jueves, 31 de enero de 2008

De la cuna a la fosa: gratis total + 400 €


Fomentar la excelencia, el trabajo, el esfuerzo personal. A ese dantesco y aterrador panorama parecen abocadas indefectiblemente las generaciones venideras. Para muestra, un botón:

Antaño se decía que las criaturas venían al mundo, que era, y es, un valle de lágrimas, con un pan bajo el brazo -en Francia con una baguette-. Ahora aterrizan, siempre que hayan nacido con posterioridad al 03 de julio de 2007, con un cheque-bebé pagadero al portador por valor de 2.500 €, aunque parece que la dote ha subido a 3.000 en las últimas horas por causa de las fluctuaciones registradas en el mercado de las promesas electorales que experimentan ciertas turbulencias -como las bursátiles- a medida que nos acercamos a la fecha señalada.

Luego tocará, a partir del dos mil nosabemoscuántos, la ortodoncia universal para solventar los frecuentes problemas de dentición de los pequeñuelos, no así, que sepamos, de los peques de hasta 90 años o más. De tal modo que el Ratoncito Pérez ingresará en las crecientes filas del desempleo, sin otro horizonte profesional que los laboratorios científicos para experimentación de vacunas y medicamentos.

Llegamos a la ESO, al Bachillerato o como quiera que se llame el Plan de Estudios, si lo hay, que afecta a los alumnos adolescentes. Nunca mejor dicho lo de afecta, pues el alumnado constituye el colectivo afectado, o mejor, damnificado en primera instancia, aunque los efectos se hacen notar a su alrededor en ondas expansivas. Además de pasar de curso con cuatro calabazas en el macuto, tendrán derecho a una beca mensual por valor de 600 € per cápita, ayuda prometida por la Junta de Andalucía -esa realidad nacional de nuevo cuño respaldada por el PP- gracias a la manirrota prodigalidad del presidente olivariano Manuel Chaves, con la intención, dicen, de fidelizar entre el alumnado el loable hábito del estudio. La promesa, permanentemente incumplida, de don Pantuflo Zapatilla a Zipi y Zape, consistente en regalar una bicicleta a su traviesa prole como recompensa a su aplicación en las aulas y a un brillante expediente académico, ha pasado a la historia. Y es que los tiempos cambian que es una barbaridad.

A esos 600 € x 10 meses de curso lectivo siguen -suma y sigue- las ayudas a los jóvenes anunciadas por la ministro/a Chacón -210 € mensuales durante cuatro años, sobre una propuesta anterior de la ministro/a Trujillo, la de los mini-pisos pero con macro-despacho zen- para facilitar su acceso a la vivienda de alquiler, siempre que tengan entre 22 y 30 años, es decir, ni 21 ni 31, y acrediten ingresos inferiores a 24.000 € anuales -no vale 24.000’01-.

La cosa marcha, pero aún falta por cubrir un considerable tramo de nuestra aperreada existencia, según la esperanza de vida por media estadística, aunque todo se andará. Aquí entra en escena el cheque-bomba. Un ingreso atípico por la nadería de 1.500 € mensuales. Cierto que esta medida parece que ha caído en el cajón del olvido luego de la aparente ruptura de negociaciones entre ETA y ZP y de los cambios de humor del juez Baltasar Garzón, que ha ordenado recientemente la detención de la cúpula al completo de Batasuna y procede ahora a la ilegalización de ANV -ese partido político que hace unos meses, con motivos de las últimas elecciones municipales, era legal en Beasain, por ejemplo, y unos quilómetros más allá, en Ordicia, no-.

Para optar al momio del cheque-bomba era preciso cumplimentar el formulario de certificado terrorista que pensaba expedir la administración en las ventanillas de Hacienda, debiendo acreditar el interesado la comisión de al menos un atentado con heridos y derramamiento de sangre. Matar no era requisito indispensable, pero sí lo era demostrar la hospitalización de la víctima, o víctimas, para beneficiarse de la gratificación. Fue un error muy difundido creer que se habría generado derecho a devengo simplemente por quemar fotos del rey, amenazar de muerte a diputados del PP o de C’s o perpetrar actos que denotaran cierto despego de la vida, incluso de la propia, tales como leer entero un ejemplar de El Periódico de Cataluña, saberse al dedillo la discografía de Nuria Feliu o compartir una maratoniana tertulia con Enric Sopena y Antón Losada, por ejemplo.
Además, para acogerse a tan jugosa subvención habría que adjuntar copia de condena firme en fallo judicial, escrito de arrepentimiento que el interfecto podría bajarse cómodamente de internet y documento penitenciario de excarcelación, todo por duplicado y debidamente compulsado. De modo que tras el lapso de la reclusión, unos meses apenas, con arreglo a la amnistía pactada previamente, optaría el peticionario a 10 años de la codiciada beca terrorista de reinserción.

Se trata, según algunos, de promover una vida digna y feliz. Que un mundo más cómodo y más humano es posible. No sabemos si éste es el camino adecuado. Pero tiene su qué que a uno le lleven en volandas, sin dar palo al agua hasta los 30 años de edad o más (cheque-bebé, cheque-dentista, cheque-Chaves, cheque-Chacón y cheque-bomba) que luego ya tocará espabilar y menear el trasero, aunque la deslocalización industrial y el desempleo vayan a más -acabamos de conocer el dato de octubre*: otros 30.000 parados- y empeore la situación económica, que, de todos modos, no afectará a España a tenor de las tranquilizadoras declaraciones gubernamentales, pues aquí todo marcha sobre ruedas, no hay el menor atisbo de crisis y si la inflación se descontrola es por culpa de las propinas que dejamos en las cafeterías. Pero… que nos quiten lo bailao.

De todos modos aún falta la guinda: el cheque-chup. En efecto, cuando Tolerancio asistía a las clases de bachillerato, en sus años mozos, casi todos los condiscípulos compartían una idea básica acerca del paraíso terrenal o de la auténtica felicidad, que era, cómo no, la satisfacción de las pulsiones sexuales. El huevón de Tolerancio y sus amigotes se pasaban el día entero pensando en chicas en biquini y en otras cochinadas por el estilo. Su Shangri-La en esta vida era, como decían en una secuencia de Vixens, una peli de culto por entonces, de uno de los protagonistas: que se creía alguien porque se la chupaban cada día.
Era esa, triste es admitirlo, su meta existencial, todo lo que daban de sí sus juveniles horizontes. Pero quién sabe, si se trata de hacer de los sueños realidad, incluso con carácter retroactivo, cualquier día ZP y su alegre trouppe, metidos a hada madrina, nos resarcirán de ese trauma adolescente y nos sacarán la espinita que llevamos clavada desde los lejanos tiempos de las insatisfechas querencias sexuales de la mocedad. Y bono-chup gratis. No sabemos quién se encargaría de dar cumplimiento a tan infecundo compromiso, aunque acabaría con las mandíbulas desencajadas como aquella candidata al senado belga que prometió mamársela sin descanso a todos sus votantes, aunque se contaran por miles. Ya saben el final de la historia: fue un bluff porque la chica no se presentó a las elecciones y además tuvo una agarrada de no te menees con su novio, radicalmente opuesto a tan obsequioso programa electoral.

Pero, una vez más se cumple, gracias a nuestros eruditos y providentes gobernantes, aquel refrán de Dios aprieta, pero no ahoga. Habiendo sido desestimado por razones de oportunidad electoral el cheque-bomba -no hay, dicen, expectativas de diálogo en el horizonte inmediato y los batasunos y etarras que antes eran poco menos que frailes mercedarios, ahora son unos chicos muy traviesos- y perteneciendo el bono-chup al ámbito de las fantasías animadas de ayer y hoy del inmaduro patán de Tolerancio, irrumpe en escena con tronío, con una fuerza arrolladora el cacique-cheque por valor de ¡¡¡400 euritos de aúpa!!! para sanear las maltrechas economías familiares.

Una medida, prodigio de la ingeniería fiscal que bien puede valer la rutilante concesión del Premio Nobel de Economía -premio, como es sabido, que se decide entre los plácidos y tonificantes vapores de una sauna con una buena provisión a mano de botellas de vodka, etiqueta negra- y que merece una bitácora aparte. Una cantidad que puede dar mucho de sí. Como poco para unos 200 botellines de cerveza, botellín arriba, botellín abajo, según el apresurado cálculo de un exultante parroquiano del bar donde Tolerancio desayuna su preceptivo carajillo de menta.

Gratis total.


* Esta bitácora, puesta al día con algunos comentarios, fue redactada hace meses, como se deduce de la cita con asterisco, pero, a pesar de todo, no ha perdido su vigencia.

lunes, 28 de enero de 2008

Andorra: ten points


Andorra es el plan B de muchas de las maquinaciones y trapacerías de la política exterior nacionalista. No sólo es el país de la nieve, o antaño, el país del azúcar, el whisky escocés y el tabaco de matute. Andorra, ese principado nominalmente regido por dos co-príncipes, el obispo de la Seo de Urgel y el Presidente de la República francesa -tiempo ha ese papel lo ejercía el vizconde de Foix desde ese castillo imponente sobre un promontorio que parece la guarida del conde Drácula-, se ha puesto al día y ha sustituido en parte el contrabandeo por montuosas sendas por el blanqueo de capitales a la guisa de un paraíso fiscal caribeño o de Gibraltar, que es la réplica meridional del país de los nivosos valles, donde los monos del peñón sustituyen los rebecos asilvestrados sobre roquedos abruptos.

