No son pocas las voces que se alzan para conceder a los doctores Montes (hospital de Leganés) y Morín (clínicas abortistas de Barcelona), ex aeqvo, el premio Nobel de Medicina. Sus principales valedores son el ministro de Sanidad, Bernat Soria, y la consejera del ramo del gobierno regional tripartito, Sra. Geli.
Uno contrajo méritos gracias a las sedaciones masivas no autorizadas por los familiares de los enfermos y administradas en los boxes de Urgencias, contraviniendo todos los apartados del protocolo médico, a pesar de la irrelevancia judicial fallada por los magistrados que entendieron del caso, esos incorruptibles paladines de la separación de poderes, ajenos a toda componenda con tufo a obediencia política según soplen los vientos -un par de ellos firmantes de un manifiesto favorable a la legalización de la eutanasia-… y el otro triturando y licuando fetos de hasta treinta semanas de gestación en una picadora de carne y tendrún de tamaño industrial que es la envidia de la firma multinacional de fast food McDonald’s.
El doctor Montes compareció como artista invitado en varios mítines de la última campaña electoral recibiendo parabienes y abrazos por doquier. Ha inspirado conmovedores artículos y ya se trabaja en un guión cinematográfico basado en su vida y obra que llevará por título Médico de Familia y que protagonizará gratis el mismísimo y oscarizado Javier Bardem, si su apretada agenda (viajes a Cuba para presentar respetos al régimen castrista y rodajes en Hollywood, la tan denostada Meca del cine) se lo permite.
No pasó desapercibida la presencia del doctor Montes en un acto celebrado en Madrid y promovido por una plataforma de artistas en apoyo de ZP, los de Bellas Artes -no confundir con la célebre checa madrileña del mismo nombre- pues también lo es él, un auténtico artista de las sedaciones con la chuta de estricnina, a imagen y semejanza de los cineastas españoles que promueven la sedación y aburrimiento masivos de los espectadores, razón que explica el descenso notable de la cuota de mercado de las películas autóctonas -y no ha sido aún mayor por el estreno de títulos aceptables como REC y El orfanato-.
Hemos sabido que forman legión quienes se han apresurado a suscribir un manifiesto en apoyo del doctor Montes exigiendo a las autoridades sanitarias que en caso de enfermar o sufrir grave accidente, los firmantes o sus parientes, y con arreglo al principio de libre elección de personal sanitario, sean puestos bajo los providentes cuidados del heroico doctor, beneficiado, por otra parte, gracias a su participación en SEMFYC, de las jugosas subvenciones concedidas en 2007 a dicha entidad por el Ministerio de Sanidad.
Las andanzas del doctor Morín, el ángel exterminador de Barcelona, no le van a la zaga. La prensa… -no toda, pues preguntados los lectores de El Periódico de Cataluña y El País para calibrar su grado de conocimiento del siniestro personaje, respondieron mayoritariamente que doctor Morín es el alias de uno de los integrantes de la célula islamista de puteros y grifotas autora del 11-M o el nombre de un grupo musical de tendencia after-punk-... nos ha ofrecido sus hazañas por capítulos, en formato folletinesco, como las aventuras de Rocambole.
Costó lo suyo que el serial arrancara, pues ya hace años se produjo la primera denuncia que fue, cómo no, archivada y no pasó el filtro periodístico. Las investigaciones iniciales las llevaron los Mossos d’Esquadra, pero los agentes recibieron órdenes del alto mando, del ecotorturador Joan Saura, para que se desentendieran de tan espinoso asunto… -y se centraran en las no menos escandalosas carreras de caracoles ilegales y en las palizas generosamente prodigadas a los detenidos en los calabozos de la Comisaría de Les Corts colgadas en YouTube-… siendo finalmente sustituidos por la Guardia Civil.
El Colegio de Médicos de Barcelona destacó una comisión de avezados sabuesos a la clínica Ginemedex donde confundieron la picadora industrial para desmenuzar fetos con una pianola. Es posible que la inclusión de la clínica del doctor Morín en la página web de la consejería de Sanidad, la que pagamos todos, como link o enlace particularmente recomendado a jóvenes internautas que quisieran interrumpir -pero del todo y para siempre- embarazos no deseados, guardara relación con la vista gorda que practicaron en su día las autoridades regionales.
