ERC es un partido coherente. Es lo que tiene el fanatismo nacionalista. Frente a quienes pretenden ahormar la realidad a sus esquemas, cuando no a sus delirios, con declaraciones ambiguas, abstractas y vaporosas, ERC pasa por un partido con una visión del mundo monolítica y compacta, de una sola pieza. Porque tiene muy claro qué quiere y cómo conseguirlo. Su hoja de ruta no contiene ni un borrón.
Ya lo dejó claro Carod Rovira años atrás en una tertulia radiofónica cuando dijo, por causa de un atentado terrorista perpetrado por ETA, poco antes de integrar el gobierno tripartito, que él no opinaba sobre sucesos acaecidos en el país vecino. Como si los atentados terroristas con víctimas mortales fueran participaciones de lotería de sus juventudes.
Unos meses más tarde Carod Rovira, presidente en funciones de todos los catalanes, acudió a Perpiñán para pactar el PEC con los terroristas, el Protectorado Etarra de Cataluña. Pagó cafés y pastitas a cargo de la desventajosa y expoliadora balanza fiscal. Es decir, acordó la no comisión de atentados, quisimos decir, trágicos accidentes, a cambio de respaldo institucional a las tesis abertzales; acuerdo que se escenificó con la primera audiencia concedida por la presidencia del parlamento en la anterior legislatura. Ernest Benach recibió con alfombra roja a los familiares de los presos etarras. Se trataba, en definitiva, de bailarle el agua al entorno de ETA. Y, para muestra un botón, que Mónica Terribas entrevistara a Otegui y se lo comiera con los ojos.
Tras el atentado en la T-4 de Barajas, Joan Ridao ha declarado a cuenta del proceso de paz que ETA ha puesto más de su parte que el gobierno ZP. Lo que se dice poner, ha puesto. Una bomba del quince que se ha cobrado no dos víctimas sino dos fallecidos. Desde una perspectiva nacionalista su razonamiento no carece de cierta lógica, de una lógica perversa. Para Ridao y ERC la paz es una razón aritmética. En efecto, la paz implica un esfuerzo agotador por pacificar a una parte considerable, mayoritaria, de la sociedad. Supongamos que la población contraria a la rendición y cesión ante ETA es una magnitud matemática y por ello mensurable. Un 80% de los españoles. Es un decir. Sólo que si de ese 80% hostil a la bilateralidad ETA-gobierno central decaen 2 personas, aunque poco, pues 80% -2 es una cantidad insignificante, los terroristas equilibran una pizca ese desajuste colosal.
Si establecemos un pelín arbitrariamente, por la cuenta de la vieja, que la cantidad necesaria de explosivos para sojuzgar al 80% de la población -nunca es necesario matarlos a todos- es de varias toneladas, en lo sucesivo necesitarán unos gramos menos puesto que ha decrecido en 2 unidades el total de personas a pacificar. Dos pacificandos de ese 80% han sido definitivamente pacificados.
Por eso, para Ridao, ETA ha hecho más que el gobierno por acercar posturas. Su aportación ha consistido en mermar (-2) la cifra total de pacificandos, que lo han de ser por desistimiento, rendición o exterminio. Pero no bastando con esa elemental lección de álgebra, otro cargo electo de ERC apellidado Cerdà dice que incluso con bombas debe haber algún acercamiento. Que es una manera de legitimar la violencia terrorista pues no excluye el bombazo como argumento negociador y susceptible de ser remunerado con réditos políticos. Que es como decir que cabe negociación con el tipo que tiempo atrás violó a tu mujer y que además acaba de violar a tu hija.
ERC es un partido coherente. Estará al lado del entorno etarra porque no puede estar de ningún otro lado. Aunque para eso deba ponerse circunstancialmente al lado del gobierno ZP. ERC ayudó a desmantelar una organización terrorista incorporándola a sus filas. Ese hecho explica en parte su peculiar sensibilidad sobre el fenómeno y también sobre el provecho en formato de cesión que algunos obtienen de las bombas que ponen otros, de la sangre que derraman. Jugada redonda. Y todo eso sin manchar demasiado sus manos limpias. Claro que uno puede ser muy pulcro lavándose las manos cada tres por dos y darse cremitas hidratantes pero no por ello su alma deja de ser un gurruño de cochambre, una pestilente sentina de porquería.
