miércoles, 24 de septiembre de 2008

"Marxa de torxes"

Sucedió en Gerona el 10 de septiembre de 2008, vigilia de la Diada.

No, no es la santa compaña, la estantigua -la hueste antigua- precedida de un esqueleto que alumbra la siniestra comitiva con un apuracabos a modo de bujía, deambulando espectral por caminos y encrucijadas, envuelta en la niebla mientras el viento ulula en las copas de los árboles que se inclinan con un extraño rumor leñoso, vegetal.
No, insistimos, no es la santa compaña ni cubren sus cabezas con puntiagudos capirotes. Empuña cada uno de los componentes de esa bizarra cuerda, ni de presos, ni de penitentes, una antorcha de trémulas llamas acariciadas por la brisa nocturna.

Pasea Tolerancio por la judería gerundense al caer la noche. Es una delicia. Callejeando por el "call" evoca, en un rapto de fantasía desbocada, una Praga imaginaria, inexistente, la Praga anterior a la Praga gótica que conoce y ha visitado con los relatos de Meyrink en el macuto.
Procedente del Correo Viejo pone rumbo a la Catedral. Pretende pasar de largo ante la impresionante escalinata que asciende al templo y tras el arco que emboca la Bajada del Rey Martín el Humano, doblar a la derecha hacia los Baños Árabes.
A la altura de la casa-museo de Isaac el Ciego vislumbra en lontananza un extraño y trémulo fulgor. Detiene el paso. Le sobresalta una lejana hilera luminosa. Contiene el aliento. Intuye un peligro vago, inconcreto. A su derecha se abre y asciende, estrecha y oblicua, la escalera de La Pera y Tolerancio gana los primeros peldaños. Recupera el aliento. Pega su espalda al muro de piedra como un ladrón al rebozo de las sombras que pretende despistar a los alguaciles. Poco a poco asoma la nariz. El fantasmagórico desfile avanza hacia él y amenaza con arrollarle. Tolerancio sube los peldaños de dos en dos.
La gruesa mole de piedra de la Pía Almoina le hace perder la perspectiva y esa suerte de silentes flagelantes, o lo que quiera que sean, desaparecen de su campo visual. Tolerancio respira aliviado y completa el ascenso hasta ganar el atrio catedralicio. Desde tan singular atalaya contempla al fin el panorama y la inopinada escena. Un cartel pegado a una papelera le ayuda a desentrañar el misterio.

Es la 2ª marcha nocturna de antorchas, "marxa de torxes", que organizan varias entidades separatistas subvencionadas por el gobierno del sonderkommando Montilla, natural de Iznájar, provincia de Córdoba, englobadas en la PDD, "Plataforma pel Pret a Decidir", que transcurre por el casco antiguo de Gerona en la vigilia de la llamada "Diada nacional de Cataluña". El texto del cartel anuncia que los organizadores obsequiarán a los niños, "la mainada", con un regalo conmemorativo. El amor a la patria debe cultivarse con chucherías desde la cuna.

El cartel cita textualmente la expresión "vigilia" y comprende Tolerancio al punto que el nacionalismo se dota de una liturgia, de una estética ritualizada, religiosa… que nace, pues, una religión de corte pagano. Siempre tuvo esa dimensión, pero era secundaria, folclórica… ahora, en cambio, se escenifica sin disimulo, se teatraliza, se consolida y deviene su expresión fundamental. Es una intuición… pero eso es lo que en ese instante percibe nítidamente y un escalofrío sacude su médula espinal, las arañas del miedo caminan por sus ojos y punzantes descargas de bajo voltaje, como picotazos, agrian el sabor de la saliva que traga. Y piensa, a pesar de las dispares dimensiones, en los desfiles nazis que ha visto en los documentales, en la grandilocuencia wagneriana de aquellos festivales crepusculares y sobrecogedores. La apisonadora inicia la marcha.

