Joel Joan/ Barceló/ Evaristti
Desde Madrid
Esta bitácora aborda la reciente trayectoria creativa de tres eminentes artistas: el actor Joel Joan, el pintor Miquel Barceló y el artista plástico Marco Evaristti. En un principio Tolerancio pretendía dedicarles comentarios por separado… -pues cada uno de ellos merece una tesis cercana a la psiquiatría-… pero se nos acumula el trabajo, el archivo de futuras bitácoras está al copo, 120 en espera y de los más variados temas, como esos informes que inundan la mesa de trabajo, de noble madera de nogal, del laborioso sonderkommando Montilla, y por esa razón hemos decidido, con cierto sentido práctico, bitacorear tres pájaros de un tiro.
Joel Joan.- Nos ha regalado, suponemos, una soberbia interpretación en Jo sóc la meva dona, representada en la sala Villarroel. Joel Joan se ha metido en el papel y azarosa vida de Charlotte von Mahlsdorf, un travestido alemán que vivió su condición sexual bajo las dictaduras primero nazi y luego soviética en la antigua RDA, según el texto del dramaturgo Doug Wright.
La elección del papel da fe de la aquilatada capacidad de Joel Joan para la dramaturgia. A nadie se le escapa que a un amigo de ETA, según sus propias declaraciones, esto es, de los criminales que asesinan por la espalda a quienes no piensan como ellos, o a quienes sencillamente piensan… -no sabemos, empero, si al fin Joel Joan inseminó personalmente a su amiga Elena Beloki o si se empalmó viendo imágenes por TV del ultimo atentado perpetrado en Azpeitia por la banda terrorista-… le cuadraría más meterse en la piel de un agente de la Gestapo en su cruzada contra homosexuales y asimilados o de uno de la Stasi, La vida de los otros, dispuesto a reprimir, con arreglo a la ortodoxia comunista, conductas decadentes como el travestismo o la transexualidad.
Joel Joan, aupado a la categoría de Director de la Academia de Cine de Cataluña, que en breve instaurará su propia gala de premios para rivalizar con los Oscar de Hollywood y los Goya, nos ha demostrado esa capacidad camaleónica que debe adornar a un buen actor, eligiendo en la función el papel que peor casa con sus querencias personales, el travesti perseguido, y desechando aquellos otros con los que un amigo y admirador de ETA se identificaría más fácilmente: esbirros nazis o comunistas caza-disidentes.
Barceló, Miquel.- La bóveda que ha pintado el artista mallorquín en un edificio de la ONU por una millonada, y con fondos destinados a Ayuda Exterior, fue descrita por reputados críticos de arte, el ministro Moratinos y SM el Rey… -cuya persona es inviolable pero vituperable, pues si eres nacionalista, Tardá, le puedes amenazar de muerte o llamarle mequetrefe y beodo, caricato del diario Deia, sin que pase nada-… como la Capilla Sextina del siglo XXI. El símil puede sonar algo pretencioso pero lo cierto es que el artista lo pasó pipa empuñando una manguera, una suerte de cañón a presión de pintura, para salpicar de chafarrinones a discreción la bóveda ginebrina, disfrutando como ese niño que agarra furtivamente un bote de pintura acrílica y se lía a brochazos con las paredes.
Desde el principio se alzaron voces críticas… -la gente insensible al gran arte, a la alta cultura, forma legión-… acusando de plagio a Barceló. Se dijo que su fuente de inspiración eran cuevas y grutas como la de Andratx, que el artista conoce por razones de paisanaje. Pero no es correcto. Plagio sí lo hay, solo que el modelo original no es ése sino una película que han programado recientemente en la tele, Mimic, de Guillermo del Toro, que cuenta con las interpretaciones, entre otros, del ahora aclamado Josh Brolin y de Mira Sorvino.
