martes, 31 de marzo de 2009

Sindicatos III

Un sindicalista no nacionalista… ¿¿¿Qué???

Los delegados de UGT en SEAT proponen un referéndum para congelar el salario a la plantilla a cambio de atar la producción de un modelo de automóvil en la planta de Martorell, el Q-3, llamado así con descriptivo acierto.
UGT.Cat tan pronto promueve el espacio salarial catalán, es decir, un régimen retributivo distinto con arreglo al IPC promediado de las cuatro provincias catalanas, en un guiño de sonderkomandía nacionalista a la clase dirigente local, para trasladar el fet diferencial a las nóminas de los asalariados, como, burla burlando, defiende el IPC-Sectorial o IPC-SEAT, es decir aumento 0, a guisa de subdivisión de ese IPC territorial demandado con el ardor patrio de un sindicalismo vertical autóctono completamente domesticado.

Esa iniciativa fámulo-sindical se ha escenificado días después que el presidente Montilla, que no se ha congelado el salario que sepamos, invocara la necesaria contención salarial para afrontar esta crisis que, eso nos dijeron, pasaría de largo, pues nuestro tejido industrial y nuestro sistema financiero eran de primera, integraban la Champions-Li (League) de la economía mundial… y quien dijera lo contrario era un mal patriota (aunque no sabemos de qué patria… cuando son ZP o Montilla quienes hablan), además de un catastrofista que disfruta de lo lindo, sádicamente, con todo este lío.

Para otro día dejaremos una más detallada discusión del concepto congelación salarial. Que no es crecimiento cero de la masa salarial sino acompasamiento con el IPC, es decir, cuando ni se gana, ni se pierde. En cambio, si la pérdida de poder adquisitivo es segura no hay congelación que valga sino retroceso salarial. Lo ve cualquiera, sin ser un Krugman, menos las cúpulas sindicales, los políticos y la prensa especializada que, al alimón, desinforman sobre estas materias al gran y lobotomizado público.

UGT.cat, que dirige con mano firme en sus tareas subalternas de mamporrería, al servicio del nacionalismo, el señor Josep Maria Álvarez, el mismo que guarda como oro en paño la cruz de Sant Jordi que la oligarquía catalana le colgó del pecho por su obediencia al régimen y que comparte pupitre con Montilla en la misma academia de idiomas para sacarse el nivel C, habrá de modificar su discurso en cuestiones retributivas y aparcar por una temporada su continua reclamación de un IPC catalán, un IPC nacional para Cataluña diferenciado del que solicite dicha central para el resto de España… si es que le queda un pizca de vergüenza tras su expresión como de zampabollos de viñeta cómica.

Con el IPC sectorial, o IPC-SEAT, se abre brecha en pos de otros horizontes salariales… -por aquello de acompasar determinados indicadores económicos a la realidad laboral del microterritorio-… como el IPC comarcal, pues la carestía de la vida, o de la vivienda, por ejemplo, no son las mismas en localidad tan entrañable como Els Omellons, Les Garrigues, que en el área metropolitana de Barcelona.

Aunque el sindicalismo supeditado al establishment catalanista es hegemónico, siempre se topa uno con alguna honrosa excepción. Navegando por la red hemos dado con un sindicato que cuelga en su página web… -www.articulo20.org/correos-… comentarios como éste al que accedemos clicando sobre la foto de una marioneta. Es un sindicato profesional de Correos, y ahora se entiende todo, fundado por Manuel Aguilella, garantía de honestidad, criterio e independencia.
De Manuel Aguilella, protagonista de la bitácora titulada Ciudadano Aguilella contra el imperio Gisa, se pueden decir muchas cosas y buenas, pero la mejor es que nunca será propuesto para recibir la cruz de Sant Jordi.

Éste es el comentario:

Historias poco ejemplares I

¡¡¡Los laborales tienen derecho a la huelga!!!

Basado en un hecho real

Llama por teléfono un compañero que trabaja en una oficina de una localidad del cinturón de Barcelona. No hablamos, con todos los respetos, de una aldehuela en una comarca montañosa aislada del resto del mundo por nevadas intensas o con más cabras que personas, no. Hablamos, repetimos, del área metropolitana de Barcelona. Sucedió hace unas semanas. Año 2008 de nuestra era.

-Sipcte-USOC, dígame.

