domingo, 8 de marzo de 2009

Ácido sargoláctico y centralismo cinegético



La anécdota la explicó un cazador cubata en mano. Tolerancio no quiso creerle. Pensó que era una baladronada para burlarse de él, para meterle miedo. A él y a los amigos que escuchaban el sórdido relato. De esto hace muchos años. Era Tolerancio un jovenzuelo fácilmente impresionable. Según parece algunos cazadores de la comarca del informante, oriundo de la provincia de Ciudad Real, vecino casi del exministro Bermejo, someten las piezas abatidas en la montería a un extravagante ritual que tiene por objeto reblandecer su rigor muscular y neutralizar las posibles infecciones, muy comunes, derivadas del ácido sargoláctico por ingesta de carne procedente de la caza.

Sea un de rito de iniciación, de passage en la terminología de Van Gennep, que ha perdurado en el tiempo o una conducta de bestialismo fosilizada en el inconsciente de los primeros hombres, una suerte de arquetipo junguiano, aquellos cavernícolas que antes de la revolución agrícola y sedentaria del Neolítico obtenían de las proteínas animales la mayor parte de su dieta y sustento… el informante confesó que él mismo, y otros cazadores, se acoplan a cada pieza cobrada aunando en tan chocante apareamiento las aberraciones de la zoofilia, de la necrofilia, pues el espécimen requerido de bizarros amores es ya cadáver, y de la homozoofilia u homobestialismo pues lo mismo da que el corzo sea corza… o corzo.

En esta bitácora nos ocupamos de cuestiones de menor calado que no las implicaciones políticas de las cacerías del exministro Bermejo en compañía, cenas y copas incluidas, del juez Baltasar Garzón y del mando policial al frente de las investigaciones sobre la trama de corruptelas del PP… cita que vicia el proceso pues denota la conchabanza escandalosa de significados elementos de los poderes ejecutivo y judicial… un par de semanas antes, mira tú qué cosa, de las elecciones vascas y gallegas, y que son, además, una cortina de humo de manual para tapar los datos escalofriantes de una crisis devastadora que pasaría de largo ante un país que estaba de pleno derecho integrado en la Champions-Li (League) de la Economía Mundial según dijo ZP hace apenas unos meses. Citas que son un fraude en toda regla a la imprescindible separación de poderes en una democracia homologada con el sospechoso y presumible objeto de impedir la alternancia en el poder.

Las andanzas de Bermejo recuerdan, en su dimensión de cazador furtivo, a Juan Abadía, el personaje de la novela La caza salvaje de Juaristi. No solo porque casi todas sus metáforas instan a la agresividad, trasunto de La hipótesis del cazador de Robert Ardrey y de otros agresionistas evolutivos en antropología como Montagu, sino porque además es un trotamundos, un cazador errante que confunde Puertollano y los cotos manchegos con los jienenses de Andujar y Torres, cuna de Garzón, donde se cobra jabalíes, escopetazo que te crío, que es un contento.
En efecto, el GPS de Bermejo está averiado o trucado porque no sabe cuando transita entre comunidades autónomas y no lleva en la guantera del coche ni el mapa de carreteras ni la preceptiva licencia de caza expedida por las autoridades regionales de turno. O eso o que se le pasan, y es raro pues un cazador listo y con olfato siempre anda ojo avizor, los cartelones que en ruta avisan del cambio de demarcación provincial y regional.

La Junta de Andalucía ha multado con 2.000 € al ministro furtivo. Peor suerte corrió ese pobre diablo sorprendido por los guardias forestales de la Junta y entregado al brazo secular del SEPRONA y posteriormente sancionado con 24.000 € de multa por cazar 4 conejos. A 6.000 € la pieza, o sea, a millón de calas por montaraz roedor. Pudo alegar el interfecto, pero no lo hizo, que se limitó a obedecer aquella consigna que nos dieron hará cosa de un año cuando se desbocaba la inflación y se trataba de consumir carne de conejo, más barata que otras y tan sabrosa a la vinagreta o a la cazadora, por ejemplo. ¿Lo recuerdan?... Coma conejo, de monte, claro, que no del Playboy… bocados prohibidos al zafio paladar del común de los mortales.

