Los colegios profesionales de Cataluña son un verdadero primor. No tanto por esa estructura gremial con tufo a calco o réplica del corporativismo imperante décadas atrás, sino, como entonces también, por su lacayuna obediencia al poder establecido. No escasean ejemplos no muy edificantes.
Por su paradigmático afán de engrasar a lametones las conducciones catabólicas del nacionalismo y sus heces y caspicias residuales se yergue descollante el Colegio de Periodistas de Cataluña, auténtica tropa de cuartel de remonta ataviada con manguitos y máquina de escribir, escuela de palanganeros al servicio de la clase política lugareña, cantera productiva de enceradores de tubos a lengüetazos. Ya se conjuraron en su día a guardar silencio sobre el hundimiento del barrio del Carmelo para no estorbar las discusiones estatutarias de aquella hora, con acusaciones en los escaños del parlamento regional de cobro planificado de comisiones por licitación de obra pública -ustedes tienen un problema que se llama 3%, siendo cierto el nombre del problema pero no el apellido, que algunos llaman 20%-.
Como dice la coloquial expresión, callaron como putas, sea dicho con el máximo respeto al colectivo de meretrices infinitamente más honesto que los aquí glosados. Y no fue que se mordieran la lengua o la pluma, por así decir a la chita callando, para mejor pasar desapercibidos, sino que dieron una rueda de prensa y todo para justificar su premeditada y voluntaria opacidad informativa sobre tan mayúsculo escándalo, jactándose de su conducta que obedeció, eso dijeron, a un compromiso patriótico que sobrepujaba en fuerza las obligaciones contraídas con la opinión pública. No consta que el CAC, esa veneranda institución, les amonestara por su discutible celo profesional.
El mentado Colegio, que ha servido de escaparate a ilustres invitados como los portavoces periodísticos de la banda terrorista ETA, se sumó de grado en su día al cierre -por ahora fallido-de emisoras radiofónicas críticas con el nacionalismo. Más recientemente ha plantado cara a un diputado gubernamental, señor Ferran, tras sus descriptivas aunque tardías e insinceras declaraciones sobre la costra nacionalista dominante en los medios catalanes de comunicación de titularidad pública -el panorama no es distinto en los privados, pero esa es otra o la misma historia- para añadir que jamás dejarán de contribuir al proceso de construcción nacional desde su jurisdicción aún al precio de enfangarse a diario, y muy gustosamente, en un incesante ejercicio de tergiversación informativa*.
Otro Colegio de probada honestidad profesional es el de Médicos como hemos podido comprobar a raíz del siniestro escándalo de las clínicas abortistas denunciado por reporteros de otra nacionalidad, pues huelga decir que este macabro asunto no motivó afanes ni pesquisas del periodismo autóctono. Tiempo atrás el Colegio de Médicos comisionó a dichas clínicas a sus sagaces y perspicaces inspectores para levantar acta de cuantas anomalías descubrieran y expedientar, si procediera, a los colegas infractores, pero no hubo caso pues confundieron una trituradora para picar la carne tierna de nasciturus de hasta 30 semanas de gestación con una fotocopiadora, que a partir del 01 de enero habría de pagar, claro es, el correspondiente canon digital a la SGAE.
Hemos sabido extraoficialmente que en el informe elevado a las más altas instancias colegiales los inspectores adujeron que cabría la posibilidad, exactamente entre un 12% y un 14%, de que esos niños, de haber nacido y alcanzado la edad adulta, podrían haber sido no nacionalistas confesos con lo que las interrupciones de los embarazos estarían preventivamente justificadas, aun pagando justos por pecadores. Actitud que nos recuerda un afortunado pasaje de la exitosa película Braveheart, donde en una de las batallas, y enzarzadas en trabada pelea las huestes inglesas con las de Wiliam Wallace en medio de una campa, el rey Eduardo, que lo borda por cierto y es con diferencia lo mejor de la peli, da orden a sus arqueros de disparar a bulto contra los contendientes y uno de sus oficiales, alarmado, replica, pero, sire, le daremos a nuestras tropas y el otro responde con un cinismo soberbio: y a las suyas también.
En esta sazón y punto algo diremos sobre el manido término interrupción de un embarazo, pues todo aquello que se interrumpe es algo que por definición puede retomarse posteriormente. Es decir, si se interrumpe una conversación, los interlocutores pueden volver a ella más tarde una vez sorteado el motivo de la momentánea interrupción. Lo mismo sucede con el coito, el llamado coitus interruptus, que puede proseguirse en otra ocasión cuando las energías y ganas asisten de nuevo a los actores. Lo único interrumpido que no puede retomarse jamás es un embarazo, de modo que aquí la terminología sirve como nunca para enmascarar y escamotear la realidad. No hay embarazo interrumpido sino finiquitado para siempre, pero eso es harina de otro costal.
