viernes, 19 de enero de 2007

víctimas de la fatalidad


El pasado lunes 15/01/07 vimos en un debate de BTV a unos muy sesudos analistas elucubrar acerca del traído y llevado proceso de paz, suspendido, interrumpido, o no, que protagonizan ETA y ZP con esa escenificación ficticiamente turbulenta, de cercanía y desencuentro que recuerda los numeritos insoportables del dúo musical Pimpinela. Participaba también un representante de una asociación local de víctimas del terrorismo -atentado de Hipercor- que intervino en varias ocasiones y trasladó un mensaje que dejó estupefacto a Tolerancio.
Uno de sus más repetidos argumentos fue que las víctimas como tales son apolíticas y que no quieren ser objeto de disputas o controversias partidistas. Una declaración tan correcta como vacía, aderezada al punto con un repetido llamamiento a la unidad de todos los partidos democráticos. Cabría preguntarse: ¿Unidad para qué y junto a quién? En determinadas ocasiones, nos lo demuestra la experiencia, es preferible andar la senda desapegado de según qué compañías, consagrar rumbos distintos y caminar sendas distantes. No obstante, y a pesar de su anunciada negativa a opinar sobre la actualidad política, no perdió ocasión de censurar acerbamente la actitud del PP y de cuestionar a la asociación mayoritaria de víctimas del terrorismo, la AVT, y en particular a su máximo dirigente. Sobre ese particular sí tenía criterio político y tomó partido.

He oído muchas veces que quienes se declaran apolíticos son gente de derechas disfrazada. Esa gente que no se moja, que no se pronuncia, que rehuye el compromiso y nada a favor de corriente, parapetándose tras el conformismo acrítico. El apoliticismo ha sido tradicionalmente denostado por los creadores de opinión, por la izquierda bien pensante, pero, mira tú qué cosa, es en el presente caso recomendable, una etiqueta apropiada. Será porque opinar abiertamente sobre terrorismo, sobre sus causas (que apuntó ZP meses atrás en un rimbombante discurso, metido a gran redentor del universo mundo: el terrorismo nace de un mar de injusticias), autores y fines no conviene en las actuales circunstancias. Que es mejor correr un tupido velo sobre la materia, tabuarla con el cordón sanitario del silencio. Niños de esto no se habla que está feo, nos dicen con el severo semblante del adulto que regaña a un niño travieso y falto de atavío.
¿Por qué no van a tener criterio político las víctimas como lo tiene usted o el vecino del 4º 2ª cuando el terrorismo está permanentemente de actualidad por causa de las negociaciones -¿suspendidas?- y del atentado de Barajas? ¿No tienen acaso su propio criterio, y no se privan de pregonarlo, significadas asociaciones de actores y artistas?

Acaso algunas víctimas ignoran que lo son por obra y desgracia de unas determinadas ideologías políticas. En estas horas confusas y descabelladas les parece lo más normal del mundo cerrar los ojos y sellar los labios cuando sus representantes institucionales exploran caminos para alcanzar acuerdos con sus verdugos. No les parece cosa opinable, a lo que vemos, que haya cesiones o conchabanzas con quienes asesinaron a sus hijos o les malhirieron, rentabilizando esos crímenes. Pero el citado portavoz local del colectivo de víctimas sí tuvo criterio en su día, y no muy lejano, pues Tolerancio le conoció en un acto no muy concurrido que promovía el cambio de nombre de la calle Sabino Arana, fundador del PNV y referencia principalísima del ideario etarra. Loable iniciativa digna de mejor suerte que, como era previsible, desatendió el gobierno municipal de Barcelona.

Pero hay víctimas. Mortales, 1.002 -ya ha sido rebasado el límite aritmético que puede digerir Pachi López, que dijo en su día que ni él ni la sociedad vasca soportarían un muerto más, aunque ha digerido otros dos recientemente con una pizca de bicarbonato-. Más miles de heridos, mutilados, familiares anímicamente destrozados y todas aquellas personas que se conduelen por esa masacre. Y las hay que por hacerse perdonar no se sabe qué son víctimas también de la tibieza, oportuna en las actuales circunstancias, de la desmemoria o de la subvención.
Parece como si nadie con una determinada finalidad, obediente a unas consignas y procurando unos propósitos, les hubiera puesto la bomba. Los hay que pretenden convencernos de que todo fue un error, un malentendido, acaso una pesadilla… que las víctimas lo fueron por los inescrutables designios de la fatalidad y no, en el presente caso, del fanatismo nacionalista vasco. Accidentes y no atentados terroristas, trágicos accidentes que no se cobran víctimas, sino fallecidos -ZP dixit-… fallecidos que pasaron a mejor vida, llegarán a decirnos, casi como una bendición, como si la bomba o el disparo en al nuca fueran la extremaunción, una manera rápida de redimir culpas in articulo mortis, de huir de este ingrato valle de lágrimas que es la vida. Dirán cosas que nos helarán la sangre. Son palabras de la madre de Joseba Pagazaurtundúa.
Hay quiénes no se mojan en política, o eso dicen ahora, aunque una específica perversión de la política les ha bañado en su propia sangre. Pero hay políticas que le salpican a uno y que no huelen a ámbar precisamente.Tolerancio ni olvida ni perdona (como cristiano es una calamidad, oiga). Son palabras de Enrique Múgica.

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