Leído en la prensa, días atrás, en una crónica del diario El Mundo, 10/07/09. Peces Barba, insigne padre de la Constitución, uno entre tantos… ya sucede a menudo que madre no hay más que una pero padres muchos… -y Alto y fondón Comisionado del gobierno durante la pasada legislatura para las Víctimas del Terrorismo, nombrado precisamente para amansarlas/rematarlas con la mirada puesta en el proceso de negociación gobierno/ETA-… insinúa en un cursillo de verano de la Universidad Menéndez Pelayo que la LEC no debería haberse aprobado al amparo de una reforma estatutaria recurrida ante el TC.
Sospechamos que la LEC es anticonstitucional de todas todas. No nos cabe la menor duda de que es eso, in o anticonstitucional, como lo es el nuevo estatuto de autonomía en su conjunto o lo son otras normativas aprobadas con el beneplácito del propio Tribunal Constitucional y aplicadas por los sucesivos gobiernos regionales, sea el caso de la vigente Ley de Inmersión Lingüística. Y no hace falta ser un lince para verlo.
Para lo que es preciso ser, no un lince, sino un incongruente y un bobo de campeonato como el señor Peces-Barba es para soltar a renglón seguido que el sistema educativo basado en la inmersión monolingüe en una de las dos lenguas oficiales de Cataluña, blindada como lengua vehicular de la enseñanza, excluyendo a la otra, sí es constitucional… siempre y cuando se articulen los mecanismos adecuados para que los padres o tutores legales puedan ejercer… ¿Lo adivinan?... la objeción de conciencia… eso es, como la objeción de conciencia para el servicio militar de antaño o la objeción a la que se acogen muchos farmacéuticos para no vender a menores la píldora post-coital.
De modo que… cuanta generosidad… Peces-Barba nos brinda la hipotética posibilidad de objetar. Que es un apaño peor aún, más birrioso que, por ejemplo, la limosna del decreto de la tercera hora que el gobierno de Montilla ha incumplido tranquilamente ante la pasividad (o complacencia) del gobierno central… que no va a sacrificar la votación de los Presupuestos Generales u otras leyes, poniendo en un aprieto al PSC, por 60 minutos semanales de una asignatura a impartir a unos mocosos que ni siquiera votan. Asignatura que interesa a la enseñanza de una lengua oficial que, por otra parte, se multa alegremente, sin cargo de conciencia, en el ámbito de la rotulación comercial con pláceme incluido del mismísimo Zapatero, ya repuesto del mal trago de la supuesta tercera fotografía de la bitácora anterior.
La ocurrencia de Peces-Barba es más ofensiva si cabe que la misma normativa discriminadora o que el espíritu integrista con que la aplican sus promotores y defensores, es decir, los represores lingüísticos.
Nadie precisaba ese discurso, ese argumento para confundir y enturbiar este asunto, insufrible, aberrante, maloliente. No teníamos ninguna necesidad de que derramara sobre nuestras cabezas ese carajiento subterfugio de la objeción.
Bastaría que hubiera dicho si le parece o no constitucional la LEC de marras, siempre que ese asunto le importe un ápice más que un pimiento… o eso, o que disertara ante los presentes acerca del complejo y apasionante metabolismo de los marsupiales o del fichaje de Cristiano Ronaldo por el Real Madrid.
Pero qué migaja indigna es ésa de la objeción. Qué porquería, qué insulto es ése. Por qué diantre debemos objetar o aspirar a que la objeción sea la figura vaporosa, abstracta, difusa, ectoplásmica que dé cobertura a nuestras reivindicaciones.
Otra cosa es que no nos quede más remedio que hacerlo, que ejercerla de algún modo o buscar mil rendijas por las que poder respirar en medio de esta atmósfera viciada, mefítica y atenuar el aplastamiento (i) legal, político y mediático que padecemos a diario. Pero la objeción no es lo que pedimos, lo que buscamos, lo que queremos.
Queremos ejercer nuestro derecho a la libertad lingüística en igualdad de condiciones.
Queremos que se aplique la Constitución.
Queremos poder escolarizar a nuestros hijos en la lengua oficial de toda la nación con naturalidad, sin pasar por forajidos, emboscados, rebeldes, inadaptados u objetores que se encadenan, protestan o cuelgan pancartas por ahí tramando sus acciones en mohosas catacumbas, en secretos conciliábulos.
Queremos ejercer ese derecho que no obliga a los demás. Queremos que se respete nuestra opción lingüística en la educación de nuestros hijos y que los poderes públicos satisfagan esa demanda con el dinero de los impuestos que pagamos pero que se derrocha flagrantemente abriendo embajadas de pacotilla en Kamchatka o en Vladivostock.
Queremos libertad, sin enjuagues, sin extravagantes componendas, sin tener que dar las gracias porque nos perdonen la vida o nos permitan discrepar a veces, pero no a voces, sin hacer demasiado ruido. Y sin tener que objetar.
Queremos ejercer nuestro derecho conforme a nuestra voluntad y al sentido común, con la legalidad por delante y a plena luz del día… ¡Qué objeción ni qué niño muerto!
Peces-Barba hizo cuanto pudo por someter a las víctimas del terrorismo a las triquiñuelas negociadoras del gobierno ZP con ese hombre de paz llamado Otegui. Y, a pesar de las resistencias que sus indignos manejos provocaron en ese colectivo, al final se salió, según vemos, con la suya. Misión cumplida: división entre las diferentes asociaciones de Víctimas del Terrorismo.
¿Será que ahora pretende adquirir cierto protagonismo, reverdecer laureles, hacer méritos para obtener una nueva condecoración, que ya no le cabrá en el pecho, laminando a las asociaciones de insurgentes/resistentes a favor de la libertad lingüística, introduciendo en el tablero nuevos conceptos como ese que acaba de acuñar, objeción, para distraer la atención, crear divisiones y dispersar energías?
Para que nadie caiga en la tentación de morder el anzuelo y convertirse en crédula víctima del enlabio terminológico, aparentemente combativo, urdido por Peces-Barba, le sugiere Tolerancio que repita con él… es sencillo:
Señor Peces-Barba, métase su objeción por donde le quepa. A otro perro con ese hueso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario