martes, 31 de julio de 2007

Inhibidores y camiones de patatas


Le debemos estas extraordinarias declaraciones nada más y nada menos que al señor Félix Sanz Roldán, Jefe del Estado Mayor de la Defensa, JEMAD, el primer mando del escalafón militar, sólo por debajo de Su Majestad el Rey como General en Jefe de las Fuerzas Armadas y que por su certera puntería a la hora de abatir corzos y osos idiotizados por el vodka podría alistarse -aún está el hombre la mar de flamenco- en una unidad de élite de francotiradores o de fusileros de la Guardia Real.
En efecto, el titular aparecido en el diario El Mundo en su edición del 15/07/07, pocos días después del atentado perpetrado en el Líbano contra tropas españolas con un resultado de siete soldados muertos, es de lo más elocuente: Todos los vehículos, hasta el camión de patatas, llevarán inhibidores de frecuencia.

Hubo cierta polémica a cuenta del atentado y de las insuficientes medidas preventivas adoptadas para la protección de nuestros convoyes militares en el extranjero. Polémica que se ventiló en unos días pues amplias son nuestras tragaderas y de memoria tampoco andamos muy sobrados. Por esa razón la memoria, histórica o no, de corto, medio o largo plazo, nos la tienen que dar bien masticada vía decreto ley.
El ministro de Asuntos Exteriores, señor Moratinos, pidió formalmente ayuda a Siria e Irán para determinar la autoría del atentado. Teniendo en consideración el lugar del suceso y los interlocutores apuntados por nuestro avispado canciller no hace falta ser un reputado geoestratega para saber que se valió en su discurso de un eufemismo, rodeo o circunloquio, pues el sentido de la estructura profunda de su petición es evidente, no tratándose en realidad de una solicitud de ayuda sino de una pregunta directa: ¿Por qué lo habéis hecho -por qué habéis perpetrado el atentado- a través de vuestros grupos patrocinados en la zona?*

Se dijo que los inhibidores de frecuencia fueron a parar, por una cuestión de riesgos y prioridades, a Afganistán. Que no negamos que no sea un avispero también, pero los hechos desmienten la oportunidad de su distribución regional según el cálculo erróneo, como se ha visto, del riesgómetro, un chisme que aún no ha sido patentado y que no acaba de chutar. Lo cierto es que no disponíamos del suficiente número de aparatejos y había que repartirlos de algún modo por el ancho mundo, suponiendo que las relaciones cordiales de nuestro ministro -gran conocedor de los enrevesados intríngulis de Oriente Próximo- con algunas organizaciones terroristas de la zona nos exoneraría de un suceso de esas trágicas dimensiones.
También se apuntó que muchos de los inhibidores disponibles estaban destinados a uso civil, por así decir, pues se trataba de proteger cargos electos de las asechanzas de nuestra amenaza doméstica, ETA, y eso que aún teníamos frescos en la retina los requiebros galantes con según qué cabecillas de la banda terrorista. Chocante paradoja, pues fue moneda en curso durante la llamada tregua que los nacionalistas de ETA ni tramaban nada, ni se rearmaban, aún robando 400 pistolas, ni remitían cartas de extorsión, ni cosa parecida y aún así dirigentes del PSOE llevaban inhibidores de frecuencia hasta en la dentadura postiza para no tener que tragarse sus propias palabras.

Es magnífico proteger las patatas, que por algo son la reina de la mesa, y conviene adular el oído regio, pues la monarquía a todos obliga, incluso la gastronómica, siendo los tan loados como modestos tubérculos alimento fundamental para saciar el apetito poco refinado de la soldadesca en campaña. Pero seguro que los soldados caídos, sus conmilitones, familiares y la ciudadanía en su conjunto -a excepción de los nacionalistas gallegos, socios del PSOE, que, sandungueros, anunciaron poco después de la matanza la salida a concurso de siete vacantes, tantas como víctimas, para alistarse en el Ejército- habríamos preferido que los inhibidores no llegaran a destino con retraso y cuentagotas sino a tiempo para implementar las deseables medidas de seguridad para nuestros soldados, expuestos siempre a mil peligros e incidentes incluso en misiones de paz.

En resumidas cuentas, los inhibidores deberían haber llegado antes y en número suficiente. Y si ahora protegemos el camión de las patatas o el carrito de los helados, mejor. Al señor Sanz Roldán se le olvidó añadir que también pondrá un inhibidor en la silla de ruedas de su santa madre, si aún vive y goza de su compañía. ¿Santa, hemos dicho? La palabra apropiada era otra, pero ella no tiene la culpa. Ese mamarracho con galones aún no ha dimitido, ni ha sido cesado.

* Leemos en un número atrasado de la revista Interviú -el anterior al desnudo en portada de Raquel Bollo- que las tropas españolas en Líbano controlan la zona del despliegue en patrullas conjuntas con militantes de Hezbolá. No es broma. Si no se lo creen consulten la fuente citada, por discutible que sea su credibilidad. ¿Se figuran patrullas mixtas de Guardia Civil y ETA por el País Vasco?

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