domingo, 18 de noviembre de 2007

Política hipnótica


No sé, no sé, no sé que tienen tus ojitos que me vuelven loco… que me vuelven loco. Así comienza uno de los éxitos musicales de Rumba Tres, grupo rumbero catalán que causó furor allá por los años 70.

De un tiempo a esta parte los ojos y su correlato sensorial, la mirada, han cobrado un especial y relevante protagonismo en la política española en detrimento de la inteligencia. Es decir, se ha optado por una aprehensión inmediata del universo y sus avatares, relegando la reflexión, el análisis ponderado de los problemas para mejor dar con sus soluciones, como queda dicho, en aras de una cosmovisión de tipo mágico o emocional, desandando el camino de la lógica y de la experimentación transitado por la tradición racionalista europea.

En efecto, meses atrás -no recordamos la fecha exacta, pues esta desquiciada legislatura se ha distinguido por una suerte de compresión temporal que dificulta la precisa datación de cuantas cosas han sucedido, que han sido muchas, como introducidas en un vertiginoso circuito de aceleración de partículas atómicas de efecto descabalado y delirante-, don José Blanco, el elemento más con-ce-tual del a-tual PSOE, manifestó que las reuniones con los etarras o sus emisarios, las palomas de la paz como Otegui, hoy encarcelado por exigencias escénicas, y mientras algunas actrices de renombre rondaban a la abogada Goiricelaya y la ungían con una tupida lluvia floral, no tenían otro objeto que mirarles a los ojos directamente para decirles que la violencia no conducirá jamás a objetivos políticos tangibles.
Nadie que no fuera rematadamente imbécil se creyó semejante embuste, pues no hay quien acuerde una reunión con terroristas, que son gente muy ocupada, para echarles un sermoncito y encima poder contarlo… es decir, sin que le meten al punto un tiro entre ceja y ceja o por la espalda. Y menos aún para cruzar unas miraditas, salvo que se tratara de echar una partidita al mus, tan propenso a guiños y muecas, en lugar de una negociación política enfocada a una vergonzante claudicación.

Pero hay más miradas. Recientemente ZP se ha dado un garbeo por Barcelona para tranquilizar a usuarios y ciudadanía en general a cuento de la desastrosa gestión de las obras del AVE y del descacharre mayúsculo del servicio ferroviario de Cercanías. En un desplante gallardo ZP se encaró con uno de los técnicos y le dijo: Míreme a los ojos y dígame que la Sagrada Familia no corre ningún peligro.
¿Planos? ¿Estudios técnicos? ¿Catas geológicas? ¿Extracción de muestras? ¿Pruebas computerizadas en laboratorio o sobre el terreno? Nada de eso. Basta con mirarse a los ojos que son, dicen, el espejo del alma. Y arreando.
Sorprendente modismo político que instaura un tipo de discriminación desconocida hasta la fecha y que denunciamos desde esta modesta bitácora. En efecto, pues excluye de determinadas responsabilidades y tareas en la gestión pública al colectivo de invidentes, que no pueden ver por mucho que miren. De tal suerte que podríamos perdernos a un verdadero lince, disculpen la paradoja, para contener, por ejemplo, el gasto público y equilibrar las cuentas o para acometer sapientísimas y eficaces reformas en otros ámbitos por culpa de esa malhadada disminución sensorial que en absoluto impide el conocimiento exhaustivo de las más diversas materias.

Un enjundioso estudio científico sostiene que las claves de la seducción son una mirada franca, directa y una expresión afable, sonriente y cercana, tanto o más que la propia belleza considerada desde los cánones clásicos de la proporcionalidad estética, ya saben, la famosa curva praxiteliana, el óvalo de la cara y otros parámetros similares. O mejor, que una de esas miradas es por sí embellecedora y despierta el interés en el receptor, un inmediato afán por el acercamiento, preludio del acoplamiento posterior. El diario El Mundo, en su edición del viernes 9 de noviembre, ilustra el artículo que da fe del citado estudio con una fotografía de Escarlata Johansson. A eso le llama uno jugar con ventaja. La actriz luce en la instantánea una sonrisa deslumbrante… y un escote la mar de generoso, por lo que resulta complicado mirarle a la cara directamente… más que a un etarra o a un técnico del AVE. Claro que no es el cerebro precisamente el músculo -ni la inteligencia la función- que se activa al contemplar a tan bella criatura.

Tanta miradita, tanta miradita. Algunos confunden la política con un guateque donde flirtear a sus anchas o con una sesión de hipnosis. Cuidado que por ese camino los estudios prospectivos sobre impactos económicos o medioambientales, por ejemplo, dejaremos de encargarlos a expertos para acudir al gabinete futurista de una húngara de feria para que consulte su bola de cristal. Otra realidad es posible, dirán los políticos al uso que sustituirán como libros de cabecera obras filosóficas y de reputados politólogos por la trilogía de las alucinógenas andanzas de Carlos Castaneda y su brujo yaqui por el desierto de Sonora. Acabaremos esta bitácora con otra canción, ésta de Golpes Bajos, uno de esos grupos de la movida de cuando uno era joven y que decía pizca más o menos: No mires a los ojos de la gente, desconfía, siempre mienten…

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