Andorra ha colgado pues sus ropajes medievales, alguno de esos tics que la asimilaban a un ficticio país balcánico como de comedia de los hermanos Marx o de una aventura del intrépido reportero Tintín, para adecuarse pizca más o menos a los tiempos presentes. En Andorra, por ejemplo, hasta hace poco, los trabajadores no podían sindicarse, y es posible que así continúen las cosas, salvo que se trabaje para una empresa extranjera residenciada en el país quedando la plantilla sometida a las reglamentaciones laborales foráneas.

Se comprende en parte el atractivo que ejerce Andorra como referente de las ensoñaciones de nuestros nacionalistas. Ese aire decimonónico casi de gran ducado danubiano, sin algunas de las cortapisas inherentes a la moderna concepción de los derechos individuales y las libertades civiles que tanto hastían a nuestros conspicuos prohombres de la patria. Esas libertades, esos derechos que constituyen un impedimento, un estorbo para la aplicación sistemática de los presupuestos clánicos del tribalismo nacionalista. Su división administrativa en parroquias, una cosa como casolana i petitona, su tamaño y modelo demográfico de vecindario disperso que se reúne todas las fiestas de guardar en ermitas y devotas romerías es el rien ne va plus que mece en trance onírico-erótico a nuestros nacionalistas más agropecuarios.

Porque, en definitiva, parece que Andorra permanece aún anclada a ese pasado mítico, añorado, enquistada en la historia, que pertenece aún a ese mundo anterior a 1714. Ese mundo de nobles y plebeyos, el mundo de los usatges y de los fueros pre-modernos y pre-democráticos, y donde el catalán es, a mayor abundamiento, la única lengua oficial.
También fue el andorrano el pabellón que habría de acoger a los atletas catalanes en competiciones olímpicas, con arreglo a la delirante propuesta formulada en su día por Artur Mas, que, como un lama tibetano, levita y se la pela como un rijoso babuino, transido de amor patrio, en presencia del sagrado sepulcro de Godofredo el Peludo en el monasterio de Ripoll. Y de otras muchas melonadas y zarabandas, convertido, acaso a su pesar, el país de los valles pirenaicos en promisorio lugar de asilo, de acogimiento a sagrado, de las proyecciones internacionales del nacionalismo catalán.

En esa línea, hará cosa de un año o dos -no recordamos con exactitud- nos dieron la matraca a conciencia en TV3, uno de esos medios con un costrón nacionalista que tira de espaldas y supura fluidos residuales, según el diputado del PSC, señor Joan Ferran, con las eliminatorias previas del Festival de Eurovisión, ese evento televisivo que aguarda usted durante todo el año en un auténtico sin vivir. Se trataba de elegir la canción que representaría a Andorra en el certamen musical mediante votación vía SMS o algún procedimiento similar. De superar el representante andorrano la criba previa, el idioma catalán habría participado por vez primera en el birrioso concurso. Pero el hado nos fue esquivo y Andorra no obtuvo plaza para contender en el melódico palenque. Menudo chasco. Grrrrrr… Tolerancio aún no se ha recuperado del doloroso trauma.

Este año Andorra presenta a concurso una canción interpretada en… ¡¡¡inglés!!!... ¡¡¡Comorrrrr!!! El tema corre a cargo de Gisela, una cantante catalana que alcanzó cierta popularidad gracias a su participación en un insoportable programa televisivo de promoción de artistas y que obtuvo un gran éxito de público: Operación Triunfo, al que concurrieron no pocos cantantes autóctonos para desesperación de los garantes de las purezas patrias. Un bodrio de programa explotado por la rentable empresa de los antiguos componentes de La Trinca, grupo musical de gran notoriedad en Cataluña… circunstancia que, a muy temprana edad, hizo pensar a Tolerancio que buena parte de sus paisanos habían sido irremediablemente abducidos por una poderosa organización de origen extraterrestre.

Para muchos puristas, Andorra, ese Shangri-La del nacionalismo, se desvanece en lontananza como un pueblito entre las brumas. Andorra ha tomado la senda, ya no del contrabando romántico, burlando a civiles y gendarmes, sino de la traición, del blanqueo de capitales y del inglés eurovisivo. Y el rito lo oficiará Gisela, catalana por más señas, que solo por lo jamona que está la criatura, se clasificará sin despeinarse.

No sabemos si los nacionalistas destacados al evento por el tejido asociativo generosamente subvencionado, desplegarán, llegada la hora, una pancarta llamando traidora a Gisela por cantar en inglés -por aquello de la honra y los barcos, que es mejor idioma sin Eurovisión, que Eurovisión sin idioma- como la desplegaron semanas atrás en San Mamés para insultar a los jugadores catalanes que compiten con la selección española de fútbol.
Si así fuera, Tolerancio, animado por un afán compensatorio, se presentaría voluntario a brindar a Gisela afecto y calor aunque, así es la vida, no en el formato que verdaderamente le gustaría, pues la chica está, ya se ha dicho, como un tren cargado de jamones.

Andorra: ten points.




viernes, 25 de enero de 2008

Peajes


El gobierno regional presidido por el sonderkommando Montilla ha olvidado una de las promesas que hizo en su día y que los obedientes medios locales de comunicación difundieron a los cuatro vientos entonando jubilosos cánticos de redención, de herida restañada al fin por el nuevo milenarismo -fecha clave: 2014- instaurado por el nacionalismo tripartitoide: el mil veces reclamado rescate de los peajes de las autopistas. Este asunto ha sido uno de los motivos recurrentes de la ciudadanía autóctona blandido siempre en formato de agravio comparativo: Aquí somos los únicos paganos del país mientras en otras regiones las autopistas son gratuitas.

En efecto, no ha habido tertulia radiofónica, televisiva, sección de cartas de los lectores en la prensa o conversación de cafetería donde no aflorase el citado apartado argumental y probatorio del expolio minuciosamente diseñado por nuestros conjurados enemigos, los a veces llamados mesetarios, nombre con aire como a moradores de la Tierra Media de un relato de Tölkien. Por cuenta de los peajes de las autopistas los fabricantes de pañuelos de papel para enjugar el llanto incontenible han dado por estos predios con un verdadero filón.

Lo malo de algunas decisiones ventajosas o reparadoras es que solo se pueden tomar una vez. Que muerto el perro de los peajes se acabaría la rabia -en uno de sus muchos avatares- del victimismo que tan pingüe rédito político proporciona a quienes lo atizan como ingrediente fundamental de su latosa coctelería de desafecciones emocionales, como dijera en su día ese felador por antonomasia del nacionalismo, chup-chup-chup, que es Pepín Montilla.

Cabe que el olvido/descuido del affaire peajes por parte de las autoridades regionales, que deben andar muy atareadas las pobres diseñando sin descanso los diferentes capítulos a subvencionar de la construcción nacional, responda a no muy nobles intereses. La gestión de algunas autopistas de pago corresponde a concesionarias participadas por entidades financieras de enorme y patrio prestigio como La Caixa, distinguida por cívicas condonaciones de intereses sobre multimillonarios préstamos concedidos a partidos con responsabilidades de gobierno, como fue el caso reciente del así llamado crédito amontillado.
La buena disposición de esa entidad financiera, que pregona a menudo las excelencias verdaderamente conmovedoras de su Obra Social, y que con loables prontitud y desprendimiento acude en auxilio de cuantas personas menesterosas habitan el ancho mundo, merece desde instancias gubernativas una agradecida y afectuosa recompensa a través de renovadas prórrogas de las licencias de explotación, tan a propósito para allegar esos fondos imprescindibles para acometer sus desinteresadas campañas que instilan en nuestros corazones el inefable orgullo de la pertenencia a la estirpe humana.

Por lo tanto, sólo el egoísmo más desatado y un deleznable interés por el vil metal explican que proyectemos nuestro enojo sobre las concesionarias por el aumento de tarifas repercutido a los usuarios, es decir, por la no condonación -tantas veces anunciada- de los peajes.

Con el nuevo año, rescatamos, no peajes, pero sí propósitos mil veces anunciados, siempre demorados y jamás cumplidos. Uno de ellos es abandonar los malos pensamientos, las infundadas sospechas acerca de las conductas de nuestros semejantes, a quienes a menudo atribuimos ruines motivaciones. Demos un paso al frente y llevemos de una vez ese elevado propósito al concreto mundo de las formas: las concesionarias de autopistas no tienen por objeto vaciar nuestros bolsillos para inflar las cuentas corrientes de sus directivos para que éstos se den la vida padre, por ejemplo… nada de eso, sino recaudar medios para implementar sus campañas filantrópicas.
Por lo tanto la próxima vez que afore usted el peaje de una autopista de la red de carreteras trasferida a la Generalidad, en lugar de afear su semblante una mueca de fastidio, sonría y felicítese a sí mismo por su ejemplar contribución a tan encomiables afanes humanitarios, pues la caridad o la solidaridad, según prefiera, no sólo precisa buenas palabras sino también hechos, es decir, financiación.

Por otro lado, el rescate aplazado de las autopistas, nos provee de ese capital argumento, ya glosado anteriormente, del victimismo nacionalista para sumergirnos y hozar a nuestras anchas en el mullido légamo del expolio, de la persecución, de la incomprensión que, como catalanes, nos conforta, nos motiva e incluso, por una extravagante conexión simpática entre los lagrimales y la genitalidad, entre dos funciones aparentemente tan distantes entre sí como el llanto y la libido, nos provoca sólidas y rutilantes erecciones.