Pero hemos averiguado más cosas. Como la vertiginosa promoción profesional del personal de limpieza en dichas clínicas realizando funciones de ginecología y de enfermería en quirófano, cambiando la fregona por el bisturí y la epidural e instaurando aquí y ahora ese paraíso del igualitarismo laboral que se resume sucintamente en que todo el mundo es igual y que todos servimos para lo mismo, bien para cargar las maletas en la bodega de un avión de pasajeros o bien para pilotarlo, indistintamente. Previamente a toda intervención se precisaba el pertinente informe psicológico que habilitara el raspado o estacazo de turno y para ello el doctor Morín contaba con el valioso auxilio de un psicólogo, especialista en falsificaciones documentales, y destinado a caso hecho en una institución penitenciaria… y qué mejor lugar que ése para batallar con los desajustes anímicos y emocionales de los parroquianos y trasladar todo ese caudal de experiencia al ámbito abortista.
Que algunos abortos se practicaran a fetos de hasta 30 semanas de gestación no es una minucia pero, por razones de espacio, no abordaremos ese dato escalofriante. Por otro lado la escasez de personal médico que se prestara a enlodarse en tan inmunda escabechina, aconsejó al infatigable Morín, hombre previsor y de recursos, contratar médicos o estudiantes de medicina procedentes de países sudamericanos con titulación no homologada, fomentando de manera ejemplar la contratación en origen para mejor luchar contra esa lacra que es la inmigración ilegal descontrolada, o mejor, controlada pero por mafias de tratantes de esclavos.
También burló -no perdía el tiempo- la vigilancia policial, una vez bajo sospecha, ejecutando sus edificantes prácticas médicas en pisos particulares, demostrando una capacidad innata, óptima, para adaptarse a situaciones adversas.
Tampoco, y de conformidad con la truculencia del relato, ha sorprendido que el doctor Morín se deshiciera de los restos humanos sin observar los procedimientos más elementales, camuflando fetos entra gasas, vendas y material sanitario desechable, tirándolos a la basura directamente, salvo los pedazos comestibles para solaz acaso de voraces chuchos callejeros.
En definitiva, en la historia del doctor Morín solo han faltado el aliño de episodios de canibalismo u orgías a lo Barbazul, sobrenombre del condestable Gilles de Rais, Mariscal de Francia y lugarteniente de la dulce y virginal Juana, la doncella de Lorena, que entre pelea y pelea contra los ingleses amenizaba sus fenomenales cuchipandas empalando niños en espetones para zampárselos en medio de descomunales verbenas sexuales con ingestión ritual de sangre, en una suerte de quermés vampírica que luego copió la condesa húngara Bathory, que habría sido la novia perfecta del conde Drácula.
El doctor Morín, ya metido en harina -para optimizar recursos y aplicando a los fetos la máxima de la porcinocultura: del cerdo nada se tira y todo se aprovecha-, habría podido montar un figón especializado en empanadillas rellenas de carne picada y competir con la gobernanta enamorada de Swenney Tood, el barbero diabólico de la calle Fleet, como verán, si les place, en el musical de Tim Burton que aún continúa en cartelera. Sin hacer ascos a la extracción de osteína contenida en los maleables huesos de los bebés para revenderla a precio de oro a las sectas satánicas que precisan ese principalísimo ingrediente para elaborar su bebedizo o fumadizo alucinógeno llamado cola de diablo.
El doctor Morín se ha forrado, eso está fuera de duda. Ha amasado una verdadera fortuna, con ingenio y tesón, el fruto de muchos años de trabajo pasando nasciturus… -que en la incubadora habrían subsistido, pues hasta niños nacidos con seis meses de gestación, unas 26 semanas, sobreviven fuera del vientre materno-… por la trituradora. El negocio le ha dado para montar un holding de empresas e incluso evadir divisas a un paraíso fiscal. Todo un crack. Y crack es el ruidito, que no es una nana precisamente, que hacen las agujas del interfecto cuando perforan el blando cráneo de sus víctimas.
