jueves, 12 de julio de 2007

¿Montilla subtitulado en TV3?


ERC pretende subtitular en catalán a todas aquellas personas que hablen en castellano en las emisiones de TV3 y de BTV. La iniciativa es un nuevo acto hostil del nacionalismo. Una agresión más, un insulto al sentido común, es decir, por las características citadas, un acto propio, paradigmático, del nacionalismo excluyente. Sólo que revestido de una imbecilidad superior a la media a la que estamos resignadamente acostumbrados. Semejante propuesta es una humillación no sólo para los catalanes que hablan habitualmente en castellano, sino para todos, salvo para los nacionalistas que brindan con cava a cada discriminación que entra a formar parte de la vida cotidiana, como en su día brindaron por la animalada de las multas a los rótulos comerciales, fugaz polémica, por otra parte, asimilada ya e interiorizada como algo normal por la mayoría.
Fuera de Cataluña, el gobierno ZP y sus medios conniventes nos dirán que eso de los subtítulos es una exageración, que tal cosa nunca sucederá y que no pasa de ser una excentricidad, una anécdota insignificante y añadirán que nuestras prevenciones son injustificadas o apocalípticas y que, aún dándose ese supuesto en el futuro, los derechos lingüísticos de todos los ciudadanos estarán plenamente garantizados.

Aún no sabemos si el grupo de Montilla ha desautorizado tamaño disparate, que no lo es en absoluto desde una óptica nacionalista, ávida de discriminaciones y por ello coherente, pues semejante disposición pretende decirnos en el fondo que la diferencia es tal entre una lengua y otra, y, en definitiva, que es lo que importa, entre quienes las hablan, que la mutua comprensión precisa una traducción simultánea. Y que debemos optar por la lengua normativa, incontaminada, la buena, bajo pena de quedar relegados a la marginalidad social en la periferia del sistema. Que el bilingüismo catalán/castellano, el dominio simultáneo de ambos idiomas es una anomalía esquizolingüística a sanar y no será en adelante fruto o resultado de la normalidad de la convivencia cotidiana y de factores como la herencia histórica, las singularidades familiares o la libre voluntad de los individuos, sino del mero aprendizaje -fuera de horas lectivas, claro- en la misma medida que podemos conocer con mayor o menor soltura cualquier otro idioma extranjero -como el urdu- impropio, según reza la terminología nacionalista, del territorio.

No sabemos cómo se las ingeniarán para subtitular en tiempo real a aquellas personas que en conexiones televisivas en directo se expresen en castellano, tanto si entrevistan al testigo anónimo de un suceso reciente al que acuden con prontitud los reporteros con sus cámaras, como si arrancan una declaración informal, micrófono en mano, al mismísimo ZP, a su Majestad el Rey, camino de una montería con su escopeta al hombro y la mar de feliz por el nacimiento de su enésimo nieto o al presidente boliviano, Evo Morales, obcecado en sus delirantes fantasías helvéticas. Acaso el reportero destacado al escenario de la noticia habrá de girarse hacia la cámara aprovechando las pausas de tan relevantes entrevistados para proceder a una traducción inmediata, de urgencia, en aras de la innecesaria comprensión de los telespectadores.
Tampoco habrían de descuidar el recuadro inferior derecho de la pantalla destinado a las personas que precisan del lenguaje de los gestos, del que ya hay una versión diferenciada para los sordomudos catalanes, que en lo sucesivo habrán de manejarse en varios códigos si aspiran a entenderse con personas de otras regiones que padezcan el mismo problema.

El día que subtitulen en catalán en TV 3 o en BTV a quienes hablen en castellano, y nos echen un hipotético reportaje sobre los orígenes de Montilla, con imágenes de Iznájar y comarca, con sus paisajes y sus gentes, y nos encuadren a un condiscípulo de su etapa escolar o hable su madre, si es que aún vive, y susurre a la cámara la canción de cuna con la que adormecía años ha al pequeño Montilla, nuestro presidente respirará aliviado al fin, pues esas letras impresas sobre la pantalla serán la prueba inequívoca, irrefutable, de que ya no pertenece a ese mundo que dejó atrás y que a veces le persigue como una sombra insolente que se niega a desgajarse de él y que subrepticiamente coloniza sus sueños y le sobresalta en inquietantes pesadillas. Por fin podrá soltar amarras y alejarse de su pasado para siempre. Si es que no le subtitulan también a él, pues aunque hace progresos el nivel C se le resiste lo suyo.

No hay comentarios: