lunes, 4 de febrero de 2008

¡¡¡Agua!!!


Muchos recibieron aquel lema con los brazos abiertos, como agua de mayo, como se recibe la lluvia luego de un período de pertinaz sequía. Otra cultura del agua es posible, dijeron. Se acabó el derroche, el consumo descontrolado de los menguantes recursos hídricos para surtir complejos inmobiliarios faraónicos, desmesuradas instalaciones turísticas, como esa monstruosa y delirante réplica de los casinos de Las Vegas trasplantada, como un esqueje, al secarral de Los Monegros.

Agua para todos pero gestionada racionalmente. Nada de trasvases y menos para los apartamentos estivales de La Manga del Mar Menor. ¿Qué se habrán creído? ¿Y qué decir de los campos de golf? Nada de toda esa mandanga. Soluciones imaginativas compatibles con el medio ambiente, con un desarrollo sostenible ¿Infraestructuras? ¿Más hormigón? Ni hablar del peluquín… y total para que las nuevas canalizaciones las colonice y obture en unos días el prolífico mejillón-cebra.

El as bajo la manga que guardaba el gobierno regional es, dicen, el abastecimiento de agua potable por medio de buques cisterna procedentes de… ¡¡¡Murcia y Almería!!!... es decir, del extranjero, de esas coordenadas geográficas respecto de las que aumenta, a pasos agigantados, con arreglo a la terminología del sonderkommando Montilla, la desafección emocional, que no hídrica, a lo que se ve.

Con relación a los enclaves citados del sudeste peninsular, aportamos aquí una definición regionalizada del concepto campo de golf al gusto catalán, como los pepinillos agridulces y las virutas de remolacha lo son al gusto alemán. En efecto, para la mayoría de los catalanes un campo de golf es una instalación recreativa de alta gama, que participa de lo lúdico y vacacional, que está la mar de bien en el Ampurdán, en la Cerdaña o cerca de Sitges, que habilita una promoción turística de calidad para gente de postín, educada, pudiente, elegante, que disfruta de un paisaje armonioso, casi como la Provenza o la Toscana, con sus colinas y lomas redondeadas, sus tonos pastel; actividad idónea para ejercitarse al aire libre, viendo volar bandadas de pajarillos en un cielo límpido y azul (de cuyas especies y hábitos migratorios informa a los jugadores a través de un pinganillo y en varios idiomas -excepto el español- el asesor ornitológico agregado), hacer una pizca de apetito y tomar un aperitivo en la terraza de sus soberbias instalaciones, a todo lujo, antes de degustar una selección de platos del afamado recetario de la, cada día más en boga, cocina volcánica de La Garrocha o una caldereta de langosta, para luego, satisfechos paladar y panza, asistir a un concierto sinfónico en el incomparable marco de los jardines del castillo de Perelada, por ejemplo.

La versión a la catalana de campo de golf podría extenderse unas líneas más, pero lo dicho hasta aquí es suficiente. En resumidas cuentas, para los catalanes, un campo de golf, responsable máximo del despilfarro de agua, es una maravilla que aporta glamour a nuestras glamourosas tierras, un plus de calidad, de charme, de encanto, de señorío, tan bien diseñaditos con su césped, sus arbolillos y sus estanques con patitos, cua-cuá -por eso contamos con docenas de esas instalaciones- pero que en Murcia o Almería son un insulto, un despropósito, una cacicada, una provocación al sentido común… ¡¡¡Con la escasez de agua que padece la humanidad en su sediento conjunto!!! ¡Murcianos! ¡Almerienses!... ¿Qué se habrán creído esos rascapieles de sobacos sudorosos, acento grosero, modales poco refinados, que cecean al hablar, que crían cabras en páramos de una aridez desértica y que ni siquiera saben limpiarse el culo? ¿En qué estarían pensando esos recoge-boñigas?

Pero en el fondo, aunque consideremos que estamos moralmente autorizados a disponer a nuestro albedrío de ese trasvase náutico por miles de hectolitros, para así restañar en parte las seculares heridas del expolio fiscal al que hemos sido vilmente sometidos -políticas arancelarias y proteccionistas al margen inspiradas a los gobiernos españoles por los industriales catalanes durante el siglo XIX y posteriores conchabanzas de la burguesía catalana con el régimen de Franco- y que, en justicia, nos la deben, no deja de ser una humillación insoportable para los acérrimos feligreses del credo nacionalista, partidarios de la autarquía, recurrir a semejante apaño y manifestar gratitud a esas gentes por causa del hídrico auxilio… ¿No sería preferible remolcar desde el Ártico un iceberg, aunque se perdiera el 15% de la masa del bloque de hielo durante la travesía, como han hecho ya, luego es técnicamente posible, algunos países de la península arábiga, quizá por cuenta de la bellísima jequesa qatarí, la misma que encandiló a ZP, para llenar su colosal frigorífico de helados y combatir a lametones los rigores del tórrido verano?
Cualquier cosa antes que deber nada, ni los buenos días, a esos patanes del sudeste peninsular. Mejor pagar a los esquimales -aún contrayendo una deuda descomunal- que no a esos españolazos de mierda.

