Con esta bitácora ponemos fin a la serie formada por Maltratador Lingüístico, dedicada al señor -sic- Miquel Coll, ¡Liberad a Próculo! y Estudiar en español es un derecho, no un delito (I), y cuya finalidad es incidir, modestamente, en la necesidad de crear un discurso no nacionalista basado en la afirmación de un derecho irrenunciable y en el radical ejercicio de la libertad y no necesariamente en argumentos de inspiración pedagógica.
3.- No hay conflicto lingüístico en la calle. Cierto que nadie se ha liado a hachazos con su vecino por esta causa, como no se registraron tiroteos por la necesaria e imprescindible, a lo que se ve, aprobación de la ley de Memoria Histórica.
Es raro el conflicto que se traslada a la calle, fuera de las incidencias diarias del tráfico o la presencia en las aceras de deyecciones caninas que no todos los amos de las mascotas recogen disciplinada y sacrificadamente con ayuda de bolsitas y otros enseres de limpieza.
Tolerancio recuerda en los últimos años algunas cuestiones que sí tuvieron traducción real en formato de protestas y manifestaciones:
-El Plan Hidrológico Nacional proyectado por el gobierno del PP, y que, retomado hoy por el actual, aunque disfrazado de aportación puntual de agua de excedentes fluviales, goza de una aprobación casi unánime en los noticieros y tribunas de opinión, incluso en Aragón, donde entienden sus dirigentes regionales que dicho trasvase no afecta al blindaje -un blindaje agrietado, herrumbroso- estatutario del Ebro,
-o el accidente del Prestige con su catastrófico vertido de fuel o chapapote en las playas del Cantábrico,
-o la Guerra de Irak.
Pero ni siquiera el paro obrero, la carestía de la vida, el precio desbocado de la vivienda o de los artículos de primera necesidad han generado problemas, conflictos o altercados en la calle. Ni una barricada. Y no por ello dejan de ser problemas reales de cierto calibre que requieren algún tipo de atención.
Pero la inexpresión pública del conflicto no suprime, enmascara o diluye completamente el problema si éste existe. De hecho, no había en la calle conflicto alguno, o no lo recordamos, a cuento de la imposibilidad de los homosexuales de contraer matrimonio con todas las de la ley, pero es seguro que esa disminución en sus derechos cívicos la percibían los afectados como tal conflicto o propiciaba un conflicto interiorizado causante de un verdadero enojo por sentirse injustamente discriminados, un conflicto, en definitiva, que impedía la deseable consecución de su felicidad o realización vital o existencial (dejando para otro debate si la felicidad debe o no constar en un programa electoral, por cuanto ese estado de ánimo es tan individual e intraducible por definición que cada cual habría de saber cómo procurársela sin decretos de por medio, no sea que una vez promulgada la felicidad obligatoria los infelices sean tachados de disidentes, como sucedía en Camboya y en otros regímenes similares).
Pero tomando la palabra a los promotores de felicidades ajenas y felicitándose Tolerancio una vez más por el acceso del colectivo gay a la institución matrimonial tras varios años o décadas de conflicto imperceptible en la calle, reclama para sí, aunque por otra causa, esa misma satisfacción de sus deseos, de su felicidad, que pasa por exigir la restitución del derecho a escolarizar a sus hijos en España, concretamente en Cataluña, en su lengua materna, el español, aunque constituya Tolerancio una microminoría ciudadana compuesta de un solo individuo. Pues esa es la grandeza de la democracia que, velando siempre por la extensión de la justicia universal y la consideración en sus decisiones de colectivos muy reducidos, puede y debe acudir en su auxilio para procurarles satisfacción y su parte alícuota de felicidad.
Felicidad que podría pasar por la reforestación urgente de los Monegros o del desierto de Tabernas, la protección de las focas árticas o del lince y del meloncillo ibéricos -que son dos asuntos que le motivan lo suyo-... pero al muy tiquismiquis y tocahuevos de Tolerancio, al muy hijoputa, lo que le fastidia, causa infelicidad y vive como un agravio y una aminoración de sus derechos es la proscrita escolarización en español en aquellas regiones con dos idiomas cooficiales, la no promoción profesional de los adultos por razón de lengua y la aplicación de multas a la rotulación comercial. Que será un capricho, una bobada, una bagatela, mire usted por dónde, pero ésas son precisamente las causas de su infelicidad y es misión, según nos cuentan, de los poderes públicos, remediarla.
