miércoles, 24 de octubre de 2007

Joel en el limbo


Los restos de un feto han aparecido en una caja de zapatos a modo de féretro, junto a una cruz inscripta con la leyenda Joel y una bandera catalana en los alrededores de la localidad gerundense de Torroella de Montgrí. Se desconocen las circunstancias exactas del trágico suceso. El hallazgo podría tratarse, apuntan, de un aborto por causas naturales. El acondicionamiento de los restos del nasciturus, terrible paradoja, supone, sin duda, un sucedáneo de exequias fúnebres, de inhumación ritual. Todo ello nos induce a pensar que el embarazo era deseado y que el desenlace fue un amargo trance para la madre.

Joel no llegó a ver la luz. Antaño, decían, los niños nacidos muertos, o fallecidos sin haber sido cristianados, permanecían en el limbo, esa suerte de sala de embarque de la trascendencia con vuelos permanentemente retrasados -como si despegaran de El Prat- a la espera de conocer su destino y ubicación en la eternidad. Recientemente se han producido controversias y polémicas teológicas concernientes a la existencia o no del limbo y su compatibilidad con el dogma de la Iglesia católica. E incluso, en este punto Tolerancio no quisiera pecar o deslizar un error por imprudente, el actual Romano Pontífice ha decretado, o eso cree haber leído, su precintado y demolición. Las excavadoras, manejadas por ángeles custodios provistos de casco, desde luego, por no incumplir la Ley Celestial de Prevención de Riesgos Laborales, han dejado el limbo como un solar metafísico y no queda allí ni un cascote.

Nada sabemos de la parturienta. Deseamos que reúna las fuerzas necesarias para salir de este mal paso y pueda rehacer su vida, afrontando con entereza los errores que haya cometido y también las responsabilidades de índole moral, y de otro tipo, que puedan derivarse de sus actos, en particular del abandono inmotivado y furtivo de unos restos humanos. El episodio, triste, sin duda, y nada edificante, contiene además una pincelada extravagante y como tal llamativa, que nos remite a una suerte de patriotismo de ultratumba o de necrofilia materno-patriótica por la presencia de la bandera catalana a modo de sudario.

La bandera patria sustituye aquí al agua bendita que el sacerdote derrama sobre la crisma del recién nacido. El niño ungido por el sacerdote ingresa en la comunidad cristiana siendo purificado, con ese rito lustral, del pecado originario que hereda la estirpe humana. En el presente caso la bandera cuatribarrada ejerce esa misma función bautismal. Joel, no nacido, ingresa en la fraternal grey ultraterrena de los compatriotas gracias a los miríficos efectos de la bandera transubstanciada en simbólico salvoconducto.
La nación acoge en su seno a los vivos, pero también a los muertos, a los antepasados, a nuestros ancestros, a quienes, según los doctrinarios nacionalistas, nos precedieron en la defensa de nuestros derechos históricos y nos legaron todo ese acervo cultural que nos explica, obliga y conmueve. O a quienes, como Joel, transitaron de la existencia intrauterina al abrazo de esa otra madre, la tierra, regada, bendecida, santificada con la sangre generosamente derramada de nuestros héroes y mártires, como el finado y llorado mosén Xirinachs, precursor de la llamada autoinmolación nacional… hasta la fecha, e inexplicablemente, sin imitadores.

El día del Juicio Final Nacionalista, esa efeméride de tinte milenarista, el día D de la apocalíptica escatología catalanista, en que los padres de la patria nos darán a libar el elixir de la independencia que sanará de un plumazo todas nuestras heridas como pueblo, pero que al mismo tiempo, oh prodigio, fulminará como trago de hiel amarga, de letal ponzoña, a los catalanes tránsfugas, malos, desobedientes o tibios… -a los traidores como Tolerancio-… el alma cándida y pura de Joel, envuelta en la túnica santa de la bandera patria, resplandecerá junto a los justos.

3 comentarios:

Reinhard dijo...

Querido Tolerancio:
Esta hsitoria tiene ciertas similitudes con un tipo penal ya derogado. Me refiero al extinto delito de infanticio del art. 410 del Código Penal de 1.973, o sea, franquista. Me permito transcribirlo textualmente aprovechando la generosidad de su foro:
" La madre que para ocultar la deshonra matare al hijo recién nacido, será castigada con la pena de prisión menor".
Obsérvese la benevolencia del legislador franquista, que sólo castigaba este execrable delito con una pena irrisoria, baladí diría yo, si usted me lo permite, no en vano la condena podía ir de seis meses y un día hasta seis años.Pecata minuta.
Es evidente que aquí no estamos ante un recién nacido, de un nasciturus más bien se trataría, pero sí que parece que la madre, mala, abortó, legal o ilegalmente, seguramente para salvaguardar la honra, que es algo así como el valor en el antiguo servicio militar, presunción "iuris tantum", que admite prueba en contrario. Entiende uno, de natural malicioso, que ahí radica el detalle de la bandera/sudario: dar una pátina de pureza racial, o nacional, que purgue otros pecados bastante menos folclóricos.
Recibe un cordial saludo.

Reinhard dijo...

Es evidente, Sr. Tolerancio, que donde aparece "infanticio" debería decir "infanticidio".
Salúdole.

juan lanas dijo...

Me abruma con su prolijo e ilustrador comentario.

Mil gracias.