Que el consumo de agua es una burrada incontenible, y, aunque el agua se evapora en los pantanos, por así decirlo, andamos con el agua al cuello. Que la gente no está suficientemente concienciada y las autoridades no pueden ahorrar por nosotros, pero si pudieran -como conducir- lo harían. Todo eso nos dicen y es posible que sea cosa cierta. Como que en Lloret y Salou, por ejemplo, se despilfarra agua por metros cúbicos para atender las necesidades de cientos de miles de visitantes estivales con arreglo a un modelo turístico caduco, pero que de ninguna de las maneras tiene esa gentuza derecho a copiar en Murcia y Almería. Por eso se quedaron sin trasvase del Ebro, porque el agua es nuestra -nos remitimos al nuevo estatuto de autonomía- nazca el río en Reinosa o en las Quimbambas. Además, los muy pillos, no pensaban destinarla a la horticultura, a regar tomates y pimientos, no, nada de eso, sino a desmesuradas promociones urbanísticas para birlarnos turistas que ya están en su salsa en la Costa Dorada tomando el sol hasta ponerse colorados como crustáceos y pimplando sangría a discreción ¿O se pensaron que nos chupamos el dedo?

Esta es la nueva cultura del agua cacareada hasta el hartazgo, desde hace unos años, por alegres voceros participados por igual de progresía y nacionalismo en verbenera mezcolanza: el abastecimiento naval. Sólo falta pulir algunos flecos para redondear el ambicioso plan. Y no es que Tolerancio quiera dar ideas, pero no entiende como no han prohibido ya el sacramento bautismal, paradigma del derroche de acuáticos recursos. O multado a los quinquis por decir a voz en grito -cuando pretenden alertar a sus camaradas de la indeseada presencia policial- aquello de ¡Agua, la pasma! por no mentarla siquiera o perseguido de manera implacable el juego de los barcos en cuartillas de papel por las veces que se marra el figurado torpedo y acaba sumergido en la preciada masa ecuórea.

Esta es la nueva cultura del agua que nos prometieron a pancartazos y ademán de sesudos pensadores: la bodega de un carguero herrumbroso que zarpa del puerto de Carboneras, de Garrucha o de Cartagena, para el caso es lo mismo, acaso con polizones a bordo, abriéndose paso entre cayucos de inmigrantes ilegales que alcanzan la costa a remo. España es, desde ahora, unidad de destino en lo naval.
Pero eso no es todo. Los navíos habrán de armarse a conciencia y el cuerpo de ingenieros deberá revisar sus condiciones de flotabilidad para evitar que un imprevisto tsunami originado por la sangrante amenaza de la escolarización bilingüe en Cataluña, PSC dixit, pueda volcarlos y causar una tragedia marítima sin precedentes, un naufragio masivo con la consiguiente pérdida del preciado cargamento. Ahora bien, si la misión es culminada por el éxito y la flota arriba a puerto sin novedades, será preciso inmortalizar para los restos tan alta ocasión. Al mando del documental, de las cámaras que tomarán las imperecederas imágenes de los buques atracando en la dársena del puerto, nadie mejor que un cineasta comprometido y del prestigio, pongamos por caso, de todo un Oliver Lameculos Stone, si no se lo impide su apretada agenda y el contrato recientemente firmado con Hugo Chávez. O en su defecto alguno de esos genios del septeno arte patrio que participaron en aquella edificante película titulada Hay motivo, ¿la recuerdan?, y que, contrariamente a lo que muchos piensan, no andan liados rodando la segunda parte de la cinta sino brindando con champán por la reciente aprobación de la ley del canon digital y acicalándose para acudir a la gala de los Goya que se celebra esta noche, domingo 4 de febrero.

2 comentarios:

Josefina dijo...

Hoy Tolerancio traes un tema que me hace hervir (no el agua) sino la sangre. Mucho puedo escribir de esto, pero con una frase de nuestro aposentado e inamovible Presidente de Andalucía Manuel Chaves dijo: "Con este nuevo estatuto (el de la realidad nacional) el Guadalquivir ya es nuestro". Como si los ríos no tuviesen cauces y discurriesen por donde mandan los políticos y al antojo de estos.
Los ríos, como la vida, van al mar, y mientras tanto, son de sus cauces y cuencas que llevan miles de años erosinando para formarse. Aunque quizás, Chaves se crea inmortal y con posibilidad de eternizarse en la poltrona de la Junta de Andalucía, como el Guadalquivir que ya no es español, sino Andaluz.

Saludos

juan lanas dijo...

Apreciada Josefina, tienes más razón que un santo o que una santa, porque lo eres... pero consuélate pensando que ahora Chaves, presidente olivariano como bolivariano es el de Venezuela, destinará recursos al aprendizaje del catalán y del vascuence para que los andaluces puedan optar al mercado de trabajo en Cataluña.
Qué habréis hecho los andaluces, o que no habréis hecho para merecer o tener un presi como ése.
Es una lata vivir rodeado, acosado por los nacionalistas, pero debe ser mucho peor tener como presidente a un palanganero de los tales.

Un saludo cordial y un beso muy fuerte.