Desde la catedral se divisa el check-point… -delante de la Audiencia Provincial-… o escenario del que parte la comitiva. Una tarima donde, sin duda, ha tenido lugar un parlamento… -el sermón, la dimensión homilética de la religión pagana-… la encendida arenga a los participantes a la que Tolerancio no ha podido asistir. Tarima flanqueada de banderas con la estrella solitaria. La misma que cuelga de algunas balconadas de la ciudad, no demasiadas pero más numerosas que la oficial.

No puede disimular una expresión de sorpresa ante semejante espectáculo. Unas docenas de personas observan plácidamente sentadas en la escalinata de la catedral,90peldaños contados uno por uno,la función que se representa en la plazoleta. Un espectador intuye, adivina en las facciones de Tolerancio una mueca que sutilmente denota perplejidad, disidencia, discrepancia. Cauto, a media voz y en catalán, le dice:

-No es más que una fantasmada. En el fondo juegan a ser "manaies" porque no les basta con una procesión anual.

Los "manaies" integran una centuria que desfila por Gerona en Semana Santa disfrazados de romanos, con sus estandartes, cascos y relucientes corazas. Completan un recorrido nocturno por la ciudad y regresan al punto de partida ascendiendo parsimoniosamente la escalinata de la catedral picando el suelo con el astil de la lanza. Es una representación sobria, una de esas procesiones de romanos que se celebran en Cataluña y en otros lugares de España.

-Me dan miedo.- Confiesa Tolerancio.

Su interlocutor, divertido, se encoge de hombros.

Tolerancio desciende hasta la plazoleta casi desierta. La comitiva ha partido hace unos minutos y en el check-point sólo quedan unos cuantos voluntarios nacionalistas atareados en desmontar el escenario y cargar los bártulos en una furgoneta.

Tolerancio enciende un pitillo y tras un breve trecho a pie toma asiento en un banco de los jardines primorosamente cuidados que dan al Paseo Arqueológico. Una de sus fantasías recurrentes es que acierta una quiniela millonaria y que se retira a vivir de las rentas a una casita de piedra y madera en un pueblecito en la montaña, donde vive con sus peluches y con un perrito, un gatito y un burrito en el establo. Frente a una de las ventanas hay un árbol frondoso donde vive una familia de ardillitas, que son sus amigas. Es un sueño ilusorio, pueril, pero actúa de manera balsámica para distraerle de sus preocupaciones. Intenta recrear ese edénico escenario, pero esa noche, esa "vigilia", no puede… su fantasía arde prendida por las antorchas del desfile nacionalista, nocturno, nazificante.

Hay juegos que es mejor no jugarlos, se sienta nostalgia o no de la procesión de los "manaies" o de cualquier otro sarao. Asumido que un nacionalismo identitario como el catalanista es un registro más en la amplia casuística de la imbecilidad humana, y que uno está acostumbrado, qué remedio, a convivir con alguna de sus manifestaciones, intimida empero la perspectiva cualitativamente distinta que se perfila en el horizonte cuando un grupo de personas… ¿50, 100?... adultas ya, con la mili hecha y con pelos en las pelotas, es capaz de darse un paseo nocturno empuñando una antorcha encendida, a cara descubierta, sin que en absoluto les importe hacer el ridículo de ese modo o que les reconozcan sus vecinos protagonizando tamaña patochada. Esas personas, no es ninguna broma, han supeditado la razón a otras configuraciones regresivas de la inteligencia humana. Sus antorchas, dicen, iluminan el camino pero… también queman herejes en autos de fe y por supuesto ellos deciden quién es el hereje.

A cada paso que da ese desfile fanático y absurdo siente Tolerancio que un abismo insondable se abre a sus pies.

1.-Recomendamos: dar una vueltecita por Gerona en el simpático trenecito turístico llamado "En Gerió".
2.-PS.- ¿Alguien puede prestarle a Tolerancio un millón de euros, por fa? Se compromete a devolverlo en cómodos plazos. Se preguntarán: ¿Para qué precisa tan bonita suma ese pinchaúvas?... Si le echan un vistazo a la contraportada del diario "El Mundo", 23/09/08, sabrán por qué.