jueves, 28 de febrero de 2008

El beso de Oñate

Maitane es una puta vasca. Como tal se anuncia en El Diario Vasco. Hemos sabido de ella a través del eco que se hizo de la chusca noticia el Periodista Digital con fecha 10/02/08. Maitane tiene 19 primaveras y, eso dice, un cuerpazo de la tierra y aparece en el anuncio promocional tocada con una boina o chapela en un posado erótico-indígena para desatar las pasiones de los amantes nativos que confunden solaz con solar patrio.

Pero no es una puta cualquiera, una de esas chicas que alivian con mimos y caricias a la clientela necesitada de un desahogo… no, nada de eso, no es una más entre los millones de rameras que han ejercido y ejercen el más antiguo oficio de la estirpe humana. Maitane es una puta abertzale. En efecto, Maitane traza en dos palabras un ajustado perfil de sus encantos y habilidades para que nadie se llame a engaño, cierto que lo hace en el idioma del opresor y no en vascuence, la lengua ancestral tubalita conectada a los latidos sistodiastólicos del corazón profundo de la Madre Tierra. Bien entendido que para las meretrices no se requiere otro idioma que el de los arrumacos. Dice así:

Maitane, 19 años, abertzale. Cuerpazo de la tierra. Te hago el beso de Oñate y la postura del arrantzale. En el orgasmo te suelto el irrintzi. Abstenerse constitucionalistas. Salidas o recibo en caserío. Acepto Visa.

La verdad es que a uno le entran ganas de hacerse pasar por abertzale, aunque sea por unos minutos, para gozar de esa yegua indómita, de esa potranca de trapío, como medio cimarrona y asilvestrada.
No sabemos cómo se las apaña Maitane para descubrir las obediencias, los alineamientos patrios de su clientela: ¿Las somete al tercer grado en un zulo o cueva del sado, antes de consumar la remunerada coyunda, mientras recaba del fornicador contrastados informes al comando o talde informativo de ETA de su entera confianza?
¿Bastará, nos preguntamos, con entonar puño en alto los versos del Eusko Gudariak, el himno del soldado vasco, para convencerla de nuestra intachable trayectoria antes de meternos en harina y contender en el palenque de la concupiscencia presentando armas?... lo del soldado, ya saben, vale aquí por el otro soldadito, que no vasco, pues así llaman algunos muy atinadamente al chisme que puso la naturaleza en los varones para perpetuar su apellido -¿Será por la capacidad de mudanza del mentado apéndice para pasar de la posición de descansen a la de firmes, por ese casco balanoide de infante de la Wehrmacht o por acudir como sable desenvainado, ¡caaarguen!, a la trabada lid en el tálamo nupcial?-.

Lo dicho. No sabría uno cómo pasar por abertzale ante la escrutadora mirada de Maitane para averiguar qué diantre sea eso del beso de Oñate, que suena a versión autóctona, pastoril -con fondo musical de chistu o chirula- del Kamasutra y ver si es plato que el paladar demande. Por no hablar de la exótica -como tal suena- postura del arrantzale, que, por el nombre, insta a una suerte de contorsionismo giróvago y acordeonado para el que ya no está uno preparado. Claro que Maitane es joven, está en la flor de la vida y gasta pinta de ser dúctil y maleable, juncal y flexible como una trapecista con mallas y liguero.

