Meses atrás pasaron por la tele unos anuncios institucionales muy llamativos. También los vimos insertados en vallas publicitarias y en las estaciones del Metro. Uno de ellos era la pera limonera. El mensaje iba destinado a todos los públicos pero muy especialmente a los adolescentes. O cuando menos eran adolescentes los figurantes que protagonizaban el anuncio. El texto, escueto, era éste: Amor sense gelosia (amor sin celos).
Durante años Barcelona ha sido referente mundial del diseño (arquitectura, las célebres y prescindibles plazas duras, moda, ocio, coctelerías, restaurantes). Barcelona ha gozado de gran nombradía entre artistas y publicistas en general. Cierto que el globo últimamente se ha deshinchado y parece que ese rol de vanguardia anda de capa caída y que no son pocos los creativos que hacen las maletas y buscan nuevos destinos. De todo se cansa uno.
O le cansan, le marean, le hartan de tanto dar la brasa. Que es lo que pasa cuando una ciudad deja de cultivar el cosmopolitismo y se realinea encantada de la vida como capital de un país progresivamente autocentrado y onfalomaníaco, esto es, que no alza la mirada más allá de su propio ombligo. Y, en consecuencia, aquellos que llegaron atraídos por ideas de apertura, tránsito y de necesario desarraigo para pensar en clave universal, se topan con una sociedad adoctrinada hasta las trancas, absorta en inquietudes identitarias, lingüísticas… -recuerda: estás en un país distinto, rebosante de hechos diferenciales, de modo que normalízate nacionalmente o date el piro-… y se aburren de esa cantinela monocorde y se largan con la música a otra parte. Por ejemplo a Berlín.
El localismo asfixiante, etnogénico, palurdo, se ha incrementado exponencialmente en los últimos años gracias a la impagable labor del sonderkommando nacionalista José Montilla y ello ha ido en detrimento de esa dimensión creativa que tenía en Barcelona gran notoriedad. Y no queda más remedio, por compensación, que rediseñar nuevos espacios pues sobrevive a veces la función a la atrofia del órgano.
Y ávidos del diseño perdido… se aboga por diseñar el paisaje. Y no es una coña marinera… eso es lo que propone textualmente el nuevo redactado estatutario. El paisaje catalán debe ser intervenido, ordenado, reinventado. Pero también el paisaje comercial. De ahí la enorme profusión de multas impuestas, con expreso respaldo del presidente ZP (declaraciones en la SER unos días antes de las Elecciones Generales de marzo de 2008), a los propietarios de establecimientos que no rotulan sus comercios con arreglo a las liberticidas normas idiomáticas en vigor.
Y cuando se han rediseñado paisajes y comercios, llega el turno de las emociones, de las pasiones, de los sentimientos. Y nos ofrecen una acepción del amor como de manual, de laboratorio semiótico, con sello y marchamo de control de calidad. Que es la acepción del amor con rango oficial. Y el amor, en adelante, habrá de vivirse sin celos porque de lo contrario será un amor de segunda, de saldo, un amor bastardo, de baja estofa, sujeto acaso a sanción administrativa fallada por el Alto Tribunal Especial para Fiscalización de Sentimientos.
Aprendemos la lección: no seremos celosos. Ni envidiosos, ni rencorosos. Habrá a quien le parecerá una gran idea… solo que más del 90% de los amores conocidos hasta la fecha, es un purparlé estadístico, contienen los celos como uno de sus componentes. Y no hay manera de aislarlos en ese gabinete polpótico… -(de Pol Pot)-… de ingeniería social aplicada y publicitaria. El hombre, lo dijo Ciorán, es una unidad de desastre y los celos son un aditamento presente en determinadas emociones por mucho que algunos se esfuercen en moldear a jeremiadas y milongas al individuo para convertirlo en otra unidad de distinta naturaleza, no-desastrosa.
Pero el diseño también puede proyectarse, cuando no hay más restaurantes y bares de copas a mano que pintar y decorar, no solo a los sentimientos personales, el amor sin celos, sino a los de pertenencia nacional. Para muestra un botón: ahí tenemos el novedoso artículo, 2.8a, de la LEC tripartita, la Ley de Educación que insta a la deseable promoción del fervor patriótico entre nuestros párvulos.
