Esta bitácora no trata de una de las películas, La mala educación, de ese genio del séptimo arte, Almodóvar, que convierte en oro cuanto rueda, principalísimo icono asquerosamente forrado de pasta de la progresía homo-transexual, sino de un caso real que fue noticia hace unas semanas. En efecto, un juez ha condenado en sentencia firme a los padres de un chico a pagar 19.000 euros de multa en concepto de indemnización, algo más de 3 millones de pesetas, a los padres de otro porque el angelito le dio una paliza tremenda a uno de sus condiscípulos y como resultado de la misma le rompió las lentes y le saltó la dentadura. Multa proporcionada si consideramos las tarifas desorbitadas de los dentistas, al alcance de muy pocos bolsillos, no habiéndose habilitado aún, eso creemos, pero podemos andar equivocados, la gratuidad de la atención odontológica a menores anunciada tiempo ha por el ministro Bernat Soria, fan confeso de los doctores Montes (Leganés) y Morín (triturador de fetos de hasta 33 semanas de gestación). No sabemos si la criatura grabó su proeza con el celular para colgarla en YouTube, seguir los pasos de Almodóvar en pos del estrellato cinematográfico y echar unas buenas risas con sus amigotes a cuenta de su zamaqueada víctima.
El magistrado falla contra los padres, y no le falta razón, a causa de una pésima formación en valores, pues han incumplido gravemente, por desidia o incapacidad, las ineludibles obligaciones contraídas con su vástago recogidas en el Código Civil. Error que por no interesar a la transmisión de conocimientos académicos, misión que compete -o habría de competer- a la escuela, sino a actitudes y principios, son los padres los únicos responsables de tamaño estropicio. No se ha producido, por así decir, una correcta aportación puntual de valores, por retomar la terminología hídrico-trasvasista que ha estado tan à la page durante los últimos meses. Ese ámbito de la educación es cosa de los padres, dictamina inequívocamente Su Señoría.
Sobre ese aspecto de la socialización de los chicos se pronunció poco antes de las elecciones un portavoz del gobierno ZP cuando afirmó, con respecto al índice alarmante de fracaso escolar (España va en el vagón de cola de Europa y Cataluña en el de España), que ese pésimo dato era culpa de los padres, casi al mismo tiempo que averiguamos gracias al ministro Solbes que la inflación que, por cierto, descendería oportunamente -deflación- tras el 9 de marzo, es culpa de las propinas que dejamos en las cafeterías, es decir, de nuestra desenfadada imprevisión y de nuestra manirrota generosidad.
Hasta aquí todo encaja, pero… resulta que el gobierno ZP se ha sacado de la chistera una asignatura llamada Educación para la Ciudadanía que, lejos de tratarse de un disimulado experimento pergeñado por especialistas duchos en la ingeniería de almas para diseñar una etopeya colectiva, modificar los parámetros tradicionales de vida y convivencia y escardar el camino hacia la felicidad terrenal mediante la mudanza de valores, es una inocua, una inofensiva hoja de ruta para transitar junto a las generaciones venideras la senda de la tolerancia, de la multiculturalidad y de un indómito afán de paz infinita.
Sucede que, para algunos, la así abreviada EpC entra en colisión con el derecho de los padres a educar a sus hijos con arreglo al modelo moral de su preferencia, que para eso son sus padres, e incluso ha habido algunas sentencias, Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, que avalan esa teoría. Muchas veces, cuando uno ha estado tentado de hacer algún comentario a familiares o amigos acerca de la educación en sentido amplio que transmiten a sus hijos, se ha llevado un codazo en el costado y le han soplado al oído: No somos quienes para meternos en la educación que les dan, no es asunto nuestro… para que desistiera de efectuar la polémica observación propiciatoria de una trifulca no deseada.
Pero no son de la misma opinión otros que, con mayor desparpajo y en algunas tertulias radiofónicas o de TV, han defendido que esa intromisión es válida cuando la protagoniza el Estado, siempre que la intromisión esté orientada conforme a sus gustos personales y en consonancia a la soldada que reciben. Recordamos a un comentarista que dijo que a veces los padres transmiten una educación reñida con principios y valores aceptables, citando, con razón, ejemplos nocivos como la promoción de tics xenófobos o racistas entre los jóvenes. Nada dijo, claro es, de quienes educan a sus hijos en el menosprecio a las mujeres, tan extendido en algunas confesiones religiosas de creciente presencia en el país, silenciando este extremo para no chocar frontalmente con las difundidas consignas en favor de la llamada alianza civilizatoria… o en el esencialismo nacionalista que se mama por arrobas en galescolas e ikatolas con la anuencia de las autoridades educativas, regionales o nacionales, y otros similares y venerables templos de la docencia teledirigida a la exclusión identitaria, donde se cultiva el odio a España con verdadera tenacidad, convirtiéndose en canteras la mar de productivas para que echen los dientes hornadas de chicos llamados a integrar en el futuro las filas del vandalismo pre o pro-terrorista.
Con la instauración de la EpC tenemos que la transmisión de valores ya no es monopolio de los padres, sino que parte de esa función la cumplirá en adelante la Administración a través de los planes de estudio, ergo… en caso de producirse un nuevo incidente como el reseñado al principio de esta bitácora, la responsabilidad del fracaso ya no será exclusivamente de los padres, sino compartida por el Estado como transmisor admitido y autorizado de valores y creencias… de modo que una nueva sentencia, en justicia, y su correspondiente sanción pecuniaria habría de recaer y por ello ser costeada a pachas, o en la proporción que decidiera el magistrado, entre padres, progenitores A y B, o tutores legales, y el Estado mismo como responsable civil subsidiario. Al menos ese es el truco, la argucia legal que manejaría Tolerancio, si fuera sancionado, para librarse del íntegro desembolso de la multa. Ahí queda la idea por si alguien la considera de provecho.
1 comentario:
¿Dónde se cultiva el odio a España?.
Ni idea, (desde el Baix Empordà, tú).
Intenta abrir la entrada "generosidad", sino la mente se va cerrando....
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