Que las autoridades del tripartito han anunciado un aumento de los peajes de las autopistas de su titularidad -ésas que dijeron rescatarían para subsanar de una vez y para siempre un intolerable agravio comparativo- superior al de las autopistas de la Red de Carreteras del Estado, un 4 y pico por ciento frente a poco más de un 2… no reviste la menor importancia, es una minucia, una bagatela insignificante, pues el auxilio de personas necesitadas no tiene precio.

Para muestra un botón y con esto concluimos: hemos sabido que Carod Rovira, camino de Perpiñán en coche oficial -ninguno habría sido más apropiado que un Dodge 3700- para mamársela en nuestro nombre con fruición a los etarras, pagó sin rechistar todos los peajes que se encontró en ruta para mejor pasar desapercibido y no disgustar a los automovilistas que hacían cola ante las barreras levadizas.

Es cierto que las autopistas son de peaje… y menudos peajes… pero no debería importarnos en absoluto rascarnos el bolsillo… ¡Por Cataluña! ¡Por La Caixa!





martes, 22 de enero de 2008

Nacionalismo Fútbol Club


Durante años Tolerancio no ha tenido más remedio que escuchar una milonga cargante y repetida hasta el empacho: ésta es una sociedad madura que debe separar la política del deporte, pues la política tiene sus propios cauces de expresión y no debe colarse en los recintos deportivos. Eso que dicho así suena divinamente y que cualquiera firmaría es en el fondo una trola que nadie se cree, sobre todo quienes más énfasis han puesto en blandir, cual un latiguillo, el citado argumento para denostar los usos y costumbres, por ejemplo, del régimen anterior y convertir en un episodio risible el nacionalfutbolismo franquista, término acuñado en su día por el escritor Vázquez Montalbán, que de haber vivido unos años más habría pugnado con el llorado Paco Candel por hacerse con el preciado galardón de sonderkommando honorífico, con palanganería cum laude, al servicio del nacionalismo catalán.

Algunos regímenes, es sabido, aprovechan los espectáculos deportivos de masas para pregonar sus divisas y unir la suerte de sus atletas a la de sus afanes produciéndose una suerte de transferencia emocional del graderío a la cancha y viceversa. En no pocas ocasiones es el honor de la patria lo que se dirime a pelotazos -cierto que mejor a pelotazos, o canastas, que a tiros, aunque a la hora de la verdad son compatibles ambas modalidades-. Pero ese rasgo, el presunto honor deportivo de la patria, propio de una sociedad inmadura, manipulable, hipnotizada, alelada, alienada por el opio de un sucedáneo religioso, el deporte de alta competición, parafraseando la terminología marxista clásica, nos acompaña aún hoy y de qué manera. Más aún, no solo el nacionalfutbolismo del que hablara Vázquez Montalbán para escarnecer el franquismo no ha menguado sino que a diario crece en Cataluña, sin ir más lejos, ni en el tiempo ni en el espacio, bajo los auspicios del nacionalismo dominante.

Siempre se nos ha dicho que no era apropiado, elegante, exacerbar los sentimientos con subterfugios deportivos, primar las identificaciones de un modo tan burdo. Que la política debía mantenerse al margen de las competiciones deportivas. Nada de eso, pues no se ha hecho otra cosa en los últimos tiempos: exacerbar los sentimientos y potenciar las identificaciones patrias, en particular en aquellos lugares donde el nacionalismo identitario o esencialista toca pelo. Hubo años atrás guiños, amagos, intentonas, pero todo ha sido una broma, pura filfa, en comparación con la actual y sistemática fusión políticodeportiva, en particular políticofutbolística, promovida sin descanso por el sacerdote, el intérprete por excelencia de esa bazofia populista: el presidente del Barça, señor Joan Laporta.

1) Ha cedido el estadio del club que regenta, con o sin permiso de sus socios, para escenificaciones gratuitas -en ambas acepciones: coste cero e innecesarias- de la Plataforma per la Llengua, Ómnium Cultural o alguna entidad por el estilo, con el actor público -abonado a la tele pública- Joel Joan como maestro de ceremonias, en los compases previos a la disputa de partidos oficiales -sin que las autoridades competentes sancionaran al club por el uso indebido de las instalaciones, silencio en absoluto sorprendente habida cuenta de la ineptitud, cobardía y blandenguería ante el nacionalismo de todas las instituciones españolas, siendo el Consejo Superior de Deportes un órgano paradigmático en la materia como hemos comprobado ante los constantes desafíos de algunas federaciones catalanas respaldadas por el gobierno del sonderkommando Pepe Montilla-.

2) Ha obligado a suscribir cláusulas contractuales a sus jugadores para que tomen lecciones de catalán aunque no parece que los alumnos progresen demasiado, impericia que en el fondo al mandatario y a su Junta le importan un pimiento, no así el repetido anuncio ante la prensa de dicha circunstancia para dotarse de una fama y nombradías impecables ante la parroquia nacionalista.

3) Ha criticado acerbamente la cesión de jugadores de su club a las diferentes selecciones nacionales (refiriéndose, claro es, a la española sin citarla expresamente) alegando cuestiones económicas e hipotéticos riesgos de lesiones, manifestándose en cambio a favor de las selecciones catalanas… y sin que soltara prenda, callado como una putilla, cuando uno de sus jugadores se lesionó gravemente en el partidillo disputado en Navidad entre una supuesta selección vascongada -con un jugador riojano pero de una localidad reclamada para la Gran Euskalherría por los nacionalistas porque in illo tempore Sabino Arana durmió una siesta bajo un castaño en dicho término municipal, aprovechando el dulce sopor de la somnolencia para cascársela, pero esa es otra historia- y un combinado catalán en medio de un auténtico aquelarre separatista alentado por Carod Rovira, y otros cargos políticos de distintas regiones, desde el césped de San Mamés.

4) Cede parte de la recaudación del último Barça-Real Madrid a la promoción de la lengua catalana. En Frankfurt -¿qué diantre pintaba allí, salvo que fuera a hincharse a salchichas y a pimplar cerveza rubia como la mies?- proclamó la independencia futbolística del Barça, sin que hasta la fecha haya pasado de las musas al teatro y lo tiene fácil, pues basta con darse de baja en la Real Federación Española de Fútbol, montar una liga aparte con el Caldetes y la Cultural Rapitenca y contender ante los tribunales o ante la UEFA para que le reconozcan dicha verbena.

5) Recaen ciertas sospechas sobre el interfecto, que se dirimen actualmente en los tribunales, de no haber convocado elecciones en tiempo y forma a la presidencia del club, según una denuncia interpuesta por un colectivo de socios. No sabemos en qué parará dicha denuncia -y cual será el fallo, es decir, la rifa judicial- pero la interposición de la misma, suponemos que motivada, avala que, como buen nacionalista, para el señor Laporta la democracia tiene un mero valor instrumental.

6) Y, para cerrar plaza, participó también en la manifestación nacionalista convocada por 2/3 partes del tripartito, más CiU y el tejido asociativo anexo, con la excusa del descacharre del AVE y del pésimo servicio de Cercanías de RENFE para reclamar más soberanismo, cuando no ha sido usuario del transporte público en su vida… bien entendido que cualquier persona está en su derecho a solidarizarse con otras aun no estando directamente concernida por esa determinada reivindicación.

Lo que sucede es precisamente lo contrario, no sólo la politización del deporte, del fútbol en particular, va a más, sino que la política se futboliza en la peor acepción del término que es la forma actual de comprenderlo: un deporte mercantilizado, que no une grupos humanos, sino que los separa y los confronta incentivando repelencias de diversa índole y a menudo alimentadas artificialmente, como casi todas, y que sirve como excusa o plataforma para que algunos avispados adquieran protagonismo social y cuotas de poder.

En efecto, el fanatismo de los hinchas más aguerridos y vociferantes se importa a la política donde el sectarismo es creciente y el debate de ideas es sustituido por la exposición pública de lemas, de eslóganes, de filias y fobias, de consignas que se berrean como cánticos en el graderío de un estadio y también de amenazas. Nos dicen que hay que acercar la política al pueblo llano -y eso, en principio, suena la mar de bien-, que los políticos deben hablar el lenguaje de la calle, y sea o no ése el motivo, lo cierto es que el discurso político se vulgariza hasta extremos más que coloquiales, zafios, ramplones. No pretendemos halagar todos los oídos, por eso es preciso concluir, no queda otro remedio, que el nivel del colectivo no es demasiado elevado -abundan quienes dicen que el pueblo es sabio y no se le engaña (aunque las pruebas evidencian lo contrario, que no es tan sabio y que se le engaña cuanto se quiere)- y que uno de los lenguajes, de los sociolectos especializados que más habla la gente del común es la jerga futbolística y el fútbol propicia como pocas actividades la bandería, la identificación emocional de una disforme masa de individuos con un símbolo.

Los aficionados más entregados y furibundos se tatúan en brazos y nalgas los emblemas del equipo de sus amores y ante las cámaras de TV hacen demostración pública de inquebrantable adhesión a sus colores y blasonan de la capital importancia de esa cuestión en unas vidas de limitada perspectiva: “Me he gastado el jornal en la entrada del partido/ Llevo horas haciendo cola ante las taquillas pero por mi Betis todo vale/ Por ver a mi equipo campeón sería capaz de estrangular a mi propia madre”.

