viernes, 14 de noviembre de 2008

Sindicatos II. ERE que ERE


Los sindicatos catalanes forman parte de la trama, de la Red. Cumplen de manera ornamental la función que se asigna en principio a los sindicatos que es la representación de los trabajadores y la defensa de sus derechos e intereses. Es la suya, en el caso de los sindicatos catalanes, ya lo decimos, una representatividad cosmética… que es incluso discutible, pues habrá quien sostenga que cuando los sindicatos se limitan a velar por la economía subvencionada, tal como sucede en casa, dejan de representar los genuinos intereses de los trabajadores… intereses que habrían de estar conectados a la exigencia de un modelo productivo que incentive realmente la actividad empresarial como única fuente conocida de creación de empleo dentro de la economía de mercado, que es la nuestra y la de nuestro entorno, salvo que nos impongan una economía completamente intervenida o planificada con arreglo al antiguo modelo soviético.

En realidad los sindicatos catalanes están para arrimar el hombro a las órdenes del establishment local. Es sintomático que en Cataluña -aunque también sucede en el resto de España por un fenómeno mimético, regioncita a regioncita- los sindicatos inscriban sus siglas y logotipos en las banderas de obediencia tribal… hecho prácticamente desconocido en el resto del mundo.
La tendencia entre apátrida e internacionalista que ha definido durante décadas el sindicalismo ha sido sustituida aquí por una imbricación inextricable en el tinglado localista, compartiendo cada nomenclatura sindical mesa y mantel con las oligarquías regionales en reuniones protocolarias a cargo del contribuyente, es decir, de los trabajadores.

Los sindicatos, sus cúpulas o cupulitas, optan… -mandan subvenciones y compadreos-… por delimitar su ámbito geográfico de actuación que es la manera más inmediata y eficaz de tocar pelo, de hacerse sitio en el gran o pequeño mundo aborigen, de ganarse una presencia, ya no tolerada, sino de rango institucional en su universo aldeano. Es preferible, entienden, ser alguien en Copons, cerca de Igualada, estrechando manos a diestro y siniestro por su calle mayor que no una gota de agua en la inmensidad del océano.

Los sindicatos catalanes están para canalizar la voz de los trabajadores a los que representan… no muchos, la verdad, dado el ínfimo nivel de afiliación… o mejor, no solo para canalizar su voz, si como colectivo la tienen, sino para distorsionarla acoplándole un vocoder que confiere a la fonación un timbre robotizado, metálico. Están para trasladarles consignas a corear mediante el conocido procedimiento piramidal de transmisión de la cúpula a la base… desactivando posibles discrepancias de fondo con el orden establecido y garantizando su incondicional adhesión a las obediencias territoriales de forzoso cumplimiento… decoradas, desde luego, con alguna soflama que aporte esa pizca de necesaria escenografía a la pasteleada función.

En definitiva, sensibles al proceso llamado de construcció nacional, la misión de los sindicatos catalanes es nacionalizar a los trabajadores o cuando menos asegurar a la élite nacionalista la neutralidad de sus afiliados. Si no conseguimos que participen, que se involucren, carburan, cuando menos que no sean un estorbo. Y cada sindicato pone en danza sus estrategias para responder con la mayor diligencia a la voz, a los deseos del amo, a las órdenes que salen telegrafiadas de los cuarteles generales del nacionalismo.

-Por ejemplo, USOC acudió en solitario, anticipándose a los demás y destacando por su inquebrantable lealtad, rayana en el palanganerismo, a la convocatoria del tripartito en la plaza de San Jaime en apoyo a Carod Rovira después de que éste viajara a Perpiñán, de tapadillo, como presidente en funciones de la Generalidad para pactar con ETA una exención geográfica de atentados a cambio de respaldo político a la causa abertzale… en puertas de la negociación del gobierno ZP con los terroristas.

-UGT se ha adherido recientemente a la plataforma soberanista PDD, por el Dret a Decidir, luego de ver como la burguesía catalana condecoraba, por los servicios prestados, a su Secretario General, el sonderkommando José María Álvarez, con la cruz de Sant Jordi, agradeciendo el interfecto tan alta distinción en un catalán exquisito con arreglo a la escuela declamatoria del presidente Montilla.