Ya lo dejó claro Carod Rovira años atrás en una tertulia radiofónica cuando dijo, por causa de un atentado terrorista perpetrado por ETA, poco antes de integrar el gobierno tripartito, que él no opinaba sobre sucesos acaecidos en el país vecino. Como si los atentados terroristas con víctimas mortales fueran participaciones de lotería de sus juventudes.
Unos meses más tarde Carod Rovira, presidente en funciones de todos los catalanes, acudió a Perpiñán para pactar el PEC con los terroristas, el Protectorado Etarra de Cataluña. Pagó cafés y pastitas a cargo de la desventajosa y expoliadora balanza fiscal. Es decir, acordó la no comisión de atentados, quisimos decir, trágicos accidentes, a cambio de respaldo institucional a las tesis abertzales; acuerdo que se escenificó con la primera audiencia concedida por la presidencia del parlamento en la anterior legislatura. Ernest Benach recibió con alfombra roja a los familiares de los presos etarras. Se trataba, en definitiva, de bailarle el agua al entorno de ETA. Y, para muestra un botón, que Mónica Terribas entrevistara a Otegui y se lo comiera con los ojos.
Tras el atentado en la T-4 de Barajas, Joan Ridao ha declarado a cuenta del proceso de paz que ETA ha puesto más de su parte que el gobierno ZP. Lo que se dice poner, ha puesto. Una bomba del quince que se ha cobrado no dos víctimas sino dos fallecidos. Desde una perspectiva nacionalista su razonamiento no carece de cierta lógica, de una lógica perversa. Para Ridao y ERC la paz es una razón aritmética. En efecto, la paz implica un esfuerzo agotador por pacificar a una parte considerable, mayoritaria, de la sociedad. Supongamos que la población contraria a la rendición y cesión ante ETA es una magnitud matemática y por ello mensurable. Un 80% de los españoles. Es un decir. Sólo que si de ese 80% hostil a la bilateralidad ETA-gobierno central decaen 2 personas, aunque poco, pues 80% -2 es una cantidad insignificante, los terroristas equilibran una pizca ese desajuste colosal.
Si establecemos un pelín arbitrariamente, por la cuenta de la vieja, que la cantidad necesaria de explosivos para sojuzgar al 80% de la población -nunca es necesario matarlos a todos- es de varias toneladas, en lo sucesivo necesitarán unos gramos menos puesto que ha decrecido en 2 unidades el total de personas a pacificar. Dos pacificandos de ese 80% han sido definitivamente pacificados.
Por eso, para Ridao, ETA ha hecho más que el gobierno por acercar posturas. Su aportación ha consistido en mermar (-2) la cifra total de pacificandos, que lo han de ser por desistimiento, rendición o exterminio. Pero no bastando con esa elemental lección de álgebra, otro cargo electo de ERC apellidado Cerdà dice que incluso con bombas debe haber algún acercamiento. Que es una manera de legitimar la violencia terrorista pues no excluye el bombazo como argumento negociador y susceptible de ser remunerado con réditos políticos. Que es como decir que cabe negociación con el tipo que tiempo atrás violó a tu mujer y que además acaba de violar a tu hija.
ERC es un partido coherente. Estará al lado del entorno etarra porque no puede estar de ningún otro lado. Aunque para eso deba ponerse circunstancialmente al lado del gobierno ZP. ERC ayudó a desmantelar una organización terrorista incorporándola a sus filas. Ese hecho explica en parte su peculiar sensibilidad sobre el fenómeno y también sobre el provecho en formato de cesión que algunos obtienen de las bombas que ponen otros, de la sangre que derraman. Jugada redonda. Y todo eso sin manchar demasiado sus manos limpias. Claro que uno puede ser muy pulcro lavándose las manos cada tres por dos y darse cremitas hidratantes pero no por ello su alma deja de ser un gurruño de cochambre, una pestilente sentina de porquería.
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