilondo no se ha enterado aún de que en España... -en una parte de ella, en Cataluña-... se imponen multas a patadas por rotular comercios en una lengua oficial... -en español-... ¡Anda!... y que dichas multas, aumentadas en su cuantía por reciente disposición normativa, son cosa de uno de sus conmilitones, ese converso zampabollos de Montilla, el sonderkommando nacionalista natural de Iznájar, provincia de Córdoba.
¡Qué cosas! Cabe que Gabilondo, arguyendo a la manera escolástica, rememorando su paso por el seminario, con deje frailuno, abacial, manos cruzadas sobre la panza, pretenda convencernos, forzando, torciendo la lógica, de que multar no es lo mismo que perseguir... pues un automovilista multado por conducir ebrio no debería deducir que es víctima de una injusta persecución. Estaríamos en tal caso ante una exageración intencionada, sin fuste.

Claro que se ha enterado, como todo el mundo, incluso los jirlachones abducidos que negaban tal cosa hasta hace apenas unos meses... pero el andoba ése de Gabilondo, tan cortés, tan pulido en sus conventuales maneras, es más falso que Judas. Es uno de esos tipos aborrecibles y disimulados que te la quieren meter sin avisar, a espaldas vueltas. Y no te quejes que no hay para tanto.
Gabilondo finge no saberlo, no esperarlo... pero miente el muy bellaco y no hace otra cosa, nada más abyecto, que disculpar al ceceante mamporrero catalanista de Montilla diciendo que, claro, las leyes hay que repetarlas... regla de tres por la que jamás se habría abolido la esclavitud, que fue ley durante siglos en las más variadas civilizaciones y en todos los confines del ancho mundo, la segregación racial o appartheid, que era ley también, o la deportación de judíos a los campos de exterminio en virtud de la legislación antisemita del III Reich... y que en realidad no se multa a ningún ciudadano por rotular en español sino por no hacerlo al menos en catalán. Ese rollo nos lo repiten a diario, así que a otro perro con ese hueso.

Hay que cumplir la ley, dice Gabilondo con serenísimo ademán... solo que contra las leyes, cuando son injustas, es imperativo ético de los hombres libres rebelarse. Hombres libres, categoría no muy extensa en España que incluye, generosamente, como dicho al tuntún, a poco más del 5% del paisanaje.
Con expresión afable y voz modulada, con esa bonhomía clerical de quien aparenta ponderación en el juicio, pero escondiendo veniales pecadillos, propuso Gabilondo semanas atrás un Pacto Nacional -plurinacional- por la Educación. ¿Pacto? ¿Pero qué pacto ni qué niño muerto? Ni un minuto tardó en advertir Gabilondo que la delgada línea roja de ese enlabio de pacto es el actual marco competencial transferido a las CCAA... -ese engendro de la desvertebración y de la ruina nacionales que los españoles jacobinos debemos combatir y erradicar de nuestro ordenamiento jurídico-... luego de largar la manida trola del mayor consenso posible, del afán cosntructivo, del talante de marras y de la bondad ilimitada del diálogo...

Gabilondo, ese fraile arrepentido, abortado, temeroso ante la tonsura definitiva, pretende cerrar un pacto que adecente el pésimo nivel de la educación en España, a la cola de Europa, ¿no me digas?, como en tantas otras cosas, blindando precisamente la causa fundamental de su deterioro: las zarpas enfangadas de las distintas satrapías, de los cacicazgos autonómicos.
Ya puede Gabilondo meterse sus escrúpulos de tiquismiquis, su insincera propensión al escándalo... -¿Que en españa se persigue a quienes rotulan sus comercios en una lengua oficial?... mira que me enfado y tengo un genio que ríete tú-... y su Pacto por la Educación, tres por el precio de uno, por su blando y fofo trasero de cesante chupacirios.

Pero no está solo Gabilondo en sus manejos delicados, en su ñoñería capada, eunucoide, con los nacionalismos insolentes, arrogantes y extorsionadores. Leemos en el diario El Mundo, martes 30 de marzo, una semana después, semana de penitencias y procesiones, unas sonrojantes y claudicantes declaraciones de Mariano Rajoy, loco por formar un compenetrado dúo de castratti a lo Farinelli con el ministruelo socialista.
En efecto, como si España no tuviera problemas serios y quienes desgobiernan la nave a la deriva no fueran malvados o tontos de capirote, tanto que confunden brújula con escóbula, a Mariano Rajoy, Marianico el corto, el tibio, no se le ocurre otra pampirolada que despacharse contra UPyD sosteniendo que la recuperación de competencias por el gobierno de la nación frente a la acelerada centrifugación periférica... -cabales y legítimas demandas del partido de Rosa Díez-... es, anda tú... ¡una insensatez!

Con este par de cobardones, Gabilondo, meapilas reciclado a mayor gloria del laicismo rampante de ZP, y Rajoy, el de los maitines, España se instala en una suerte de limbo nacional. Sólo que el limbo ya no existe por decreto pontificio.

1 comentario:

Reinhard dijo...

No hay que sorprenderse mucho por las declaraciones del corto Marianico: el diseño de estado que padecemos propicia estas cosillas. Las CCAA son una fuente eenorme de poder, cada vez mayor, y es una forma de gobernar como cualquier otra. Llegará un día en el que el presidente del gobierno sea una figura tan simbólica, decorativa y costosa como el rey.