Montes y Morín forman un tándem de aúpa. No sabemos con exactitud qué derrota tomarán la legislación futura y los usos y costumbres para tratar asuntos como la eutanasia activa, el aborto y la investigación -o manipulación genética-. Qué pensaremos de estas materias dentro de 30 o 40 años… aunque con unas cuantas promociones de estudiantes sometidas a las bondades sin cuento del adoctrinamiento intensivo diseñado desde Educación por la Ciudadanía y eficazmente complementado por los creadores de opinión, articulistas varios, guionistas de cine -de cine español, claro- y otros (filósofos de pacotilla. antropólogos en nómina, amén de comunicadores de éxito de magazines televisivos)… nos lo podemos imaginar sin demasiado esfuerzo y, por lo tanto, nos tememos lo peor.
Montes y Morín no pasarán a la historia como lo que son, alumnos aventajados de otro doctor de infausta memoria e imposible rehabilitación: Joseph Mengele. No, más bien estas historias macabras, dantescas, abracadabrantes tomarán otro rumbo y contando con la imbecilización progresiva y sin enmienda del paisanaje, aspirarán al rango de precursores (cuando pase la tormenta, ingresen o no en prisión, caigan o no por espacio de unos años en el más absoluto descrédito), de héroes incomprendidos en su tiempo. Serán su figura y su obra rescatadas y elevadas a los altares de la ciencia y de la más desinteresada y ennoblecedora filantropía.
Hace un par de años tuvo cierto éxito en las pantallas una película titulada El secreto de Vera Drake, basada en una historia real. El caso escandalizó a la sociedad de la época y Vera Drake, acusada de atentar contra la salud pública por practicar abortos clandestinos, fue juzgada y encarcelada. Con todo, la película construye un personaje en parte inconsciente de algunas de las implicaciones de sus actos. Es decir, nada que ver con estos carniceros colegiados -Montes, Morín… Mengele- que cursaron estudios superiores y fueron adiestrados en el conocimiento académico y técnico de la especialidad médica.
Si para Vera Drake, una ursulina al lado de estos matarifes con bata blanca y fonendo al cuello, hubo décadas después una cinta que reivindicó su figura o rescató su memoria, para estos pájaros habrá también, a no mucho tardar, película con nominaciones a los Goya y, para cerrar plaza, precisamente eso, una plaza con busto incluido en Leganés o Barcelona. O un parquecito infantil, con su tobogán y sus columpios… como el de ese pueblecito vasco dedicado a un etarra que acribilló a balazos a un oficial del Ejército delante de sus hijos. O por qué no, una cátedra de medicina en nuestras universidades, esos templos de la sabiduría que son la envidia de medio mundo, como ilustres precursores que serán de la eutanasia activa y del aborto libre sin más plazos que los pactados entre médico y paciente para satisfacer el importe de la intervención, pues la incipiente crisis económica afectará a la modalidad llamada antaño de pronto pago.
Despachos de última hora:
1.- Un transexual, que antes fue mujer y ahora es hombre, o cuando menos tiene pito, se ha quedado embarazado/a. El ministro Bernat Soria, con arreglo a la ética almodovariana dominante en la izquierda española más avanzada ha tenido un orgasmo zeroliano.
2.- El Colegio de Médicos de Barcelona sostiene que no hace falta ser ginecólogo para practicar un aborto. Luego un lampista, un fresador o un ladrón de cable de cobre también valen.
Tampoco, y de conformidad con la truculencia del relato, ha sorprendido que el doctor Morín se deshiciera de los restos humanos sin observar los procedimientos más elementales, camuflando fetos entra gasas, vendas y material sanitario desechable, tirándolos a la basura directamente, salvo los pedazos comestibles para solaz acaso de voraces chuchos callejeros.
En definitiva, en la historia del doctor Morín solo han faltado el aliño de episodios de canibalismo u orgías a lo Barbazul, sobrenombre del condestable Gilles de Rais, Mariscal de Francia y lugarteniente de la dulce y virginal Juana, la doncella de Lorena, que entre pelea y pelea contra los ingleses amenizaba sus fenomenales cuchipandas empalando niños en espetones para zampárselos en medio de descomunales verbenas sexuales con ingestión ritual de sangre, en una suerte de quermés vampírica que luego copió la condesa húngara Bathory, que habría sido la novia perfecta del conde Drácula.
El doctor Morín, ya metido en harina -para optimizar recursos y aplicando a los fetos la máxima de la porcinocultura: del cerdo nada se tira y todo se aprovecha-, habría podido montar un figón especializado en empanadillas rellenas de carne picada y competir con la gobernanta enamorada de Swenney Tood, el barbero diabólico de la calle Fleet, como verán, si les place, en el musical de Tim Burton que aún continúa en cartelera. Sin hacer ascos a la extracción de osteína contenida en los maleables huesos de los bebés para revenderla a precio de oro a las sectas satánicas que precisan ese principalísimo ingrediente para elaborar su bebedizo o fumadizo alucinógeno llamado cola de diablo.
