jueves, 15 de noviembre de 2007

Radio Justo Molinero


A la pregunta: ¿Hay algo peor que el nacionalismo -por descontado al margen de crímenes abyectos, masacres y conductas extraordinariamente aberrantes-? La respuesta es afirmativa. Sí, lo hay, aunque parezca mentira. Se preguntarán muchas personas juiciosas y cabales: ¿Qué puede haber en este mundo peor que el nacionalismo? Muy sencillo: los sonderkommando del nacionalismo.

Como todos los días, Tolerancio se dejó caer por uno de los bares del barrio para tomar su preceptivo carajillo de menta, mirando a uno y otro lado, desde luego, no fuera que le descubriera algún sindicalista de UGT emboscado tras una farola y reclutado por el Ejército de Salvación de la ex ministra Salgado para elaborar su informe diario sobre ingesta de alcoholes destilados entre los sufridos asalariados españoles*. Luego del primer sorbo parece que uno aterriza al fin y se definen más nítidamente los perfiles de las cosas. Es lo que tiene el carajillo de menta, jamás en ayunas, que sustituye los habituales traspiés y coscorrones para despertar uno definitivamente.
Tolerancio desestimó leer un ejemplar de El Periódico de Cataluña que la regenta del establecimiento pone a disposición de la clientela, contentándose con ojear la sección Cartelera TV, pues según qué emociones, por intensas, pueden acelerar perniciosamente nuestro ritmo cardíaco recién ingresados en el estado de vigilia. Los sobresaltos a primera hora nunca son recomendables. Habrán observado que en dichos comercios jamás se distribuye prensa libre, lo que es razonable, pues de ese modo el personal no se entretiene demasiado en lecturas edificantes. Por el contrario, la variada oferta de prensa oficial, intervenida o afín al régimen, se ventila en un periquete, de modo que la clientela consume más aprisa.

En esas que llegó a sus oídos una voz con marcado acento meridional procedente de un transistor. Tolerancio le prestó atención y supo que el locutor, además de anunciar las excelencias de un bidón de 15 kgs de pintura acrílica a precio de saldo y las ventajosas ofertas de una tienda de recambios de automoción sita en la muy noble y leal villa de Barberá del Vallés, promocionaba la presentación -jueves 8 de noviembre- del libro Catalunya sota Espanya del señor López Tena, perteneciente al Consejo General del Poder Judicial, en un espacio televisivo del mismo grupo de comunicación. En efecto, la emisora sintonizada era Radio Tele Taxi. Tras la cuña radiofónica, los oyentes fueron agasajados con un fragmento de la imperecedera copla del llorado cantaor Antonio Molina titulada Soy minero.

En principio nada que objetar a las secciones, debates y opiniones de los distintos medios, sea cual sea su orientación u obediencia ideológica, si la tienen, pues uno es libre de transitar el dial de la FM como mejor le cuadre y detenerse donde le plazca, siendo su potestad informarse o embrutecerse, opción esta última redundante para un significativo segmento de la actual sociedad española. Pero algo sabemos acerca del talante y la trayectoria del insigne titular de la mentada emisora, que hace unos años organizó un homenaje a don Jordi Pujol, al que agarró de un brazo para subirlo al escenario en medio de una actuación de Los Chunguitos, en acto de agradecimiento por la concesión y renovación de licencias radiofónicas y televisivas, luego de hacer pública su afiliación a la C de CiU, y que recientemente ha manifestado su apoyo al actual gobierno tripartito, al nuevo estatuto y su lealtad inquebrantable al hoy presidente de la Generalidad, señor Montilla, oriundo como él del cálido meridión peninsular.

