miércoles, 18 de abril de 2007

Política hipnótica


Hemos sabido que en la reciente convención de candidatos a las próximas elecciones municipales organizada por el PSOE se repartió una suerte de programa que propone, textualmente, dominar la mente del electorado. Tal cual. No es una broma. Lo traía la prensa, salvo que se trate de un error o de una premeditada intoxicación periodística. Tolerancio se pregunta cómo es posible que se cuele una patraña de semejante calado en un documento que puede trascender a la opinión pública. ¿Será que la cúpula socialista piensa que el personal está suficientemente alienado, idiotizado o narcotizado para que semejante atropello, insulto o amenaza contra la ciudadanía pase sin pena ni gloria, como una anécdota irrelevante?

Nada más y nada menos que dominar la mente del electorado. Ya no se trata de explicar y ofertar un programa. Ofertar, sí, concepto de resonancia mercantil si se quiere, pero preferible a la colonización mental invocada que habrá de lograrse mediante la persuasión hipnótica., pues no se nos ocurre otro mecanismo para lograrlo.

La política cobra así una carácter preocupante, inquietante, no porque tenga que ver con los numeritos inocuos como de función de varietés de un mentalista, de un prestidigitador con capa, varita mágica y chistera, sino porque toma las hechuras del desvarío maximalista de las utopías visionarias, del mundo feliz y la humanidad nueva y perfecta. Toma la apariencia de una espeluznante fábula orwelliana. Ya no importa el debate, rebatir al adversario con trabados argumentos, contrastar ideas, todo eso que nos dicen que es la política en su fase más elaborada. Convencer al votante deviene un esfuerzo innecesario. Ya no es un propósito, una meta. Basta con una suerte de abducción intelectual de la población.
Pero para llevar ese plan de las musas al teatro necesitan los jerarcas del PSOE la conjunción de al menos dos factores. Uno, la obediencia o connivencia de los medios de comunicación. El otro, una sociedad pastueña, relajada, cobardona, dispuesta a tragarse cualquier sapo que le echen y que propende a la evasión a través del ocio, del egoísmo o la indiferencia… no sigamos… ay, madre que se salen con la suya. Pues, si eso fuera así, sería inace-ta-ble.

Perfe-to… ya comienzo a hablar como Pepín Blanco. Quiero decir que ya he recibido una primera radiación de ondas cerebrales.

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