Fomentar la excelencia, el trabajo, el esfuerzo personal. A ese dantesco y aterrador panorama parecen abocadas indefectiblemente las generaciones venideras. Para muestra, un botón:
Antaño se decía que las criaturas venían al mundo, que era, y es, un valle de lágrimas, con un pan bajo el brazo -en Francia con una baguette-. Ahora aterrizan, siempre que hayan nacido con posterioridad al 03 de julio de 2007, con un cheque-bebé pagadero al portador por valor de 2.500 €, aunque parece que la dote ha subido a 3.000 en las últimas horas por causa de las fluctuaciones registradas en el mercado de las promesas electorales que experimentan ciertas turbulencias -como las bursátiles- a medida que nos acercamos a la fecha señalada.
Luego tocará, a partir del dos mil nosabemoscuántos, la ortodoncia universal para solventar los frecuentes problemas de dentición de los pequeñuelos, no así, que sepamos, de los peques de hasta 90 años o más. De tal modo que el Ratoncito Pérez ingresará en las crecientes filas del desempleo, sin otro horizonte profesional que los laboratorios científicos para experimentación de vacunas y medicamentos.
Llegamos a la ESO, al Bachillerato o como quiera que se llame el Plan de Estudios, si lo hay, que afecta a los alumnos adolescentes. Nunca mejor dicho lo de afecta, pues el alumnado constituye el colectivo afectado, o mejor, damnificado en primera instancia, aunque los efectos se hacen notar a su alrededor en ondas expansivas. Además de pasar de curso con cuatro calabazas en el macuto, tendrán derecho a una beca mensual por valor de 600 € per cápita, ayuda prometida por la Junta de Andalucía -esa realidad nacional de nuevo cuño respaldada por el PP- gracias a la manirrota prodigalidad del presidente olivariano Manuel Chaves, con la intención, dicen, de fidelizar entre el alumnado el loable hábito del estudio. La promesa, permanentemente incumplida, de don Pantuflo Zapatilla a Zipi y Zape, consistente en regalar una bicicleta a su traviesa prole como recompensa a su aplicación en las aulas y a un brillante expediente académico, ha pasado a la historia. Y es que los tiempos cambian que es una barbaridad.
A esos 600 € x 10 meses de curso lectivo siguen -suma y sigue- las ayudas a los jóvenes anunciadas por la ministro/a Chacón -210 € mensuales durante cuatro años, sobre una propuesta anterior de la ministro/a Trujillo, la de los mini-pisos pero con macro-despacho zen- para facilitar su acceso a la vivienda de alquiler, siempre que tengan entre 22 y 30 años, es decir, ni 21 ni 31, y acrediten ingresos inferiores a 24.000 € anuales -no vale 24.000’01-.
La cosa marcha, pero aún falta por cubrir un considerable tramo de nuestra aperreada existencia, según la esperanza de vida por media estadística, aunque todo se andará. Aquí entra en escena el cheque-bomba. Un ingreso atípico por la nadería de 1.500 € mensuales. Cierto que esta medida parece que ha caído en el cajón del olvido luego de la aparente ruptura de negociaciones entre ETA y ZP y de los cambios de humor del juez Baltasar Garzón, que ha ordenado recientemente la detención de la cúpula al completo de Batasuna y procede ahora a la ilegalización de ANV -ese partido político que hace unos meses, con motivos de las últimas elecciones municipales, era legal en Beasain, por ejemplo, y unos quilómetros más allá, en Ordicia, no-.
Para optar al momio del cheque-bomba era preciso cumplimentar el formulario de certificado terrorista que pensaba expedir la administración en las ventanillas de Hacienda, debiendo acreditar el interesado la comisión de al menos un atentado con heridos y derramamiento de sangre. Matar no era requisito indispensable, pero sí lo era demostrar la hospitalización de la víctima, o víctimas, para beneficiarse de la gratificación. Fue un error muy difundido creer que se habría generado derecho a devengo simplemente por quemar fotos del rey, amenazar de muerte a diputados del PP o de C’s o perpetrar actos que denotaran cierto despego de la vida, incluso de la propia, tales como leer entero un ejemplar de El Periódico de Cataluña, saberse al dedillo la discografía de Nuria Feliu o compartir una maratoniana tertulia con Enric Sopena y Antón Losada, por ejemplo.