¿Que no hay conflicto? Mejor así. Menos ansiolíticos que expedirán las farmacias y menor déficit sanitario. Pero no sería mala cosa que, previsoramente, quienes tienen mando en plaza hagan lo posible por satisfacer a la mayor brevedad sus ansias de libertad y felicidad para evitar que sí lo haya en un futuro… antes de que se le crucen los cables a Tolerancio, o a otro infeliz, y le dé o les dé por armar una bronca de agárrate y no te menees.
4.- No se prohíbe a nadie a hablar en ese idioma (putrefacto, por otro lado): yo nunca he tenido problemas por hablar en español. El enunciado de este apartado y el ejemplo en cursiva son utilizados fundamentalmente, lo primero, por los ideólogos mediáticos de la represión lingüística, y lo segundo, por los auxiliares o sonderkommandía amontillada. En efecto aún no se ha prohibido el uso oral del idioma, aunque sí sometido a restricción en determinados ámbitos, todo hay que decirlo, no solo en las aulas escolares del período educativo obligatorio, sin olvidarnos del patio de la escuela, cuando menos de la escuela Mestre Guillemet de Santa Eugènia, Mallorca, por deseo expreso del Hauptscharführerdirektoren catalanista Miquel Coll… también ha sido desterrado de las emisiones de los medios de comunicación de titularidad pública a través de las recomendaciones de la superioridad que los periodistas obedecen de buen grado, sin rechistar, perfectamente identificados con el proyecto.
Yo no he tenido problemas por hablar habitualmente en castellano. Es cierto, nadie te escupe por la calle ni te obligan a llevar un distintivo indumentario como a los judíos bajo el régimen nazi, pero de no acreditar el nivel C no podrás opositar, por ejemplo, a la suculenta plaza de jardinero municipal en Olot, pues es sabido que las prímulas y las caléndulas crecen más vistosas y polinizan mejor si les recitas poemas de Espriu o de Maragall.
No hay problema, no se interioriza como tal si uno se vacuna a tiempo y decide conformarse con una vida al margen de horizontes administrativos y promociones profesionales. No se multa por hablar en la calle, pero se excluye de determinados ámbitos bajo pena de riña o incoación de expediente disciplinario (véase agentes de los mossos d’esquadra a las órdenes del ecotorturador Saura).
Uno no tiene problemas con el mundo oficial/exterior si al tomar la palabra en una asamblea vecinal o desde la grada reservada al público en un plató de televisión inicia su parlamento con un ovino y adocenado pido perdón por hablar en castellano, que nos recuerda a ese pecador que relata sus faltas veniales al confesor a la espera del veredicto absolutorio… pero acaso sí lo tiene consigo mismo, pues interioriza, acomplejado, que el uso de su lengua en determinadas situaciones es inapropiado o vergonzante.
No vivir una situación como problemática o conflictiva es una decisión en última instancia personal. Pero eso no implica que esa decisión se ciña a la realidad. Hay quién dice: No hay para tanto con la murga esa de la inseguridad ciudadana, pues a mí nunca me han atracado por la calle. Por esa regla de tres habrían de concluir usted o Tolerancio que tampoco hay violaciones pues no han sido violados hasta la fecha. Pero las hay, pues muchas mujeres, y algunos hombres, pueden demostrarlo con su testimonio y denuncia.
5.-La escolarización en español en Cataluña crearía un tsunami (el socialista Miquel Iceta), una fractura social y propiciaría la aparición de guetos.- La escolarización en español en Cataluña no crearía nada de nada. Ni tsunamis, que son producto, dicen, de las mareas, del calentamiento global y de otras cuestiones medioambientales, ni fracturas sociales, pues muchos hemos sido escolarizados en ambas lenguas y no hemos generado fracturas ni descosido las costuras que vertebran el territorio. Deducir una supuesta descohesión social del aprendizaje en español del aparato reproductivo de los batracios en el aula de ciencias naturales es una majadería tan indemostrable como una predicción futurista de Aramís Fuster consultando su bola de cristal de húngara de feria. A otro perro con ese hueso… ¿De dónde sacan esa suerte de ley sociológica? ¿Dónde está escrito? ¿Quién puede sostener semejante memez? ¿Con qué pruebas? ¿Qué tsunamis ni qué niño muerto?