En efecto, los manchurrones de pintura, el engrudo de abigarrados colores no reproduce las estalactitas de la cueva citada, sino los horripilantes zurullos colganderos que dejan en paredes y techado de las laberínticas instalaciones del metro neoyorquino los judas, insectos modificados genéticamente para acabar con una descomunal plaga de cucarachas que infestaba la ciudad y que a traición del proyecto científico desarrollaron por su cuenta y afán de supervivencia… -estaban programados para no reproducirse y extinguirse a los seis meses-… la capacidad de mimetizarse con las dominantes criaturas del entorno: los seres humanos. Una película de género fantástico muy estimable que moraliza con la tentación que sienten algunos de jugar a ser promotores de la Creación o cosa parecida.
No son, pues, estalactitas sino colosales mocordos de insecto que, eso se rumorea estos días, y por efecto de las leyes gravitatorias, amenazan con desplomarse sobre el auditorio.
Evaristti, Marco.- Por una crónica del diario El Mundo publicada el 05/09/2008 supimos que el artista, valedor del llamado arte extremo, entró en tratos con un reo del corredor de la muerte, pongamos por caso del penal de Starke, Florida -no recordamos con exactitud- sentenciado a la pena capital para emplear sus despojos como alimento o pasto de unos pececillos, acaso pirañas o candirús, que Evaristti soltaría previamente en un estanque a modo de originalísima perfomance. No sabemos si el reo accedió impelido por un loable afán de póstuma reconciliación con la sociedad donando sus vísceras para epatar a un público ávido de espectáculos innovadores.
Hemos de aclarar que el reo transformado en pitanza de piscifactoría será ejecutado previamente por algún procedimiento como la inyección letal o la cámara de gas y que será devorado por los afortunados pececillos una vez muerto, ya fiambre. Que no es que lo zambullan vivo en el estanque, como soltaban antaño a los antiguos cristianos en las arenas del Coliseo para solaz de las fieras.
Nos ha sorprendido que Evaristti, si lo que pretendía era hacerse con unos cuantos quintales de carne humana para ejecutar sus estrafalarias verbenas artísticas, no contactara antes con el doctor Morín, de la clínica Ginemedex de Barcelona, para que éste le vendiera a peso y a precio de saldo carne picada de feto de hasta 33 semanas de gestación. Los pececillos son de paladar conformado y no habrían notado gran diferencia entre un bocado y otro. Además la transacción del material artístico habría estado en todo momento supervisada por la Consejería de Salud de la Generalidad de Cataluña, órgano de la administración que estaba encantado con el trasiego de órganos desmenuzados de la clínica citada, y por el Colegio de Médicos de Barcelona que, en una primera inspección, confundió la máquina trituradora de bebés con un expendedor automatizado de pastelillos de chocolate. Cierto que, tras caer en la cuenta de su error, tan honorable institución decidió sumarse a la causa como acusación particular, en un alarde de gallardía a toro pasado, cuando el escándalo traspasó la habitual barrera de silencio de los medios locales y tuvo al fin cierta notoriedad en la prensa nacional.
Evaristti supera a artistas de renombre como Joseph Beuys que expuso en un museo una bañera llena de porquería… transgresora creación que no entendió la señora de la limpieza asignada a ese templo del arte, que, transformada en crítica de tendencia academicista, pertrechada con fregona y bayeta, tuvo la infeliz ocurrencia de adecentar aquel estropicio atentando contra la excepcional composición, motivo por el que la celosa empleada fue despedida y el artista indemnizado con un chorro de millones. O a aquel otro que, según nos explicó nuestro profesor de Historia de las Ideas Estéticas, don Ricard Salvat, instaló sobre una tarima, sentado en una silla de tijera, a un chico con síndrome de Down severo en una Bienal de Venecia, ésa que se resiste a invitar a Cataluña como país protagonista a pesar de los desvelos sin cuento de nuestro canciller Carod Rovira.
Le llaman arte deshumanizado, pero algunos creadores no son de la misma opinión, pues la pasta gansa que cobran por sus deslumbrantes ideas lo humanizan y de qué manera… de la peor posible, pero lo humanizan.
