sábado, 4 de abril de 2009

¿Qué fue de Reginald Perrin?


Hace años echaron por la tele una magnífica serie de ficción titulada Caída y auge de Reginald Perrin. No sabemos si la han repuesto como hacen con otras series de éxito. Quizá es que no lo tuvo y por eso no la han vuelto a emitir. Era una de esas series británicas de la factoría de Un hombre en casa o El nido de Robin.

Reginald Perrin es un tipo que lleva una existencia mediocre e infeliz. Hasta que descubre que la gente se desvive por cosas inútiles y se hace de oro poniendo a la venta una balumba de objetos innecesarios en un comercio que monta a tal efecto.
Vende el deleznable vino de nabos que elabora su cuñado y que conquista el paladar de su clientela, ávido de porquerías. Pero también un salero sin agujeros que no sala la comida, unas tijeras de una sola hoja que no cortan, una cuchara hueca, como un donut, por donde se escurre la sopa o una canasta de baloncesto con su pelota… sólo que el diámetro de la canasta es inferior al de la pelota de modo que los jugadores jamás anotan un punto. ¿Qué fue de Reginald Perrin?

Si Reginald Perrin mudara de actividad comercial e instalara hoy un bar de copas en Barcelona hablaría catalán so pena de la preceptiva multa incoada por los inspectores de la Gestapo lingüística del sonderkommando nacionalista José Montilla, natural de Iznájar, provincia de Córdoba. Esos agentes que piden un café y fingen leer el diario pero que en realidad andan atentos a cuanto pían Fulano o Mengano acodados en la barra.

Días atrás la prensa publicó que el gobierno regional prepara una batida a gran escala por comercios, en particular bares y restaurantes, amparándose en la elevada cifra de quejas de clientes anónimos… -que no son tan anónimos sino voluntarios reclutados por plataformas subvencionadas del tipo Òmnium Cultural-… que no fueron atendidos en la lengua propia de Montilla, es decir, en catalán… lengua que hablaba el interfecto cuando niño con su mamá y sus abuelitos. Disposición gubernamental pintiparada para tiempos de crisis… o de bonanza económica, pues cuando una disposición no tiene más referente que la estupidez lo mismo da el momento exacto de su aplicación si nos atenemos al antiquísimo e irrefutable proverbio: una chorrada es una chorrada, hoy o mañana, aquí o en la Cochinchina.

Si los agentes del sonderkommando Montilla se dan un garbeo por el barrio donde vive Tolerancio no tendrán más bemoles que examinar de catalán a los regentes de los bares de la zona, que son todos chinos. Les preguntarán si hablan catalán y los camareros sonrientes responderán, cómo no, con una sonrisa.

-Sí, sí, catalán, catalán, ji, ji… -eso es lo que dirán sin entender una palabra sirviéndoles un café o un cortado, un tallat.

A esos agentes no les faltará trabajo, peinando los barrios de la ciudad, emboscados tras las esquinas, calzados quizá con unos zapatos de esos vendidos a precio de saldo en comercios también regentados por chinos que contienen vaya usted a saber qué mejunje tóxico en las plantillas y que ya han provocado abrasiones en los pies por centenares, según noticia aparecida en la prensa.
Qué trabajo el suyo. Alguien tiene que hacerlo dirán los meticones agentes de la pureza idiomática mientras rellenan sus formularios delatores con anotaciones como ésta:

Un señor de nacionalidad china, que dice llamarse Chu-Lín, no me conjuga bien los verbos. Su catalán es una calamidad. Bar Jacinto, calle Blai nº 5.
He ido al baño. Me he topado con un ortóptero de crujiente caparazón. Le he preguntado al insecto si habla catalán. Ante su silencio desafiante le he acercado el pitillo que había encendido a escondidas en el baño para obligarle a responder. No consentiré que esa escoria se burle de mí.
Al cabo de unos segundos he comprendido que las cucarachas no hablan. Pero es que me la pone tan dura la lucha cotidiana por Cataluña, dura como una barra de hierro… lo sé, trabajo demasiado. Necesito unas vacaciones.

Alguien tiene que hacerlo… que es lo que siempre dicen quienes aplican electrodos en el pito a los disidentes cautivos en sórdidos calabozos bajo regímenes tiránicos.

Esas inspecciones dan la medida exacta de la utilidad de un idioma cuando no lo hablan más allá de, muy generosamente, 8 o 9 millones de personas, incluido un pescador jubilado de Alghero, Cerdeña, y un pastor que reside en Ceret, en la vertiente francesa de los Pirineos y que nada sospechan de toda esta sucedumbre cansina y pestilente.

Los idiomas sirven para que las personas se comuniquen. Pero además el catalán sirve para otra cosa más. Es decir, para dos cosas. Que por un lado es una ventaja, pero por otro triste balance para quienes dicen amarlo… que lo protegen con tan fuerte abrazo que acabarán por asfixiarlo.
Nos explicamos: en vista de la inmersión escolar obligatoria, de las sanciones administrativas a causa de los rótulos comerciales, de las inspecciones a bares y restaurantes y de otras cuestiones similares derivadas de la obsesión lingüística de los sucesivos gobiernos nacionalistas, lo mismo da CiU que PSC, el catalán sirve... para que no te multen. Para eso va a quedar.

¿Acabarán con los años los ejemplares de gramática catalana amontonados por docenas, cubiertos de polvo, en un rincón de la tienda de Reginald Perrin junto a violines sin cuerdas o a velas sin mecha?

1 comentario:

Reinhard dijo...

Pues yo, amigo Tolerancio, conozco bares que:
a) El rótulo está en español.
b)El dueño y los empleados hablan en español.
c) La carta está en español.
d) Permiten fumar, en español,claro: Ducados y Habanos.
e) Y last but not least, ¡¡¡¡¡¡TIENEN EL AS Y EL MARCA EN LA BARRA!!!!