lunes, 12 de noviembre de 2007

Taxi Driver

Amargamente se queja don Jordi Pujol de la hostilidad de los taxistas madrileños con aquellos pasajeros que, tras dar las pertinentes indicaciones, hablan en catalán entre ellos o a través del teléfono celular. Parece que en algún caso uno de esos pérfidos taxistas, mordisqueando una apestosa y humeante tagarnina, rascando la palanca del cambio de marchas engalanado con un afiche esmaltado de la bandera franquista, agasajando a la clientela con una musicassette de grandes éxitos de El Fary y largando sapos y culebras por la boca ante las incidencias del caótico tráfico capitalino, apeó a los viajeros por la antedicha y arbitraria exclusión lingüística. En mi taxi no se habla en polaco, le dijo al afectado en un desplante chabacano y bravucón.

Nos sorprende la capacidad de algunos taxistas madrileños para codificar acertadamente lenguas para ellos desconocidas, aunque la proximidad entre castellano y catalán es notable, a fin de cuentas ambas proceden de un común tronco lingüístico: el latín mal hablado. No obstante, sospecha Tolerancio que la anécdota no sea acaso del todo veraz, pues le da en la nariz que las deficiencias políglotas de la inmensa mayoría de los taxistas madrileños son acusadas y que con gran dificultad acertarían a discriminar fonéticamente el catalán del kalmuco reduplicado con aportaciones léxicas del olteno-válaco. O eso o nos hallaríamos ante un hipotético caso de posesión diabólica que exige, como requisito indispensable para su verificación según el Ritual Romano para exorcistas, el conocimiento de una lengua muerta o de una lengua extraña para el sujeto invadido por el supuesto espíritu maligno.

El que fuera Molt Honorable, honorable a pesar de los muchos casos de financiación irregular protagonizados por la coalición electoral que presidía y que sustentaba su gobierno, como las comisiones en la licitación de obra pública al 3 o al 20% -afortunadamente para sus beneficiarios, los porcentajes y los fajos de billetes nada saben de lenguas, pues el idioma del trinque, como el del amor carnal, es universal y la gramática y la sintaxis le resbalan-, protesta airadamente a causa de esa zafia anécdota, zafia por el taxista, quizá aislada y no demasiado relevante, pero censurable, desde luego, si fuera cierta. Pues no tiene disculpa que un taxista, o quien fuere, desatienda a un usuario de un servicio público en virtud de su idioma. Que el taxista de marras del hipotético incidente es un zote -zote con z de Zapatero- no admite discusión, pues cada quisque habla por el celular o con su vecino lo que le place, como si lo hace en versos alejandrinos, en lenguaje gestual o modulando con labios y lengua el pintoresco silbo gomero.
Pero lo que no dijo Pujol -ya que a los nacionalistas les adorna la cimera virtud de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga, o el socavón, en el propio- es que no se puede hablar en castellano, lengua materna de la mitad de los catalanes aproximadamente y todavía co-oficial, en los medios audiovisuales de titularidad autonómica de la Cataluña diseñada paso a paso luego de tres décadas de continuada presión nacionalista, por ejemplo, y si alguno de sus colaboradores lo hace, pues se le despide tan ricamente y santas pascuas, como sucedió con la periodista Peri Rossi a pesar de su intachable cometido como fámula o tropa auxiliar del nacionalismo.
O que las inauguradas promociones de comisarios lingüísticos donde no permitirán hablar en castellano, y no en virtud de secretas circulares que antaño se daban de tapadillo, como con cierta vergüenza y disimulo, sino por ley y a la brava, a cara descubierta, en un flagrante caso de pederastia lingüística, será en los patios de las escuelas, no sabiendo aún si estarán facultados para bajar de los columpios a los pequeñuelos que utilicen la infame lengua, con recurso autorizado a la fuerza bruta y si les enchufarán electrodos a las encías para infligirles descargas eléctricas de bajo voltaje en caso de reincidencia. O, como es sabido, en los rótulos comerciales, donde debe predominar, bajo amenaza de multa, un paisaje mercantil monolingüe en catalán.

Lo razonable es que cada hijo de vecino hable lo que pueda o lo que le plazca en el asiento trasero de un taxi, en un tiovivo o en un globo aerostático sin que le llamen a capítulo o le obliguen a apearse en ruta. Pero lo que vale para un taxi por La Castellana habría de valer también para las emisoras catalanas de radiodifusión pública, los rótulos comerciales o las horas lectivas en las aulas o en los patios de las escuelas. En Madrid, Barcelona o Tambacunda, por mucho que moleste a algún taxista con malas pulgas o a los inflexibles gestores del nacionalismo lingüístico a través de sus tupidas y apaniguadas redes de agentes en las instituciones, el periodismo o el sector educativo.


1 comentario:

Reinhard dijo...

Creo, mi querido Tolerancio, que esta anécdota del Honroable es tan apócrifa como aquella que contaba otra ilustre catalana, la Sra, Tura, referente al intento de golpe de estado del PP el 13 de Marzo de 2.004.Pienso más bien, como usted deja caer, que lo que joroba a muchos, catalanes, andaluces o vascongados, es que los taxistas de Madrid sintonicen una determinada emisora, con el inefable Losantos soltando soflamas contra el nacionalismo. Esto es una muestra más de la campaña orquestada en pos del cierre de esta empresa. Ahora, ya veremos lo próximo, sacan a pasear al presidente emérito, antes, otros, más necios y ágrafos, se encadenaron frente a la entrada de la Cope.¿ Qué será lo próximo? Dios dirá, aunque esperemos y deseemos que ese " ¿ Por qué no te callas", pueso de moda por el monarca en tierras chilenas, no sea el lema de una campaña institucional contra el citado locutor turolense. Saludos.