Desde Madrid
Esta bitácora aborda la reciente trayectoria creativa de tres eminentes artistas: el actor Joel Joan, el pintor Miquel Barceló y el artista plástico Marco Evaristti. En un principio Tolerancio pretendía dedicarles comentarios por separado… -pues cada uno de ellos merece una tesis cercana a la psiquiatría-… pero se nos acumula el trabajo, el archivo de futuras bitácoras está al copo, 120 en espera y de los más variados temas, como esos informes que inundan la mesa de trabajo, de noble madera de nogal, del laborioso sonderkommando Montilla, y por esa razón hemos decidido, con cierto sentido práctico, bitacorear tres pájaros de un tiro.
Joel Joan.- Nos ha regalado, suponemos, una soberbia interpretación en Jo sóc la meva dona, representada en la sala Villarroel. Joel Joan se ha metido en el papel y azarosa vida de Charlotte von Mahlsdorf, un travestido alemán que vivió su condición sexual bajo las dictaduras primero nazi y luego soviética en la antigua RDA, según el texto del dramaturgo Doug Wright.
La elección del papel da fe de la aquilatada capacidad de Joel Joan para la dramaturgia. A nadie se le escapa que a un amigo de ETA, según sus propias declaraciones, esto es, de los criminales que asesinan por la espalda a quienes no piensan como ellos, o a quienes sencillamente piensan… -no sabemos, empero, si al fin Joel Joan inseminó personalmente a su amiga Elena Beloki o si se empalmó viendo imágenes por TV del ultimo atentado perpetrado en Azpeitia por la banda terrorista-… le cuadraría más meterse en la piel de un agente de la Gestapo en su cruzada contra homosexuales y asimilados o de uno de la Stasi, La vida de los otros, dispuesto a reprimir, con arreglo a la ortodoxia comunista, conductas decadentes como el travestismo o la transexualidad.
Joel Joan, aupado a la categoría de Director de la Academia de Cine de Cataluña, que en breve instaurará su propia gala de premios para rivalizar con los Oscar de Hollywood y los Goya, nos ha demostrado esa capacidad camaleónica que debe adornar a un buen actor, eligiendo en la función el papel que peor casa con sus querencias personales, el travesti perseguido, y desechando aquellos otros con los que un amigo y admirador de ETA se identificaría más fácilmente: esbirros nazis o comunistas caza-disidentes.
Barceló, Miquel.- La bóveda que ha pintado el artista mallorquín en un edificio de la ONU por una millonada, y con fondos destinados a Ayuda Exterior, fue descrita por reputados críticos de arte, el ministro Moratinos y SM el Rey… -cuya persona es inviolable pero vituperable, pues si eres nacionalista, Tardá, le puedes amenazar de muerte o llamarle mequetrefe y beodo, caricato del diario Deia, sin que pase nada-… como la Capilla Sextina del siglo XXI. El símil puede sonar algo pretencioso pero lo cierto es que el artista lo pasó pipa empuñando una manguera, una suerte de cañón a presión de pintura, para salpicar de chafarrinones a discreción la bóveda ginebrina, disfrutando como ese niño que agarra furtivamente un bote de pintura acrílica y se lía a brochazos con las paredes.
Desde el principio se alzaron voces críticas… -la gente insensible al gran arte, a la alta cultura, forma legión-… acusando de plagio a Barceló. Se dijo que su fuente de inspiración eran cuevas y grutas como la de Andratx, que el artista conoce por razones de paisanaje. Pero no es correcto. Plagio sí lo hay, solo que el modelo original no es ése sino una película que han programado recientemente en la tele, Mimic, de Guillermo del Toro, que cuenta con las interpretaciones, entre otros, del ahora aclamado Josh Brolin y de Mira Sorvino.
En efecto, los manchurrones de pintura, el engrudo de abigarrados colores no reproduce las estalactitas de la cueva citada, sino los horripilantes zurullos colganderos que dejan en paredes y techado de las laberínticas instalaciones del metro neoyorquino los judas, insectos modificados genéticamente para acabar con una descomunal plaga de cucarachas que infestaba la ciudad y que a traición del proyecto científico desarrollaron por su cuenta y afán de supervivencia… -estaban programados para no reproducirse y extinguirse a los seis meses-… la capacidad de mimetizarse con las dominantes criaturas del entorno: los seres humanos. Una película de género fantástico muy estimable que moraliza con la tentación que sienten algunos de jugar a ser promotores de la Creación o cosa parecida.
