Odón Elorza descorchará otra botella de champán. Esta vez las burbujas del caldo espumoso no se derramarán a cuenta de la tregua de ETA, claro, brindará con champán por el Año Nuevo, como todo el mundo.
Estos meses atrás nos han dicho muchas veces que algunos cenizos y malencarados enemigos de la paz concedían a ETA un protagonismo que no merecía, convirtiendo a los terroristas en figura clave, estelar, de la política nacional -o plurinacional-. Quienes salían con el latiguillo de marras eran los mismos que hicieron en su día del anuncio de ETA materia brindable, es decir, susceptible de ser glosada entrechocando copas. Curioso. Es cierto que los brindantes de entonces lo hicieron ante las cámaras de TV con unas caras de funeral que tiraban de espaldas. Unas caras que pueden recuperar de su fondo de armario de caretas y máscaras para acudir al sepelio de los dos ecuatorianos -víctimas colaterales nos dirán cuando se confirme su muerte (que al paso que vamos llevará más tiempo que confirmar la autoría del robo de 350 pistolas en el sur de Francia), pues los chicos de ETA no pretendían matar sino manifestar sus discrepancias con el proceso negociador dando un susto-.
En una entrevista concedida al diario El Mundo, 05/03/06, Pachi López daba fe de su hartazgo aritmético del terrorismo etarra. Decía que ni él ni la sociedad vasca soportarían un muerto más. Así supimos que las tragaderas del señor López tenían una traducción numérica exacta de asesinatos asimilables: 1.000. Una cifra redonda. Ni 15, 40, 307 o 999. MIL.
La indignación del señor López se activará, de qué manera, con la víctima 1.001. Pero no es verdad. Es una puta mentira. López tragará 1.001, 1.002 y 1.200. Las que hagan falta, siempre, claro es, que perdure la exención de cargos políticos como objetivos de la banda terrorista.
Los etarras brindarán de nuevo con champán. Incluso a De Juana Chaos le pincharán unas gotas de Dom Perignon en el suero para celebrar la proeza de sus cofrades encapuchados. Hay brindis que hielan la sangre.
Estos meses atrás nos han dicho muchas veces que algunos cenizos y malencarados enemigos de la paz concedían a ETA un protagonismo que no merecía, convirtiendo a los terroristas en figura clave, estelar, de la política nacional -o plurinacional-. Quienes salían con el latiguillo de marras eran los mismos que hicieron en su día del anuncio de ETA materia brindable, es decir, susceptible de ser glosada entrechocando copas. Curioso. Es cierto que los brindantes de entonces lo hicieron ante las cámaras de TV con unas caras de funeral que tiraban de espaldas. Unas caras que pueden recuperar de su fondo de armario de caretas y máscaras para acudir al sepelio de los dos ecuatorianos -víctimas colaterales nos dirán cuando se confirme su muerte (que al paso que vamos llevará más tiempo que confirmar la autoría del robo de 350 pistolas en el sur de Francia), pues los chicos de ETA no pretendían matar sino manifestar sus discrepancias con el proceso negociador dando un susto-.
En una entrevista concedida al diario El Mundo, 05/03/06, Pachi López daba fe de su hartazgo aritmético del terrorismo etarra. Decía que ni él ni la sociedad vasca soportarían un muerto más. Así supimos que las tragaderas del señor López tenían una traducción numérica exacta de asesinatos asimilables: 1.000. Una cifra redonda. Ni 15, 40, 307 o 999. MIL.
La indignación del señor López se activará, de qué manera, con la víctima 1.001. Pero no es verdad. Es una puta mentira. López tragará 1.001, 1.002 y 1.200. Las que hagan falta, siempre, claro es, que perdure la exención de cargos políticos como objetivos de la banda terrorista.
Los etarras brindarán de nuevo con champán. Incluso a De Juana Chaos le pincharán unas gotas de Dom Perignon en el suero para celebrar la proeza de sus cofrades encapuchados. Hay brindis que hielan la sangre.
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