De ese modo desde la más tierna infancia los chicos, que antes aprenderán a decir expolio fiscal de Madrid que caca, son sometidos a continuas radiaciones, a una suerte de despliegue balístico de ondas hipnótico-cerebrales día tras día, sin perder ripio… -(inmersión monolingüe, manipulación de los libros de texto, historiografía rediseñada, tan necesaria cuando la historia real no da para más, nivel C normativo para promocionar social y profesionalmente, ahora también tras la barra de un bar so pena del informe admonitorio del inspector lingüístico de turno emboscado tras un cafélito y un diario)-… que pretende anular todo pensamiento analítico y crítico y guiar al individuo en su periplo obediente y adocenado, por desballestamiento mental o por aburrimiento, hacia la fusión magmática en el alma colectiva de la nación fundada donde la inopia, la imbecilidad masiva es una condición previa, inaugural y un bien común a gestionar por la élite dirigente.
Y ya tenemos la masa amorfa de elementos zombizados, sedados, anestesiados con bufotoxinas mentales de efecto curarizante, lobotomizados, rediseñados desde que gatean, desprovistos de los dañinos reflejos de la disidencia, de la discrepancia, adiestrados como las obedientes y previsibles bestezuelas de un etólogo conductista.
Aprendemos la lección: no seremos celosos. Ni envidiosos, ni rencorosos. Habrá a quien le parecerá una gran idea… solo que más del 90% de los amores conocidos hasta la fecha, es un purparlé estadístico, contienen los celos como uno de sus componentes. Y no hay manera de aislarlos en ese gabinete polpótico… -(de Pol Pot)-… de ingeniería social aplicada y publicitaria. El hombre, lo dijo Ciorán, es una unidad de desastre y los celos son un aditamento presente en determinadas emociones por mucho que algunos se esfuercen en moldear a jeremiadas y milongas al individuo para convertirlo en otra unidad de distinta naturaleza, no-desastrosa.
Pero el diseño también puede proyectarse, cuando no hay más restaurantes y bares de copas a mano que pintar y decorar, no solo a los sentimientos personales, el amor sin celos, sino a los de pertenencia nacional. Para muestra un botón: ahí tenemos el novedoso artículo, 2.8a, de la LEC tripartita, la Ley de Educación que insta a la deseable promoción del fervor patriótico entre nuestros párvulos.
De ese modo desde la más tierna infancia los chicos, que antes aprenderán a decir expolio fiscal de Madrid que caca, son sometidos a continuas radiaciones, a una suerte de despliegue balístico de ondas hipnótico-cerebrales día tras día, sin perder ripio… -(inmersión monolingüe, manipulación de los libros de texto, historiografía rediseñada, tan necesaria cuando la historia real no da para más, nivel C normativo para promocionar social y profesionalmente, ahora también tras la barra de un bar so pena del informe admonitorio del inspector lingüístico de turno emboscado tras un cafélito y un diario)-… que pretende anular todo pensamiento analítico y crítico y guiar al individuo en su periplo obediente y adocenado, por desballestamiento mental o por aburrimiento, hacia la fusión magmática en el alma colectiva de la nación fundada donde la inopia, la imbecilidad masiva es una condición previa, inaugural y un bien común a gestionar por la élite dirigente.
Y ya tenemos la masa amorfa de elementos zombizados, sedados, anestesiados con bufotoxinas mentales de efecto curarizante, lobotomizados, rediseñados desde que gatean, desprovistos de los dañinos reflejos de la disidencia, de la discrepancia, adiestrados como las obedientes y previsibles bestezuelas de un etólogo conductista.
¿Y qué los celos? ¿A quién no le reconcomían cuando era un muchacho y veía a la chica de sus sueños flirteando con otro? Nos quieren proteger de la vida misma dándola mascada, en dosis medidas y pesadas al miligramo en una balanza de precisión y muy bonitamente envasadas.
No han tenido suficiente con imaginar superhombres. O Humanidades Nuevas mediante profilaxis ideológicas transmutadas en matanzas industriales. Siempre a vueltas con quitar lo inhumano del hombre, que es como extraerle los colmillos y las garras a un felino. Pero el hombre no se ahorma tan fácilmente a esas fantasías porque es siempre demasiado humano. Ahora toca deshumanizarlo, hacer de él un guiñapo, un pelele, un zombi de paso torpón y titubeante, manejado a voluntad y a distancia como si fuera una marioneta. El próximo paso de los redentores de la Humanidad en su conjunto, de los diseñadores de hombres, será… -si el diseño externo, publicitario, de los sentimientos no da los resultados previstos-… inocularlos por vía intravenosa, graparlos directamente en el córtex cerebral o transmitirlos mediante manipulación psico-genética al nasciturus que supere en el vientre materno las enormes posibilidades legales de no pasar de moriturus.
El ser humano, en manos de esta tropa infame, progres y nacionalistas, perderá su condición de unidad de desastre para devenir un desastre colectivo de elementos o unidades intercambiables, prescindibles, in-significantes.
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