El compañero dice que es un laboral fijo de la última consolidación de empleo y quiere saber si puede acogerse a la huelga de sábados convocada hace años por CGT y aún vigente. Nos quedamos perplejos. No entendemos por qué razón le asalta duda semejante.

-Por supuesto… ¿Qué problema hay?

Nos explica con voz titubeante, agárrate que es buena, que su jefe le ha dicho textualmente que los nuevos no pueden hacer ésa huelga arguyendo que sólo rige para quienes ya estaban en plantilla cuando fue convocada.

Cuando se habla de física nuclear y uno nada sabe de la materia lo prudente es cerrar el pico y no soltar una gansada. Si algo sabemos sin margen de error es que los trabajadores tienen derecho a secundar una huelga siempre que sea legal y que no haya sido desconvocada.
La prudencia sería el mínimo exigible al jefe en cuestión, que no tiene por qué estar al corriente de la legislación laboral en toda su extensión y complejidad… pero seguro que algo tan elemental como eso lo sabe perfectamente. Lo razonable sería, de no tenerlo claro, despachar con Relaciones Industriales para asegurarse de la vigencia de dicha huelga en vez de largar semejante trola. Pero en lugar de actuar con cautela y evacuar la pertinente consulta, opta por mentir con un descaro tremebundo bordeando el delito al negar o ignorar un derecho fundamental.

Basta con echar un vistazo al Estatuto de los Trabajadores, pero si no disponemos de un ejemplar a mano podemos acudir al ordenamiento jurídico máximo que es la vigente Constitución aprobada en diciembre de 1978. El artículo 28.2 establece:

Se reconoce el derecho a la huelga de los trabajadores para la defensa de sus intereses. La ley que regule el ejercicio de este derecho establecerá las garantías precisas para asegurar el mantenimiento de los servicios esenciales de la comunidad.

Y punto. Nada más que añadir. Cierto que algunos han tomado por costumbre desairar la Constitución, con todo su articulado, incluido el que establece el derecho a la huelga de los trabajadores enterrando o quemando ejemplares ceremonialmente. Son los mismos que llevan flores a un tipo que en su día defendía, entre otras cosas de discutible interés para los asalariados de la época, materias como los fueros y usatges o prácticas feudales que incluían abusos… -ius maletractandi-… equiparables a la prima nocte o derecho de pernada.
Y no acuden solos, pues les acompañan… -paradojas de la vida-… las cúpulas de los sindicatos llamados de clase. También, como no, la de USOC, no sea que le pongan una falta de asistencia y le revisen a la baja el capítulo de subvenciones… capítulo irrisorio, por otra parte, pues en lo tocante a subvenciones le corresponden las migajas del pastel. Presencia institucional de nuestros dirigentes que nos recuerda los zafios chistes de hemorroides: que todo el mundo los ríe, pero nadie se libra de ellas… pues todos tenemos una en el culo.

En definitiva, aunque se quemen ejemplares de la Constitución y arda físicamente el papel que soporta el derecho de los trabajadores a la huelga, hemos de comunicar al jefe del trémulo y dubitativo compañero que la combustión física del artículo 28.2 no implica la desaparición del precepto al que debe obligado respeto como funcionario.

Sí, nuestro compañero tiene todo el derecho del mundo a secundar esa huelga y quizá, en adelante, la obligación de no ser tan crédulo… que ya tenemos una edad. Otra cosa distinta es que algunos nieguen o discutan ese derecho y que otros pretendan reducirlo a cenizas. Y que aún otros más no sepan, o quizá sí… -eso es lo triste-… a qué elementos honran con sus ofrendas florales.






1 comentario:

Reinhard dijo...

Cuánta razón tiene usted, amigo Tolerancio. Los sindicatos actuales son los dignos herederos de aquel sindicalismo vertical de antaño: lástima que ahora el legislador, aun siendo torpe y estúpido, no puede ser tan proteccionista como lo fue el régimen franquista. Ya no hay magistraturas de trabajo, foros que hacían temblar al empresario más curtido si por allí era demandado; ahora son juzgados de los social y el empleador más idiota se descojona de risa cuando en esos antros lo emplazan.
En el siglo XIX el capitalismo salvaje condenaba al proletariado a la esclavitud; en el XXI el sindicalismo de última generación lo condena al paro, y en el caso catalán, cómo no, a l´atur.