Eso sucede hoy con la política, en particular en Cataluña, donde hay un equipo al que jalear por decreto: el Nacionalismo Fútbol Club. Y quien no pasa por el tubo, es un disidente, un adversario, un extraño al que hay que aplastar como al equipo rival en el terreno de juego. No importan las ideas, sino las consignas, es decir, los cánticos, y las adhesiones incondicionales. No hay debate, ni falta que hace, sólo obediencia y una vida pública, comunitaria, ahormada por el mandato imperativo del símbolo y sus apóstoles.

El sectarismo es hoy en Cataluña el busilis de la política futbolizada, por eso sospecha Tolerancio que a ese pedazo de atún de Joan Laporta, presidente del Barça, le aguarda a medio plazo un puesto relevante en la escena política catalana, pues tres décadas de hegemonía nacionalista, auxiliada especialmente por la izquierda doméstica, han potenciado el sentimentalismo tribal en detrimento del raciocinio, siendo más fácil y cómodo de digerir para la mayoría que el reto de la lógica, la libertad y los derechos individuales.


viernes, 18 de enero de 2008

Los catalanes/ Prohibida la tristeza II


En torno a un sistema de valores y creencias cohesionado, compartido o impuesto, actuado o representado a diario por sus individuos, los surma (ese pueblo ágrafo e incontaminado aún por la acumulación de excedentes alimenticios, la especialización del trabajo y la división en clases sociales, paraíso retrospectivo del materialismo histórico) son felices de verdad de la buena y no conocen la depresión, eso nos dicen los antropólogos que motivaron la bitácora anterior y ese es el caramelo delicadamente envuelto que nos quieren vender para que lo chupeteemos con delectación. Un matasanos -del Colegio de Médicos de Cataluña- que pretendiera recetar Prozac para ganarse unos cuartos por esas latitudes acabaría con cocodrilos en los bolsillos y tendría que buscarse otro medio de vida.

Pero el de los surma no es el primer paraíso colectivo en la tierra que hemos conocido. La estirpe humana ha transitado, y muy recientemente, otros paraísos de los que, vaya fatalidad, siempre ha salido escaldada y lamiéndose las heridas como un chucho apaleado. Algunas ideologías, como inescrupulosas agencias de viaje, venden paraísos con fotos trucadas. Le llaman a esa añagaza de la mercadotecnia publicidad engañosa.

La felicidad colectiva, total, sin enmienda, una felicidad irradiada generosamente y que fue algo así como la turbina que hizo girar el motor de la historia a unas revoluciones superiores, constituyó el argumento capital -es un chiste malo- y recurrente de todos los regímenes socialistas. Hasta el punto que la desdicha, la infelicidad individual, era considerada un acto de disidencia, de cínico egoísmo, un vicio burgués y retardatario, una actividad contrarrevolucionaria auspiciada por la CIA o por vaya usted a saber qué emboscados agentes del capitalismo imperialista. En los países socialistas todo el mundo era feliz… o debía serlo por decreto. Dicho así: el semblante de Juan Lanas estaba iluminado a diario por una sonrisa franca, sana, moderada, en absoluto irónica o le pasaban las ganas de mofa y befa y lloraba de lo lindo en el gulag o en un campo de reeducación por espacio de unos añitos de nada.

Testimonios de esa época los hay a miles, pero citaremos por descriptivo y en absoluto truculento, un revelador pasaje de la novela de Milan Kundera titulada La broma que ilustra mejor que cualquier ensayo histórico lo que aquí decimos:

“Corría el primer año posterior a febrero del 48: había empezado una nueva vida, en verdad completamente distinta, y el rostro de esa nueva vida, tal como se quedó grabado en mis recuerdos, era rígidamente serio, y lo extraño de aquella seriedad era que no ponía mala cara, sino que tenía aspecto de sonrisa; sí, aquellos años afirmaban ser los más alegres de todos los años y quienquiera que no se alegrara era inmediatamente sospechoso de estar entristecido por la victoria de la clase obrera o (lo cual no era delito menor) de estar “individualistamente” sumergido en tristezas interiores”.

En una bitácora anterior citamos una esclarecedora secuencia de la película Citizen X interpretada por Stephen Rea y Donald Sutherland basada en la metódica investigación policial que condujo a la detención del Carnicero de Rostov. Uno de los comisarios del PCUS en la región reprochaba al detective al mando del operativo que su teoría no tenía ni pies ni cabeza al sospechar que el autor de los crímenes era un asesino en serie, un psicópata; siendo público y notorio que en la URSS, el paraíso de los trabajadores, no tenían razón de ser esas conductas problemáticas y desarregladas en los individuos por tratarse de enfermedades mentales circunscritas a los países capitalistas por causa de las tensiones y frustraciones imputables a su contradictorio y decadente modelo productivo y social. En la Unión Soviética no hay chiflados que violen y estrangulen niñas y mutilen sus cadáveres salvajemente porque la felicidad es universal y las pulsiones de los individuos son sanamente disciplinadas por el modo de vida socialista, le dijo en pocas palabras.

Más recientemente hemos asistido en España a variaciones de ese mismo tema, aunque, es cierto, de menor calibre. Al poco de ganar el PSOE de ZP las anteriores elecciones generales, Tolerancio presenció o participó en conversaciones en bares y cafeterías -donde, por cierto, se aprecia claramente, por su desenfrenado ambiente consumista, en opinión del ministro Solbes, ese camelo deleznable de la crisis económica urdido por desvergonzados antipatriotas de nueva generación- sosteniendo algunos ponentes que la gente era por esa causa, la victoria de ZP, más feliz y que se respiraban renovados aires de libertad. Y si uno discrepaba y no admitía de entrada que la felicidad le invadía de tal modo que le faltaba solo una pizca más para inflarse como un globo aerostático y surcar el firmamento, recibía miradas de reproche o insinuaciones tan sutiles como ¿No serás un facha del PP?

Otro de los antídotos contra la depresión, el extravío, el naufragio espiritual del individuo, es el nacionalismo… aún más efectivo si cabe que la receta socialista. La felicidad nacional supera a cualquier otra porque es inmediata y no atiende a circunstancias personales, sociales o económicas, a criterios variables, contingentes o de libre alineamiento. Es una felicidad que se transmite en el instante mismo de la generación y su germen se desarrolla a partir del nacimiento y acompaña al individuo en su proceso de maduración hasta alcanzar la edad adulta. Necesita, claro es, el mimo, el cuidado diario, su alimento generosamente prodigado desde las guarderías y el parvulario, las necesarias inoculaciones por procedimientos hipnóticos -como sostiene el diputado de C’s, Antonio Robles, hasta el día que aíslen cepas víricas de nacionalismo y se inyecten por vía parenteral- de precipitados míticos e históricos debidamente tergiversados*, de la concurrencia de los medios de comunicación y del entorno en general para que el diseño de la personalidad del individuo armónicamente acogido en el reconfortante y mullido seno de la tribu, prolongación del seno materno, no se tuerza y nos salga un retoño pasivo, conflictivo o indiferente al hecho nacional.

La ventaja del nacionalismo sobre las mal llamadas utopías igualitarias o socialistas -de utópicas nada, pues fueron dramáticamente reales- es su economía de pensamiento lógico, innecesario para abrazar la fe redentora y propendente a la felicidad. Basta con nacer en el lugar apropiado, en el presente caso en Cataluña, o hacer méritos y ser aceptado como uno de los nuestros -que sería el caso de los voluntariosos sonderkommando Montilla, Paco Candel, que en gloria esté, o Pepe Rubianes-. Lo mismo da tener un cociente intelectual de 70 o de 150, ser alto y guapo o un adefesio, ganarse la vida recogiendo cartones o pilotando un avión comercial. Si uno ha nacido en la tierra elegida, si pertenece a esa tribu depositaria de los más nobles rasgos de la estirpe humana tiene la felicidad garantizada, al alcance de la mano. Pero, eso sí, hay que dejarse llevar, zambullirse en la emoción colectivamente orquestada, sumarse al desfile uniforme y aborregado y no enfrascarse en debates estériles y en odiosas cautelas intelectuales sobre la libertad individual y otras pamemas. Ese es el peaje a pagar.

¿Qué se gana con esas absurdas complicaciones?... es lo que nos diría el poli bueno nacionalista, mientras el malo nos multa por rotular nuestro comercio en español o rebusca en casa algún diario desafecto al régimen, un transistor sintonizado con la emisora inapropiada o cualquier documento o articulo sospechoso que avale una acusación de traición a la patria, como podría ser la figurita de porcelana de una bailaora flamenca encima del televisor, baratija que sacaba de quicio al patán que fuera ministrín de Comercio y Turismo, señor Huguet.

La infelicidad entre los catalanes será cosa del pasado una vez que completemos nuestra singladura hacia la soberanía plena, nos dicen los nacionalistas para regresar a esa edad de oro de la bendita inocencia que nunca debimos abandonar, para abrazarnos fraternalmente a los surma y a los bimin-kuskusmin -siempre que el abrazo con estos últimos se realice precavidamente con su panza llena, pues hasta los años setenta del pasado siglo se documentaron por aquellas latitudes, las tierras altas de West Sepik, en Papúa-Nuev Guinea, episodios de antropofagia ritual- y desterrar de nuestra alma para siempre el lacerante azote de la depresión.


