miércoles, 6 de agosto de 2008

Los amigos de Joel Joan


Lo normal es que uno se alegre de las proezas de sus amigos, que las celebre con ellos dándose un abrazo y alzando la copa a su salud en un brindis cordial.
Eso es lo que, suponemos, hace Joel Joan, si es fiel a su palabra y tiene un sentido homologado de la amistad, cada vez que tiene noticia de un atentado de la banda terrorista ETA. Y no lo decimos nosotros, lo dijo él, tal cual, en un apasionado discurso en homenaje póstumo al suicida mosén Xirinachs, aquel tipo pintoresco, santo y seña del catalanismo.
Sus sinceras palabras… -sinceras porque Tolerancio se juega el bigote a que el actor, ahora apaniguado director de una academia local de cineastas subvencionada con dinero de todos, también de las víctimas catalanas de atentados terroristas, Hipercor, las dijo de corazón-… fueron recogidas por la prensa. Literalmente dijo: Jo també (en alusión a mosén Xirinachs) sóc amic d’ETA.

Cuando un amigo de Tolerancio obtiene un éxito, un logro en su trayectoria vital… cuando promociona profesionalmente, se echa novia, le toca la lotería o le refiere una gesta filantrópica, ennoblecedora, de la que ha sido protagonista… como ayudar a una viejecita a cruzar la calzada entre las rugientes filas de automóviles o rescatar un gatito encaramado a la rama de un árbol, se lleva Tolerancio un alegrón de aúpa y participa de la felicidad y de la gesta de su amigo. Es como si Tolerancio hubiera rescatado un poco también ese gatito que maúlla desvalido… cuando menos como si hubiera sujetado la escalera por la que trepó su intrépido amigo.

De Juana Chaos, licenciado en enfermería con un expediente académico envidiable compulsado por la escoria docente de la universidad vasca, no ignora esos compromisos a que obliga el responsable ejercicio de la amistad. Y así lo ha manifestado en más de una ocasión: cuando ETA destripa a una familia de un bombazo o le descerraja un tiro en la nuca a un secuestrado maniatado con alambre, él, en su celda, o en breves fechas en la Herriko-taberna -si se produce tras su excarcelación un nuevo atentado mortal- descorcha una botella de champán y las caras desencajadas de dolor de las víctimas son el alimento espiritual que más satisfacción le proporciona. La imagen de un cadáver mutilado, tendido en la calle, cubierto por un plástico de color como estañado, desata su más desordenada concupiscencia y aprovecha De Juana el calentón para acoplarse maritalmente a su esbelta novia, esa chica de gafitas.

Hace unos días supo Tolerancio por un noticiero de TV del juicio que se sigue contra un comando etarra en la Audiencia Nacional. Su hazaña consistió en provocar una escabechina en una calle transitada, año 2.000, por el procedimiento del coche-bomba. Los etarras, un miembro y dos miembras, tres heroicos gudaris, en su pecera y como peces en el agua, charlaban entre ellos distendidamente sin prestar atención alguna al desarrollo de la vista.
Los redactores del informativo intercalaron entre las imágenes del proceso el testimonio oral de una de las víctimas. Era una madre que estaba en el lugar de los hechos con su hija de tres años. A causa de la explosión la niña voló por los aires convertida en una antorcha humana. La madre detectó a unos metros y recuperó, aturdida aún por el ruido ensordecedor y por la onda expansiva del bombazo, el bulto envuelto en llamas que era su hija. Afortunadamente era invierno, la niña iba muy abrigada y el fuego solo carbonizó una de sus piernecitas, que le amputaron.

Como amigo de ETA que es Joel Joan, lo será, suponemos, para lo bueno y para lo malo. Y este episodio concreto, desde la perspectiva de alguien que manifiesta su relación amistosa con un grupo terrorista, es para lo bueno, pues sino… ¿Qué género de cosas espera de sus amigos encapuchados… que visiten ancianitas en un geriátrico los domingos por la tarde?
No sabemos, empero, la modalidad de celebración de Joel Joan cada vez que sus amigos de ETA se apuntan un tanto. Si se toma unos pelotazos a la salud de sus coleguitas o le da un repaso a su novia o a la presidenta de su club de fans o se pone morado en una marisquería.
¿Qué sentimientos placenteros y euforizantes le inspiró concretamente esa gran proeza de sus amigos de ETA?... ¿Se empalmó? ¿Se la peló como un mandril, babeando copiosamente, al imaginar la piernecita carbonizada de esa niña de tres años, amputada por sus amigüitos de ETA?… ¿Se hará con una réplica de la piernecita carbonizada que le pasarán unos amigos de esos que producen en su taller los efectos especiales de las películas de terror para guardarla en un relicario y dormir junto a ella como hacía Franco, dicen, con el brazo incorrupto de Santa Teresa?... No lo sabremos nunca.

Cierto que Joel Joan proclamó su amistad en un contexto muy determinado y no tan lejano. Era aquella época, que algunos jamás olvidaremos, de las negociaciones con los terroristas en el santuario de Loyola. Cuando Otegui era un hombre de paz. De Juana Chaos precisaba un trato humanitario, tan desmejorado como estaba el pobre por su huelga de hambre a base de calditos, emparedados de jamón cocido y meneos de alto voltaje con su complaciente novia. Cuando las actrices capitaneadas por Pilar Bardem ungían con pétalos de rosas blancas a la abogadesa Goiricelaya, esa mujer de mirada oblicua y siniestra. Cuando la verificación de la tregua, se acumulaban los informes por docenas en la mesa de noble madera de nogal del ministro de Interior, era incuestionable o eso decía Rubalcaba en sus comparecencias ante los medios. O cuando los matasellos de las cartas dirigidas a empresarios para recaudar el llamado impuesto revolucionario estaban fechados con anterioridad al inicio del proceso negociador y si llegaron con retraso a sus destinatarios fue por culpa de la lentitud del servicio postal. Y cuando se decía en el diario El País que a Francisco José Alcaraz, entonces presidente de la AVT, le había tocado la lotería con el asesinato de uno de sus familiares. Cuando se solicitaba permiso al Congreso de Diputados para respaldar la estrategia de negociación diseñada por ZP o se llevaba la misma e infamante iniciativa al parlamento europeo. O cuando no había pruebas de que ETA estuviera detrás del robo de 400 pistolas en una armería francesa o se avisaba a los correos de su aparato extorsionador para que pusieran pies en polvorosa antes de ser detenidos, continuando abiertas desde entonces las diligencias ¿practicadas? por el juez Garzón… cerradas bajo siete llaves en un cajón extraviado.

Era una época en la que era muy fácil ser amigo de ETA, casi lo exigía el guión. Esa época en la que tantos dijeron tantas cosas que nos helaron la sangre… cosas que nunca olvidaremos, cosas que Tolerancio, apretando los puños, jura que jamás olvidará…

La amistad es un sentimiento noble y duradero, si es una amistad sincera, que solo puede ser eso, sincera, pues de lo contrario no es amistad, sino otra cosa, interés acaso. Estaría muy feo que ahora Joel Joan se desdijera. Cierto que ya tiene edad para elegir sus amistades, que es una de las pocas cosas que no nos vienen impuestas en esta vida. Claro que según son las amistades de Fulanito, también Fulanito es digno de sus amistades.

Pero, dinos Joel, majete… ¿Te la puso dura el relato de esa madre?


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