Tampoco dijo nada el Colegio de Médicos del anuncio de las clínicas abortistas en la web oficial de la consejería regional de Salud. Poniendo algún reparo o formal amonestación a tan flagrante publicidad habrían salvado acaso una pizca de su honor, pero los galenos colegiados, cobardes para denunciar unas prácticas además de delictivas, especialmente sórdidas, también lo fueron, qué sorpresa, para afear a la administración su descarada conducta pro-abortista.
Otro Colegio que ha destacado por su mansedumbre y cómplice silencio es el de Ingenieros, si lo hay. A cuento de las calamitosas obras del AVE, con agujeros por doquier, cual un queso de Gruyère, y el supuesto riesgo de desplome de media ciudad al paso del convoy ferroviario por el subsuelo, no ha dicho ni mu. Cierto que algún colectivo de ingenieros salió a escena y disfrutó de su contestatario minuto de gloria en cuanto se produjo un socavón en las obras del AVE en el tramo Zaragoza-Lérida, a un centenar de metros de la vía, para denunciar la pésima planificación y ejecución de las mismas cuando su máximo responsable era ese zote de Álvarez Cascos, aquel tipo que dijo en plena subida de precios en el sector de la vivienda que los pisos no eran tan caros pues la gente los compraba que era un contento. Pero a pesar del despiporre registrado en estos últimos meses, con el desconcierto añadido de los retrasos en la red de Cercanías de RENFE (cuyo traspaso pretenden los nacionalistas para gestionarla tan eficazmente como la Educación, la Sanidad u otras competencias transferidas que son la envidia de medio mundo), no se les ha visto el pelo y acaso por eso se les ha visto la obediencia y el plumero.
Tampoco hemos presenciado protesta alguna del profesorado en conjunto, o en disjunto, con motivo de los pésimos resultados académicos de las sucesivas reformas del sistema educativo o de la polémica implantación de una asignatura, la así llamada de la Ciudadanía, que es una castaña pilonga envenenada que compite con los padres a la hora de transmitir a sus hijos valores y otras relevantes cuestiones que habrían de ser de su exclusiva jurisdicción sin asomo de intrusismo estatal o gubernamental. No habría sido mala cosa que exigieran todos a una, o unos cuantos, contenidos de mayor calado y más elevados propósitos en las materias que imparten y nuevas formas de primar y evaluar los méritos del alumnado o que reclamaran con cierto énfasis el inalienable derecho a la enseñanza en español en las regiones con idiomas cooficiales -alienado en algunas con mandato local del PP-. Aquí la duda es saber si los profesores están colegiados o habrían de regresar al colegio para reciclarse en vista de los sublimes logros alcanzados en las últimas décadas.
Esta bitácora podría extenderse ad infinitum si repasamos la mayoría de las categorías profesionales censadas. Qué decir si no de los jueces y de su ejemplar órgano colegiado que nos maravilla como nada en este mundo. O del Colegio de Abogados, que merece un capítulo, es decir, una bitácora aparte.
Conclusión: casi todo encaja en esta vida si se contempla desde una cierta perspectiva, desde una distancia que casi todo lo ensambla y armoniza, hasta las riñas y las discrepancias. Gobiernos idiotas para una población mayoritariamente idiota o idiotizada y Colegios Profesionales en la misma onda. Vaya por delante que para idiota, un servidor el primero.
* Para muestra un botón: la portada del diario El Periódico de Catalunya del día 9 de enero de 2008 no es otra que una carta del alcalde Jordi Hereu con motivo del túnel del AVE a su paso por Barcelona. El diario en cuestión actúa pues como altavoz al servicio de las instituciones, de un determinado color, claro es, y en el presente caso como un mero bando -de la banda- municipal. No consta que el muy ilustre Colegio de Periodistas haya emitido nota de protesta alguna contra tan manifiesto ejercicio de servidumbre o mamporrería periodística de sus colegas.
2 comentarios:
Leyendo y leyendo, querido Tolerancio, pensaba que dejábase usted en el tintero al Colegio de Abogados de Barcelona.Esta institución tan poco ilustre tenía una especie de blog llamado "Forum", donde los colegiados participaban de muy diferentes maneras. Bien. Antes del verano, y viendo que la gente se desmadraba con críticas hacia la Generalitat, jueces o el propio colegio, esta web se cerró. Sin más.Sin explicación. Ante esto, amén de lo que usted con brillantez relata, solo cabe afirmar aquello tan español de "Vivan las caenas". Aunque también, como dice un amiguete catalán, Cataluña es como la niña Alba, aquella que, tras la negligencia de la Generalitat y una brutal paliza del compañero de su madre, acabó sorda, muda y ciega.
No sé si Cataluña es como la niña Alba, en mi cortedad, sólo puedo decir que Catalunya es como Catalunya (por una vez, y sin que serva de precedente, escribo Cataluña con "ny").
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