Intrigados aún por el misterioso beso de Oñate, si es o no cosa turbia, ósculo more ferarum, o contra las sanas costumbres, por así decir, hemos de amonestar no obstante a Maitane, a pesar del cariño que le hemos cogido, por causa de esa exclusión prostibularia dictada contra los constitucionalistas, vedando el tabernáculo de su peculiarísimo desempeño laboral a los usuarios de un servicio, sino público, sí de mujer pública.
Hasta la fecha no teníamos noticia de prostitutas que ejercieran el reservado derecho de admisión como esos locales donde no dejan entrar a quienes visten pantalones tejanos o calzan zapatillas deportivas. De hecho si algo distingue a la prostitución, hasta la aparición en escena de Maitane, es la democratización del alivio, abierto a todos, siempre que se pueda costear la tarifa estipulada, sea el cliente alto y guapo o recortado y feo, melenudo, calvo, madurito o joven, un pipiolo a estrenar, casado, soltero, de izquierdas, derechas, católico, agnóstico o ateo, africano o esquimal.
La puta universal, esa puta que a todos abraza, que a todos acoge en su regazo, que a todos mide por el mismo rasero, que a todos iguala, como iguala la muerte, al rico, al pobre, al abertzale y al que no lo es, jamás había puesto peros a las ideologías y las obediencias nacionales… esa puta ecuménica, cosmopolita, se trunca con la puta de Maitane. Su coño, hablando en plata, es un coño excluyente y que promueve, qué tragedia y desdoro para sus colegas, una fatídica discriminación, reservando el derecho de admisión a los espermatozoides vasquistas que al microscopio se distinguen por la capucha y el rabito de la boina.

El día que la prostitución se regule habrá que pedir al órgano administrativo que la gestione que amoneste o retire la licencia a nuestra Maitane, pues es deber de toda meretriz atender sin excepciones a cuantos buscan entre sus brazos el contento fugaz del carnal acoplamiento. Allá Maitane si prefiere las ardientes embestidas de los gudaris que precisan relajarse en cama amiga, previa o posteriormente a la comisión de un atentado, pero no es de recibo que solicite a la clientela a modo de criba, además de la preceptiva analítica médica que garantice la inexistencia de virus de transmisión sanguínea, como el VIH o SIDA, informes que den fe del índice de RH negativo del interesado, como si el jesuítico Arzallus fuera su proxeneta. Si atender constitucionalistas es para Maitane trago amargo, debería buscarse un fulano de posibles que la retire de la calle, del oficio y le ponga un pisito… franco.

Nos preguntamos si Maitane, cuando recibe a sus parroquianos, les sirve, para ir creando ambiente, un chacolí mejor que una copa de champán francés y si intuye que el fulano no es abertzale, en una suerte de venganza venérea, le pasa la gonorrea, que es palabra que suena a vascuence y parece el apellido de un jugador de la Real Sociedad: Aitor Gonorrea, zaguero contundente, natural de Oyarzun, pongamos por caso.

Maitane, que niega a un segmento de puteros el derecho a decidir con quien se corren una juerguecita, de practicar el bondage, ya saben esa disciplina consistente en poner las nalgas coloradas de unos azotitos, no sería partidaria de la vara de avellano, a la manera inglesa, sino de la de roble, en arborícola homenaje al sagrado tronco de Guernica. La muy pilinguis, no obstante, a pesar de esas maneras abruptas, un pelín agropecuarias, aldeanas, como hechas a medida de gudaris, dantzaris, pelotaris, segalaris, aizkolaris y otras especies rupestres de Vasconia, acepta VISA a cambio de sus acrobacias amatorias. Habría de aceptar, en aras de una más íntima comunión con el terruño -la mística del pedrusco a la que es tan propenso el mito y el folclore vascongado-, el trueque pre-mercantil y pre-moderno como pago a sus servicios: una cesta de mimbre repleta de setas, un haz de leña, un ganso, unas berzas o un tronco de bacalao para guisarlo al pil-pil o a la vizcaína, o hacerlo gratis, qué caramba, desinteresadamente, por amor a la patria, pues no hay amor a la patria más sincero que el generosamente dispensado a quienes la componen. O qué menos que aplicar a los revolcones un jugoso descuento el día del Aberri Eguna.

Para Maitane no habría peor castigo con el tiempo, ni el de Sísifo, que suspirar de amores por un seductor constitucionalista que al acoplarse a ella y llegar al clímax de los transportes amorosos, mirando nuestra Maitane a Arrigorriaga, solapara al grito, a la onomatopeya del irrintzi, los versos del himno español, en cuanto le pongan una letra que no dé risa, y que al beso de Oñate respondiera su amante -para restañar las heridas del odio que a esa chica le infligieron de pequeñita en la ikastola- con el abrazo de Vergara.




1 comentario:

Reinhard dijo...

A Maitane, en un ejercicio de expansión nazionalista, o lebensraum, lo que más le gusta es ponerse mirando a Pamplona.