martes, 11 de diciembre de 2007

ZP, reencarnación del legendario jefe Seattle


Zapatero pretende firmar un pacto con la naturaleza de obligado cumplimiento que habrá de implicar a las generaciones venideras. El motivo no es otro que su comprensible preocupación por la debida y deseable preservación del medio ambiente. Sin duda tendrá a mano expertos que le asesoren para proceder al óptimo redactado de esa suerte de contrato mercantil con la madre naturaleza. Le ayudará gustosamente la señora Mathari, premio Nobel de la Paz, merecido galardón que obtuvo por su programa de reforestación del continente africano para compensar acaso la tala indiscriminada de clítoris de la que es acérrima defensora. La eximia pensadora y reforestadora africana -que tiene más peligro que un mono con una Gillette y nunca mejor ni más trágicamente dicho- ha sido recientemente fichada por el PSOE para elaborar propuestas de gran relevancia que convertirán al partido en el gobierno en un referente de primera magnitud del pensamiento avanzado a escala planetaria, sino cósmica, tal y como anunciara en su día el ministro Caldera, responsable, en calidad de inductor, de los sostenidos flujos migratorios que, atravesando mares y océanos, arriban modélica, ordenadamente a nuestras costas gracias a los procesos extraordinarios de regulación que han cosechado toda suerte de parabienes entre los restantes estados miembros de la Unión Europea.

El presidente Zapatero, visionario como no hay dos del conservacionismo ecológico, del cambio climático y del desarrollo sostenible, se nos presenta como epígono, alumno aventajado de Jean Jacques Rousseau que pasó a la historia de la filosofía, de la pedagogía y del pensamiento occidental por sus ideas, algo vulgarizadas hoy, del buen salvaje a imagen y semejanza del niño feliz e inocente, incontaminado aún por la hipocresía, la falsía y la mendacidad de la sociedad que componen los adultos, y también por su celebrada teoría del Contrato Social que suscriben los hombres entre sí para dotarse de una vida en comunidad organizada, justa y armónica.
Pero se trata de trascender ese ámbito y presentar un documento asumible a la naturaleza. Por eso también nos recuerda Zapatero al jefe Seattle de los indígenas americanos de la tribu sioux cuya carta al presidente de los Estados Unidos se considera hoy un testimonio fundacional de la moderna toma de conciencia ecológica, un documento reproducido en multitud de ocasiones y que insta a la confraternización humana en términos poéticos y conmovedores con el hermano árbol, el hermano río y la hermana ardilla. Lo que, salvando las distancias, en nuestro acervo cultural ya representó tiempo ha, siglo XIII, la teoría de las vestigia trinitatis formulada por el toscano san Buenaventura, caída en olvido y desgracia, que duda cabe, por sus despreciables y polutas raíces cristinas.

Habrá no obstante que hilar muy fino para no pillarse los dedos con determinadas cláusulas no sea que la otra parte nos eche en cara el incumplimiento del contrato y nos lleve a los tribunales por estafa. Para empezar, España, que habría de ser una de las potencias promotoras y garantes del asombroso pacto, dista mucho de cumplir con los requisitos suscritos en su día a cuento del llamado Protocolo de Kyoto que pretende regular la emisión de CO2 a la atmósfera. Si bien tampoco parece que esa circunstancia impida apadrinar nuevas y concurrentes iniciativas pues uno de los gurús o santones mundiales más significados en la materia, señor Al Gore, en su día no suscribió ese tratado, que nos presentan como la piedra angular del edificio de la sostenibilidad, y que debe serlo sin duda -Dios nos libre de contravenir el unánime criterio-, habiendo tenido ocasión de hacerlo en calidad de vicepresidente del gobierno más poderoso del planeta, que no es cosa de broma a tenor de la corriente mimética que, en el ancho mundo, se deriva de cualesquiera de las decisiones tomadas en el despacho oval de la Casa Blanca donde las mamadas, por cierto, adquieren una fuerza implosiva descomunal.

Pero presumimos algunas dificultades para poner en marcha tan ambicioso proyecto como determinar quién rubricará el documento por la otra parte. Pospondremos acaloradas polémicas, por infértiles e inoportunas, para dirimir si la naturaleza tal y como la pensamos es un ente con personalidad jurídica propia fuera de las diversas y sucesivas, y no siempre coincidentes, cosmovisiones de la limitada inteligencia humana o si es otra y muy distinta cosa. Eso ahora, por su enjundia, no nos ocupa. Pero sí andar avisados de la identidad y talante de todos los abajo firmantes del solemne pacto, pues de la fiabilidad de la palabra de nuestro bienamado presidente nos hacemos muchos una idea bastante aproximada.

