Primero fue Croacia, luego Lituania, siempre Québec, más tarde Montenegro y mañana será la Panonia Transdanubiana Ulterior. O Vermont. El estado de Vermont en USA. En efecto, una parte de la sociedad civil del estado de Vermont pretende separarse de la Unión. Quiere ello decir que desde este preciso instante la administración catalana se apresurará a tender puentes hacia ese rincón de Norteamérica y a promover, por solidaridad entre afines, la insospechada causa del soberanismo vermontés en una suerte de garrido desplante al gigante más poderoso del planeta. Y a cargo del presupuesto asignado al departamento de Afers Exteriors les mandaremos a Mikimoto o a Carod Rovira, metidos a itinerantes telepredicadores del nacionalismo étnico, para anunciar a los indígenas la buena nueva del separatismo intercontinental.
El inopinado secesionismo oriundo de ese minúsculo estado de la Unión -minúsculo, claro es, comparado con los Estados Unidos, pues Vermont tiene una extensión de unos 24.000 kms cuadrados, un poco menos que Cataluña- demuestra una cosa de manera irrefutable: que la estupidez, ya lo sabíamos, no necesita pasaporte pues se difunde cómodamente por todos los rincones del ancho mundo. Vermont no es una excepción. Es un estado fronterizo con Canadá, tocando a Québec, y cabe que por las porosas fronteras se haya filtrado el afán patriótico de la provincia francófona vecina, aunque desconocemos el respaldo real a la independencia entre sus gentes, unos 650.000 habitantes, siendo el estado menos poblado de la Unión, o eso dice la enciclopedia consultada.
La corriente de simpatía Cataluña/Vermont es cosa inminente y segura. No obstante, simpatía no implica similitud. Los separatistas vermonteses lo tienen en colorines habida cuenta del desequilibrio de fuerzas frente al colosal poderío del gobierno federal. Un puñado de valientes contra la primera potencia del mundo.
Nuestros separatistas tienen, en cambio, más posibilidades. Avanzan hacia la independencia paso a paso. A veces parece lejana, pero otras ponen la directa y van quemando etapas: la educación en sus manos desde hace décadas, nuevas hornadas de patriotas alevines a cada promoción escolar, manipulación sistemática y descarada de la historia convertida en historia oficial, anuencia y complicidad activa de las altas finanzas y de los medios de comunicación, un nuevo estatuto de autonomía que será vergonzosamente ratificado por el Tribunal Constitucional (previa aprobación del Parlamento, a pesar de la anunciada negativa en su día de Alfonso Guerra y 40 diputados jacobinos del PSOE amotinados en la sombra, tan en la sombra que no se les vio dar la cara por parte alguna) y el redoblado impulso de la Agencia Tributaria catalana ya con plenos poderes y competencias. Aquí la táctica ha sido forzar la ley y convertir en ley la vulneración de la misma con el beneplácito, curiosamente, de los más altos y representativos organismos jurídicos.
Y no están solos. Su causa no es la de David contra Goliat, pues media un abismo entre la correlación de fuerzas Vermont/USA y Cataluña/España. Cuentan los nuestros, además, con aliados en otras regiones que pretenden lo mismo para sí y actúan a veces concertadamente:
-apoyo de ETA pactado en Perpiñán al nuevo estatuto de autonomía, es decir, tregua geográfica a cambio de cierta promoción institucional de sus reivindicaciones en los medios públicos de comunicación (entrevistas, documentales, noticias sesgadas, etc),
-el gobierno de la Xunta de Galicia, PSOE-BNG,
-nuevos compañeros de viaje surgidos tras las elecciones municipales y autonómicas, como el gobierno balear, entregado en bandeja de plata a los catalanistas radicales por el PP, el partido de ese adalid contra el nacionalismo que es Alberto Fernández, el del voto útil,
-o el nuevo estatuto de la nación andaluza, el estatuto tapadera, pactado también alegremente por los conmilitones del señor Alberto Fernández, el guerrero del antifaz del PP catalán.
La pauta la marcó Sabino Arana en su lecho de muerte al abrazar el autonomismo y pasar del profundo desprecio, instintivo, a todas las regiones de España, incluida Cataluña, al afán de colaboración con los nacientes localismos para difundir la semilla del secesionismo por doquier y socavar la apariencia monolítica del estado opresor y su unidad de acción. Se pasó del nosotros contra todos, de la estrategia de la aldea gala de Asterix y Obelix, a dejar a los romanos agujereados como un queso de Gruyére, alentando los particularismos de otras regiones. Es más difícil apagar cinco incendios que prenden concertadamente que no uno, pues obligan a la división de fuerzas y causan cierto desánimo, pues sofocas uno, si puedes, y ya prende otro.
Con diversos frentes abiertos en el dintorno de las fronteras nacionales, sin valorar la desconfianza u hostilidad de los países limítrofes, sólo faltaba la guinda del pastel que es en el caso que nos ocupa la flagrante deserción del actual partido en el gobierno -de talante donjulianista, figura histórica recuperada por algunos a título de precursor- de sus deberes constitucionales en lo tocante a derechos individuales y cohesión nacional. Gobierno central que es hoy, en definitiva, la mejor baza, el más poderoso aliado de los separatistas autóctonos para llevar sus planes de las musas al teatro.
Mientras para los separatistas vermonteses salir de la Unión es ardua tarea -y por eso sus pretensiones nos arrancan una sonrisa indulgente-, tanto como abatir un mastodonte con un tirachinas, para España mantenerse en su integridad territorial parece cosa peliaguda, como atrapar una bacteria microscópica con ayuda de un colador.
No sabemos si los vermonteses se saldrán con la suya. Si el antiguo territorio algonquino se convertirá en una reserva india rodeada por un enemigo superior en número acantonado en la frontera -el cuerpo de marines substituirá al 7º de Caballería de Michigan- y si adoptarán como tótem tribal el castor, el alce o el mapache, o en homenaje al pueblo hermanado de Cataluña, para estrechar vínculos, tallarán un asno en la cabecera del poste de madera policroma alrededor del cual danzarán dando vivas a Free Vermont y compartiendo sirope de ruibarbo en fraternal francachela. Lo que es seguro es que Cataluña será la primera en reconocer al estado soberano de Vermont en el concierto de las naciones y la primera en abrir una oficina diplomática con rango de embajada.
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