* Sobre Mitos y Leyendas del nacionalismo y la manipulación histórica que conlleva nada ya hay que añadir tras la lectura -obligatoria- del artículo de cabecera del señor Reinhard publicado con ese título el 17/12/07 en el blog nickjournalarcadiano. En adelante Tolerancio se centrará, si sus fuerzas y capacidades lo permiten, en estrujarse el magín para combatir el nacionalismo y no en explicarlo, pues no tiene sentido repetir lo que ha sido expuesto de manera inmejorable.






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martes, 15 de enero de 2008

Los surma/ Prohibida la tristeza I

Un artículo publicado por el diario El Mundo el pasado día 25 de julio de 2007* titulaba así:

Antropología/ Una expedición española comprueba que las etnias africanas más aisladas no padecen los trastornos mentales que se sufren en occidente. Las tribus que nunca se deprimen.


La expedición española de marras, financiada por la Agencia Española de Cooperación Internacional, AECI, la Universidad de Salamanca y varias empresas como Nissan y Telefónica, ha descubierto la sopa de ajo tras recorrer, nos dicen, más de 50.000 kms y convivir varios meses con la tribu de los surma, del meridión etiópico. Es verosímil que los tales no padezcan los mismos trastornos mentales que los occidentales, y si me apuran, que los orientales. Es posible que no demos entre los surma -los ndembu o los bimin-kuskusmin- con individuos que padezcan determinadas dolencias o conductas desarregladas, como la personalidad múltiple, salvo que dispongan de hechicero o chamán en la tribu que cultive a las mil maravillas las heterodoxas artes de la posesión por espíritus y adopte en un trance, inducido por sustancias psicotrópicas o por la alterada percepción de la realidad a través de tormentos o condiciones físicas extremas, la personalidad de un antepasado, de un leopardo o de un crotorante avechucho. U otros desarreglos derivados de hábitos presentes en sociedades tecnológicamente más avanzadas, como el consumismo compulsivo, la ciberdependencia o el síndrome post-vacacional -del que, por cierto, aún no se ha recuperado Tolerancio y ya han transcurrido varios meses-.

El estudio africanista lo ve uno venir de un rato lejos. Es la eterna canción de la antropología quintacolumnista contra el modo de vida occidental. Qué podridos estamos nosotros y qué felices son ellos con su vara de pastorear y su taparrabos bailando el hula-hula a la luz de la luna. No necesitan mucho más. No crean sociedades complejas, su división del trabajo, si la hay, es rudimentaria, como su tecnología no contaminante, a la que no podemos imputar responsabilidad alguna en la acelerada desertización del planeta o respecto de esa lacra geocida del calentamiento global. No generan excedentes de producción del que se apropien unos cuantos tipejos avispados que instauren una suerte de rígida escala o jerarquía clasista y a partir de ahí modos de producción alienantes ni formas de gobierno delegadas o supuesta y parcialmente representativas.

Ellos son el lejano paraíso que la humanidad no debió abandonar jamás y encima, o por todo ello, no están mal de la chaveta. Son individuos sanos. Nada que ver con los fifiriches deprimidos, acomplejados, estresados y descacharrados que somos nosotros. Los expedicionarios han recuperado para una vergonzante comparación al buen salvaje de Rousseau, prototipo de humanidad etnográfica, literaria y moralizante, del que ya nos habíamos olvidado por completo.

Pero a Tolerancio no se la dan con queso. Es muy verosímil que en esas poblaciones demográficamente más reducidas y menos tecnificadas no afloren determinadas alteraciones de la vida psíquica constatadas en el hombre occidental, pero sí otras y distan mucho de componer grupos humanos idílica, bucólicamente armónicos. También tienen sus desajustes que no son cosa de broma y que viven como auténticas tragedias. Conductas marginales rechazadas por el compendio de valores que imprime el grupo a sus individuos las hay etnográficamente documentadas desde las primeras recopilaciones de datos de viajeros aficionados y de antropólogos formados académicamente como tales a partir del siglo XIX. No hay comunidad humana que no conozca tabús, mandamientos, disposiciones no escritas pero de obligado cumplimiento bajo pena de excluir a esos infractores a quienes debería abrazar y acoger con amorosas lisonjas.

Nos advierte Kardiner***, uno de los precursores de los estudios psicosociológicos entre grupos humanos ágrafos o primitivos, que en todas las culturas hay individuos que se encuentran con necesidades -algunas de naturaleza elemental y otras inducidas por el fenotipo cultural- que no son satisfechas adecuadamente (existiendo, por ejemplo, numerus clausus para detentar cargos o roles de autoridad o cierta nombradía incluso en los grupos de estructura menos compleja) y que obstruyen por tanto la realización del individuo a través de esas actividades esenciales que habrían de comportar una deseable gratificación.
La bibliografía etnográfica está al copo de ejemplos de la más variada índole. Desde los clásicos de Margaret Mead y Bronislaw Malinowski, década de los 20 y 30 del pasado siglo, acerca de las conductas problemáticas e inadaptadas de numerosos individuos de tribus -Samoa y Papúa, respectivamente- alrededor del universo sexual y su inclusión/exclusión en/de los mecanismos matrimoniales, a la ansiedad generada por restricciones tabuadas, la carga psicológica tremenda de los rituales de iniciación -ensayos de van Gennep o Victor Turner-, el destierro a la marginalidad de individuos que no han respondido a las expectativas creadas, la existencia casi universal de figuras como el orate, el vagabundo, el hechicero maligno que pulula por sendas y bosques rechazado por los demás como un apestado o las drásticas sanciones contra quienes cometen actos que, eso se entiende, atentan contra la inestable demografía del grupo, un asunto verdaderamente comprometido, o cuestionan la normativa dominante deviniendo una suerte de disidentes que los valedores de la oficialidad tribal, metidos a cirujanos, deciden extirpar drásticamente, como es el conocido caso de los iroqueses trascrito por misioneros, siglos XVIII y XIX, que, sin disponer de Inquisición o tribunales reformados, quemaban en la hoguera -qué miedo- a los adúlteros por atentar contra las reglas de intercambio exogámico y por ende contra la estabilidad de la vida comunitaria.

Ya nos hemos dado cuenta. Hay quienes pretenden vendernos que algunos pueblos incontaminados por nuestro modo de vida habitan una inocencia feliz y sin baldón alguno, inmunes a las asechanzas de la falsa moral, correteando alegremente por sabanas o praderías, persiguiendo mariposas de colorines y revolcándose con nativas risueñas de pechos bamboleantes, para predicar, mediante derivadas que se deducen necesariamente de ese discurso, la buena nueva de la felicidad por decreto. Sólo que a Tolerancio le suena la letra de esa canción… interpretada reiteradamente por los apolo-getas a sueldo de regímenes totalitarios, socialistas o nacionalistas, y que es exactamente el asunto que trataremos en la próxima bitácora, pues ésta ya se extiende en demasía.

* La actualidad impone, incluso al rascapieles de Tolerancio, su ritmo desquiciado y el interfecto no ha tenido más remedio que demorar algunas bitácoras pensadas meses atrás. Esta era una de ellas. Por esa razón ruega Tolerancio a esas ocultas potencias que manejan los hilos de nuestras vidas convirtiéndonos en marionetas o en figurantes de una función delirante, vertiginosa, frenética, que le den un respiro y le permitan editar esas bitácoras en reserva y ponerse al día de una vez, pues tanta descacharrada noticia le ocasiona una ansiedad terrible -se le acumula el trabajo- rayana en la depresión, que le impedirá engrosar, como era su inicial propósito, las fraternales filas de la humanidad primitiva, inocente y jovial representada por los surma.


** Kardiner, Abram: El individuo y su sociedad, F.C.E.




sábado, 12 de enero de 2008

Colegios profesionales: ¿Colegios? ¿Profesionales?


Los colegios profesionales de Cataluña son un verdadero primor. No tanto por esa estructura gremial con tufo a calco o réplica del corporativismo imperante décadas atrás, sino, como entonces también, por su lacayuna obediencia al poder establecido. No escasean ejemplos no muy edificantes.

Por su paradigmático afán de engrasar a lametones las conducciones catabólicas del nacionalismo y sus heces y caspicias residuales se yergue descollante el Colegio de Periodistas de Cataluña, auténtica tropa de cuartel de remonta ataviada con manguitos y máquina de escribir, escuela de palanganeros al servicio de la clase política lugareña, cantera productiva de enceradores de tubos a lengüetazos. Ya se conjuraron en su día a guardar silencio sobre el hundimiento del barrio del Carmelo para no estorbar las discusiones estatutarias de aquella hora, con acusaciones en los escaños del parlamento regional de cobro planificado de comisiones por licitación de obra pública -ustedes tienen un problema que se llama 3%, siendo cierto el nombre del problema pero no el apellido, que algunos llaman 20%-.

Como dice la coloquial expresión, callaron como putas, sea dicho con el máximo respeto al colectivo de meretrices infinitamente más honesto que los aquí glosados. Y no fue que se mordieran la lengua o la pluma, por así decir a la chita callando, para mejor pasar desapercibidos, sino que dieron una rueda de prensa y todo para justificar su premeditada y voluntaria opacidad informativa sobre tan mayúsculo escándalo, jactándose de su conducta que obedeció, eso dijeron, a un compromiso patriótico que sobrepujaba en fuerza las obligaciones contraídas con la opinión pública. No consta que el CAC, esa veneranda institución, les amonestara por su discutible celo profesional.
El mentado Colegio, que ha servido de escaparate a ilustres invitados como los portavoces periodísticos de la banda terrorista ETA, se sumó de grado en su día al cierre -por ahora fallido-de emisoras radiofónicas críticas con el nacionalismo. Más recientemente ha plantado cara a un diputado gubernamental, señor Ferran, tras sus descriptivas aunque tardías e insinceras declaraciones sobre la costra nacionalista dominante en los medios catalanes de comunicación de titularidad pública -el panorama no es distinto en los privados, pero esa es otra o la misma historia- para añadir que jamás dejarán de contribuir al proceso de construcción nacional desde su jurisdicción aún al precio de enfangarse a diario, y muy gustosamente, en un incesante ejercicio de tergiversación informativa*.

