domingo, 23 de septiembre de 2007

Bermejo no perseguirá a los violadores


El ministro de Justicia desiste públicamente de hacer cumplir la ley de banderas y de pedir cuentas, a través de la Fiscalía, a quienes la infringen. Uno de los motivos argüidos por el ministro es que la ley de banderas se ha incumplido con anterioridad, se incumple en la hora presente y se incumplirá en lo sucesivo. Es el fatalismo judicial, su gran aportación a la Filosofía del Derecho. La declaración de Fdez Bermejo nos trae a la memoria alguno de aquellos pasajes de la obra de Céline, al copo de aforismos de un nihilismo aterrador y descarnado, de una misantropía ácida y corrosiva de desollado vivo, al tiempo que contundentes e incontestables del tipo el ser humano es un saco de vísceras locas por pudrirse. Claro que entre el talento literario del autor maldito y el del ministro socialista media un abismo insondable. Pero la conclusión es la misma: hay cosas que no tienen enmienda. En un caso el hombre, en el otro la ley de banderas.

Pero el señor Fdez Bermejo, no contento con tan honda reflexión, se ha superado a sí mismo. Según nos ha comunicado una fuente cercana al ministro, digna sólo de relativo crédito, aquél, y por la misma regla de tres, por la dificultad inherente a la prevención y represión de determinados delitos, porque se han cometido, se cometen y se cometerán, mientras el hombre sea lo que de él dijo muy gráficamente Louis Ferdinand Céline, y el mundo sea mundo, dejará de instar a la persecución y detención de los violadores. Pues siempre los ha habido, los hay hoy y es previsible que mañana también (acaba de salir a la calle el tristemente célebre violador del Valle de Hebrón). La ministra Salgado ha terciado en la polémica afirmando que siempre hay gente que tiene problemas de convivencia, pero no especificó si se refería a los violadores, a sus víctimas por llevar minifalda o al señor Fernández Díaz, del PP, abucheado y amenazado de muerte por los radicales catalanistas durante la tradicional ofrenda floral de la Diada.

En efecto, no son pocos los delitos de muy difícil prevención y represión, pero no se entiende que lo antedicho faculte su impunidad. Pues aunque siempre haya personas dispuestas, aún por diferentes razones, incluso algunas atenuantes, a apropiarse de los bienes del prójimo, pongamos por caso, es misión y competencia de las autoridades procurar por la completa erradicación de esa práctica delictiva o por la drástica disminución de su incidencia. Cierto que el incumplimiento de la ley de banderas, como la quema de retratos del rey, es una desobediencia -falta o delito, tipifíquenlo quienes sepan de la materia- recurrente, como ha manifestado sagazmente un responsable del gobierno tripartito en relación con los recientes episodios vandálicos y piromaniacos acaecidos en Gerona ante la pasividad de los mossos d’esquadra -que en la comisaría de Las Corts, por cierto, y repartiendo lana, no lo son tanto, pasivos-. Como también es recurrente el atraco a mano armada a sucursales bancarias y no por ello las fuerzas del orden se inhibieron a la hora de investigar, perseguir y detener al Solitario, gracias a la inestimable colaboración de la policía portuguesa -como sucede, por otra parte, con la captura de terroristas etarras, siempre gracias a la Gendarmería francesa, pues algunos agentes de la policía española obedecen otras consignas como pasar chivatazos a los sicarios de ETA al mando del aparato extorsionador de la banda para evitar su detención-.

Hay que concederlo, es difícil hacer cumplir la ley de banderas, sobre todo si no se quiere o no se tiene la menor intención o voluntad de hacerlo. Pero algunas de las cosas que adornan a la estirpe humana son su tozudez y su voluntad de superación ante retos complicados como la ley de marras, pero de corto recorrido, ZP dixit. La historia de la humanidad está repleta de hazañas, proezas y logros que nos infunden admiración y orgullo por la constancia e inventiva de nuestros predecesores. ¿Qué me dicen del agua corriente, la luz eléctrica y el papel higiénico, por ejemplo, cuando siglos atrás parecía menos que imposible solventar esos problemas y atender esas necesidades? Tampoco parecía sencillo que Schrödinger atinara al formular sus ecuaciones de onda, y ahí están, en los libros de texto. A poco que se estruje el magín, el imaginativo ministro de Justicia dará, seguro, con la solución adecuada.

PD.- A resultas de la visita del Dalai Lama a Barcelona, asunto tratado en la bitácora titulada Carod en el Tibet, hemos sabido que tan ilustre huésped padece desde entonces terribles secuelas psicológicas por causa del atroz suplicio musical al que fue sometido por inmisericordes agentes nacionalistas para sonsacarle una declaración que equiparase las dispares situaciones de Cataluña y el Tibet. No levanta cabeza el pobre y nos dicen que repite obsesivamente en sus rezos, o vagando errabundo por senderos y trochas con la mirada perdida, no el acostumbrado mantra, om, sino el pasaje de un de las cancioncillas que le infligieron sin descanso por espacio de varias horas: re... mena... remena nena… Que Dios o Buda se apiaden de él.

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