A mayor abundamiento el presidente de la Junta, Manuel Chaves se erige, léase el diario El Mundo en su edición de 21/02/09, en defensor de un centralismo cinegético de nuevo cuño. Qué casualidad, aboga Chaves por la recuperación de esa competencia para el Estado central simplificando el lío mayúsculo que supone la expedición de 17 permisos de caza distintos, uno por autonomía.
Le importan un pito otras competencias transferidas de mayor fuste como la Sanidad o la Educación. Ésta última particularmente generadora de agravios e injusticias por el uso viciado que hacen de dicha competencia los diferentes gobiernos autonómicos… abusos siempre consentidos por los mal llamados partidos nacionales.

Invitados o no por empresarios y gente de posibles, con o sin licencias de caza al día, usando a su antojo cotos vedados -Quintos de Mora- a otros ciudadanos e incluso cobrándose determinadas piezas fuera de temporada, que eso también lo han hecho, estas escabechinas de cérvidos son la metáfora perfecta de una pulsión homicida del dúo protagonista, Garzón/Bermejo, contra el rival político replicada con la propensión de éste último, el rival político, al abatimiento, a una interiorizada sensación de inferioridad ante sus verdugos… actitud adocenada que recuerda el lastimero silencio del cordero que se sabe a punto de degüello por el matarife que afila sus instrumentos. El silencio de los corderos. ¿Recuerdan?... ¿Por qué callan los corderos, Clarisse?

Bermejo guiña el ojo, se humedece los labios, ajusta su mirada al visor telemétrico y aprieta el gatillo. Si da en el blanco larga un alarido de victoria que suena como a berrea de alce empalmado y se le marcan las venas del cuello, en tres dimensiones, como las de esos inverecundos cazadores que, tras aumentar el ritmo de las sacudidas pélvicas, si es cierta la anécdota referida al principio, se derraman impúdicos, repulsivamente, en oquedades y anfractuosidades de la pieza muerta.
Puede tratarse de una percepción errónea, inducida acaso por los toscos modales del exministro, o por la antipatía que despierta, pero Tolerancio se imagina, en efecto, a Bermejo solicitando los favores, y tomándolos a la fuerza, del cadáver de un muflón o de una cabra hispánica antes de seccionarles el gañote para quedarse la cornamenta como trofeo de la batida. No así al juez Garzón que, impelido por una pulsión descontrolada por las exhumaciones selectivas, habría de enterrar primero en fosa común y desenterrar después al cervatillo acribillado para dar satisfacción a sus tórridas apetencias… pues son los restos, los despojos cubiertos de tierra, tal y como ha demostrado sobradamente, aquellos que más estimulan su volandera imaginación.

Nunca sospecharon los venados que cruzaron la meseta castellano-manchega hacia Andalucía, su tierra de promisión… ¡salvados!... que el ministro furtivo les seguiría allá adonde fueran husmeando entre los matorrales, sopesando la calidad y textura de sus deposiciones, saboreándolas acaso, para establecer tiempo de paso y distancia respecto de ese punto.
Tan sólo habría faltado que los rehaleros de la partida abrevaran los ciervos en vodka, como hicieron en Rusia con el finado oso Mitrofán, en su día rescatado del alcoholismo por la atinada y caritativa puntería de Su Majestad… quién, por cierto, ya no es inviolable, cuando menos de palabra, pues Joan Tardá, diputado de ERC, ha sido absuelto por alentar públicamente al regicidio. Dijo Tardá en su defensa, con los dedos cruzados y sin demasiada convicción, que en realidad gritó ¡Muera el Bribón!... que no el Borbón… refiriéndose a la embarcación que tripula el monarca en sus periplos náuticos, estivales, por la costa mallorquina… queriendo decir ¡Húndase el Bribón!

Las correrías cinegéticas de Bermejo y Garzón nos recuerdan aquella canción genial de Burning que, dedicada a una mujer fatal, siempre con problemas, decía… Vas de caza ¿A quién vas a cazar?... ya saben... ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?

Contra los muflones proyecta Bermejo el odio que le inspiran sus rivales, proyección edípica de la figura del padre, pues se le atribuye la siguiente sentencia: Primero nos tocó luchar contra sus padres… (refiriéndose a los ciertos o supuestos padres franquistas de los actuales cargos del PP)… y ahora nos toca luchar contra sus hijos… (es decir, los herederos de ese franquismo contra el que supuestamente Bermejo se batió el cobre y de qué manera)… olvidando añadir que su padre era un jerarca franquista y que él mismo perteneció al SEU en sus años mozos.


Pie de foto.- Así reaccionó un ciervo asustadizo avisado de la visita de Bermejo y Garzón. No sólo por la fama de excelentes tiradores que les precede sino por la pintoresca profanación que sigue a la cacería y que mancillará ineluctablemente su honra de rumiante.

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