El daño que hacen los agentes auxiliares del nacionalismo, es decir, los sonderkommando, los kameraden polizei, o kapos del gueto o de los barracones, como Justo Molinero, es irreversible. El nacionalismo es claro en sus objetivos y planteamientos, promueve una línea divisoria expuesta de un modo tan evidente que no es fácil para una inteligencia media tragar con sus postulados. Uno sospecha que el no nacionalista habría de necesitar tubos y tubos enteros de lubricante vaselina para transigir con los postulados identitarios, por naturaleza maniqueos y agresivos, que promueve el tradicional discurso nacionalista: si A, eres un buen catalán, si B, un traidor, un botifler. Y ese estomagante chantaje a cada paso, en todos los ámbitos de la vida, de modo que no le dan un respiro, siempre con la punta del sable en el gaznate, arrinconado contra una pared. Pero es nítido y uno sabe a qué atenerse: resistir, si existe una mínima organización en la disidencia, o mantener una íntima impermeabilidad a la presión continuada, lo que algunos llaman muy poéticamente cabalgar el tigre.
Más perniciosa es la colaboración entusiasta o interesada de los advenedizos, de los sonderkommando, pues le prestan al nacionalismo la excusa idónea para su justificación y hegemonía perpetua mediante un residual pero efectivo argumentario integrador que es en realidad asimilacionista, un alegato encubierto en favor de la rendición:

-Aquí no pasa nada. En la calle no hay problemas.
-Tenemos las puertas abiertas a todo el mundo, no importa de dónde vengan y nosotros somos la prueba irrefutable.
-Los críticos exageran, crispan, plantean problemas de convivencia inexistentes y son unos inadaptados. Habría que reeducarlos en centros especializados.
-No odiamos a nadie. El nacionalismo es integrador. Pero los no nacionalistas son víctimas del auto-odio o autofobia. Huye de ellos como de los apestados si aprecias la tranquilidad. No te metas en líos.

Y su asunción del decálogo nacionalista, precedida del inevitable latiguillo: pero si no somos nacionalistas, desarma a quien verdaderamente no lo es, pues los sonderkommando actúan como correas de transmisión, hacen el trabajo sucio con palabras menos ariscas, plantean las mismas exigencias que sus amos o mentores solo que con maneras más lisonjeras, menos abruptas, trasladan a los reticentes un sentimiento de culpa por desagradecimiento y si uno se embelesa y distrae, ya es demasiado tarde cuando se le acercan con el brazo enguantado hasta el codo y el tarro de la vaselina en la mano, como en un cuartel de remonta. Uno se quiere dar cuenta, pero, zas, ya se la han jugado a espaldas vueltas.

No sabemos de ningún patriota de intachable trayectoria que haya imitado a mosén Xirinacs en su dramática vivencia del nacionalismo, con tintes como de un heroísmo desesperado, pero émulos de los sonderkommando, por comodidad o provechosa instalación en el sistema, a cambio de unas licencias radiofónicas por aquí o de alguna prebenda por allá, o de la mera aceptación social, los hay que forman legión tras babeantes tribunos como Justo Molinero. Por eso Tolerancio preferirá siempre nacionalistas pata negra a sus criados de librea reclutados entre la tropa auxiliar. Allá quien prefiera las medias tintas.


* ver bitácora titulada Farlopa y andamio: cóctel explosivo.


1 comentario:

Reinhard dijo...

Querido Tolerancio:
Qué bien ha parido usted el término Sonderkommando. Para sus lectores convendría especificar qué final tuvo dicha unidad especial que crearon los nazis para una mejor gestión de la tarea de exterminio en sus campos.Sus miembros tenían un cometido básico y multiforme que consistía en engatusar a los judíos y otras minorías a la hora de pasar a las falsas duchas, entrar después de la función , sacar los cadáveres, llevarlos al crematorio y adecentar el habítáculo para la próxima tanda de infelices. ¿ Su final? Dantesco: el mismo que tuvieron las víctimas que ellos antes habían ayudado, a cambio de un poco más de comida y pase para el prostíbulo, a exterminar. De ahí que fuera célebre, en el año 1.944, la revuelta del Sonderkommando de Auschwitz, cuando sus miembros vieron que ya casi no llegaban trenes, el campo se desmantelaba y los SS les invitaban a darse una ducha contra los piojos. Alguno de ellos debió mascullar "Ostras, Pedrín, esto ya lo he vivido antes", y se echaron al monte, siendo liquidados a golpe de fusil. En el caso catalán, un poco más de rancho puede sustituirse por muy diferentes prebendas: unas emisoras, una plaza en el Consejo General del Poder Judicial(el fedatario público Tena, ilustre perdedor de aceite, es de Castellón), un diario, e incluso una presidencia de la Generalitat.
No obstante, de la misma forma que el Sonderkommando original se fue, sin pena ni gloria, por el sumidero de la Historia, el catalán correrá igual suerte. Simplemente es cuestión de tiempo.
Saludos.