Se nos ha dicho y repetido que ETA llevaba 3 años sin matar. Nos han dado incluso la cifra desglosada en días, más de 1.250, para enfatizar su nuevo talante pacifista. El contador iba subiendo y la cara de embeleso de los voceros de la pax etarra transmitía candor y seráfica beatitud. Tales eran sus facciones transidas de admiración por los terroristas y por los más eximios representantes de su brazo político (Otegui o Goiricelaya, la abogada de las flores blancas) que pensamos incluso que les lamerían las botas a lengüetazos para sacarles lustre ante las cámaras de TV.
Hemos oído decir que Otegui era un hombre de paz, que De Juana Chaos ya había pagado con creces su deuda con la sociedad y que las peticiones de condena por amenazas, las suyas o las de su cofrade Ignacio Bilbao (¿recuerdan? Sí, tú, enano cabrón -al juez- a ti te voy a dar siete tiros) eran desorbitadas. También nos hemos desayunado a diario con declaraciones del Fiscal General instando a los jueces a sintonizar con las nuevas circunstancias y dictar sentencias acordes a los nuevos tiempos. Tacita a tacita nos han dado todo el caldo humeante y maloliente de la indignidad, más emponzoñado que los cafelitos al polonio que con tanto esmero preparan a sus amigos los agentes de la KGB.
Hemos sabido que el criminal nazi Aribert Heim, alumno aventajado de Mengele, ha huido del país con rumbo desconocido. Se le suponía camuflado entre la colonia de abueletes alemanes que en la Costa Brava pasan tan ricamente su dorada jubilación. Como alguien dio con él y los crímenes contra la Humanidad no prescriben se dijo Aribert a pesar de sus achaques: pies para qué os quiero. No sabemos si a esa edad avanzada se ingresa en prisión, pero en todo caso Aribert, que vivía bajo otra identidad, no quería pasar el mal trago de que sus compañeros del club de petanca supieran de sus repulsivos manejos en un campo de exterminio.
En todo caso Aribert Heim llevaba más de 60 años sin matar. No la minucia de 3 años como los etarras, sino 60. No 1.250 días sino 21.900. Y nadie se ha sentado a negociar con semejante saco de estiércol. Sólo faltaría. Nadie a la guisa de Ahotsak le ha llevado flores blancas, ni ha tenido la tentación de loar su nuevo y desconocido talante pacifista luego de tanto tiempo sin amputar extremidades a sus víctimas sin anestesia o de arrancarles la piel a tiras para hacerse una lamparita la mar de mona para la mesita de noche. Nadie ha corrido a humillarse delante de Aribert para, arrodillado en la actitud del suplicante, estampar un sórdido beso en el negro agujero de su gordo, feo y pestilente culo.
3 años sin matar. 1250 días. Nos dirán cualquier cosa. Que no hay para tanto. Que a fin de cuentas muere más gente en la carretera, en el andamio o por causa de la violencia doméstica que por los bombazos de ETA. Que todo es relativo. Relativo y gradual. En efecto, los hay más mezquinos, idiotas y cobardes que otros.
2 comentarios:
¡Ya está aquí Toledano! Hoy es día 6 de enero y lo acabao de descubrir: ¡este es el mejor regalo de Reyes que ahora mismo comunico a todos (y todas).
Se lo voy a comunicar a Pepiño Blanco también, que deje su Bloc (que no escriba) y que lea este.
Un abrazo Javier
Manuel Aguilella
Una comparación muy aguda y pedagógica. ¡Bienvenido a este autor!
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