martes, 20 de mayo de 2008

Andorra, mon amour


La ministro/a de Educación, señora Cabrera -titular del diario El Mundo, 06/05/2008-, ha elogiado recientemente el modelo educativo andorrano, pues siendo un país soberano cuya única lengua oficial es el catalán, contempla la posibilidad de escolarizar a los niños en español o en francés, distribuyéndose el alumnado equitativamente, pizca más o menos, por cada idioma. Habrá quien, en justicia, se pregunte:

¿Se puede decir cosa semejante sin que a la ministro/a se le abran las carnes o se le caiga la cara de vergüenza sabiendo que en parte del territorio sujeto a su jurisdicción, a sus competencias ministeriales -cierto que transferidas a las comunidades autónomas, que no dejan de ser administración del estado- no existe tal posibilidad a causa de las políticas de inmersión lingüística que menoscaban la igualdad de todos los ciudadanos… propósito, el de la igualdad, mil veces repetido por el gobierno ZP, hasta el punto de crear un ministerio con ese nombre? La respuesta es afirmativa: sí, se puede.

¿Se puede ser tan incoherente, torpe o malintencionado y conciliar el sueño tan ricamente? Se puede, claro es. La ministro/a es la prueba evidente. A uno le entran ganas de ser andorrano en España o Cataluña, de optar a la doble nacionalidad, si tal convenio existe, o de incluir, a la inversa, Cataluña, Mallorca y Valencia en los aún increados països andorrans.

Gisela, una bellísima cantante catalana, participará representando a Andorra en el festival de Eurovisión e interpretará su canción en inglés. Si bien a Tolerancio dicho certamen le importa menos que un bledo, tendrá en esta ocasión el corazón dividido entre nuestro imperecedero Chiki-chiki… (bobalicona tonada que encarna a las mil maravillas la imbecilidad dominante en la España de ZP, como encarnó el vals el espíritu de la monarquía danubiana o el charlestón el de la Europa de entreguerras)… y la agraciada intérprete de esa suerte de lingüístico Shangri-La pirenaico.
Y si fuera el autor de esta bitácora un evasor de impuestos, aún con más motivo viviría el duelo melódico España/ Andorra como un dilema nacional, pues el tradicional contrabando de azúcar, leche, tabaco y whisky, ha cedido su sitio al desvío de capitales, hasta hace poco flagrante práctica delictiva, y que hoy lo es menos, siempre que uno adquiera deuda pública a modo de remisión fiscal compensatoria de sus trapacerías o pecadillos tributarios, o eso insinuaba la prensa hace unos días con relación a más de un centenar de sujetos que han colocado en Liechtenstein, de tapadillo, un fortunón en cuentas bancarias y en sociedades anónimas, tanto que son casi secretas.

Andorra ha servido lo mismo para un roto que para un descosido. Siempre en boca de los prohombres del nacionalismo: bien para que los atletas catalanes puedan competir en las Olimpiadas bajo un pabellón nacional, distinto al español, reconocido por el COI -ese singular organismo de gran nombradía presidido durante años por el franquista y luego catalanista marqués de Samaranch, y que según uno de sus autorizados portavoces nada tiene que decir del conflicto chino-tibetano a colación del supuesto boicot a los juegos de Pekín, como nada diría si los organizara España a pesar del conflicto vasco-, o bien, más recientemente, para anunciar a bombo y platillo futuras coproducciones cinematográficas para optar al galardón que concede la academia de Hollywood a la mejor película de habla extranjera, a modo de promoción idiomática internacional a través del celuloide.

Pero, por una vez, Andorra se pone de nuestro lado, de los no nacionalistas, o los no nacionalistas nos ponemos del lado de Andorra, como quien busca fuera el consuelo que le niegan en casa. Es lo que sucede con esos pequeños países neutrales, que en sus apacibles cafeterías se juntan exiliados de todas las guerras y de todas las causas… y toman asiento en mesas contiguas quienes, de otro modo, se verían las caras en trincheras opuestas, obligados a tomar la posición del contrario a bayoneta calada.
Triste es que un país de bolsillo, de juguete, como Andorra, cause envidia por ese motivo. Claro que todo esto no es más que una humorada. No es que la solución esté en Andorra, sucede que el problema lo tenemos en España.


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