Por otro lado, y para tranquilidad de los nacionalistas, hay que recordar que se puede hacer nacionalismo e inocular un odio desmedido contra España, si es eso lo que les consuela, en español. Muchos etarras ajustan el cargador de su pistola antes de reventarle el cerebro de un balazo a un concejal o un agente de policía hablando entre ellos, con facundia y campechanía, en español. Un senador del PNV dijo en español en áulica conferencia ante un auditorio de catalanistas mallorquines que los no nacionalistas no tienen derecho a vivir. Los nacionalistas del IRA hablan de las magníficas tetas de Molly O’Connor en inglés y no en gaélico mientras conectan los cables del explosivo que destripará a unas cuantas personas. A otro y muy distinto nivel, no pretendemos hacer una comparación -que tantas veces se confunde con una equiparación por mor de la corrección política estúpidamente dominante-, el señor Rubianes, Pepe, que hemos sabido está malito el pobre, se cagó en la puta España de los cojones en un muy gráfico y coloquial español ante la agradecida claca de un programa de TV3 en horario de supuesta protección infantil o cosa parecida.
La fractura social por escolarizar a los niños en su lengua materna no reside en ese idioma culpabilizado, connotado por los agoreros de la fracturancia, por así decir, con todos los vicios, caspicias purulentas, excrecencias, serosidades, ignominias y sucedumbres concebibles, el muy puto y asqueroso idioma español, sino en la mirada sesgada, interesada, acaso enferma, y en los oráculos indemostrables de esa patulea de agentes lingüísticos discriminadores con titulación académica que pronostican fracturas donde no las hay, ni habría, para meter miedo a la gente y continuar con sus planes de hegemonía monolingüe… como antaño vaticinaban victorias o derrotas los arúspices de los ejércitos imperiales de la antigua Roma huroneando en las vísceras de un ganso o de una focha común ante una mayoría de crédulos tontos de baba.
En todo caso, siempre habrá posibilidad de articular medidas correctoras que restañen a tiempo las hipotéticas fracturas sociales o desajustes invocados. Y si las hubiera, que no, tampoco deberíamos escandalizarnos y rasgarnos las vestiduras. La vida está hecha de binomios con términos enfrentados y no se acaba el mundo. Empresarios y sindicatos, por ejemplo, concurren a la negociación del convenio sectorial o a la mesa donde se discuten y pactan los aumentos salariales desde posiciones antagónicas o discrepantes y no por ello cierran las empresas o se fractura la convivencia necesariamente.
Siempre hay posibilidad de mediación y arbitraje. No se fracturan las sociedades por huelgas generales, contiendas electorales reñidas y subidas de tono, pinchazos de burbujas inmobiliarias, inflaciones disparadas, trasvases fluviales -a la brava o encubiertos-, atentados terroristas espeluznantes y otras mil tragedias… ¿Se va a fracturar entonces porque un mocoso se aprenda la tabla de multiplicar del 3 en castellano?... ¡Vamos, hombre, no me jodas!... Cataluña (como España con las reformas estatutarias, según dicen) no se romperá por eso… ni que tuviera la osamenta frágil como el cristal.
Además, afortunadamente, España está más cohesionada que nunca, según Zapatero, de modo que hasta Cataluña podrá resistir sin despeinarse la supuesta y amenazadora grieta fracturadora que propiciaría la dignidad docente recuperada del idioma español. Y si la cosa acarrease una pizca de tensión mayor de la prevista, ahí está la TV pública para programar más partidos de fútbol, galas musicales Chiki-chiki o destapar un nuevo episodio de corrupción urbanística en la costa levantina con alguna tonadillera como protagonista para desviar la atención y envilecer más si cabe -difícil tarea- al personal.
Nuestra pretensión inicial era concluir aquí este sucinto repaso a cuantas melonadas esgrimen los nacionalistas y sus serviles lacayos amontillados para denegar el derecho a la escolarización en lengua materna, cuando ésta es el español, pero como a Tolerancio se le calentó la boca y se ha excedido un pelín aún publicará una nueva bitácora, quedando sin efecto el prólogo de ésta que aquí termina.
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