Además, para acogerse a tan jugosa subvención habría que adjuntar copia de condena firme en fallo judicial, escrito de arrepentimiento que el interfecto podría bajarse cómodamente de internet y documento penitenciario de excarcelación, todo por duplicado y debidamente compulsado. De modo que tras el lapso de la reclusión, unos meses apenas, con arreglo a la amnistía pactada previamente, optaría el peticionario a 10 años de la codiciada beca terrorista de reinserción.
Se trata, según algunos, de promover una vida digna y feliz. Que un mundo más cómodo y más humano es posible. No sabemos si éste es el camino adecuado. Pero tiene su qué que a uno le lleven en volandas, sin dar palo al agua hasta los 30 años de edad o más (cheque-bebé, cheque-dentista, cheque-Chaves, cheque-Chacón y cheque-bomba) que luego ya tocará espabilar y menear el trasero, aunque la deslocalización industrial y el desempleo vayan a más -acabamos de conocer el dato de octubre*: otros 30.000 parados- y empeore la situación económica, que, de todos modos, no afectará a España a tenor de las tranquilizadoras declaraciones gubernamentales, pues aquí todo marcha sobre ruedas, no hay el menor atisbo de crisis y si la inflación se descontrola es por culpa de las propinas que dejamos en las cafeterías. Pero… que nos quiten lo bailao.
De todos modos aún falta la guinda: el cheque-chup. En efecto, cuando Tolerancio asistía a las clases de bachillerato, en sus años mozos, casi todos los condiscípulos compartían una idea básica acerca del paraíso terrenal o de la auténtica felicidad, que era, cómo no, la satisfacción de las pulsiones sexuales. El huevón de Tolerancio y sus amigotes se pasaban el día entero pensando en chicas en biquini y en otras cochinadas por el estilo. Su Shangri-La en esta vida era, como decían en una secuencia de Vixens, una peli de culto por entonces, de uno de los protagonistas: que se creía alguien porque se la chupaban cada día.
Era esa, triste es admitirlo, su meta existencial, todo lo que daban de sí sus juveniles horizontes. Pero quién sabe, si se trata de hacer de los sueños realidad, incluso con carácter retroactivo, cualquier día ZP y su alegre trouppe, metidos a hada madrina, nos resarcirán de ese trauma adolescente y nos sacarán la espinita que llevamos clavada desde los lejanos tiempos de las insatisfechas querencias sexuales de la mocedad. Y bono-chup gratis. No sabemos quién se encargaría de dar cumplimiento a tan infecundo compromiso, aunque acabaría con las mandíbulas desencajadas como aquella candidata al senado belga que prometió mamársela sin descanso a todos sus votantes, aunque se contaran por miles. Ya saben el final de la historia: fue un bluff porque la chica no se presentó a las elecciones y además tuvo una agarrada de no te menees con su novio, radicalmente opuesto a tan obsequioso programa electoral.
Pero, una vez más se cumple, gracias a nuestros eruditos y providentes gobernantes, aquel refrán de Dios aprieta, pero no ahoga. Habiendo sido desestimado por razones de oportunidad electoral el cheque-bomba -no hay, dicen, expectativas de diálogo en el horizonte inmediato y los batasunos y etarras que antes eran poco menos que frailes mercedarios, ahora son unos chicos muy traviesos- y perteneciendo el bono-chup al ámbito de las fantasías animadas de ayer y hoy del inmaduro patán de Tolerancio, irrumpe en escena con tronío, con una fuerza arrolladora el cacique-cheque por valor de ¡¡¡400 euritos de aúpa!!! para sanear las maltrechas economías familiares.
Una medida, prodigio de la ingeniería fiscal que bien puede valer la rutilante concesión del Premio Nobel de Economía -premio, como es sabido, que se decide entre los plácidos y tonificantes vapores de una sauna con una buena provisión a mano de botellas de vodka, etiqueta negra- y que merece una bitácora aparte. Una cantidad que puede dar mucho de sí. Como poco para unos 200 botellines de cerveza, botellín arriba, botellín abajo, según el apresurado cálculo de un exultante parroquiano del bar donde Tolerancio desayuna su preceptivo carajillo de menta.
Gratis total.
* Esta bitácora, puesta al día con algunos comentarios, fue redactada hace meses, como se deduce de la cita con asterisco, pero, a pesar de todo, no ha perdido su vigencia.