No son, pues, estalactitas sino colosales mocordos de insecto que, eso se rumorea estos días, y por efecto de las leyes gravitatorias, amenazan con desplomarse sobre el auditorio.
Evaristti, Marco.- Por una crónica del diario El Mundo publicada el 05/09/2008 supimos que el artista, valedor del llamado arte extremo, entró en tratos con un reo del corredor de la muerte, pongamos por caso del penal de Starke, Florida -no recordamos con exactitud- sentenciado a la pena capital para emplear sus despojos como alimento o pasto de unos pececillos, acaso pirañas o candirús, que Evaristti soltaría previamente en un estanque a modo de originalísima perfomance. No sabemos si el reo accedió impelido por un loable afán de póstuma reconciliación con la sociedad donando sus vísceras para epatar a un público ávido de espectáculos innovadores.
Hemos de aclarar que el reo transformado en pitanza de piscifactoría será ejecutado previamente por algún procedimiento como la inyección letal o la cámara de gas y que será devorado por los afortunados pececillos una vez muerto, ya fiambre. Que no es que lo zambullan vivo en el estanque, como soltaban antaño a los antiguos cristianos en las arenas del Coliseo para solaz de las fieras.
Nos ha sorprendido que Evaristti, si lo que pretendía era hacerse con unos cuantos quintales de carne humana para ejecutar sus estrafalarias verbenas artísticas, no contactara antes con el doctor Morín, de la clínica Ginemedex de Barcelona, para que éste le vendiera a peso y a precio de saldo carne picada de feto de hasta 33 semanas de gestación. Los pececillos son de paladar conformado y no habrían notado gran diferencia entre un bocado y otro. Además la transacción del material artístico habría estado en todo momento supervisada por la Consejería de Salud de la Generalidad de Cataluña, órgano de la administración que estaba encantado con el trasiego de órganos desmenuzados de la clínica citada, y por el Colegio de Médicos de Barcelona que, en una primera inspección, confundió la máquina trituradora de bebés con un expendedor automatizado de pastelillos de chocolate. Cierto que, tras caer en la cuenta de su error, tan honorable institución decidió sumarse a la causa como acusación particular, en un alarde de gallardía a toro pasado, cuando el escándalo traspasó la habitual barrera de silencio de los medios locales y tuvo al fin cierta notoriedad en la prensa nacional.
Evaristti supera a artistas de renombre como Joseph Beuys que expuso en un museo una bañera llena de porquería… transgresora creación que no entendió la señora de la limpieza asignada a ese templo del arte, que, transformada en crítica de tendencia academicista, pertrechada con fregona y bayeta, tuvo la infeliz ocurrencia de adecentar aquel estropicio atentando contra la excepcional composición, motivo por el que la celosa empleada fue despedida y el artista indemnizado con un chorro de millones. O a aquel otro que, según nos explicó nuestro profesor de Historia de las Ideas Estéticas, don Ricard Salvat, instaló sobre una tarima, sentado en una silla de tijera, a un chico con síndrome de Down severo en una Bienal de Venecia, ésa que se resiste a invitar a Cataluña como país protagonista a pesar de los desvelos sin cuento de nuestro canciller Carod Rovira.
Le llaman arte deshumanizado, pero algunos creadores no son de la misma opinión, pues la pasta gansa que cobran por sus deslumbrantes ideas lo humanizan y de qué manera… de la peor posible, pero lo humanizan.
PS.- Y ahora, con permiso, Tolerancio se desintoxica de milongas matéricas y otros cuajarones visitando las salas de Velázquez y Goya y una exposición de Rembrandt programada hasta el 6 de enero de 2009. Terapia de choque. Hay que hacer cola para entrar en el museo del Prado, pero valdrá la pena. Feliz Navidad.
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