lunes, 15 de enero de 2007

Los embromados ediles del PSE


Supimos hace unos meses que dos ediles del PSE retiraron una denuncia por amenazas epistolares de la banda terrorista ETA. Fueron días de incertidumbre postal. Todos estábamos en un sin vivir por las fechas de los matasellos. Si llegaban o no a destino las cartas de extorsión. A los empresarios navarros sí, a los vascos, no, en función, a lo que se ve, de la fluctuante plantilla de Correos por demarcaciones provinciales. No obstante, dijo el señor Mesquida, que atisba el horizonte desde la cúspide unificada de la Policía y de la Guardia Civil -tan en las alturas que no acertó a ver los zulos llenos de explosivos ni entró en sospechas del rearme etarra- que el tono de las misivas interceptadas era distinto al habitual. Que estaban redactadas por un auténtico dandy, un Beau Brummel, un experto diplomado en el sutil arte del protocolo, de lo lisonjeras y correctísimas que eran.
Nunca, declararon ante el juez los ediles del PSE, tomaron en serio las amenazas. Siempre creyeron que era una broma de alguno de esos chicarrones campechanos y jatorras que se desmelenan al atizarse unos chacolís de más. Una broma un poco pesada, pero una broma al cabo.
Eran los días de vino y rosas de la tregua, de la paz perpetua, de los casi 3 años sin matar. De los brindis con vino espumoso de la mano de Odón Elorza. Y de la lluvia floral -miríadas de pétalos de rosas blancas- que ungía las pacíficas y seráficas azoteas de Otegui y de la abogada Goiricelaya que, sonriente, era la estrella invitada de todas las soirées artísticas que le montaban a medida laureadas actrices como Pilar Bardem o Charo López. Eran los días, no ha pasado tanto tiempo, de las continuas verificaciones y de los chivatazos policiales a ETA para evitar la detención de su comando itinerante de recaudadores de impuestos.

Hemos sabido también que todos los cargos electos del PSE -incluidos los voceros de los nuevos tiempos y circunstancias, del mirar directamente a los ojos, con hechuras casi hipnóticas, de las perspectivas de paz perpetua e infinita, de esto no es Québec pero sí Montenegro, y otras fórmulas retóricas- andan desde hace meses con los guardaespaldas, o mejor, los guardanucas, pegados a su sombra. Que ya les daba en la nariz que las bromitas de marras no eran la monda precisamente. Que según qué bromas no tienen ni pizca de gracia.
No sabemos que dirían ahora ante el juez los embromados ediles del PSE, menudo papelón, a cuenta de las risibles chanzas de esos mocetones anónimos que se tocan la cabeza con ese capirote copiado del Ku-Klux-Klan rematado por una txapela, que hace las veces en su uniforme del oscilante airón de plumas en el casco de un dragón, de un húsar de la guardia… de esos aguerridos gudaris que tanto han puesto de su parte por la paz, según el señor Ridao, de ERC, sino apólogo, sí fascinado admirador de los terroristas y de sus gestas heroicas.
A los señores ediles del PSE les deseamos de veras que no lleven un susto y que conserven su sentido del humor, que falta les hará. A ellos y a todos. Pues entre tanta himnódica invocación a la paz se cuela a veces desde secretas frecuencias sintonizadas con el terror y la imbecilidad la risa sardónica, de calavernario, de las entrechocantes mandíbulas de la muerte.

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