jueves, 15 de enero de 2009

El bilingüismo no obligará a nadie


El responsable -sic- de Sanidad, Bernat Soria, promotor del llamado suicidio asistido, ha dicho en recientes declaraciones que el proyecto de ley que prepara su ministerio no obligará a nadie a decir adiós a este valle de lágrimas que es la vida. Muy tranquilizador.
No sabemos aún cómo ejecutarán los suicidios asistidos, si con el mismo chute que emplean en algunos estados USA para dar matarile a los reos sentenciados a muerte o importarán la mezcla letal que elaboran las autoridades chinas para aplicar la pena capital una vez que han decidido sustituir por razones humanitarias el tiro en la nuca por el jeringazo, que también costeará la familia del reo, según desveló un portavoz de aquel gobierno días antes del comienzo de las Olimpiadas de Pekín.

Tampoco se sabe quiénes compondrán el equipo médico encargado de administrar el cóctel definitivo aunque ya se han postulado para tan alto honor los doctores Montes, como Jefe de Pabellón, Morín, Área de Pediatría, De Juana Chaos, responsable de Enfermería… -especialmente motivado ante la golosa perspectiva de darle pasaporte a cientos de pacientes de nacionalidad española indefensos y atados a la cama con correajes, tras acudir en Belfast a una manifestación por la paz, supuestamente, en Oriente Próximo-… y todos ellos debidamente coordinados por el señor Carretero, que fuera consejero de ERC en el primer gobierno tripartito y que está cobrando un fortunón anual, sufragado por la ciudadanía, como director de un hospital virtual que ni siquiera existe, según revelaciones periodísticas.

Esa frase, no obligaremos a nadie, ha llegado a convertirse en una muletilla que a todos nos saca de un apuro. En efecto, los defensores del aborto libre y gratuito, respaldados, cómo no, por el ministro Soria, aducen que lo que han dado en llamar interrupción del embarazo (como si una vez interrumpido se pudiera reemprender o desinterrumpir) es una decisión individual que no obliga a nadie. Aquí reaparece de nuevo la famosa expresión. También la han repetido a machamartillo los defensores del llamado matrimonio homosexual. Esa ceremonia, la unión que acarrea, no obliga a los demás a contraer nupcias con personas de su mismo sexo.
Ambos razonamientos son, desde ese punto de vista, impecables. No hay nada como acudir a la cita no obligamos a nadie para desactivar las críticas que una determinada propuesta legislativa despierta entre sus detractores.

No obligar a nadie: eso es precisamente lo que pretendemos los partidarios del bilingüismo institucional en Cataluña y de la libertad de elección de lengua escolar, pues nuestra región dispone de dos lenguas oficiales… todavía.

Los hay que nos atribuyen satánicas intenciones: provocar quiebras sociales equiparables a los daños que causaría una tempestad de ojivas nucleares cebadas con trillones de megatones, fracturas en la convivencia pacífica que no podrían recomponerse ni con Loctite a paladas, segregación, guetos que ni el de Varsovia bajo el dominio nazi o los bantustanes del ya superado apartheid sudafricano, cuando no directamente la ruina y desaparición de la lengua catalana, el genocidio cultural y otras plagas de Egipto.
Nada de eso, tan sólo pretendemos que nuestros hijos, sobrinos y nietos, o los hijos, sobrinos y nietos de los demás puedan estudiar Aritmética y Ciencias Naturales en español, si así lo desean los padres o tutores legales de los chicos. Tan osada pretensión la definió Miquel Iceta, del PSC, como propuesta-tsunami.

No obligaremos a nadie. Allá cada cual con lo que quiera para sus hijos, sobrinos o nietos. Cierto que el sistema educativo monolingüe vigente en Cataluña tiene una ventaja sobre todos los demás, que vale su peso en oro, y es que nuestros escolares, en este mundo globalizado del que formamos parte, serán los únicos de todo el planeta -incluidas las islas Feroe- competentes en catalán… laurel académico del que no podrán blasonar, y por ello les corroerá una insana envidia, los licenciados en Harvard o en La Sorbona. Circunstancia que no es mero ornato, vacuo oropel, sino valor añadido.

No obligaremos a nadie, eso es. Pero que tampoco nos obliguen, que nadie decida por nosotros… Que no decidan por nosotros en qué lengua queremos escolarizar a nuestros hijos… pues los padres educamos y los padres decidimos. Que no nos traten como menores tutelados incapaces de tomar una decisión de esa trascendencia para el futuro académico de nuestra prole, pues sabemos de sobra lo que queremos para ellos. Y lo repetimos, que quede claro… por encima de todo, con elegante tolerancia, no obligaremos a nadie. Pero que dejen de impedir a los interesados de una vez y para siempre el libre ejercicio de un derecho básico reconocido en nuestro ordenamiento constitucional.

1 comentario:

Reinhard dijo...

Qué cuadro sanitario nos pinta usted, Tolerancio. Parece la T4