jueves, 4 de diciembre de 2008

Hotel Ruanda II


Tolerancio, metido a reportero, más que de guerra, de masacre, nos envía su crónica dantesca desde la República Democrática (¿?) del Congo. Advierte Tolerancio que la impune sucesión de horripilantes degollinas auspiciará en breve el rodaje de la segunda parte de la película Hotel Ruanda que sacudió años atrás, moderadamente, la conciencia (¿?) occidental. Cierto que las hostilidades tienen hoy el Congo como escenario, que vive una guerra por entregas desde que adquirió la soberanía política y éste es el último capítulo, por el momento… pero en esa región del África Negra las fronteras son muy porosas y las etnias, por así decir, se distribuyen entre distintos estados. Para muestra un botón: recordemos que los tutsi, que cobraron lo suyo en Ruanda a manos -y machetes- de las milicias hutu Interhamwee, ahora se desquitan de lo lindo en Congo, bajo la providente tutela del sanguinario Laurent Nkunda, destripando al personal.

Se perfila en el horizonte un nuevo genocidio ante la pasividad de la ONU, como en la ocasión precedente, y de las potencias del llamado primer mundo. El juez Baltasar Garzón prepara su equipaje, provisto de palas y otras herramientas, para proceder a la inhumación de miles de cadáveres, siempre que hienas, buitres y cocodrilos no acaben antes con las pruebas del delito.

En principio el esquema de la matanza, si se cumplen los pronósticos más pesimistas, será por este orden y con arreglo a un escalofriante informe de la organización Save the Children que en su día pasó prácticamente desapercibido:

1.-Escabechina mastodóntica ejecutada por las facciones rivales fundamentada en buena parte en el odio interétnico: asesinatos, amputaciones por el procedimiento hachazo que te crío -a los críos, principalmente- y violaciones a mansalva.
2.-Tras la matanza inicial llegarán tropas poco escrupulosas de los Cascos Azules de países limítrofes para violar a las mujeres y criaturas que escaparon con vida de la inaugural hecatombe.
3.-El remate de los infelices que salven el pellejo en las fases 1 y 2 correrá a cargo de activistas de oenegés fascinados por algunas peculiaridades locales, trastornados por el síndrome teomaníaco a lo Marlon Brando en Apocalypse Now y que se insinúa también en una película extraordinaria titulada El último rey de Escocia, en la que Forest Whitaker está soberbio como Idi Amín Dadá, el tirano ugandés que vivió su exilio dorado en Arabia Saudí sin que el juez Garzón, que por entonces se graduaba en la Uni, soñara con echarle el guante.

Tolerancio desde los campos de refugiados del Congo

Como una ducha de agua fría -ya quisieran ducharse- ha caído entre los miles de refugiados en los campos de Kivu Norte, que subsisten en condiciones infrahumanas, la negativa de la UE a enviar fuerzas de interposición. Los europeos se desentienden una vez más de cuantas matanzas a gran escala se suceden en el continente africano.
Lo de Darfur se la pendula, lo de Somalia no te digo y ahora en el Congo no se atreven a decir ni mu o a tomar partido a causa de las descomunales riquezas naturales del país… -oro, diamantes, uranio, madera, riqueza hídrica y coltán-… pues prefieren que esos recursos no queden bajo dominio de un gobierno fuerte y consolidado. De tal modo que la única presencia extranjera son tropas de la OEA, por mandato de la ONU que, con tal lío de siglas en la cabeza, se limitan a violar a destajo a todos los huidos, mujeres y niños, que buscan su amparo.

Apenas oímos el tableteo de ametralladoras y subfusiles de asalto. Ésta no es una guerra de balaceras, de tiroteos, de reñidos combates, sino de exterminio al arma blanca, pasando a cuchillo a la población civil: ancianos, mujeres, niños. Todo lo que se menea, sin hacer distingos. Los contendientes reponen sus bayonetas y machetes a cada pocos días porque se les doblan las hojas de tanta tajadura. A los hombres del señor de la guerra Laurent Nkunda no les gusta malgastar munición con civiles desarmados de ahí que optan por la escabechina artesanal a base de decapitaciones y desmembraciones a machetazos.

Acabamos de abandonar en Land Rover con otros compañeros freelance, pues las agencias de prensa aquí no envían a nadie… -están todos en la reunión del G-20-… una aldea en la región de Goma, pasto de las llamas, no por efecto de bombardeos o de obuses artilleros sino por la estrategia incendiaria del arrasamiento total. Víctimas carbonizadas, despiezadas, fragmentadas… es imposible reconstruir los cuerpos. Uno de nuestros compañeros cae al suelo doblado por violentas arcadas al descubrir en una choza niños ensartados en una estaca como pollos al ast y asados vivos… el horripilante cuadro cobra la forma de un colosal y macabro puzzle anatómico que ni un centenar de forenses trabajando a destajo a las órdenes de Garzón podría recomponer en una mínima parte. Lo de la aldea vietnamita de My Lai al lado de esto fue una función de marionetas.

