Esta bitácora está dedicada a Manuel A. Aguilella
Este verano* Tolerancio se ha dado un garbeo por Praga y de grado se ha convertido en un propagandista convencido de la capital checa por muchas y variadas razones. De algunas ya dio fe en una bitácora anterior titulada Jan Palach vs mosén Xirinachs. Pero hay otras muchas, esquivas al cálculo como la arena de la playa.
Bohemia, Moravia y los otros territorios que en su día conformaron la república de Checoslovaquia vivieron las convulsiones del romanticismo nacionalista del siglo XIX que sacudieron todo el continente. Por entonces esa región europea integraba el imperio austriaco, luego doble monarquía austro-húngara, bajo la dinastía de los Habsburgo. Ese hervor nacionalista fue plasmado en diferentes obras historiográficas, poéticas y sinfónicas por autores de la nombradía de Palacky, Tomek, Novotny, Dvôrak, Smetana, Jan Neruda y más tardíamente Hâsek, el autor de las inmortales andanzas del soldado Schweijk A las iniciales demandas autonomistas dentro de la monarquía danubiana siguieron, como sucedió con Hungría y las posesiones dálmatas del imperio, otras más explícitamente separatistas que se consumaron al fin tras la debacle de los imperios centrales en la primera Guerra Mundial.
Los territorios de Bohemia y Moravia, hoy República Checa, siempre han estado en el corazón de Europa y no hay avatar de la historia continental que no se haya dirimido o ventilado en buena parte en aquellas latitudes, escenario de episodios principalísimos como la rebelión husita, la Reforma, la Contrarreforma o la célebre defenestración de Praga, con los delegados imperiales arrojados por aristócratas afectos a la causa protestante desde una ventana del castillo de Praga que supuso el inicio de la guerra de los Treinta Años.
Durante el siglo XX estuvieron dichos territorios en el epicentro de las disputas entre los totalitarismos más feroces que ha conocido la humanidad, el nazismo -anexión de los Sudetes, Bohemia y Moravia, ocupación y Guerra Mundial- y la dictadura pro-soviética.
A pesar de las especificidades culturales e incluso étnicas esgrimidas en su día por los nacionalistas checos -eslavismo- para desgajarse del imperio austriaco, de raíz germánica, no renuncian hoy a su rico legado cultural en lengua alemana. Los checos están orgullosos de Franz Kafka, de Rainer Maria Rilke o de Gustav Meyrinck, entre otros, y su vida y obra, su residencia en la capital checa, son motivo, cómo no, de promoción y rentable explotación turísticas. Porque Praga y la República Checa no serían lo que son hoy sin ese acervo cultural y literario, por otra parte, de una dimensión universal verdaderamente formidable.
Esa vocación universal de Praga se aprecia en otro hecho cultural verdaderamente llamativo: el teatro negro, fundamentalmente mímico y luminotécnico, pues el checo no es una lengua demasiado difundida allende sus fronteras. Praga siempre ha sido una ciudad abierta -Mozart la prefería a Salzburgo o Viena y allí estrenaba muchas de sus composiciones- y cosmopolita, fuera del largo interludio soviético, y es hoy un polo de atracción turística de primer orden. Miles de visitantes, europeos, americanos, japoneses, pasean sus calles, contemplan sus monumentos, los últimos los contemplan y fotografían a discreción, y acuden a los innumerables conciertos sinfónicos que a diario se interpretan en templos capitalinos. Y además, van al teatro, cierto, al teatro negro.
Por miles se cuentan las entradas facturadas a beneficio del citado espectáculo que causa verdadero furor entre los turistas por su inmediata comprensión, pues no requiere la más mínima noción del idioma autóctono. Para los checos la conciencia de la importancia relativa de su lengua a escala internacional no ha sido óbice para tentar al visitante con una atractiva oferta que tiene gran demanda y posibilita el ejercicio profesional remunerado de infinidad de grupos teatrales que proliferan allá como por esporas.
Ojo avizor, los artistas checos del gremio escénico dijeron un día: no tiene sentido que los turistas dejen divisas por tomar una cerveza pilsner en una terracita o por zamparse un krakoski, pero pasen de largo ante nuestro local sin que nos procuremos honradamente una porción de sus billeteras y todo porque no saben decir pristí zastavka o vystup va nastup. Y por ello han organizado, y tienen ya una larga tradición, funciones del llamado teatro negro, aptas para espectadores de cualquier nacionalidad. La pregunta se impone al punto: ¿Cuántos turistas de los miles que transitan a diario las calles de Barcelona pisan uno de nuestros teatros? También cabría preguntarse cuántos de entre los nativos, pero esa es otra historia. Es a veces más fácil sentirse extranjero en esta Barcelona nuestra, más palurda a cada minuto que pasa, y no lo dice el patán de Tolerancio sino Mario Vargas Llosa en su lúcido y magistral discurso durante la entrega del último premio de la Asociación por la Tolerancia, 24/09/07, que por las pintorescas y bulliciosas calles de Praga.
* Tolerancio padece aún el llamado síndrome post-vacacional, lo que nada tiene de extraño pues dicho síndrome le afecta por espacio de once meses al año. Siendo el interfecto más vago que- la- chaqueta- un- guardia se dirige a quien quiera oírle para recaudar fondos a su favor a través de una suerte de colecta -en breve expondrá los datos de la cuenta corriente para recibir los ingresos, aportaciones anónimas y voluntarias- que tengan a bien transferir los imponentes, con objeto de retirarse a vivir a un pueblecito (ha pensado en Bossost, Valle de Arán, próximo a la frontera francesa, por si las cosas se tuercen del todo), pero no para abandonarse al ocio y la molicie, sino para dedicarse íntegramente a la creación de artículos y productos varios en pro de la causa no nacionalista que, inversión de futuro, redundarán en el gaudio y expansión espiritual de los anónimos y generosos imponentes. Tolerancio se compromete a rendir cuentas, periódicamente, del estado y desarrollo de los proyectos aludidos, como becados por sus benefactores, algunos ya en marcha (una novela en busca de editor que aborda la polémica normativa de incivismo aprobada en su día por el gobierno municipal de Barcelona, otras tres en fase de preparación, siendo una de ellas una explícita sátira del nacionalismo identitario en su delirante modalidad céltica o celtoide, y una pieza teatral que trata los hechos acaecidos en octubre del 34 en la ciudad condal).
3 comentarios:
Intentando mandar comentario, a ver si llega, para mandarlo de verdad
¡Olé ha llegado!
Es que este correo SÓLO me lo hice para insertar comentarios en tú blog, querido Javier.
Después de la sequía vacacional, por fin puedo leer tus artículos.
El anterior, el de Vendrell, como no, genial. En su día vimos en las aulas síndromes de idiocía, de imbecilidad, de estupidez.... todos ellos inteligentemente son aplicables y aplicados a este impresentable ente individualizado de nacionalidad indefinible y personalidad siniestra. BRAVO por la descripción.
y a continuación este artículo dedicado a Manuel, a tu amigo.
El domingo yo participo en un pequeño teatrillo de mayores. Pero no en Praga, precisamente, sino en cierto pueblecito que hay que buscar con lupa en el mapa.
Lo dicho, geniales tus artículos, genial haberte conocido y a Manuel y a unos cuantos más, que piensan y ven las cosas desde otra perspectiva: la de la lógica y el sentido comun.
Saludos
Gracias, Fina. Eres un solete.
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