miércoles, 30 de junio de 2010

Montilla: Voltafaccio y Gesundheit

En la década de 1910 emerge una importante figura en el socialismo italiano: un maestro de escuela cabezón llamado Benito Mussolini, director del diario obrerista Avanti!. En los albores de la primera Gran Guerra, Mussolini adopta el discurso nacionalista. Le seduce entonces la parafernalia belicista, los uniformes de opereta de los arditti y de los voluntarios que a las órdenes de D' Annunzio ocupan Trieste en la península de Istria. En 1919 crea los fascii di combattimento. A ese viraje de 180 grados los italianos lo llaman voltafaccio.
Trueca Mussolini la tradicional fraseología socialista de la lucha de clases por la cohesión nacional. La dictadura del proletariado por la de sus camisas negras con fajines y oropeles, por la mística de la juventud y de la guerra que llevará a Italia, era ésa su pretensión, a un resurgimiento nacional y a ocupar un lugar de honor en el concierto de las potencias occidentales. Ese sueño visionario conducirá al régimen a disparatadas aventuras expansionistas en Abisinia para reverdecer los antiguos y marchitos laureles de la Roma imperial.
No, Montilla no pretende emular a Mussolini, por supuesto. Ni le inspira su obra. Montilla se reclama heredero político y espiritual de Maciá y de Companys, que primero fue golpista, octubre del 34, y luego mártir, 1940. Una herencia que nadie litigaría en su sano juicio. Cierto que Mussolini financió a Estat Català, el partido ultranacionalista y fascistoide de l' avi Maciá (del abuelete Maciá) integrado más tarde en ERC... pero como hizo en su hora Mussolini, Montilla, vale que en su turpísima y deshilvanada retórica, a veces ininteligible, tanto que no sabe uno en qué idioma chamulla o farfolla, ha cambiado socialismo por patriotismo, o acaso conjugado ambos en un híbrido viscoso, en una suerte de engrudo que no acabamos de ver en qué estrafalario engendro, en qué patraña quedará.
En un mitin reciente, Montilla... -el mismo que aplaude editoriales conjuntos de la prensa domesticada, que presiona a los tribunales, que se dejan presionar de lo lindo, y que amenaza con no acatar sus sentencias, por otra parte pasteleadas... el mismo que, haciendo un uso irresponsable y dudosamente democrático del cargo que ocupa, insta a la rebelión de la ciudadanía contra instituciones legítimas, aunque apocadas y devaluadas; ése que da por buena la inmersión lingüística en catalán en la escuela pública para los hijos de los demás pero que matricula a los suyos en el Colegio Alemán-... proclama que Cataluña necesita patriotas y empresarios.
He ahí la sorpresa. Uno lleva toda la vida oyendo decir a esos progres cansinos y latosos que le sermonean desde que tiene uso de razón, que el patriotismo es el último refugio de los bribones... (refiriéndose, no cabe la menor duda, al patriotismo si es español)... y ahora resulta que no, que el patriotismo es la receta necesaria para salir del marasmo económico e institucional, se acabó el oasis, en donde nos han metido los patriotas precisamente, los mismos que llevan ya tres décadas dando la brasa con su arrebatado patriotismo de cuenta corriente, de jugosa comisión que te crío y de evasión de divisas, como el papito de Artur Mas, que transfirió sus buenos ducados, cómo no, al gran Ducado de Luxemburgo para distraerlos de las codiciosas garras de la expoliadora Hacienda española.
Patriotas y empresarios. Empresarios para pagar las comisiones que financian ilegalmente a los partidos de la Cataluña oficial, cuyas deudas crediticias son condonadas sistemáticamente por las entidades bancarias, y patriotas en las cúpulas de los partidos y del tejido asociativo estabulado para manejar esos caudales. Y la bandera para taparlo todo y evitar que el hedor se difunda en exceso. La bandera para lavandera... es decir, para la operaria de la lavandería, que no dará abasto la pobre limpiando las cascarrias y los manchurrones de babas que se adhieren a la tela cuatribarrada y que la dejarán a este paso negra de churre, de roña, negra como los estandartes de los escuadristas de Mussolini que en Milán, feudo hoy de la separatista Lega Norte, se conjuraron para perseguir sin tregua a los enemigos de la patria.
Nada tienen que ver uno y otro, desde luego, pues uno mudó de ideales, Mussolini, y el otro, Montilla, nunca los tuvo. Uno acabó colgado cabeza abajo, fue decapitado y su gruesa y pelona cabeza sirvió como balón para un partidillo de fútbol improvisado por milicianos en piazzale Loreto, y el otro, en cambio, se retirará un día plácidamente como hijo ilustre de la localidad cordobesa de Iznájar, para tomarse manzanillas y gazpachitos a la fresca, henchido de orgullo paterno al saber que su prole se gana la vida como importantes ejecutivos de una multinacional gracias a enchufes diversos y a su fecunda instrucción en un colegio de pago donde les impartieron una pírrica hora de catalán a la semana.
Pero ambos coinciden en una cosa: en el valor instrumental de la polivalente bandera... bien sea para alumbrar sueños delirantes o para taparse las vergüenzas.
No es el de Mussolini, a pesar de la reincidencia del mecanismo llamado voltafaccio, el paralelismo mejor traído para enjuiciar el quehacer de algo tan inane como Montilla. Entre otras cosas porque el interfecto no da para ningún paralelismo de peso histórico. Tampoco para enfrentarlo en un espejo a Honecker... que quiso invadir Polonia, nos enteramos leyendo el diario El Mundo en su edición del 21 de junio, para conjurar la amenaza que el sindicato Solidaridad y el Papa Wojtyla suponían entonces para el bloque socialista. Honnecker aspiraba, operación Gesundheit, a recrear el pacto nazi-soviético para sojuzgar a los enemigos del régimen y repartirse Polonia con la URSS, pizca más o menos como en 1939.
Cuando el zampabollos de Montilla invoca las figuras de Maciá, promotor de la charlotada de Prats de Molló, y de Companys, que se rebeló contra el gobierno de la II República en octubre del 34... no sabemos qué diantre pasa por su cabecita, si pasa algo que no sea otra ración de salmorejo y el afán de mostrar piernas ortopédicas en mítines bochornosos de un populismo exhibicionista entre peronista y bolivariano, pero hacemos votos para que no sienta la tentación de reinterpretar la Historia, pues la desconoce por completo, ni crea en la posesión espiritual... -así habría de ser si es que aún rinde culto al materialismo dialéctico-... o en la mudanza de almas en el devenir a través de la metempsicosis.

1 comentario:

Lumpen enamorada de Cronopio dijo...

Los naZionanistas ha aprobado su Ley del Cine. Pasará a la historia como la Kraft durch Freude (organización recreativa naZionalsocialista en el Tercer Reich) o la Dopolavoro fascista.