Otro Colegio de probada honestidad profesional es el de Médicos como hemos podido comprobar a raíz del siniestro escándalo de las clínicas abortistas denunciado por reporteros de otra nacionalidad, pues huelga decir que este macabro asunto no motivó afanes ni pesquisas del periodismo autóctono. Tiempo atrás el Colegio de Médicos comisionó a dichas clínicas a sus sagaces y perspicaces inspectores para levantar acta de cuantas anomalías descubrieran y expedientar, si procediera, a los colegas infractores, pero no hubo caso pues confundieron una trituradora para picar la carne tierna de nasciturus de hasta 30 semanas de gestación con una fotocopiadora, que a partir del 01 de enero habría de pagar, claro es, el correspondiente canon digital a la SGAE.

Hemos sabido extraoficialmente que en el informe elevado a las más altas instancias colegiales los inspectores adujeron que cabría la posibilidad, exactamente entre un 12% y un 14%, de que esos niños, de haber nacido y alcanzado la edad adulta, podrían haber sido no nacionalistas confesos con lo que las interrupciones de los embarazos estarían preventivamente justificadas, aun pagando justos por pecadores. Actitud que nos recuerda un afortunado pasaje de la exitosa película Braveheart, donde en una de las batallas, y enzarzadas en trabada pelea las huestes inglesas con las de Wiliam Wallace en medio de una campa, el rey Eduardo, que lo borda por cierto y es con diferencia lo mejor de la peli, da orden a sus arqueros de disparar a bulto contra los contendientes y uno de sus oficiales, alarmado, replica, pero, sire, le daremos a nuestras tropas y el otro responde con un cinismo soberbio: y a las suyas también.

En esta sazón y punto algo diremos sobre el manido término interrupción de un embarazo, pues todo aquello que se interrumpe es algo que por definición puede retomarse posteriormente. Es decir, si se interrumpe una conversación, los interlocutores pueden volver a ella más tarde una vez sorteado el motivo de la momentánea interrupción. Lo mismo sucede con el coito, el llamado coitus interruptus, que puede proseguirse en otra ocasión cuando las energías y ganas asisten de nuevo a los actores. Lo único interrumpido que no puede retomarse jamás es un embarazo, de modo que aquí la terminología sirve como nunca para enmascarar y escamotear la realidad. No hay embarazo interrumpido sino finiquitado para siempre, pero eso es harina de otro costal.

Tampoco dijo nada el Colegio de Médicos del anuncio de las clínicas abortistas en la web oficial de la consejería regional de Salud. Poniendo algún reparo o formal amonestación a tan flagrante publicidad habrían salvado acaso una pizca de su honor, pero los galenos colegiados, cobardes para denunciar unas prácticas además de delictivas, especialmente sórdidas, también lo fueron, qué sorpresa, para afear a la administración su descarada conducta pro-abortista.

Otro Colegio que ha destacado por su mansedumbre y cómplice silencio es el de Ingenieros, si lo hay. A cuento de las calamitosas obras del AVE, con agujeros por doquier, cual un queso de Gruyère, y el supuesto riesgo de desplome de media ciudad al paso del convoy ferroviario por el subsuelo, no ha dicho ni mu. Cierto que algún colectivo de ingenieros salió a escena y disfrutó de su contestatario minuto de gloria en cuanto se produjo un socavón en las obras del AVE en el tramo Zaragoza-Lérida, a un centenar de metros de la vía, para denunciar la pésima planificación y ejecución de las mismas cuando su máximo responsable era ese zote de Álvarez Cascos, aquel tipo que dijo en plena subida de precios en el sector de la vivienda que los pisos no eran tan caros pues la gente los compraba que era un contento. Pero a pesar del despiporre registrado en estos últimos meses, con el desconcierto añadido de los retrasos en la red de Cercanías de RENFE (cuyo traspaso pretenden los nacionalistas para gestionarla tan eficazmente como la Educación, la Sanidad u otras competencias transferidas que son la envidia de medio mundo), no se les ha visto el pelo y acaso por eso se les ha visto la obediencia y el plumero.

Tampoco hemos presenciado protesta alguna del profesorado en conjunto, o en disjunto, con motivo de los pésimos resultados académicos de las sucesivas reformas del sistema educativo o de la polémica implantación de una asignatura, la así llamada de la Ciudadanía, que es una castaña pilonga envenenada que compite con los padres a la hora de transmitir a sus hijos valores y otras relevantes cuestiones que habrían de ser de su exclusiva jurisdicción sin asomo de intrusismo estatal o gubernamental. No habría sido mala cosa que exigieran todos a una, o unos cuantos, contenidos de mayor calado y más elevados propósitos en las materias que imparten y nuevas formas de primar y evaluar los méritos del alumnado o que reclamaran con cierto énfasis el inalienable derecho a la enseñanza en español en las regiones con idiomas cooficiales -alienado en algunas con mandato local del PP-. Aquí la duda es saber si los profesores están colegiados o habrían de regresar al colegio para reciclarse en vista de los sublimes logros alcanzados en las últimas décadas.

Esta bitácora podría extenderse ad infinitum si repasamos la mayoría de las categorías profesionales censadas. Qué decir si no de los jueces y de su ejemplar órgano colegiado que nos maravilla como nada en este mundo. O del Colegio de Abogados, que merece un capítulo, es decir, una bitácora aparte.
Conclusión: casi todo encaja en esta vida si se contempla desde una cierta perspectiva, desde una distancia que casi todo lo ensambla y armoniza, hasta las riñas y las discrepancias. Gobiernos idiotas para una población mayoritariamente idiota o idiotizada y Colegios Profesionales en la misma onda. Vaya por delante que para idiota, un servidor el primero.


* Para muestra un botón: la portada del diario El Periódico de Catalunya del día 9 de enero de 2008 no es otra que una carta del alcalde Jordi Hereu con motivo del túnel del AVE a su paso por Barcelona. El diario en cuestión actúa pues como altavoz al servicio de las instituciones, de un determinado color, claro es, y en el presente caso como un mero bando -de la banda- municipal. No consta que el muy ilustre Colegio de Periodistas haya emitido nota de protesta alguna contra tan manifiesto ejercicio de servidumbre o mamporrería periodística de sus colegas.


jueves, 10 de enero de 2008

Oliver "Lameculos" Stone



Tolerancio advierte al lector que esta bitácora contiene expresiones obscenas


Si pensamos que los cineastas, actores y directores, más idiotas del mundo son los españoles… estamos, sin duda, en lo cierto. Sólo que la imbecilidad no tiene fronteras ni sabe de pasaportes y se extiende por el ancho mundo a la par que la humanidad itinerante. Vaya por delante que casi nadie está libre de culpa. Y decimos bien, pues si de la ignorancia no cabe culpar necesariamente al individuo, sí en cambio de la estupidez.

Supimos días atrás que el director de cine Oliver Stone, uno de los abanderados del así llamado pensamiento avanzado de Hollywood, se desplazó a Colombia para captar en formato documental las sensacionales imágenes del supuesto rescate o liberación de tres personas secuestradas por los narcoterroristas de las FARC, una de esas bandas criminales que encandilan a nuestro giliprogres -dirigida por un fulano que se las de milhombres y que hace llamarse Tirofijo-, prontos a sucumbir bajo el poder fascinador de las milongas revolucionarias y guerrilleras y otras pamemas por el estilo.
El citado director cuenta con un amplio historial a sus espaldas y se le conocen devaneos y amorosos suspiros por sanguinarios dictadores como Fidel Castro, siguiendo la estela de uno de nuestros actores más célebres, Javier Bardem, que hizo reciente escala en Cuba para presentar sus respetos al régimen y de paso, ya metido en harina, poner a caer de un burro el american way of life -en cuya industria cinematográfica pugna por hacerse un huequecito- mientras en las cárceles torturan de mil formas distintas a los disidentes (justo cuando Bardem ofrece su mejor perfil al fotógrafo del diario Gramma y sonríe jugueteando con las varillas de sus lentes polarizadas de alta gama, a un preso cubano le sumergen la cabeza en un balde repleto de excrementos) y donde ya recaló, por cierto, años atrás para disculparse ante los camaradas isleños por haber interpretado en una de sus pelis -primer y fallido intento por instalarse en Hollywood- el papel del poeta disidente y homosexual Reinaldo Arenas.

En esta ocasión el modelo inspirador de los espasmos de Oliver Stone, de sus embelesos transportados al celuloide, es el cafre de Hugo Chávez, a quien ya reverenció meses atrás el actor Sean Penn, quien regresó a su opresivo país encantado de una edificante gira por Venezuela tras sostener sesudas y enriquecedoras conversaciones con el mandatario bolivariano. Por decirlo gráfica, pero descriptivamente, fue el troncho de Chávez el que Oliver, en adelante Oliver Lameculos Stone, se apresuró alegremente a succionar, a chupetear con afanosa glotonería, rodilla en tierra. Pero su incontinente deseo de mamársela quedó insatisfecho. Abrió la boca, es cierto, con extraordinaria predisposición, dilatando sus fauces como una cobra real de la India para introducirse hasta la campanilla el codiciado objeto… pero sus expectativas fueron contrariadas por el hado cruel y sólo pudo saborear una bocanada de aire. No obtuvo, pues, el trofeo, el premio a sus serviles y ancilares cabriolas alrededor del petrolero sátrapa del Orinoco.

Acaso la operación Transparencia, que debería inmortalizar para el septeno arte Oliver Lameculos Stone, fracasó estrepitosamente por un fatídico desfase horario en el lance supremo, que hemos visto en tantas películas, de sincronizar los relojes cuando los intrépidos comandos con la cara pintarrajeada de camuflaje diseñan su operativo al segundo, a la micra, con esa urgencia de las grandes ocasiones. Es sabido que ese bamboche de Chávez acaba de imponer a sus sufridos compatriotas un nuevo uso horario, prolijamente explicado ante las cámaras de TV, tan prolijamente que su exceso de verborrea ocasionó una confusión descomunal que malogró la prueba piloto. Chávez, a lo que se ve, sobrepasado por la magnitud y complejidad de la tarea, se hizo con la pilila un lío y no supo el muy zote si tocaba adelantar o atrasar el minutero.

Tanto atrezzo, escenografía y figurantes para nada. Helicópteros, soldados uniformados, prensa acreditada e incluso la envidia de un huroneante Sarkozy que también pretendía meter cuchara en el puchero para sacar un bocado de rentabilidad política, en esos ratos libres que le deja su nueva y despampanante novia -que está la señorita Bruni para perder la cabeza y también la Quinta República-. Al final no hubo liberación de rehenes y Oliver Lameculos Stone, como un pintor colgado de la brocha pero sin escalera debajo, se ha quedado con la cámara en la mano, un palmo de narices y sin escenas para el rodaje. Ha hecho el papelón de su vida, bien entendido que de haber salido todo acorde a sus planes, el papelón habría sido también infecto, solo que el chasco final le añade unas insuperables pinceladas de patetismo.

Pero que no desespere. Se cierra una puerta, pero al punto se abre otra. Dios aprieta pero no ahoga. Le sugerimos al prestigioso cineasta americano que, conchabado con la diligente diplomacia española, la más fiel intérprete del legado del príncipe de Metternich, se dé un garbeo por Marruecos y filme el retorno de su embajador a Madrid.

En efecto, Moratinos, ese hombre que inspira admiración, confianza y respeto por las cancillerías de todo el orbe planetario -y también por las guaridas de algunas bandas terroristas de Oriente Próximo- acudió días atrás al palacio de Mohammed VI para adoptar ante el monarca alauí exactamente la misma postura reclinada, genuflexa, que Oliver Lameculos Stone ante el dictador Hugo Chávez. Y con el mismo apetito del cineasta, y una insaciable voracidad que le hizo salivar copiosamente nada más descender del avión, corrió presto a rendirle pleitesía. Desconoce Tolerancio los intríngulis de la meteórica gestión de nuestro avispado ministro y las compensaciones pactadas alrededor de un humeante narguilé aromatizado con canela en el acogedor serrallo del reyezuelo moruno. En definitiva, Moratinos, con su cara gordezuela y su boca amplia, ictínea, de pez-ventosa, se salió con la suya y enceró tubos a lengüetazos a diestro y siniestro, incluidos los sables enhiestos de la guardia de korps palatina y del retén de camelleros, poniendo su honra en holganza, si alguna tiene.

Acabará esta bitácora con otra propuesta cinematográfica. En efecto, Tolerancio ha podido saber que un productor alemán se ha ofrecido al zoo de Berlín para rodar un documental sobre Knut, el oso polar más famoso del mundo que acaba de cumplir un año de edad, circunstancia que recordamos en una bitácora anterior.

Uno de los pasajes del filme podría contener el siguiente episodio ficticio. Nos referimos a la opinión expresada por el ecologista Frank Albrecht, favorable al sacrificio de Knut al poco de nacer cuando nuestro osito predilecto era una bolita de peluche. Hecho Knut todo un mozalbete, grandullón y poderoso, el ecologista de marras permanece mudo. No sabemos por dónde anda, pero recuperamos su figura para este capítulo que cedemos gratuitamente a los guionistas del documental.

Albrecht, jaleado por sus cofrades, se disfraza de oso para colarse en los dominios de Knut. La pandilla del ecologista se las promete felices. Mediante esa triquiñuela pretende acercarse a nuestro héroe para inyectarle un veneno letal y acabar para siempre con su odiado enemigo. Ese bandido se embadurna con grasa de osa para ganarse su confianza pero no advierte que la grasa desprende partículas odoríferas de un espécimen en celo. Albrecht se cuela furtivamente en sus dominios y parece tener al alcance de la mano sus inicuos propósitos, pero la percepción olfativa de Knut despierta sus pulsiones más elementales y antes de que el otro cumpla su horripilante misión, nuestro amigo, creyendo que ante sí tiene una hembra dispuesta al apareamiento, se abalanza sobre el intruso, lo pone mirando al Ártico de un manotazo y, sin más preámbulos, lo monta y sodomiza salvajemente, atravesando el grueso disfraz de un terrible y potente arponazo, causándole en el tracto rectal un desgarro de tejidos irreparable y espeluznante.

Albrecht reza -recuperando de golpe, como Voltaire en el lecho de muerte, la perdida fe en la trascendencia del alma, además de la debida obediencia a la autoridad espiritual de su paisano, el papa Benedicto XVI- para que el suplicio, esa dolorosa suerte de varas, cese lo antes posible… pero, para su desgracia, siendo Knut joven e impetuoso, tarda más de lo esperado en descargarse, y, pletórico de fuerzas y enamoradizo, no tiene suficiente con un solo asalto y al primer acoplamiento suceden 57 réplicas más, entre ronroneos de plantígrado arrebatado de pasión, caricias y mordiscos, con sus garras afiladas y sus colmillos de palmo, que Albrecht encaja sin demasiado entusiasmo.

El ecologista, hecho trizas, despedazado, agoniza sin que sus conmilitones puedan auxiliarle. Finalmente Knut, jugueteando torpemente -su fuerza es descomunal y no ha aprendido aún a controlarla- le asesta un zarpazo, le secciona las arterias, lo desangra y decapita para, a continuación, poner a prueba sus aptitudes balompédicas propinándole fuertes puntapiés a la rodante cabeza. Aunque no afecta al desarrollo de la acción, admitimos que la pericia de Knut con el balón es francamente mejorable y que no fichará por ninguna escuadra de la Bundesliga.

Los amigos de Albrecht recogen con espátula el fragmentado despojo de su camarada y le dan sepultura. Pero… Tolerancio, agazapado, envuelto en las sombras, les ha seguido y una vez que abandonan el cementerio, cabizbajos y compungidos por el desenlace fatal de su aventura… en la soledad y cobardemente, mirando a un lado y otro para asegurarse de que sus actos permanecerán en el impune anonimato, arma un espeso salivazo y decora la tumba de Albrecht con tan sórdido obsequio. Pero su vileza y su afán por escarnecer al finado no tienen límites y se recrea en el dolo y en su conducta infame administrándose un frasco de un potentísimo laxante que trae consigo. A los pocos segundos el bebedizo hace efecto y el tunante de Tolerancio completa su obra inmunda.


martes, 8 de enero de 2008

Crucigrama



La bitácora de hoy es un pasatiempo. Si anda un pelín fatigado de cuchipandas y reuniones familiares y ya no le entra una ración más de conejo, el plato más solicitado de estas fiestas navideñas, o solsticiales, si prefiere la terminología alternativa propuesta por algunos voceros de la izquierda nativicida, Tolerancio le aconseja que se tome un respiro y que ponga a prueba su ingenio solucionando este sencillo crucigrama.


Horizontales.- 1. Ácido que provoca acidez de estómago al célebre magistrado Baltasar Garzón. II. Da nombre a los héroes conocidos como los últimos de Filipinas y que el pleno del consistorio de Cáceres, por cierto, confundió con un episodio de la Guerra Civil y, en aplicación de la ley de Memoria Histórica, decidió retirar del nomenclator urbano. 2.- No llegó a Barcelona el 21 de diciembre. II. Nombre de pila de uno de los más destacados impulsores de las galescolas. II. La letra del alfabeto griego que más le gusta a Zapatero. 3.- Estado asiático independizado de Indonesia que es casi una estafa. II. Incluso en ellos restringirán el idioma español en las escuelas catalanas. 4.- Orden que forman ranas y sapos, en plural. II. Imprescindible en las huelgas de hambre de De Juana Chaos. 5.- Al estilo árabe, son muy famosas las venecianas, y no son las bienales. II. Apenas nos diferencia de las moscas, según los científicos, y menos aún a los que practican la aberrante coprofagía. II. Vocal. 6.- Indispensable para asustar. II. Reina inglesa decapitada. II. Lo hará Carod Rovira si le llamas José Luis, en catalán por deferencia a tan ilustre personaje. 7.- Malvado doctor. II. Quinientos romanos. II. Un circo muy famoso. II. Consonante invocada a menudo a cuento de la aberración citada en la última definición del 5 horizontal. 8.- Al estilo árabe, lo que le sobraba al estatuto catalán. II. El más famoso es el romano.

