martes, 19 de febrero de 2008

Saura: el halcón


El ecotorturador Saura, responsable político de los mossos d’esquadra que abofetean a diestro y siniestro en la comisaría de Les Corts por tan graves delitos como robar melones, pero, eso sí, sacudiendo al personal en un catalán impecable, con arreglo a la sintaxis y gramática pompeyanas -de Pompeu-, es hombre de quien dependen nuestras vidas y haciendas.

Sentado ese argumento la tranquilidad de la ciudadanía es absoluta: no podemos estar en mejores manos. Ni en el Mossad, ni a la vera de un Sarkozy, hay un elemento igual que haga sombra a Saura, ese tipo duro de talante rocoso, berroqueño, que enciende las cerillas rascando la cápsula de fósforo en la mejilla, ese implacable martillo de criminales, ese coloso de hierro colado en la reñida batalla contra el terrorismo y cuya sola mención estremece de pavor a la plana mayor de las FARC, de Hamas, Hizbulá, ETA, de la UCK, de los señores de la guerra del Cáucaso o Afganistán y que le suelta las tripas a todo un Bin Laden en su montuosa guarida.
Ese titán del Estado de Derecho frente a sus conjurados enemigos que, tras ponderar sesudamente los detallados informes que le planta en la mesa de su despacho, de noble madera de nogal, el director de la tupida red de agentes secretos de la policía autonómica, infiltrados incluso en las alcantarillas del Pentágono, se toma un respiro -Kagemusha, el reposo del guerrero- limpiando las caquitas del gato, según manifestara en su día la señora Mayol de Saura, Imma, para humanizar la figura de su cónyuge, insobornable azote de la criminalidad en todas sus modalidades.

En Cataluña no pasa nada, no se atisba el menor indicio de riesgo en la convivencia, salvo, claro es, la depravada petición de escolarización bilingüe, solicitud que demuestra la ruindad y perversión de sus promotores y que generaría un tsunami incontenible, una fractura social irreparable. Pero al margen de ese crimen abyecto, nada… esto es una balsa de aceite. Ni comisiones al 3 o al 20% a trincar alegremente por licitación de obra pública, ni chanchullos inmobiliarios en Salou o en BCN por cuenta del Fórum, ni devaluación de la calidad de la Sanidad pública, ni financiación de entidades supuestamente culturales conectadas a partidos políticos, ni descacharre de las infraestructuras, ni problemas en el abastecimiento de energía eléctrica o de agua potable… ni nada de nada. Y mucho menos, terrorismo de inspiración islamista. Fíjense si Cataluña es territorio cool y está à la page que incluso nos honrará con su presencia Woody Allen para tocar el clarinete.

Desde 2004 han sido detenidos en Cataluña, contando a los integrantes del comando Dixán, 94 presuntos terroristas islámicos, exactamente los mismos que en Las Batuecas o La Rioja. Ante dicho balance el consejero Saura concluyó que Cataluña no era tierra de acogida para los integristas. De ello deducimos que nuestras autoridades no los reciben en el aeropuerto con una pancarta que dice Welcome/ Benvinguts y una alfombra de terciopelo rojo como esas que desenrollan para agasajar a las celebridades del celuloide que acuden a la gala de los Oscar de Hollywood.

Sin duda que el avispado consejero maneja información fiable y de primera mano para realizar tan contundente afirmación. Esa información contrastada que ha permitido decir a una hora que eran tres los terroristas, a otra que seis, que estaban en prácticas y no se habían sacado aún el carnet de suicidador, por cuenta ajena, de terceras personas, o que el atentado era cosa inminente. Que eran suicidas aunque disponían de temporizadores para detonar la bomba y con un cronómetro conectado a su aparato digestivo para no suicidarse con la tripita llena, que causa muy mal efecto. O que los temporizadores estaban destinados en realidad a avisarles de cuando debían recoger la colada porque sus señoras, bajo velo o burka, tienen muy mal genio y en casa les zurran la badana de lo lindo aunque los tíos van de mil hombres por el barrio, el Raval, de tetería en tetería, vacilando de cómo las dominan a su antojo, y que esos chismes en definitiva no guardaban ninguna relación con un hipotético atentado. Que obraba en su poder una cantidad de explosivos que oscilaba entre unos 30 gramos de un producto similar al ácido bórico, para airear pinrreles o matar cucarachas, y varias cabezas nucleares suministradas por islamistas de ex-repúblicas soviéticas o por el régimen iraní. Y que uno tenía un gato siamés llamado Sultán, pero que está el pobre en el veterinario de la calle Hospital porque se atraganta con esas bolitas de pelusilla que sueltan los felinos domésticos.

En un ejercicio de responsabilidad periodística sin precedentes el diario gratuito Metro titulaba así al día siguiente: Seis suicidas dispuestos a inmolarse en el Metro en lugar de Seis presuntos terroristas dispuestos a provocar una masacre en el Metro. Solo les faltó añadir… para reunirse en el paraíso con 30 huríes por barba, retozar alegremente entre palmeras datileras y beber cacillos a espuertas de leche de cabra y miel.

Saura, para reconciliarse con la opinión pública, compareció junto a Rubalcaba en rueda de prensa, en una suerte de mini-cumbre de laboriosos ministros de Interior, de iguales, conjurados en una lucha sin cuartel contra esa obediencia terrorista que hasta hace unos meses llamaban genéricamente internacional, como si el busilis de las organizaciones criminales fuera la procedencia o nacionalidad de sus integrantes -un argelino, dos egipcios y un sirio, por ejemplo- en lugar de sus motivaciones religiosas o políticas (con lo que podríamos sustituir la expresión terrorismo etarra por terrorismo goyerritano, por ejemplo, si es que el gentilicio vale para referirnos a la comarca guipuzcoana del Goyerri y siempre que los miembros del comando fueran todos vecinos de la misma).

Nada mejor para trasladar calma y sosiego a la población que comparecer junto a Rubalcaba, ese hombre de probada transparencia y buenas intenciones, ese dechado de virtudes con un impecable historial a sus espaldas. Lo dicho… que no hay por qué alarmarse. Que no pasa nada. Que aquí el único riesgo que puede acabar con la convivencia pacífica de la ciudadanía es esa bomba de relojería de la enseñanza escolar en castellano. Todo lo demás son bagatelas.


1 comentario:

Reinhard dijo...

Saura, querido Tolerancio,es ese pijoprogre que adquiere sus trapos en la modesta tienda de Furest, lo que viene a demostrar, una vez más, que no por mucho madrugar amanece más temprano, o lo que es lo mismo, que no por dejarse una pasta en ropa se viste bien, y que las camisas negras, llevarlas bien, lo que se dice bien, lo hacían los chicos de Mussolini, quienes en poco democrático alarde daban de beber aceite de ricino a sus enemigos políticos, algo que pronto veremos en la comisaría de Les Corts como acompañamiento al bocadillo de los detenidos.Salúdole.