El doctor Morín se ha forrado, eso está fuera de duda. Ha amasado una verdadera fortuna, con ingenio y tesón, el fruto de muchos años de trabajo pasando nasciturus… -que en la incubadora habrían subsistido, pues hasta niños nacidos con seis meses de gestación, unas 26 semanas, sobreviven fuera del vientre materno-… por la trituradora. El negocio le ha dado para montar un holding de empresas e incluso evadir divisas a un paraíso fiscal. Todo un crack. Y crack es el ruidito, que no es una nana precisamente, que hacen las agujas del interfecto cuando perforan el blando cráneo de sus víctimas.
Montes y Morín forman un tándem de aúpa. No sabemos con exactitud qué derrota tomarán la legislación futura y los usos y costumbres para tratar asuntos como la eutanasia activa, el aborto y la investigación -o manipulación genética-. Qué pensaremos de estas materias dentro de 30 o 40 años… aunque con unas cuantas promociones de estudiantes sometidas a las bondades sin cuento del adoctrinamiento intensivo diseñado desde Educación por la Ciudadanía y eficazmente complementado por los creadores de opinión, articulistas varios, guionistas de cine -de cine español, claro- y otros (filósofos de pacotilla. antropólogos en nómina, amén de comunicadores de éxito de magazines televisivos)… nos lo podemos imaginar sin demasiado esfuerzo y, por lo tanto, nos tememos lo peor.
Montes y Morín no pasarán a la historia como lo que son, alumnos aventajados de otro doctor de infausta memoria e imposible rehabilitación: Joseph Mengele. No, más bien estas historias macabras, dantescas, abracadabrantes tomarán otro rumbo y contando con la imbecilización progresiva y sin enmienda del paisanaje, aspirarán al rango de precursores (cuando pase la tormenta, ingresen o no en prisión, caigan o no por espacio de unos años en el más absoluto descrédito), de héroes incomprendidos en su tiempo. Serán su figura y su obra rescatadas y elevadas a los altares de la ciencia y de la más desinteresada y ennoblecedora filantropía.
Hace un par de años tuvo cierto éxito en las pantallas una película titulada El secreto de Vera Drake, basada en una historia real. El caso escandalizó a la sociedad de la época y Vera Drake, acusada de atentar contra la salud pública por practicar abortos clandestinos, fue juzgada y encarcelada. Con todo, la película construye un personaje en parte inconsciente de algunas de las implicaciones de sus actos. Es decir, nada que ver con estos carniceros colegiados -Montes, Morín… Mengele- que cursaron estudios superiores y fueron adiestrados en el conocimiento académico y técnico de la especialidad médica.
Si para Vera Drake, una ursulina al lado de estos matarifes con bata blanca y fonendo al cuello, hubo décadas después una cinta que reivindicó su figura o rescató su memoria, para estos pájaros habrá también, a no mucho tardar, película con nominaciones a los Goya y, para cerrar plaza, precisamente eso, una plaza con busto incluido en Leganés o Barcelona. O un parquecito infantil, con su tobogán y sus columpios… como el de ese pueblecito vasco dedicado a un etarra que acribilló a balazos a un oficial del Ejército delante de sus hijos. O por qué no, una cátedra de medicina en nuestras universidades, esos templos de la sabiduría que son la envidia de medio mundo, como ilustres precursores que serán de la eutanasia activa y del aborto libre sin más plazos que los pactados entre médico y paciente para satisfacer el importe de la intervención, pues la incipiente crisis económica afectará a la modalidad llamada antaño de pronto pago.
Despachos de última hora:
1.- Un transexual, que antes fue mujer y ahora es hombre, o cuando menos tiene pito, se ha quedado embarazado/a. El ministro Bernat Soria, con arreglo a la ética almodovariana dominante en la izquierda española más avanzada ha tenido un orgasmo zeroliano.
2.- El Colegio de Médicos de Barcelona sostiene que no hace falta ser ginecólogo para practicar un aborto. Luego un lampista, un fresador o un ladrón de cable de cobre también valen.
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