Verticales.- 1. Organización del entramado terrorista etarra que vive un romance intermitente con Rodríguez Zapatero. 2.- Cabaña animal que mantiene no pocas analogías con la sociedad española. II. Lo repiten a menudo los budistas. 3.- Lo hace una vaca en un prado gerundense. II. Consonante tozuda. 4.- La más latina. II. Gerundio que completa la plaza argelina más piadosa. 5.- Fue a Perpiñán pero no para ver El último tango en París. II. Da nombre a una agencia de noticias. 6.- Para encender el receptor de TV. II. La consonante que mejor perfilan los beodos. II. Desorganizadamente, taquillera película de terror o también terrorífico partido en el gobierno regional. 7.- Programa informático. II. Infinitivo que conjugan los labriegos. 8.- Rey de la dinastía nazarí de llanto fácil. 9.- Ácrata. II. Campamento saharui donde no esperan ni a Moratinos ni a ZP. 10.- De abajo arriba y sobre hojuelas. II. Criado. 11.- De sur a norte, lance del deporte de la canasta que describe a las mil maravillas la reacción de nuestro idolatrado vicepresidente regional cuando a éste le llaman José Luis. II. 50% de una deidad del panteón egipcio. 12.- Tejido atrevido, según se mire. II. Mala o buena, es leche.

PS.- Quienes acrediten haber solucionado correctamente este crucigrama participarán en un extraordinario sorteo y el afortunado ganador optará entre los premios siguientes: un desmelenado ménage à trois en compañía de Enric Sopena y su adorable señora, también de profesión periodista, o eso dice, o una estancia de varias horas en una habitación encerrado a solas con Mercedes Milá medio achispada, con un micrófono en la mano y largándole una de sus prédicas moralizantes auxiliada en esas lides por el señor Monegal de BTV.

viernes, 4 de enero de 2008

Las 7 diferencias del señor Iceta


Ya conocemos el remedio para sanar los dolientes medios de comunicación de titularidad pública de esa costra nacionalista -que tergiversa a diario su cometido informativo- denunciada unas fechas atrás por el diputado del PSC, señor Joan Ferran, algo picajoso porque la CCRTV efectuó un despliegue bárbaro para retransmitir minuto a minuto la manifestación nacionalista convocada con la excusa del mal funcionamiento de la red de cercanías de RENFE. No es el yodo ni el agua oxigenada, ni un redoblado esfuerzo por trasladar una cierta apariencia de objetividad… la receta mágica nos la ha proporcionado en una reciente entrevista el señor Iceta.

La solución no pasa por pregonar a machamartillo, hasta el empacho, como nos tienen acostumbrados, las tesis nacionalistas a través de los micrófonos incluso en los programas de entretenimiento, en la información meteo o en las retransmisiones deportivas -donde nos hablan de selecció estatal cuando se refieren a la española y de selecció alemanya cuando aluden al combinado tudesco, por ejemplo, sabido que los locutores de la cadena tienen electrodos conectados al velo del paladar que les sacuden descargas de medio voltaje si se les escapa el infando nombre de, según Rubianes, la puta España-, sino, esa es la novedosa ocurrencia y admirable doctrina, fabricar sin descanso una audiencia catalanista. Y no es una broma, esas fueron las palabras textuales del fulano mentado más arriba, sin que deban, aunque en justicia puedan, enojarse las fulanas o meretrices trotonas por tan ofensiva identificación.

De modo que los catalanistas son como las bombillas o las tuercas: se pueden fabricar a destajo en una cadena de montaje. Se trata de ensamblar unas cuantas piezas, lubricarlas adecuadamente y una vez completadas caen de la cinta transportadora a un gran banasto de mimbre. Y… voilà, ya tenemos una nueva hornada lista para invadir las calles y formar en círculo aplecs sardanistas. De este modo los catalanistas-probeta del señor Iceta nos recuerdan los epsilones de Un mundo feliz de Aldous Huxley reclamando no su dosis de soma, una suerte de droga nutricia que sirve para reproducir su fuerza de trabajo, sino su diario pasto informativo de inspiración catalanista. No les faltará alimento, desde luego. Basta con enchufar la tele o sintonizar Catalunya Ràdio -entre otras- y comprueba uno que esos catalanistas en rodaje, una vez desbrozado el terreno durante los primeros años de socialización escolar, donde las dosis de catalanismo adaptado al consumo infantil son abundantes, corren el riesgo de cebarse en exceso y adquirir un preocupante sobrepeso nacional con el bandullo patrio hipertrofiado a la guisa de esas ocas alimentadas sin descanso, con embudo, para obtener el suculento foie a partir de un hígado descomunal.

El señor Iceta tenía que salvar el honor nacional del PSC emborronado por las declaraciones del diputado Ferran. Curiosamente, aunque tardía, la opinión de este último era descriptiva y exacta como una fórmula matemática, como un diagnóstico médico impecable. Pero a los socialistas no solo les faltan bemoles para suscribir todos a una el mentado diagnóstico sino que se han visto obligados a respaldarlo mediante una rectificación que, dando un gran rodeo, lo contradice totalmente. Magia potagia.
El señor Ferran dijo en una enternecedora entrevista concedida días atrás al diario El Mundo que sus compañeros de partido compartían al 90% su opinión sobre los medios públicos de comunicación. La conclusión es obvia: el señor Ferran no tiene ni la más remota idea de en qué partido milita. Lo que es completamente factible, pues si ha tardado 25 años en darse cuenta de la escandalosa manipulación nacionalista de TV3 y de Catalunya Ràdio, cabe que piense que esté en las filas de la UCD o del ya desaparecido PIPPA, ¿Lo recuerdan?, el Partido Independiente Pro-Política Austera, que concurrió sin demasiado éxito a las primeras elecciones legislativas.

Los socialistas, sin duda, están molestos porque en la CCRTV abundan más los guiños abiertamente separatistas que otros más acordes a sus intereses, lo que tiene una clara explicación pues si uno se pasa la vida diciendo y desdiciendo, siendo hoy catalanista, mañana nacionalista, al otro federalista asimétrico y también el oráculo que interpreta la progresiva desafección emocional de Cataluña a España, es normal que muchos periodistas afines al régimen les pierdan la pista aburridos de tanto escorzo manierista y puestos a difundir mensajes y congraciarse con alguien decidan no complicarse la vida, ahorrar energía intelectual -de la que no anda muy sobrada la estirpe humana- y abrazar sin tapujos el nítido credo nacionalista poniendo sus micrófonos al servicio de una causa por demás rentable y conveniente a su promoción profesional.

El busilis de la cuestión es la pretendida dualidad nacionalista/catalanista que nos presenta el señor Iceta. No hay que ser tan nacionalista pero, eso sí, hay que fabricar catalanistas a toda mecha. El Colegio de Periodistas de Cataluña no ha protestado porque le marquen tan descaradamente una pauta que supone una flagrante intromisión política en su cometido, al estilo de algunos regímenes precariamente democráticos y con un talante intervencionista al estilo bolivariano, sino porque le afean su evidente connivencia con el nacionalismo y su función, no principalmente informativa, sino instrumental, quedando el gremio a la altura del betún, convertido en un agente más enrolado en el proceso de construcción nacional. Ellos están para eso, lo saben y les gusta, pero no quieren que nadie lo diga públicamente por conservar un prurito de cierta apariencia de objetividad. No obstante tampoco entiende uno su airada reacción pues a la Cataluña oficial y a sus valedores, una acusación como esa no les hace mella alguna y la indisimulada militancia nacionalista de los medios de comunicación públicos es un bien deseado, un bien a proteger e incentivar. Al contrario, no pocos voraces consumidores del rancho patrioperiodístico diario les reprocharán que su proselitismo en pro de la causa es aún insuficiente y que habrían de redoblar sus esfuerzos propagandistas.

Pero a lo que vamos. A estas alturas ya no sabe uno qué es catalanista y qué nacionalista. Al menos esa es una discriminación que escapa al modesto entendimiento de Tolerancio, que, haciendo zaping, captó al azar la imagen del Molt Honorable Montilla con motivo de un mensaje navideño. El jefe del sonderkommando, por las cosas que decía y su entonación, trasladaba la impresión de ser un marciano patético, procedente de una lejana galaxia colándose en los hogares de los televidentes por obra y gracia de una fatídica conjunción espacio-temporal. Ni se entendía qué diantre chamullaba ni qué chorradas decía.
Gracias a Dios, con el mando a distancia en su poder, Tolerancio cambió de canal tras autoinfligirse un par de minutos de suplicio con aires de perversión masoquista. Lo suficiente para ver que el catódico intruso citaba como paradigma de una irreprochable conducta catalanista al finado Paco Candel, sonderkommando honorífico del nacionalismo a título póstumo*. La conclusión es evidente, Tolerancio preferirá siempre, de un rato lejos, a los nacionalistas que a sus palanganeros, pues con los primeros sabe muy bien a qué atenerse desde el minuto uno del partido.

Pero si alguno de ustedes, como en ese pasatiempo de los diarios que proponen al lector buscar las 7 diferencias entre dos viñetas prácticamente idénticas, sabe qué diantre distingue a un catalanista de un nacionalista, no dude en ilustrar a ese zote de Tolerancio para su mejor comprensión del mundo. Gracias.


* Título otorgado en una bitácora anterior a Paco Candel con motivo de su reciente y lamentabilísimo óbito.