Bandadas de buitres sobrevuelan la zona… planean muy cerca de nuestras narices y se frotan las alas pensando en el opíparo festín que les aguarda: despojos calcinados al gusto de las aves carroñeras que comienzan a devorar su alimento metiendo su alargado y dúctil cuello por donde el decoro nos impide ser más explícitos.

Esto está pasando ahora mientras en Europa se pelean por llevar los cafés en bandeja a la reunión donde se refundará el capitalismo y nuestros dirigentes se juegan a los chinos cuántos trillones de euros inyectarán alegremente al sistema financiero mundial.

Los hombres de Nkunda tirotean nuestro vehículo y nos apeamos para no morir acribillados. No somos los únicos europeos del lugar. Divisamos a lo lejos a un par de ellos con chaleco y casco azul. Nos acercamos para tomarles declaración. Uno de ellos lleva un hacha enorme y la blande hacia nosotros amenazadoramente. Levantamos los brazos y ondeamos un pañuelo lleno de cascarrias en son de paz. Pero hete aquí que no son gente de la ONU. Las siglas en el casco despejan la incógnita. Llevan inscrito el emblema institucional de la Generalidad de Cataluña. Son los primeros agentes destinados al exterior del cuerpo de Mediadores en conflictos bélicos creado por el gobierno tripartito y que nos cuesta la nadería de 19 millones de euros anuales, según recientes revelaciones del diario El Mundo… cantidad a tono con su ejemplar política de contención de gasto público en tiempos de crisis desbocada.

Nos cuentan su historia. Aterrizaron en la zona hace un par de semanas. Primero intentaron poner paz entre las facciones rivales, pero dado que sus gestiones no dieron resultado, su percepción del conflicto fue cambiando paulatinamente. Ahora se contentan con dar lecciones de catalán a los guerrilleros: hacha es destral, fusil, fusell, tetas, pits, violación, violació, golpear, colpejar y así hasta configurar un diccionario básico de la masacre en catalán que consta de unos 200 términos para ir haciendo boca. Echamos mano del cuaderno de notas y les formulamos unas cuantas preguntas:

-¿Creen que estas lecciones de catalán aportan algo positivo con la mirada puesta en la resolución pacífica de las hostilidades?... -les preguntamos al tiempo que se desata un esporádico tiroteo en las inmediaciones.

-No lo tenemos claro, es la verdad… para qué mentir… pero al menos es una forma de interactuar con ellos. La influencia es mutua, recíproca, nosotros les enseñamos catalán y de ellos aprendemos conocimiento práctico de la barbarie… sobre el terreno. Podría ser de gran utilidad para futuras ocasiones, quién sabe… de todos modos es un proceso inevitable, irreversible… a los dos días te inmunizas ante semejante brutalidad y, sorprenderé a sus lectores, pero le acabas pillando el gustillo a estos desmanes… a mí, por ejemplo, me ha dado por rajar barrigas de embarazadas a bayonetazos, es una delicia, lo paso chupi… la vida de muchas personas depende de ti, de una decisión que adoptes al albur de tu estado de ánimo y eso te inviste de un halo especial.

-¿No temen acabar atrapados, seducidos por la vorágine de la violencia… convertidos en un personaje como el del Coronel Kurtz en Apocalypse Now? ¿No les da miedo… endiosarse?

-Nada de eso… procuramos mantener una cierta distancia.

-Comprendo. Les dejamos… parece que el tiroteo arrecia y nosotros nos damos el piro, que le tenemos apego a la vida. Una última pregunta… ¿Cómo se llama usted?

Nuestro Mediador aplasta un pitillo untado en heroína. Sólo entonces descubre Tolerancio que adorna su cuello un collar con orejas humanas muy pequeñitas, como amojamadas.

-Me llamo Quico Fernández i Gutiérrez, nacido y criado en Cornellá de Llobregat, Mediador diplomado en conflictos bélicos de la Generalidad de Cataluña… pero llámeme Dios. Estos cabrones se degollarán entre ellos pero no me iré de aquí sin que sepan decir “setze jutges mengen fetge…” con acento ampurdanés… ya sabe… Por cierto… ¿Usted lo sabría decir?... -Nos lo pregunta golpeando la hoja de su hacha contra la palma de la mano. Sus ojillos brillan como ascuas por efecto de los narcóticos y de una inquietante vesania homicida a punto de estallar.

En ese momento arranca el Land Rover y nos subimos al auto en marcha. Las descargas de un AK-47 nos persiguen más de un centenar de metros hasta que damos un volantazo para tomar una curva de la pista de tierra. Las ruedas del auto traquetean chafoteando cadáveres.

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