¿Firmará un zarapito piquirrojo, una foca monje, Knut*, el osito polar criado en el zoo de Berlín a pesar de la militante oposición de los integristas del ecologismo que querían darle el pasaporte, una mantis religiosa, una espiga de trigo, una nubecilla errabunda, una mariquita, una libélula, Baner y Flapi o un fragante macizo de azaleas? ¿Y qué sucederá si incumplimos el pacto a las primeras de cambio? ¿Lo hará trizas Pérez Rubalcaba gracias a los buenos servicios de la trituradora de papel que guarda en sus dependencias ministeriales como ya hizo tiempo atrás con algunos documentos comprometedores o más recientemente con las actas de las negociaciones con los terroristas de ETA? ¿Y quién presidiría el tribunal de la hipotética causa? ¿El juez Garzón si es que se lo permiten las numerosas causas que por genocidio instruye simultáneamente contra destacados criminales como, entre otras, la que sigue in efigie contra el mariscal Gilles de Rais, lugarteniente de Juana de Arco, muerto en el siglo XV? ¿O Santiago Pedraz, martillo implacable de terroristas? ¿O quizá Gómez Bermúdez, el mediático magistrado de deslumbrante calvorota?

Despacho de última hora.- Hemos sabido que, definitivamente, por la naturaleza firmarán los marsupiales australianos. En efecto, el diario gratuito 20 Minutos en su edición del lunes 10/12/07, bajo el significativo título Parece Mentira (y no lo es) y el epígrafe Canguros contra el cambio climático, dice lo siguiente:

Los canguros pueden esconder un arma contra el cambio climático, según publicó Infobae. Se trata de una bacteria presente en esos marsupiales gracias a la cual sus flatulencias no contienen metano. Científicos australianos trabajan para implantarla en vacas y ovejas ya que emiten CO2 a la atmósfera.

Fue noticia meses atrás que sesudos científicos de no recordamos qué nacionalidad atribuían a bóvidos y reses ovinas la emisión del 4% de los gases de efecto invernadero que propician el calentamiento global. No sabemos cómo se las ingeniarán para trasplantar esa suerte de bacteria metanófaga o para replicar en las vacas los traseros de los saltarines canguros pero, tras una vida cursando estudios académicos superiores y acabar huroneando en las ventosidades de unos y otros, pueden al fin tan sesudos hombres de ciencia rendir un impagable servicio a la humanidad.


* Knut ha cumplido un año. Tolerancio ha seguido día a día el crecimiento del oso polar desde que era un cachorro, gracioso como una mascota de peluche. Ahora es un buen mozo, un plantígrado adulto verdaderamente grandullón. Confiemos en que siga creciendo fuerte y sano y que lleve una vida razonablemente diga aún en cautividad. Frank Albrecht, un afamado ecologista, propuso al zoo que se deshiciera del animal porque sufriría problemas de comportamiento durante el resto de sus días. Que sepamos Albrecht no ha vuelto a abrir el pico, aunque, presumiblemente, le gustaría inyectarle a Knut una dosis de veneno mortal, pues le mortifica ver como nuestro oso se zampa tan ricamente su ración diaria de pescado.

Albrecht, majete, acércate a Knut ahora y tócale un pelo, valiente. Vamos, tócale un pelo si tienes cojones…

1 comentario:

Reinhard dijo...

¿ Un pacto con la naturaleza? Huumm, no sé, no sé; diría yo que eso sería un pacto contra natura, porque ya el Código Civil, el español y cualquier otro, establece que un pacto, o contrato, se da cuando hay un acuerdo de voluntades entre varias partes. Sabemos, o presumimos, que Zapo sabe firmar, al menos por poderes con la ETA, pero ¿ y la naturaleza? ¿ Quién firma por ella? ¿ quién la representa? No podría ser Zapo, pues en ese supuesto nos encontraríamos de facto, y de iure, con un "autocontrato", figura docrtinal de tipo civil siempre polémica que otro día, con su venia y algo más de tiempo, Sr. Tolerencio, podríamos explicar.
Saludos.