-UGT, CC.OO y USOC, junto a Unió de Pagesos y entidades como Ómnium Cultural han suscrito, a toque de pito de los partidos catalanistas, un manifiesto a guisa de presión al gobierno central a favor de lo que han dado en llamar una mejor financiación autonómica, no refiriéndose, claro es, a una mejor gestión autonómica del dinero público, sino a la cesión de más dinero, iniciativa que cuenta con el beneplácito de la patronal catalana.
Cualquiera podría pensar que la finalidad de dicha iniciativa, codo con codo con Fomento del Trabajo Nacional, es congraciarse con el gobierno regional ante un nuevo reparto del pastel vía subvenciones, cursillos, ayudas varias y otras prebendas… y acertará… pero no hay que subestimar el grado de voluntaria adhesión, más allá de lo exigible, de las cúpulas sindicales a las tesis nacionalistas por convencimiento y afinidad.

Ahora que vemos que se suceden los ERE’sERE que ERE y tiro porque me toca, sabemos que los sindicatos no saldrán de romería, así lo dijo Fidalgo, Secretario General de CC.OO, a quien parece le mueven la silla estas últimas fechas, pues los hay que consideran que no es suficientemente dócil al actual gobierno. Esta llamada a la pasividad sindical la presentan sus promotores como un ejemplo de responsabilidad superlativa en tiempos de crisis.

Montilla, salva la plantilla. Esa era la consigna coreada por los trabajadores de Nissan afectados por un ERE de grandes proporciones que implica no solamente a los empleados de la firma nipona sino a otras industrias de componentes y a otros tantos empleos indirectos.
A Tolerancio no acaba de gustarle esa confianza última depositada en la providencial intervención de una suerte de deus ex machina, de un redentor que irrumpe en escena y le para los pies a los malos y salva a los débiles. Aunque sea nada más que un ripio, una rima facilona. Tampoco Pepe Montilla nos recuerda a Jan Hus, el Cid o Juana de Arco, la verdad.

A quienes, es cosa segura, no defenderán los sindicatos ni salvará Montilla, pues se trata de dos trabajadores… -¿Sólo dos? ¡Que se jodan!-… son al empleado sanitario que no ha sido admitido en la categoría profesional que desempeña desde hace 20 años en el hospital del Valle de Hebrón por carecer del nivel C de catalán y a la monitora Sara Burgos por denunciar los execrables excesos lingüísticos perpetrados por la Dirección de la escuela Gayarre. No sólo no los defenderán ni salvarán sino que harán cuanto esté en sus manos para rematarlos y dejar sus despojos tirados en la cuneta por tener la osadía de romper el tabú del silencio.

Sucede que las cúpulas de los sindicatos mal llamados de clase y que en realidad son de obediencia de partido han cultivado un ciego colaboracionismo, sin fracturas, en lugar de la necesaria presión frente a instancias gubernamentales, sobre todo cuando éstas las ocupan personas de sus mismos partidos políticos de referencia. Y por ello suscriben sin vacilar, servicialmente, cuantas melonadas e indignidades les ponen en el plato, como sucedió a cuento del manifiesto soberanista por una mejor financiación del que ya se habló en la bitácora titulada Sindicatos I y que hemos recordado unos párrafos atrás.

Pero a veces esos ímprobos esfuerzos por integrarse en el sistema como uno más, por dar saltitos y cabriolas circenses a la primera palmada del catalanismo hegemónico, no bastan y es preciso ampliar aún más el radio de la sonrisa.
Hemos sabido por un informe elaborado por CC.OO precisamente, publicado en la prensa, que el gobierno tripartito nominalmente liderado por Montilla, el salva-plantillas, pero manejado, no el sombra, sino a plena luz del día por ERC, el partido de les mans netes… -limpias hasta que las metieron en la caja-… que las subvenciones que reciben los sindicatos por delegado electo arrojan este esclarecedor balance:

-CSC, sindicato afín a ERC, la nadería de 120 €.
-UGT, sindicato del sonderkommando Josep Maria Álvarez, pronúnciese Álvares, condecorado por la oligarquía local con la cruz de Sant Jordi, 2’7 €.
-CC.OO, 2’4 €.
-Y USOC, en último lugar… cómo no y a pesar de su tesón y buen oficio en el arte de bailar el agua a la administración regional… con la pírrica suma de 0’9 € por delegado electo.

En definitiva, para eso están. Para ejercer de pilar básico de uno de esos particularismos, el catalanista en este caso, que diseñan un modo de vida autocentrado, pues en el pueblito, en la aldehuela, nos dicen, en la comunidad elfa o pitufa reside la salvación colectiva… y también para encomendarse al padrecito, al providente cacique local, casi casi como esos fieles que salen de romería o de rogativa para implorar a los cielos que derramen la fértil lluvia sobre los campos agostados por la sequía.

Que Montilla salve la plantilla, bien… pero que alguien nos salve de una vez de estos sindicatos. A los trabajadores no nacionalistas ya no nos sirven ni representan los sindicatos que disciplinada y lacayunamente le enceran el tubo a lengüetazos al nacionalismo.



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